Roberto Bonetti: “Con Milei no se puede negociar nada”
Entre el trabajador y el empleador hay una supremacía de este último por sobre el primero. El capital es más poderoso frente al obrero; y a lo largo de la historia impuso la explotación salvaje. Por eso la Ley 20.744 sancionada el 11 de setiembre de 1974 intenta encontrar el equilibrio. En su artículo 9 señala: “En caso de duda sobre la aplicación de normas legales o convencionales prevalecerá la más favorable al trabajador, considerándose la norma o conjunto de normas que rija cada una de las instituciones del derecho del trabajo.”
Es indignante que algunos, como es el caso de la diputada Teresa García de la agrupación La Cámpora, digan que se está preparando otro proyecto de flexibilización laboral para salir en minoría. Lo que hay que tener es un proyecto económico que genere trabajo, producción y consumo. Un proyecto productivo: industrial y agrario con valor agregado. No hay que discutir si se incluyen en el proyecto laboral el banco de horas, los límites a los juicios laborales, la posibilidad de pactar contratos “en cualquier moneda”, la implementación de los nefastos tickets canasta, sueldos dinámicos o contrataciones fuera de convenio. Hay que luchar contra estas aberraciones que nos llevan a la miseria.
Es un grave error pensar que la reforma laboral, que propone Javier Milei, el radicalismo y el macrismo, “es moderna”. Todo lo contrario. Es volver al pasado, es volver a los años de la “década infame” donde el trabajador no tenía derecho ni de ir al baño o dormían en la propia fábrica como en los talleres metalúrgicos Vasena; donde trabajaban hasta los niños.
Pero atención que esa situación de abuso extremo –como el que se pretende-terminó en la “semana trágica” o “la semana sangrienta” con centenares de muertos y la ciudad incendiada. Con el peronismo en 1945 llegaron los derechos sociales y se ordenó la situación. Los trabajadores pudieron vivir mejor. Entendemos como “modernizar y mejorar” la legislación laboral cuando se otorgan más derechos al trabajador. Más horas de esparcimiento. Más días de vacaciones. Un país que privilegia a las personas; y no la loca carrera de hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, como está ocurriendo en los países que admira el presidente Javier Milei, como Estados Unidos. Ese modelo no nos interesa.
Tampoco queremos el modelo chino, que logra una superproducción con una súper explotación del obrero. Con “mano de obra esclava”. Una dictadura comunista de la cual se vanaglorian.
Necesitamos un país donde el capital y el trabajo vivan en armonía. Necesariamente debemos impulsar el desarrollo del mercado interno. Es lo que hizo Juan Domingo Perón y Néstor Kirchner en su momento.
Recordemos que Néstor Kirchner en 2003 decretó un aumento general de sueldos que duplicaba el salario mínimo. De esta manera mejoró inmediatamente la calidad de vida del trabajador, generó mayor consumo y reactivación de la economía. Cerró la importación de los productos suntuarios que competían con la producción nacional y fueron los años de mayor crecimiento económico de los cuarenta de democracia.
Proyecto Nacional o colonia
Nuestra propuesta es el “Modelo Argentino para el Proyecto Nacional”, que fue el legado que nos dejó Perón el 1 de mayo de 1974. El proyecto peronista está basado en la independencia económica para la justicia social en el marco de una Comunidad Organizada con soberanía política en su estructura social.
No se puede hablar de “costo laboral” si nos comparamos con los chinos que tienen a los presos trabajando gratis y a los obreros como esclavos; y con Estados Unidos o Europa cuando subsidian la industria metalmecánica, al agro, la ciencia y a hasta el cine.
Nosotros somos, –con este gobierno y la complicidad de muchos que se dicen peronistas- una colonia. Tenemos parte de nuestro territorio ocupado militarmente por Inglaterra y la OTAN y las góndolas llenas de productos extranjeros. Mientras ellos levantan una muralla de impuestos aduaneros, nosotros liberalizamos. ¡Por eso Donald Trump está tan contento! Cada medida que toma este gobierno la festejan en Wall Street como un gol del mundial.
Hace menos de una semana el economista Roberto Frenkel, en una entrevista de Jorge Fontevecchia en Perfil, señaló: “La reforma de la legislación laboral es fundamental. Necesitamos hacer eso. Si no, no va a haber aumento del empleo en ningún caso. Existe la posibilidad de hacerlo por primera vez desde hace tantos años. ¿Quién le dio las obras sociales a los sindicatos? La dictadura.”
Roberto Frenkel, uno de los impulsores del fracasado Plan Austral alfonsinista y de la ley de reforma laboral conocida como la “ley Mucci”, habla livianamente sobre la legislación laboral que no pudo cambiar cuando fueron gobierno.
Efectivamente, en 1983 cuando asumió el gobierno el llamado “padre de la democracia”, Raúl Alfonsín, la primera medida que intentó implementar fue la reforma laboral, que no era otra cosa que intentar liquidar los derechos obreros y los sindicatos. Si bien obtuvo apoyo de unos pocos gremios de filiación radical y de la izquierda cipaya, el intento fracasó. Alfonsín venía desde la campaña electoral atacando al movimiento obrero, acusándolo de una conspiración “sindical militar”.
Esta grave acusación no pudo ser demostrada jamás. La realidad es que los dirigentes que señaló como responsables de la supuesta componenda se encontraban presos. Tal es el caso de Lorenzo Mariano Miguel, líder de la UOM, Unión Obrera Metalúrgica y referente indiscutido de las “62 Organizaciones peronistas” que llevaba en esos momentos más de seis años detenido por el gobierno militar.
Mal podían ser los dirigentes sindicales peronistas quienes realizaban un “pacto” con sus carceleros. Por el contrario, quien venía en relación cotidiana con los militares en esos tristes momentos era el propio Ricardo Alfonsín, que como sabemos, compartía almuerzos con su ex camarada del Colegio Militar de la Nación, el general Albano Harguindeguy, ministro del interior en ese entonces. Y tal vez sea necesario recordar a las nuevas generaciones que el golpe de Videla y Martínez de Hoz, contó con el apoyo de toda la partidocracia de izquierda y derecha.
No podemos dejar pasar por alto que sectores intencionados pusieron el rótulo de “padre de la democracia” al doctor Alfonsín, cuando bien sabemos que si hay alguien que le corresponde esa calificación –por su lucha contra el proceso genocida cívico-militar de 1976 a 1983- no es otro que Saúl Ubaldini. Estos sectores recuerdan los paros impulsados por la CGT ubaldinista contra las reformas que impulsaba la UCR y parecen olvidar al Saúl Ubaldini convocando desde la soledad a movilizaciones en 1979 en San Cayetano y paros activos, hasta culminar con la gigantesca movilización del 30 de marzo de 1982.
Dicho esto, debemos agregar que el radicalismo y el progresismo nuevamente coincidieron contra el movimiento sindical durante el gobierno de la Alianza, con Fernando De la Rúa y Carlos “Chacho” Álvarez.
El odio al movimiento obrero los llevó a apelar a actos de corrupción para intentar imponer la reforma laboral, que finalmente quedó en la memoria popular como la “ley Banelco”. Nuevo fracaso de los sectores más retrógrados contra los derechos laborales argentinos.
Livianamente, el economista radical Roberto Frenkel, en la entrevista referida con Fontevecchia, dijo suelto de cuerpo que “la dictadura” otorgó las obras sociales a los sindicatos.
Nuevamente, los radicales intentan tergiversar la historia. No fue así. La dictadura del general Onganía reprimió al movimiento obrero con una ferocidad como la actual, pero sin balas de goma.
Las jornadas de lucha con levantamientos obreros en todo el país llevaron a arrancar al gobierno militar el retorno de Perón, la democracia y el derecho de los sindicatos constituir su sistema de salud. La desprotección de la salud obrera era tan oprobiosa que las obras sociales fueron una opción natural para la salud del trabajador.
Desde la conquista de la salud sindical en 1970 hasta el día de hoy los gobiernos de todo signo utilizaron los fondos que corresponden a los trabajadores para sus propios fines y la especulación. Los problemas económicos que padecen las obras sociales se deben, entre múltiples factores, a la mano corrupta del sistema político. Manipulan y extorsionan con los recursos que aportan los trabajadores. Esta situación se debe corregir antes que se produzca el quiebre total del sistema de salud en el país.
Por otra parte, la Ley de Asociaciones Profesionales que pretenden también pasar a degüello fue aprobada por el gobierno de Arturo Frondizi. Pero antes de propuestas de reformas laborales, en la década del ´90 comenzó la institucionalización de la precarización del trabajo. Fue obra del ministro Domingo Cavallo que implementó el “monotributo”. De esta manera, los Estados nacionales, provinciales y municipales se convirtieron en los mayores evasores laborales del país. Miles de trabajadores fueron contratados con esta metodología vulnerando los convenios colectivos. Los gremios estatales convalidaron esta situación ilegal. Trabajadores con veinte años de antigüedad siguen facturando como monotributistas.
Una cosa positiva que podemos rescatar del gobierno es su sinceridad brutal. El presidente Javier Milei y sus ministros señalan con claridad que vienen a destruir el Estado. Aseguran que van a liquidar a los sindicatos. Rechazan la justicia social, la Doctrina Social de la Iglesia y los derechos del trabajador. Consideran “héroes” a los evasores y “patriotas” a los contrabandistas. “Entre la mafia y el Estado, prefiero la mafia” aseguró el jefe de La Libertad Avanza. Y esto lo pudimos comprobar por sus vínculos con José Luis Espert y el narcotráfico.
Desde el movimiento obrero no podemos negociar nada con Milei. No se puede negociar como pretenden algunos dirigentes de nuestra central obrera. Nos espera en lo inmediato, tiempos de lucha.
Los dirigentes sindicales somos elegidos por nuestros compañeros para negociar mejores condiciones de trabajo y de vida del trabajador, no para entregar derechos conquistados.
Fuente: Perfil
