El Barrendero de Dios que secuestró la dictadura
Mauricio Silva fue sacerdote y barrendero. La dictadura lo secuestró hace 45 años. Daba misas en basurales y acompañaba a los barrenderos en la lucha sindical. Mártir de una iglesia pobre para los pobres.
Por Lucas Schaerer
En los más pequeños y olvidados encontraba el amor. Así era Kleber Silva Iribarnegaray, más conocido como Mauricio. Un uruguayo que migró a la Argentina por la congregación de Don Bosco, los llamados salesianos. Con el tiempo su conversión espiritual lo acercó al contemplativo francés, hoy Santo, Charles de Foucauld, que misionó en el desierto de África. Bajo ese carisma encaró su sacerdocio junto a los barrenderos municipales de la Ciudad de Buenos Aires. No huyó de la genocida dictadura militar que lo consideró “subversivo”, por celebrar misas en las quemas, así se llamaba a los basurales a cielo abierto, junto a los crotos, botelleros y linyeras, poniendo en práctica los preceptos del Concilio Vaticano II, y a su vez vivía el evangelio barriendo y organizando gremialmente con sus compañeros, que por entonces luchaban para evitar la privatización del servicio de higiene urbana, o sea la recolección y limpieza de las calles.
“Me sorprendí mirando a un barrendero…un hombre pequeño y sucio limpiando una calle. Fue cosa de segundos. Allí estaba mi lugar”. Así hablaba Silva que se comprometió de cuerpo entero como discípulo de Jesús de Nazareth, el hijo del carpintero, José. La espiritualidad de los Hermanitos del Evangelio, la congregación que inspiró Foucauld, es imitar la vida de Jesús cuando era un desconocido trabajador en la periferia de Jerusalén.
Un cura de estas características era insoportable para el intendente de facto de la Ciudad, Osvaldo Cacciatore. Para terminar con la organización de los barrenderos en el llamado Corralón de Floresta (ubicado en Avenida Gaona y Mercedes, hoy una plaza) actuaron los llamados grupos de tarea, que primero detuvieron y desaparecieron dos hombres claves, el 5 de mayo de 1977, al delegado de los chóferes de camiones, Néstor Sanmartino, y al otro día al secretario general de los barrenderos allí, Julio Goitia. Un mes más tarde, en la mañana fría del 14 de junio, hace 45 años, mientras barría en la calle Magariño Cervantes y Terrero, en el barrio de Villa Mitre, lo secuestran al sacerdote Silva convirtiéndolo en un mártir, aún no oficialmente reconocido, de la iglesia católica.
“Mártir”. Así lo calificó el propio presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), Óscar Ojea, en un mensaje de apoyo y bendición a todos los barrenderos, el pasado 14 de junio, que recordaron su día justamente designado a nivel nacional en homenaje al cura desaparecido durante la última dictadura militar.
Fue en el playón de barrenderos de la calle San José al 1700, en el barrio de Constitución, que el Sindicato de Chóferes de Camiones, que agrupa distintas actividades entre ellas los barrenderos y recolectores de residuos, realizó una misa en homenaje al cura barrendero. Más de 300 trabajadores estaban presentes en la celebración que encabezó el cura villero y capellán de los cartoneros, Lorenzo “Toto” Vedia, que estuvo acompañado, entre otros, por el pastor luterano, Gustavo Gómez. Para sorpresa de todos en la misa de repente apareció el secretario general de Camioneros.
Hugo Moyano, de fe evangelista, tomó el micrófono para resaltar que “recordamos un hombre que dejó muchos años de su vida luchando por la dignidad de los trabajadores, un hombre que creía en Dios como nosotros. Por eso que este momento es tan especial y estoy agradecido a la iglesia católica y evangélica, a la cual pertenezco, por haberme permitido trasmitir este pequeño mensaje”.
El homenaje al sacerdote barrendero también llegó a la ciudad balnearia de Mar del Plata. Allí el obispo local, Gabriel Mestre, junto a laica consagrada, Marta acompañó a los barrenderos, y a las nuevas 15 mujeres barrenderas, al homenaje en el Concejo de Deliberantes. Asimismo, el obispo bendijo un mural realizado en la Casa del Niño, el dispositivo de la iglesia marplatense. “Mauricio estaba fascinado por el amor. Dios era su absoluto. Amigo de los trabajadores. Y a la vez comprometido con el abajamiento”, aseguró la religiosa Marta quien compartió en la década del ’70 la comunidad de la calle Malabia, en Villa Crespo, donde vivía el cura-barrendero.
Alicia Vázquez, ex secretaria de Culto del gobierno de la Ciudad y laica comprometida con la memoria y justicia por Mauricio Silva aseguró a Télam que “se está impulsando la causa de martirio. Porque muerto en profesión de su fe, por su coherencia y su amor por el otro, lo convierten en mártir. Una vez reconocido su martirio el destino es la beatificación. De ser reconocido sería el primer trabajador mártir en Argentina”