Actualidad: Entrevista a Ana María Giacosa
Ana María Giacosa nació en Jujuy, en el Ingenio Ledesma, que recuerda como asiento de la “Ledesma Sugar State and Refining Company”, en una casa de factoría con puertas y ventanas verdes, con la infaltable tela metálica para que no entre la fauna menuda del trópico, con altas veredas techadas donde aparcaban los indios que venían a la zafra sobre una calle de palmeras que desembocaba en la “sala”: Residencia donde vivía el dueño del Ingenio -Heinrich Wollmann- y circulaban innumerables gringos con trajes de hilo de Irlanda, cascos de corcho y el vaso de whisky en la mano.
Dos veces candidata a gobernadora “y con escasas posibilidades de que la tercera sea la vencida”, según dice la periodista, autora de un libro agotado, “Viaje alrededor de mi misma”, profesora de Historia, miembro de la Junta Nacional del FIP, Secretaria Adjunta del Sindicato de Amas de Casa de Salta y Convencional Constituyente del FIP en el Frente Justicialista (una de las 18 mujeres sobre un total de 155 convencionales).
Marcha: En estos momentos, las figuras femeninas de la escena política son pocas y bien conocidas. Hemos querido ampliar el espectro, y entrevistarla a Ud.
A.M.G.: Gracias señor periodista, a condición que no me pregunte cuán larga es mi vida, y esos datos que tienen la costumbre de preguntarles a las mujeres.
Marcha: Vayamos a lo más reciente. Su actuación como Convencional Constituyente en Salta, tenemos referencias, fue contradictoria con su bloque y hasta escandalizante. Reivindicó la vigencia de la Constitución de 1949, execró a Borges, votó por la contribución al sostenimiento del culto católico en el texto constitucional y provocó incidentes cuando trató el tema de la mujer.
A.M.G.: Le voy a contestar por partes. Reivindiqué la Constitución de 1949 como un acto de consecuencia política. Mi partido fue el único que se pronunció por ella cuando la consulta de Bignone en el 82. Se encargó muy bien de resaltar que fuimos los únicos, los “únicos locos”. Pedí fuera reconocida como el último texto constitucional legítimo y vigente hasta la sanción de la nueva Constitución. En Salta la Constitución de 1949 fue derogada por un decreto firmado por Martínez de Hoz, Julio César Saguier, Germán López, entre otros.
Un decreto de un golpe de Estado derogó una Constitución sancionada y promulgada democrática y legítimamente. ¿Qué le parece ignorar ese hecho? Lo que no pensé es que iba a quedar tan sola. Yo esperaba ser parte de la marea, no la ola principal.
Marcha: ¿Y lo de Borges? ¿No le parece mucha responsabilidad haber sido quizá la última persona que lo descalificó en un ámbito de decisiones, como una Asamblea Constituyente, con taquígrafos y a escasos días de su muerte?
A.M.G.: Yo no execré a Borges. Me opuse a que el bloque adhiriera al homenaje en frío a Borges, que se había ido a Ginebra. Soy adicta a Borges poeta y, en menor medida, adicta a la ginebra. Pero el Bloque Justicialista no era el ámbito ni la ocasión para rendir homenaje a quien no ahorró epítetos para el peronismo, el pueblo peronista y sus jefes, como don Jorge Luis. Aún tengo grabado en mis oídos (aparte de la cinta) lo que me dijo Borges en un reportaje que le hice para la revista Mujeres sobre Eva Perón: “Obscena”.
Su nombre no debía ser pronunciado, lo mismo que en las familias decentes del sur de los Estados Unidos estaba tácitamente prohibido nombrar a Lincoln después de la guerra de secesión. Con esta vivencia resistí al embrujo del poema “Conjetural”, que el convencional y amigo que propuso el homenaje, leyó íntegramente ante el azoramiento del cuerpo de taquígrafos. Cuando me repite que no me lo perdonará nunca, me siento tentada de decirle que lo más probable es que en el Diario de Sesiones brillará más el poema transcripto que mi humilde intervención.
Marcha: ¿Cómo es que intervino para fundamentar el sostenimiento del culto católico? No me diga que fue una posición de Bloque, porque sabemos que hubo libertad de conciencia, como en el debate sobre el divorcio y varios estuvieron en contra… Convengamos en que no era una posición que podía esperarse de un partido como el suyo, que se dice de izquierda. ¿No ha quedado lo que se dice “escrachada”, fuera del siglo?
A.M.G.: Tal vez Ud. desde aquí lo ve como un tema secundario, de fácil definición para quien no es lo que se dice una católica militante, que tiene formación laica y para quien la religión, el culto, no han sido problemas fundamentales. Pero este debate dividió a la ciudadanía salteña adentro y afuera del recinto. Fue la sesión más “caliente” y más larga que recuerdo. Podría decirle que esa cláusula estaba en la Constitución Provincial del 49, pero eso sería parte de la argumentación. En política no hay libre vuelo de la conciencia individual, sino desafíos concretos a los que hay que responder a veces más rápido de lo que sería de desear. La polarización de fuerzas, el tono de los discursos, y la memoria, me decidieron a argumentar a favor del sostenimiento del culto católico en la provincia, bajo la metralla de alusiones a la libertad, a la libertad de cultos, a la igualdad, al siglo XXI. Todo esto me era más propio que lo que sostuve. Pero, al margen de posturas legítimas, lo entreví como parte de la gran ofensiva para quebrar nuestra identidad, debilitar la raíz común, ridiculizando el credo mayoritario con sus manifestaciones populares. En otro momento, no lo hubiera visto así. Pero ahora, bajo la sombra del FMI, que tiñe todo con sus dictados, recordé a Teodoro Roosevelt, a Rockefeller,al garrote, afirmando la necesidad de quebrar la unidad religiosa con el predominio del culto católico en América Latina para ejercer su dominación.
Sentí el peso de los desfoliadores, de los contaminadores de ríos y aires a escala mundial, erigidos en apóstoles de la ecología. De los carniceros del mundo, armados hasta los dientes, embaucando con sus palomas de la paz, de los ridiculizadores del islamismo en nombre de la modernidad, de las Malvinas. Será por eso que ningún discurso me evocó al gorro frigio. Tuve conciencia de nosotros con nuestra carga, y de los otros con la suya: siempre queriendo aliviarnos de lo que no nos pesa, para encajarnos un bulto mayor que los alivie a ellos, los Roosevelt de todos los tiempos. Bajo -encendidos y a veces impecables- discursos, sentía latir la pugna entre los “misachicos” de mi pueblo, con su violín, su bombo y sus hombres, mujeres y niños que recorren decenas de kilómetros bajo la lluvia o el sol llevando en anda sus altares, y los prolijos Testigos de Jehová, con sus bicicletas, sus templos ascéticos y su Dios que no admite flores de papel (aunque gastan un millón de dólares mensuales para nosotros en su Sede Central). Dos personificaciones para dos mundos. Uno debilitado y a la defensiva; el otro, fuerte y agresor. Y pertenezco al primero. No me corresponde acentuar su debilidad, su despersonalización cultural y nacional, sino salvaguardar todo aquello que reafirme su fuerza y su identidad.
¿O es que el modesto apoyo que tradicionalmente da una municipalidad a una fiesta patronal –inescindible de la vida comunitaria de nuestros pueblos- atenta contra la libertad de cultos? ¿Es que se piensa derivar ese dinerillo al pago de la deuda externa? Creo que hice bien en resistir los cantos de sirena de mi formación agnóstica y asumir -con todos los riesgos- la voz callada del pueblo que me sentó en la banca. Algunos me “escracharon”, pero muchos más me apoyaron. En general mi actuación me valió el apodo de “Juana de Arco”. Siempre en la hoguera.
Marcha: Pero se supone que estaba legislando para el siglo XXI…
A.M.G.: El siglo XXI tendrá mucho que ver con el siglo XX. El futuro es una esperanza inevitable; pero está siendo usado como un fantasma para huir del presente. Según la prédica del gobierno nacional tenemos que entrar urgente, compulsivamente a la “modernidad”. Hay que comprar robots y computadoras, aunque quede un tendal de desocupados, porque –Ud. sabe- “los japoneses no esperan”. Esta prisa me recuerda el chiste de la señora aquella que se apuraba en tejer el pulóver antes que se acabe la lana. Las grandes potencias que nos quieren “modernos” a toda costa para enchufarnos sus obsolescencias, no vacilaron cuando las Malvinas, en legitimar un resabio colonial del pasado. Los pueblos condenados por las grandes potencias a vivir en la sujeción del pasado, los que poseen un fuerte sustrato religioso, se pronunciaron junto a nosotros por un presente de libertad y de dignidad nacional. ¿Quién puede enumerar con certeza los componentes que serán anacrónicos en el siglo XXI?
¿No ha lanzado la cansada Europa un S.O.S en defensa de su identidad cultural, ante el avance de la cultura de la hamburguesa y la Coca?
¿No están estudiando arquitectos franceses una vuelta al adobe? Es una cuestión de caminos. Debemos encontrar el nuestro, desentrañar nuestra realidad y nuestras posibilidades. Eso sería “moderno”, ya que no lo hemos hecho antes en gran escala. Vale para todo, incluida la religión.
Marcha: Vamos a su actuación en lo que se refiere a la mujer en la Constitución.
A.M.G.: Debo decir que las mujeres de la UCR, el F.J y el partido renovador (Ulloa) aprobamos un despacho unánime en la Comisión de Mujer y Familia.
A poco de andar, el término “mujer” se bajó de la estantería. Cuando se trató el Sistema Electoral propuse, para el punto que trataba de los electores, se
hablara de ciudadanos y ciudadanas; ya que las mujeres con derechos políticos se llaman ciudadanas. Lo somos desde 1947, aunque la Constitución de 1949 no haya registrado el término. Era una reparación, y su inclusión pondría a la nuestra a la altura de constituciones “modernas”. Todos los antecedentes constitucionales , los argumentos jurídicos y semánticos fueron incinerados en brevísimo debate, donde los convencionales no se lucieron en la negativa. No era posible porque complicaba todo. ¿No se había usado siempre “ciudadano” para designar a todos? ¿Para qué cambiar y crear complicaciones? A la hora de la votación éramos ocho las voluntades embarcadas en la loca propuesta de llamar a las ciudadanas por su nombre en el texto constitucional; tres de ellas,
masculinas. Las mujeres de la UCR no votaron a favor, por decisión de su bloque. Pero la coincidencia primera de las mujeres se manifestó en la sesión siguiente, cuando todas nos constituimos en bloque simbólico. En nombre de todas, rendí un homenaje a los tres varones justos y visionarios que levantaron la mano.
Marcha: Quisiera preguntarle su opinión sobre la ecología y el pacifismo (déjeme ser moderno) ¿Se anotaría entre “Los Cien que quieren seguir viviendo?
A.M.G.: Anóteme entre los 30 millones que queremos seguir viviendo
(Revista “Marcha”, Año I, Nº 4, 28 de agosto de 1986)