El costado humano de Perón

por Gustavo Labriola

A Perón se lo puede considerar en función de sus múltiples facetas. Se lo puede reconocer como estadista, escritor, historiador, estratega, instaurador de derechos, pero es oportuno también examinar su costado más humano.

Muchas veces con intenciones mezquinas, se ha intentado deshumanizar la personalidad de los políticos que han tenido injerencia significativa en el destino de los países. Pero, el “costado humano” existe.

Todos tenemos una intimidad que nos desnuda o alguna reacción que, tal vez, generada por las circunstancias más ambivalentes, nos descubre irascible o alguna debilidad que nos expone abiertamente. Con esa mirada se puede abordar, por lo menos, dos expresiones que acercan a un Perón sentimental y sanguíneo.

Perón ha escrito mucho. Así desde los “Apuntes de historia militar”, hasta “La comunidad organizada”, pasando, entre otros, por “Doctrina peronista” y “Conducción Política” sus libros han formado a generaciones. Pero también ha escrito cartas. Dos de ellas son expresivas respecto su costado más humano.

La primera de ellas está fechada el 14 de octubre de 1945. Desde la cárcel de Martín García, un Perón dolorido, abatido -en cierta manera-, pero profundamente enamorado, sin vislumbrar “el subsuelo de la Patria sublevado” que se iba a producir tres días después, le escribe sentidamente a Eva, una carta de un intenso amor, con una sensibilidad que emociona.

Dice:

 “Mi tesoro adorado: Solo cuando nos alejamos de las personas queridas podemos medir el cariño. Desde el día que te dejé allí con el dolor más grande que puedas imaginar, no he podido tranquilizar mi triste corazón. Hoy se cuánto te quiero y que no puedo vivir sin vos. Esta inmensa soledad solo está llena con tu recuerdo. Hoy he escrito a Farrell pidiéndole que me acelere el retiro. En cuanto salga, nos casamos y nos iremos a vivir a cualquier parte tranquilos”.

Viejita de mi alma.

Tengo tus retratitos en mi pieza y los miro todo el día con lágrimas en los ojos. Que no te vaya a pasar nada porque entonces habrá terminado mi vida. Cuídate mucho y no te preocupes por mí. Pero quereme mucho que hoy lo necesito más que nunca.”

“Mis últimas palabras de esta carta que sean para recomendarte calma y tranquilidad. Muchos pero muchos besos y recuerdos para mi chinita querida.” Sobre la historia de amor entre Juan Perón y Eva Duarte hay dos libros interesantes. Uno, es “Juan y Eva: El amor, el odio y la revolución. La historia de amor jamás contada”, de Jorge Coscia, que no deja de ser una novela redactada por un escritor que aborda ficcionalmente esa relación, atraído en, como él mismo dice, “el desarrollo de un amor, de efectos tan transformadores”.

“Juan y Eva” (2011) también es el nombre de una película que con dirección y guión de Paula de Luque, con las actuaciones centrales de Osmar Nuñez y Julieta Díaz, se acercó a esa historia.

Por otra parte, es oportuno recordar que Jorge Coscia, que también fuera cineasta, fue Secretario de Cultura y autor de “El bombardeo”, novela sobre los cobardes asesinatos perpetrados el 16 de junio de 1955, sobre la Plaza de Mayo. Otro libro que se acerca a la historia de Perón y Evita, es la novela “Eva y Juan” de Cyntia Vila, elaborando una ficción con una visión de una relación más sensual y erótica que la conocida.

Hubo otra carta, en otro momento histórico, de un Perón sanguíneo, que exterioriza su indignación frente a una provocación medrosa.

Es imprescindible contextualizar la situación. Perón estaba exiliado en Panamá. El 5 de marzo de 1956, la Revolución Libertadora que, a dichos del Contraalmirante Arturo Rial, “se ha hecho para que en este bendito país el hijo del barrendero muera barrendero”, había no solo proscripto al Peronismo, sino había prohibido nombrar a Perón, al Partido Peronista y a todo lo que se vincule con ellos. Aramburu había expresado: “Perón huyó tan pronto como se lo permitieron sus piernas. Es un cobarde. Esa es la razón de que haya huido y que haya caído tan pronto”.

Perón con el convencimiento adquirido a partir de, por ejemplo, el bombardeo sobre Plaza de Mayo, que “la sangre que se va a derramar no es la que los pibes creen que se va a derramar. Muchas veces se lanzan proclamas revolucionarias sin pensar cuánto esa proclama tiene de popular”, había tomado la decisión de evitar una sangría social, producto de una guerra civil, valorando lo que había sucedido en España. Entonces fechando la carta en Panamá, el 8 de marzo de 1956, la dirige a Aramburu en estos términos: “He leído en un reportaje que Ud. se ha permitido decir que soy un cobarde porque ordené la suspensión de una lucha en la que tenía todas las probabilidades de vencer. Ud. no podrá comprender jamás cuanto carácter y valor hay que tener para producir gestos semejantes. Para Ud. hacer matar a los demás en defensa de la propia persona y de las propias ambiciones es una acción distinguida de valor. Para mí, el valor no consiste ni consistirá nunca en hacer matar a los otros.

Esa idea solo puede pertenecer a los egoístas y a los ignorantes como Ud. Tampoco el valor está en hacer asesinar a obreros inocentes e indefensos como lo han hecho Uds. en B.A., Rosario, Avellaneda, Berisso, etc. Esa clase de valor pertenece a los asesinos y a los bandidos cuando cuentan con la impunidad.

No es valor atropellar los hogares humildes argentinos, vejando mujeres y humillando ancianos, escudados en una bandera de asaltantes y sicarios asalariados, detrás de la cual Uds. esconden su propio miedo.

Si tiene dudas sobre mi valor personal, que no consiste como Ud. supone, en hacer que se maten los demás.

 El país tiene muchas fronteras. Lo esperaré en cualquiera de ellas, para que me demuestre que Ud. es más valiente que yo.

 Lleve sus armas porque el valor a que me refiero solo se demuestra frente a otro hombre y no utilizando las armas de la patria para hacer asesinar a sus hermanos y sepa para siempre que el valor se demuestra personalmente y que por ser una virtud no puede delegarse. Hágalo, solo así me podría probar que no es la gallina que siempre conocí.

Si Ud. no lo hace y el pueblo no lo cuelga, como merece y espero, por salvaje, por bruto y por ignorante, algún día nos encontraremos. Allí le haré tragar su lengua de irresponsable.”

Un Perón ofendido, desafiado, colérico, que no pudo ocultar la indignación que la humillante actitud de Aramburu.

Años después, aparecería el “león herbívoro”. Pero, eso, sería otra historia.

Un Perón sensible, tan humano como cualquiera de nosotros. Lo recordamos al haberse cumplido el 1º de julio, cuarenta y ocho años de su partida.

Fuente: elheraldo.com.ar

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