Plutus, los ideales y la hora americana. Por Elio Noé Salcedo
Este texto no tiene otro fin que rescatar para el presente, tan necesitado de ideas e ideales patrióticos, una perla preciosa de nuestro pensamiento nacional latinoamericano de la mano de uno de sus máximos cultores en la primera mitad del siglo XX (1885 – 1944): Saúl Taborda.
En el inicio de sus “Reflexiones sobre el ideal político de América Latina” (1918, el mismo año de la rebelión reformista de Córdoba), bajo el título de “Una voz” (que bien podría haberse titulado “¡América, la hora!”), el pensador cordobés nos introduce en su pensamiento latinoamericanista y progresista nacional, cuyo espíritu contagiaría a la misma Reforma Universitaria expandida por toda Nuestra América.
I
“Ha bastado que la mano impaciente del capitalismo extendiera, a la manera de tentáculos de pulpo gigantesco, la sombra de sus garras sobre los mercados del mundo -dice Taborda, en el segundo párrafo de su reflexión sobre el imperialismo reciente y debutante en la primera Gran Guerra-, para que las naciones europeas que hasta ahora ejecutaban a compás inimitable la danza de la civilización, repitieran la mueca de los simios de que habla Merejkoswki” (monos que un farón egipcio había amaestrado para bailar juiciosamente en un escenario, pero que habían perdido todo juicio cuando a un espectador se le ocurriera arrojar un puñado de nueces al tablado).
La profecía ha terminado de cumplirse en nuestro tiempo -después de dos guerras mundiales y una tercera en curso- con la adhesión de Europa a la OTAN, la ocupación militar del Atlántico Sur y la guerra de Ucrania.
“Los jirones de papel de las convenciones internacionales -continúa Taborda- al pie de cuyas líneas las manos de discípulos refinados de Maquiavelo y von Bemhardi suscribieron la astucia, la deslealtad y la mentira, han rodado envueltos, confundidos en cieno, en lágrimas y en sangre, sobre el tablado de Arlequín, en el sainete más bárbaro y siniestro que registran las edades”.
“Ciego y fatal -concluye Taborda la primera parte de su alocución-, el Sansón de la barbarie ha derribado el templo. Debajo de las ruinas de sus artesonados (cornisas) sale un grito, un aullido salvaje de dolor; las columnas truncadas por el golpe, han abatido el orgullo de sus fuertes elegancias. No queda nada en pie. Y una ráfaga helada de exterminio avienta a todo rumbo el polvo de la antigua grandeza”.
II
Y prosigue en el segundo punto:
“El régimen social consagrado por Europa ha carecido de eficacia para hacer efectiva la paz y con la paz el bienestar del mundo”.
No está de más decir que frente a la declinación de aquel primer imperialismo moderno europeo, nacía otro de raíz anglosajona en el otro polo del “fin del mundo”, cuya primera demostración cabal de sus intenciones y conducta sería en 1898 la Guerra Hispanoamericana para quedarse con Cuba, la separación de Panamá de su matriz materna -la Gran Colombia- y la construcción y usurpación del Canal de Panamá para sus intereses plutocráticos, sin contar de allí en más sus invasiones, traiciones, amparo y financiamiento a gobiernos antinacionales y antipopulares y su máxima traición al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca durante la Guerra de Malvinas, reapoderándose de territorio argentino en acuerdo y complicidad extracontinental con el Reino Unido.
Sin embargo, para el espíritu latinoamericano y esperanzado de Taborda,
“el genio de la raza no duerme ni claudica. Activo, diligente, atento a todo sigilo, dominado por el afán incontrastable de levantar la vida y su expresión más alta y más augusta, no ha asistido jamás al derrumbe de una fórmula sin haber concebido con anticipación la que debe reemplazarla” … “Un problema resuelto ha sido siempre para él otro problema”.
En ese sentido, entiende Taborda,
“la más alta función del pensamiento es la de ser ojo en los instantes supremos de la historia, y es también la de cantar sobre los escombros de todo lo caduco la perenne canción de la esperanza. Una nueva estructura se levantará sobre el orden de cosas abatido. ¡América, hazte ojo! ¡América, hazte canto!”.
Y concluye esta segunda parte:
“En la vida de las razas, como en la de los pueblos, un momento misterioso hay que decide el derrotero en el oscuro laberinto de las encrucijadas; una hora sin retorno pone sus vibraciones en el reloj del tiempo señalando el minuto de la acción; un horóscopo secreto mueve el signo del supremo destino; una estrella visible sólo para el espíritu ilumina el sendero de Belén. ¡América, la hora!”.
III
“Para el anhelo milenario que finca todo esfuerzo en la esperanza de una vida mejor y más perfecta; para esa honda e indestructible intuición que ha dirigido los pasos de la estirpe en su perpetuo rodar del mediodía al septentrión y de oriente a occidente, de nada servirán nuestras llanuras coronadas de mieses y pobladas de ganados; de nada servirán los tesoros de Aladino conservados en las arcas de los Andes, si América (América Latina y el Caribe) no sabe, si no puede, o no quiere levantar en la cumbre de su vida el oriflama del ideal”.
Para Taborda que nos convence,
“al templo de la gloria solo se entra por la puerta del ideal. El ideal es la moneda de ley con que el genio de un hombre, de un pueblo y de una raza adquiere aquella persistente proyección en el tiempo y en el espacio…”.
IV
“¡América, la hora!”. Un examen de conciencia severo y riguroso ha de probarnos que aún no ha concluido la obra comenzada un siglo atrás (esto escribía Taborda en 1918) con la declaración de la independencia americana”.
Y avanzaba:
“Puestos en condiciones de crear una cultura genuinamente nuestra, por obra de la gesta que cortó de un solo tajo el cordón umbilical que nos ligara al capricho de los conquistadores, dependemos todavía de la civilización transitoria elaborada por Europa. A despecho de una extraña ceguera colectiva que afianza sus alardes de superioridad en la creencia inmotivada de un próximo destino de grandeza y esplendor, estamos hoy donde estábamos ayer… el esfuerzo inicial ha agotado la potencia creadora de la estirpe”.
V
¿Qué ha ocurrido?
“¡Plutus, dios de la riqueza (degradado a solo “dios del dinero” y particularmente del dólar por el capitalismo occidental anglosajón y fariseo en su etapa más salvaje), nos invade! Vivimos de su empréstito. Le hemos hipotecado el porvenir. Somos sus tributarios. Todo fruto presente y todo fruto futuro es para él. Para él son nuestras mieses; para él el ganado que puebla nuestras pampas. Y en tanto que el esfuerzo americano se aplica a acrecentar sus beneficios, una orden de Londres o de Berlín -o ahora de Washington-, decide de nosotros, de nosotros los americanos que hace un siglo nos proclamamos libres…”
Resulta que
“América (Nuestra América), que tiene territorios suficientes para dar alojamiento a todo el género humano y que posee las riquezas necesarias para hacerle posible una vida más digna y superior, presa de hondas y pavorosas inquietudes, ha tiempo que se afana en resolver idénticos teoremas de ceros que los que han provocado la bancarrota irreparable de veinte siglos de cultura europea” y de sus herederos.
¿Cuál ha sido la honda razón de nuestra tragedia y desgracias?
“¡Plutus, dios de la riqueza (abundancia para pocos y escasez para la mayoría), nos invade! Nos conquista, nos manda, nos gobierna y nos explota. He ahí la realidad. Es preciso confesarlo. La verdad es buena, es santa, es saludable. El cauterio es doloroso, pero cura. De más está engañarse con ilusiones, sobre todo ahora cuando no existe un solo espíritu verdaderamente americano (latinoamericano) que no se inquiete y no sienta gravitar sobre su sensibilidad esta tiranía cauta y silenciosa”.
VI
“¡América, la hora! Desde el día que Europa -hoy reemplazada por la hija de la Rubia y Perversa Albión, su heredera en América-, colmados sus arcones, levantó como por obra de encanto, los talleres de su industria y su comercio, ha dejado de pensar y se contenta con roer las migajas de su antiguo festín espiritual. No la agitan las quimeras gloriosas de otros tiempos; sus ojos se han cegado para las albas del espíritu, y como si pesara sobre su materialismo la bíblica condena de esterilidad, se han agotado sus entrañas para la concepción del ideal”, en un orden mundial arbitrario e injusto.
Ni hablar de su heredera:
“El tío Sam es ya una personificación: personifica la estulticia del yanqui advenedizo y millonario y realiza con una exactitud desesperante el coloso de pies de barro de la leyenda hebraica”.
Concluyamos.
VII
A poco más de cien años de la alocución tabordiana, a doscientos años del “heroico gesto de nuestros antecesores”, en “esta hora de suprema incertidumbre, de angustia universal”, como ya lo señalaba Taborda sin que hayamos cumplido tampoco con su mandato y legado histórico, “nunca instante más propicio que el presente para afirmar ante la faz del mundo que si Europa ha llenado veinte siglos de la Historia -y su hija en América ha usufructuado para ella el siglo XX y lo que va del siglo XXI- el Futuro pertenece por entero a la gloria (nuestro) americana”. Comencemos por afirmarlo entre nosotros, para luego salir a gritarlo a los cuatro vientos.
“Cien años hace que nos dijimos libres: ¡comencemos a serlo! Seamos americanos (que hasta el nombre nos ha sido invadido y usurpado). Seamos americanos por la obra y por la idea. ¡Ahora o nunca! ¡Ahora o nunca más! O simples factorías al servicio de Europa(y/o de su nieta Albión), o pueblos independientes al servicio del ideal (por el que nacimos y fuimos realmente libres). He ahí la alternativa”.
Para decirlo con Taborda en “modo Jorge Asís” -colega que tiene un antecedente literario cierto en la destellante prosa de Saúl Taborda-:
“Plutus, adueñado del Estado, dirige el campeonato”. Él, que “nada comprende de la salud y la belleza de la raza (criolla, mestiza y latinoamericana)”, nos gobierna y nos vuelve a entregar -fiel a su naturaleza y degradación- a la plutocracia internacional hegemónica que pretende rija de ahora en más, junto a otros dioses degradados (“las fuerzas del cielo”), nuestro destino individual y colectivo.
¡Argentina, América, la hora de ser verdaderamente libres!!!