Un obispo con los pies en el barro
Era el obispo de la periferia más empobrecida del conurbano bonaerense. Celebró misas frente a Cristina Fernández de Kirchner, fue el principal aliado clerical de los Movimientos Populares, en Bariloche se hermanó con los pueblos originarios y en San Cayetano amó la piedad popular.
Por Lucas Schaerer
“Consuelen a mi Pueblo. Este es el lema que Fernando Carlos Maletti había elegido para iniciar su evangelización como obispo. Ese pueblo pobre lo conoció en sus últimos diez años de vida andando, sin cansancio, entre ellos por los barrios populares de Merlo-Moreno, los distritos más empobrecidos del conurbano bonaerense, donde lo despidieron en la Catedral de Moreno recordando anécdotas que reflejan a un obispo que no ninguneaba a los pobres, que recorrió a pie sus calles de tierra, que no esquivaba la mirada y la escucha de los excluidos, que siempre puso el pellejo por ellos, los pobres, en momentos de máxima tensión como los desalojos de tierra, o en la esperanza de la salvación comunitaria, al compartir el pan con gratuidad en los nunca bien ponderados comedores y merenderos.
Fue en el santuario del patrono del pan y el trabajo, San Cayetano, del barrio periférico de Liniers, donde Maletti amó la piedad popular. Desde allí salen las masivas peregrinaciones de los jóvenes a Luján y por el día de la Virgen, también le puso el cuerpo a las extensas y angustiantes colas de fieles en el furor de la desocupación del neoliberalismo cada 7 de agosto que lo convirtieron a Maletti en un párroco del pueblo.
De esos casi diez años de cotidiana religiosidad popular lo llevaron a la consagración de obispo. Ese 18 de septiembre de 2001 su ordenación episcopal fue celebrada por el entonces arzobispo jesuita, Jorge Mario Bergoglio.
En Bariloche estrenó su investidura de obispo llena de pueblo. De allí que los patagónicos también lloraron su fallecimiento porque aún recuerdan las peregrinaciones náuticas del lago Nahuel Huapi, donde Maletti buscaba parir una “nueva manifestación de fe y religiosidad popular que se sumergiera en las raíces coloniales con los jesuitas e indígenas poyas y puelches”, según su propia reflexión. No fue esquivo de los pueblos originarios y con ellos buscó hermanarse. Por ello subrayaba: “en las etnias del lago en la misión colonial se posicionó la acción evangelizadora de los jesuitas en defensa y liberación de los indígenas”. Bariloche y El Bolsón también recuerdan las procesiones a la gruta de la Virgen de las Nieves. “Para nuestra diócesis es un modo de encontrarse todos los miembros del pueblo de Dios”, sostenía el obispo en esos años.
La política golpeó a su puerta
Justamente en Bariloche fue su primer encuentro con la entonces presidente de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner. En el tedeum del 25 de mayo 2012 Maletti exhortó a todos los presentes a “renovar el compromiso para erradicar la pobreza y promover el desarrollo integral de todos. Que no nos falte el pan en nuestras mesas, el trabajo digno en nuestras manos, la paz en nuestros corazones y la justicia en las estructuras”.
Cinco años después volvería a cruzarse con la ex presidenta. Eso ocurrió al celebrar misa por la aparición del joven Santiago Maldonado en la parroquia de La Merced, en Merlo.
Maletti no se achicaba ante las tribulaciones de la vida. De allí que trabó amistad con los pobres organizados. Fue Maletti el pontífice, el puente o el consigliere entre el gobierno encabezado por Mauricio Macri y los movimientos populares. Los dirigentes de las organizaciones resaltaron, en las horas de la despedida, que con Maletti no sentían distancia, que era más un obispo eclesial, abierto al pueblo, que clerical, encerrado en el ámbito privado de la iglesia, y que esto igual no llevaba a que les dijera todo que sí, porque sí tenía una posición distinta lo marcaba sin dudar.
Maletti como buen obispo Bergogliano puso un oído en el pueblo y el otro en el evangelio. De allí que participó de diversos encuentros de los movimientos populares unidos a militantes políticos.
Lo recuerda Carlos Ferré del grupo Generación Francisco: “Este era un amigo de verdad. Hizo la apertura al primer encuentro que hicimos con los Movimientos Populares en un complejo de los franciscanos en José León Suárez. Cuando terminó vino en procesión hasta un basural y caminó junto a la imagen de la Virgen de Luján que iba en un carro de cartonero”.
Hubo otros encuentros de Maletti con los pobres organizados en la economía popular tanto en San Miguel, allí disertó junto a los sacerdotes jesuitas Rafael Velazco, Juan Carlos Scanonne y el dirigente Esteban “Gringo” Castro, como en Moreno y en Merlo donde el obispo auspicio y encabezó un curso de estudio de la encíclica socio-ambiental del Papa Francisco llamada Laudato Sí. “No hay que pensar en hacer tareas para los pobres, sino desde los pobres” destacó Maletti en ese seminario de formación en su obispado.
Para la política local su muerte a los 72 años en la Clínica San Camilo, este 8 de marzo, fue un impacto que aún están procesando. Miran estos diez años de convivencia y sienten que partió un padre amoroso.
“Moreno nunca fue un territorio sencillo. La conflictividad social siempre estaba a punto de ebullición. Siempre recurríamos a él cuando no encontrábamos solución o necesitábamos un mediador. Él con su paciencia nos escuchaba y siempre buscaba una salida sabía y en paz. Ahora como intendenta siento que me va a hacer mucha falta. Pero a su vez tengo un santito nuevo a quién pedir que cuide y proteja al pueblo de Moreno”, expresó Mariel Fernández a este medio.
Para el cura villero a cargo de la parroquia Virgen de Itatí, en Villa Trujui localidad en el partido de Moreno, Maletti fue “un pastor con olor a oveja. En cuanto detectaba una necesidad quería estar y acompañar. Hombre sin maldad, con un profundo amor a la iglesia”.
“Te pasate”
“Te pasaste”. Así entraba al abrazo el obispo que quedó identificado con el pueblo. Esa alegría contagió. “Te pasaste” es una marca Maletti. En el oeste profundo circula por estas horas la historia de un vendedor de pochoclos que se acerca a saludar a Maletti. “¡Che, te pasaste!”, le dio un gran abrazo y su bendición el pastor a un anónimo vendedor de la economía popular.
“Te pasaste haciendo el bien. Te pasaste llevando esperanza a cada barrio. Te pasaste en sencillez. Te pasaste en cercanía. Te pasaste en fraternidad. Te pasaste en humildad. Te pasaste en la comprensión. Te pasaste anunciando el Reino de Dios y su Justicia. Te pasaste yendo por cada rincón de la diócesis. Te pasaste en compromiso por los más pobres y por las causas justas. Te pasaste recordándonos que bendecir es decir bien de los otros. Te pasaste, Padre”, sintió un anónimo en la despedida física aunque no espiritual del obispo con los zapatos en el barro.