El show de la melancolía
Por Gabriel Sanchez
Para el movimiento, lo único más difícil que explicar la existencia de Milei es explicar él: ¿Por qué sigue gobernando? Cristina, ahora condenada, sale al balcón, mira el horizonte y dice: “¡Miren! ¡Miren! Ya se va a caer”. Y después manda a sus militantes a la plaza a escuchar un audio donde les habla de un pasado glorioso, de las 12 cuotas sin interés y el autito nuevo.
Mientras tanto, Fuerza Patria, esa coalición remachada y hecha con retazos de 2019, trata de armar una lista que deje contentos a todos los carroñeros que esperan la jubilación definitiva de Cristina.
Massa, a fuerza de ser incoloro, insaboro e intrascendente, se hizo un lugar definitivo en la mesa grande. Del otro lado, el eterno niño Kicillof, ahora enojado con la madre. Y también está el otro niño, el hijo posta, que es más casta que nadie, pero un filo/camporista te diría: “Es mejor una casta popular que una cipaya”.
Esa silla de tres patas trata de sostener al peronismo en la provincia de Buenos Aires, un rejunte que tiene tanto olor a Alberto Fernández que cualquiera que se acerque a mirarlo detenidamente sale espantado por el olor nauseabundo que larga. Un cuerpo político, al que se niegan a darle un velorio respetable y pasar a otra cosa. En su lugar se pasean por el conurbano con ese Frankenstein llamado “Fuerza Patria”, que está hecho de pasado, tristeza, confusión y oportunismo.
El spot de ese frente electoral arranca aclarándote: “Que no es una consigna vacía” y después largan una combinación de imágenes y palabras llenas de melancolía – puro sentimentalismo, o lo que es peor, falsa épica-… Esa épica que seguramente fue diseñada por un jefe de marketing con déficit de atención y que responde directamente al mismo ministro de economía que tenía un 200 por ciento de inflación.
Los más desesperados y flojos de puntería tratan de subirse al bondi de Axel, adjudicándole una supuesta ruptura con Cristina. Con mucha imaginación y pocas ideas, hablan del futuro político de Axel, que su primera decisión (después de cortar el cordón umbilical) fue desdoblar una elección, pensando que el votante iba a separar su gestión en la provincia de la de Milei a nivel nacional. Y lo único que terminó logrando es que un montón de vecinos en el conurbano se miren confundidos entre sí, y se pregunten: ¿Por qué carajo tenemos que votar dos veces en un año?”.
Esa alianza electoral que se nutre de los fantasmas del pasado tiene por delante una elección que podría quebrar todas sus bases. Esos mismos que se apropiaron de la representación de los jubilados, estudiantes, docentes, trabajadores explotados, pueden perder la elección frente a un gobierno cruel y estúpido.
En esas reuniones a oscuras donde se negocian las candidaturas, lo que nadie se atreve a preguntar en voz alta es: ¿Qué pasa el día después si pierde? ¿Qué pasa con esa gente que decís representar? ¿Tanto es el desprecio de una parte de la sociedad hacia sus dirigentes peronistas que son capaces de elegir – otra vez- al gobierno más represivo, empobrecedor y malvado, con tal de no tener que verte la cara nunca más?
Para esas preguntas incómodas, los militantes del balcón y del amor tienen una respuesta: “Clarín y La Nación” y, si no alcanza, siempre se puede endulzar la frustración con un concluyente: “Son todos gorilas”