Confederaciones Continentales

Por Juan Domingo Perón, bajo el seudónimo Descartes

Publicado en el Diario Democracia el 20-12-1951

“Unidos seremos inconquistables. Separados indefendibles.”

“La unidad comienza por la unión y ésta por la unificación de un núcleo básico de aglutinación.”

“Desde esa base podría construirse hacia el Norte la Confederación Sudamericana, unificando en esa unión a todos los rublos de raíz latina. ¿Cómo? Sería lo de menos, si realmente estamos decididos a hacerlo.

Si esa confederación se espera para el año 2000, que mejor que adelantarnos, pensando que es preferible esperar en ella a que el tiempo nos esté esperando a nosotros.”

Varios estudiosos del siglo XIX ya habían predicho que al siglo de la formación de las nacionalidades, como se llamó a éste, debía seguir el de las confederaciones continentales.

Europa y Asia, frente al peligro mutuo, han sido impelidas por las necesidades de su defensa a agruparse bajo el signo del dólar o el de la hoz y el martillo, respectivamente, formando verdaderas confederaciones imperialistas.

Estados Unidos unifica sobre sí, frente a los mismos peligros a todos los pueblos americanos de su continente del Norte, ligándolos en el destino común de su hemisferio con miras a una hacinó que abarque también a Europa.

Hace ya muchos años un brasileño ilustre que veía lejos, Río Branco, lanzó la idea del ABC, pacto político regional destinado a tener proyecciones históricas.

América del Sur, moderno continente latino, está y estará cada día más en peligro. Sin embargo, no ha pronunciado aún su palabra de orden para unirse. El ABC sucumbió abatido por los trabajos subterráneos del imperialismo empeñado en dividir e impedir toda unión propiciada o realizada por los “nativos” de estos países “poco desarrollados” que anhela gobernar y anexar, pero como factorías de “negros y mestizos”.

El mundo se encuentra abocado a su problema de superpoblación. Su necesidad primaria es producir comida ya insuficiente. La lucha del futuro será económica y, en primer término, por esa producción. Ello indica que una parte sustancial del futuro económico del mundo se desplazará hacia las zonas de las grandes reservas territoriales aún libres de explotación.

A la tercera Guerra Mundial de predominio ha de suceder una carrera anhelante de posesión territorial y reordenamiento productivo. De ello se infiere que un grave peligro se desplazará sobre los países de mayores reservas territoriales aptas. La amenaza procederá de un imperialismo triunfante, cualquiera sea éste.

La nueva forma colonial de ocupación y dominio puede ser de asalto comunista o de penetración económica, que ya ha comenzado de diversas maneras sobre los países que componen el “mundo libre”. La batalla por esa nueva forma colonial se decidirá sin duda en el último cuarto del siglo XX. El año 2000 llegará con ese signo o con el triunfo de las confederaciones continentales.

También las luchas económicas impulsan a los pueblos a su agrupamiento en busca de la unidad económica. Al siglo XIX –de la formación de nacionalidades- sucedió la lucha entre naciones en procura de predominios regionales. Al cansancio de esa lucha ha de suceder la desaparición de las rivalidades, odios y divisiones continentales. El mundo actual es indicio de ello. Se suceden las últimas acciones internas en Europa y Asia precursoras de su unidad. Asistiremos luego al enfrentamiento más colosal de nuestros tiempos entre Asia unida contra Europa. Estados Unidos, como un anticipo del futuro, en nombre de los Estados Unidos de la América del Norte, se unirá a Europa en la empresa común.

Entretanto, ¿Qué hacemos los sudamericanos? Vivimos en pleno siglo XIX en el siglo XX, cuando el porvenir puede ser nuestro según las reglas del fatalismo histórico y geográfico, a condición de despertarnos a tiempo. El centro de gravedad del mundo en la civilización grecorromana se ha desplazado sin cesar hacia el Sur. Del Adriático al Mediterráneo, de éste al Atlántico Norte, de Europa a América del Norte. El futuro ha de tocarnos a nosotros. Por lo menos estamos sindicados en el devenir histórico por situación de tiempo y espacio.

No sea que la hora llegue y nos pase lo que a otros, que tuvieron el mundo en sus manos sin saber qué hacer con él. Si nos preparamos para enfrentar las tareas del destino, es menester preparar a estos pueblos en la mística emergente de ese destino.

La unidad comienza por la unión y ésta por la unificación de un núcleo básico de aglutinación.

El futuro mediato e inmediato, en un mundo altamente influido por el factor económico, impone la contemplación preferencial de este factor. Ninguna nación o grupo de naciones puede enfrentar la tarea que un tal destino impone sin UNIDAD ECONOMICA.

El signo de la Cruz del Sur puede ser la insignia de triunfo de los penates de la América del hemisferio austral. Ni Argentina, ni Brasil, ni chile aisladas pueden soñar con la unidad económica indispensable para enfrentar un destino de grandeza. Unidas forman, sin embargo, la más formidable unidad a caballo sobre los dos océanos de la civilización moderna. Así podrían intentar desde aquí la unidad latinoamericana con una base operativa polifásica con inicial impulso indetenible.

Desde esa base podría construirse hacia el Norte la Confederación Sudamericana, unificando en esa unión a todos los rublos de raíz latina. ¿Cómo? Sería lo de menos, si realmente estamos decididos a hacerlo.

Si esa confederación se espera para el año 2000, que mejor que adelantarnos, pensando que es preferible esperar en ella a que el tiempo nos esté esperando a nosotros.

Sabemos que estas ideas no harán felices a los imperialistas que “dividen para reinar”. Pero para nosotros los peligros serán tan graves de desde el instante en que la tercera Guerra Mundial termine, que no hacerlo será un verdadero suicidio.

Unidos seremos inconquistable; separados, indefendibles. Si no estamos a la altura de nuestra misión, hombres, y pueblos sufriremos el destino de los mediocres. La fortuna nos ha de tender la mano. Quiera Dios que atinemos a asirnos de ella. Cada hombre y cada pueblo tienen la hora de su destino. Esta es la de los pueblos de estirpe latina.

Nosotros los argentinos, preparados, estamos listos y esperamos. Si arrojamos la primera piedra es porque estamos exentos de culpa.

20 de diciembre de 1951

Fuente: historiadelperonismo.com

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