Un cóctel de indigenismo y feminismo

Por Claudia Peiró

Se bifurcó el recorrido del colectivo feminista: este año habrá dos congresos, uno en octubre, otro en noviembre, ambos en San Luis. El primero, este fin de semana, con un temario desopilante, que dice mucho de la verdadera naturaleza de este movimiento

“Visibilidad lésbica”; “Activismos lésbicos”; “Activismos Bisexuales”; “Pansexualidades” y “Polisexualidades” (¿qué diferencia habrá?); “No Binaries”; “Cuerpes gestantes”; “Preservativos para vulvas”; “Cuerpes menstruantes”; “Lenguaje inclusivo”; “Fútbol feminista”… Recorrer la lista de temas de los más de cien talleres del Encuentro de Mujeres [lista completa al pie de esta nota] de este fin de semana en San Luis es muy revelador sobre la verdadera naturaleza de este feminismo de tercera ola.

Un Encuentro de Mujeres ya era un dolor de cabeza para cada ciudad anfitriona; imaginen dos… En San Luis se respiraba una clima de temor y tensión en la previa del primero de los dos encuentros que tendrán lugar allí.

En la capital provincial, la Catedral y otros templos fueron blindados previendo el habitual vandalismo en que degeneran las marchas feministas que tienen lugar durante estos encuentros. Este difícilmente sea la excepción, si juzgamos por los títulos de otros talleres: “Iglesia y Estado: asunto separado” o “Religiones, cultos y mandatos”, que confirman la lectura deformada de la historia por el feminismo actual.

Para sumergirse en los motivos de la fractura del Encuentro haría falta un diccionario nuevo; no es fácil penetrar en la maraña de neologismos que inventa la gente que libra sus batallas en el mundo virtual.

El primero, con el nombre “Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Intersexuales, Bisexuales y No Binaries”, tendrá lugar los días 8, 9 y 10 de octubre. El otro, que lleva el nombre tradicional, “Encuentro Nacional de Mujeres”, se hará el 19, 20 y 21 de noviembre. Para abreviar, “Plurinacional” versus “Nacional”.

El centro del conflicto lo reflejan los nombres: es la incorporación -nominal, aclaremos- de las indígenas y las “diversidades sexogenéricas” (sic).

Por un artículo de Lucia Demarchi en el portal elciudadanoweb (9/8/22), nos enteramos de que a mediados de año, “por el pedido de encuentreras y encuentreres (sic) de todo el país”, hubo negociaciones entre las comisiones organizadoras enfrentadas, pero no se llegó a un acuerdo. De hecho, se están destrozando verbalmente unas a otras.

Desde un sector llaman al otro “feminismo conservador transodiante”. Hay que reconocerles creatividad.

Según la crónica citada, en La Plata en octubre de 2019 -último encuentro presencial pre pandemia-, hubo polémica por la negativa de la Comisión Organizadora de cambiar el nombre del Encuentro para incorporar “a todas las naciones [¿?] que habitan el territorio argentino” y a todos los minibuses (esta nomenclatura es mía) en los que dividen al colectivo feminista, a saber, lesbianas, travestis, trans, intersexuales, bisexuales y no binaries.

La géneromanía nao tem fim…

Las “diversidades sexogenéricas” se multiplican incesantemente. Y ese fue el motivo de la discordia entre las “personas con útero”.

“¡Plurinacional y con las disidencias!”, fue el grito de guerra del sector que se dio cita este fin de semana en San Luis, en “territorio Huarque, Comechingón y Ranquel”. San Luis no es la Argentina, parece.

“Ya no podíamos seguir sin nombrarnos”, le dijo Noelia Aguilar Moriena, vocera del 35° Encuentro Plurinacional, a la autora de la nota citada. Su argumento es que desde los primeros encuentros, “además de las mujeres”, participaron “todas las identidades sexogenéricas” y también las “indígenas u originarias”.

¿Mujer indígena no es mujer? ¿Mujer lesbiana no es mujer? ¿Por qué tiene que tener otra etiqueta? Es notable cómo, en nombre de la inclusión, de la no discriminación, del antirracismo, se hace lo contario: se etiqueta, se encasilla, se crean guetos.

La lucha contra el sistema capitalista, colonial y patriarcal las encontrará desunides. Sostienen que nombrarse no es un tema solo formal. Es cierto, es una cuña más para la fragmentación social. Estos encuentres, en su versión oficial o disidente, implican promoción de la guerra de sexos, revisión del pasado para cuestionar la legitimidad de nuestras naciones, invención de patriarcados y discriminaciones inexistentes, etcétera.

En una tribuna en Página 12, el 29 de julio pasado, Adriana Carrasco, una de las fundadoras de estos encuentros, hoy Plurinacional, acusó al Encuentro Nacional de tener un “discurso de odio”. Es la imputación de moda.

Carrasco dice también que “las otres” quieren contener “a los sectores populares que guían las iglesias católicas y evangélicas pentecostales de los barrios”, a los que por supuesto llama “antiderechos”.

Mujer cristiana no es mujer. Mujer pobre, o de sectores populares, tampoco. Mujer que se opone al aborto, ni hablar…

Por ella nos enteramos de que el feminismo no es uno solo: hay transfeminismo, feminismo lesbiano, movimiento del fútbol feminista/transfeminista [feminista que no juega al fútbol no es feminista, parece], mostris (¿?) no binaries y sectores antipatriarcales antirracistas, que deben tener mucho trabajo en un país que no tiene patriarcado, ni se construyó sobre el racismo. El antirracismo, otra moda importada, dicho sea de paso.

Recientemente, los chilenos rechazaron una Constitución plurinacional de modo contundente, poniendo a su país a salvo, por un tiempo, de estas iniciativas de segregación.

Los sucesos de los últimos años en nuestra Patagonia -ocupaciones, ataques y sobre todo la proclamación de supuestos derechos ancestrales- demuestran que Argentina no está al abrigo de esa “plurinacionalidad”, que busca consagrar institucionalmente el indigenismo y tiene por objetivo la fragmentación bajo cubierta de reivindicación de derechos. Como dijo Fernando Fuentealba, presidente de la Fundación de Víctimas de la Violencia en la Macrozona Sur de Chile, la situación que se vive en esa región, “no es un tema de reivindicación mapuche, sino de terrorismo que afecta a la seguridad del Estado”.

Un periodista mapuche explicó cuál es la intención de esta reivindicación plurinacional: “Se entiende como lo opuesto al Estado-nación, aquella ficción de las élites chilenas del siglo XIX que artificialmente homologó el Estado con una nación única, la chilena, de características monoculturales y monolingües”.

Llamar “Plurinacional” al encuentro confirma que el feminismo actual -o los feminismos, como les gusta decir a ellas- está muy lejos de ser un movimiento de liberación de la mujer. En la Argentina las mujeres ya estamos liberadas. No necesitamos a las feministas.

La deconstrucción no es sólo “plurinacional”, es decir territorial, sino que apunta a la propia naturaleza humana. Por ejemplo, habrá un taller de “Antiespecismo”. Es la ideología que sustenta el veganismo que sostiene que el hombre no es diferente de los animales, es una especie más y no tiene más derechos que ellos. De hecho, el huevo de la gallina tiene más estatus que el feto humano para esta gente.

Luego tenemos la teoría queer. Señalemos de paso que, sin previo aviso, la actual administración ha abrazado esta teoría, que ya le ha inspirado varias medidas -el DNI no binario por ejemplo- y que vertebra el contenido que quieren darle a la ESI (Educación Sexual Integral) en los colegios. La teoría queer sostiene que el sexo no es biológico, que la distinción varón – mujer no es natural sino una construcción social; el sexo es asignado de modo arbitrario al nacer. El binarismo, lo heteronormativo, es un invento. Es impuesto como norma de organización de la sexualidad. Un documento del Ministerio de Educación sobre ESI dice: “Desde que nacemos, según nuestros genitales, se nos trata como varón o como mujer; así nos llaman, nos visten [y] nos enseñan a jugar con juegos ‘de nenas’ o ‘de nenes’. Es decir, se nos asigna (sic) un género y vamos aprendiendo, casi sin darnos cuenta […], las pautas sociales que se desprenden de esta manera de clasificarnos. Es por esto que muchas veces pensamos que todas las personas pueden ubicarse en una de estas dos categorías: varón o mujer y que, además, esta manera de entenderlas es “natural’”.

Esta temática es prácticamente el eje del Encuentro de Mujeres. Pero sus organizadoras también anuncian que esta vez se incluye la temática “niñez y adolescencia porque hay que romper con el adultocentrismo”. Y esto se vincula con lo anterior. También nuestro inefable Ministerio de Educación da las pistas: se trata de subvertir el vínculo padres-hijos y prácticamente negar la niñez. En el documento “Propuestas para abordar los NAP (Núcleos de Aprendizaje Prioritarios)”, se explica a los docentes que, “durante mucho tiempo, los niños, las niñas y los jóvenes fueron pensados desde una mirada tutelar; es decir, como personas que aún no habían completado el desarrollo de las capacidades intelectuales y emocionales necesarias para discernir correctamente y que, por lo tanto, requerían de la presencia tutelar de un adulto/a para que los/as guiara, los/as protegiera del entorno e incluso de sí mismos”. ¿En qué momento esto dejó de ser así? ¿Desde cuándo el niño no es un ser humano que no ha completado su desarrollo físico, intelectual y emocional?

Patricia Muñoz, Defensora de la Niñez de Chile -otro país que es campo de ensayo de estas políticas-, también negó la infancia, al decir, en enero pasado, que “los niños, niñas y adolescentes no deben seguir siendo mirados como meros objetos de protección, sino como las personas que son, tan dignas e iguales que los adultos”.

Los niños ya no son niños. Detrás de esto viene el derecho a la autodeterminación identitaria de los menores -léase la transición de género, vía hormonización o cirugía si el niño o adolescente así lo desea-; y este derecho es esgrimido como algo absoluto a lo que los padres no tienen más remedio que plegarse.

Los títulos de los talleres del Encuentro Plurinacional revelan esto claramente: “Niñeces, adolescencias y adulteces”; “Niñeces libres”; “Adolescencias libres” o, más claro aun: “Niñeces y adolescencias trans y no binaries sin violencia ni discriminación”.

En concreto, si alguna vez el feminismo fue la lucha por el derecho al voto y la libertad sexual, hoy es transgenerismo. Para el feminismo radicalizado actual, el matrimonio heterosexual y la división sexual del trabajo son inventos del monoteísmo y del capitalismo. La antropología y la etnografía lo desmienten: la pareja varón-mujer es vieja como la presencia del hombre en la tierra, y no una construcción, ni una conspiración de los varones contra la mujer, o una imposición de la Iglesia que como sabemos, desde la cosmovisión neofeminista, tiene la culpa de todo.

Ya no se trata de los derechos de las mujeres sino de imponer una visión del mundo, completar la deconstrucción, esa operación que pretende llevarse por delante verdades y valores universales de nuestra cultura.

Para el historiador Emmanuel Todd, estamos ante “una autodestrucción identitaria”. “La sociedad le propone a los jóvenes de hoy una relación incierta con su identidad sexual”, sostiene. De eso trata este Encuentro y a eso apunta la ESI tal como la promueve el Ministerio. Vale aclarar que Todd también dice que la única especie en la cual existe la homosexualidad absoluta es la humana; o sea, que eso también es natural. Pero hoy el feminismo confrontativo ha lanzado un ataque en regla contra lo heterosexual.

Finalmente, no cabe esperar que el Encuentro Nacional de Mujeres, que tendría lugar en noviembre, difiera mucho de este temario. Como señaló Bryan Caplan en un ensayo destinado a su hija (“No seas Feminista”), “la mayoría de las feministas no son fanáticas, pero la mayoría de las que se hacen oír sí lo son”, y las demás, la tropa feminista, “tiende a someterse a ellas”.

Fuente: Infobae.com

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