La Izquierda Nacional y el Revisionismo Histórico

Por Víctor Ramos*

“Como todos los alcahuetes, estos del trotskismo son sabandijas picantes y maldicientes, animalitos ávidos que por su mucha maña en registrar a satisfacción las alcobas de los amos y las cocinas de los criados han adquirido justa fama de indeseables. Más allá de la picaresca, sin embargo, los soplones trotsquistas (sic) otean, escudriñan y averiguan para depositar -al cabo- el cúmulo de secretos y desperdicios recogidos ante los sublimes altares de la revolución marxista. Hemos visto como el señor Jorge Abelardo Ramos ha descubierto con la historia argentina al general Roca y con el general Roca una interpretación de las Fuerzas Armadas y con las Fuerzas Armadas, la vertiente de la burguesía industrial, etc. etc. etc… hoy desean sobre todo que se produzca una fusión de sangre entre comunistas y peronistas para poner su pica en Flandes.” (Sánchez Sorondo, 1960)

El doctor Marcelo Sánchez Sorondo, director del periódico nacionalista Azul y Blanco se refería -sin los finos modos y el protocolo que lo caracterizaba- al recién llegado revisionismo histórico de la Izquierda Nacional. Por su parte, Mario Amadeo, reconocido teórico de la oligarquía ganadera bonaerense y canciller del gobierno del general Eduardo Lonardi de la “Revolución Libertadora” de 1955, advertía sobre esta misma corriente historiográfica:

“No conviene subestimar la importancia de esta corriente. Servida por hombres de positivo talento, ella expresa –aunque parcialmente- anhelos auténticos de vastos grupos humanos a lo largo del continente…una corriente poderosa ha levantado la bandera de la unidad iberoamericana bajo el signo ideológico del marxismo y con el incentivo de la revolución social…utiliza el rencor que produce en los indigentes el espectáculo de la riqueza próxima e inaccesible y promueve  un odio implacable contra los Estados Unidos”. (Amadeo: 1956).

Varios intelectuales formados en las letras del nacionalismo católico creían que el revisionismo histórico era una ciencia de su dominio excluyente. La irrupción de un nuevo actor inquietó a unos y disgustó a otros.

Seguramente el equívoco tuvo que ver con que varios escritores, entre los que se encontraban Carlos Ibarguren o los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta, que provenían del nacionalismo conservador de la década de 1930, habían puesto al descubierto la falsificación mitrista y reivindicado a la denostada figura de Juan Manuel de Rosas. Anteriormente el propio Adolfo Saldías, “integrante de la elite que gobernaba al país desde el Club del Progreso y el Círculo de Armas” (O´Donnell: 2008) considerado por José María Rosa como el iniciador del revisionismo, fue el primero en correr el velo sobre el Restaurador de la Leyes. También abundaron, en ese período, David Peña Ernesto Quesada, Medrano Ezcurra y Manuel Gálvez.

El ingreso de personas extrañas “en las alcobas y cocinas[1] de la oligarquía llenó de pavura a Sánchez Sorondo y a los entonces personeros de los terratenientes, socios fieles de sus primos porteños de la burguesía mitrista[2]. Pero los nacionalistas de derecha fueron reconocidos por su contraparte de la Izquierda Nacional. Señala en su obra La formación de la conciencia nacional el pensador Juan José Hernández Arregui:

“El mérito cierto del nacionalismo argentino y su verdadero aporte ha sido haber liquidado con la estructuración de una amplia bibliografía, todo el edificio levantado por la oligarquía para su autoglorificación” (Hernández Arregui, 1960).

Al pie del cañón

Llamaremos precursores del revisionismo a todos los escritores y pensadores que desenmascararon a la historia oficial inaugurada por Vicente Fidel López y Bartolomé Mitre.

Juan B. Alberdi con El crimen de la Guerra, José Hernández con Vida del Chacho, David Peña con su biografía Juan Facundo Quiroga, que fue el primero en enfrentar al Facundo de Sarmiento -entre otros adelantados- revelaron al fragor de la lucha, múltiples falsificaciones de nuestro pasado.

El nacionalismo popular y la Izquierda Nacional del siglo XX se expresarán -entre otros- con la faena de José María Rosa, Raúl Scalabrini Ortiz, Rodolfo Puiggrós, Fermín Chavez, Arturo Jauretche, Juan José Hernández Arregui, Jorge Enea Spilimbergo y Jorge Abelardo Ramos, que incorporan a las masas populares como protagonistas de la historia. Desde ese momento, en nuestro país, la política y la historia se entremezclaron para siempre.

La amistad forjada entre Arturo Jauretche y Jorge Abelardo Ramos no hizo más que vigorizar la estrecha alianza entre estas corrientes nacionales. Una, nacionalista popular, la otra, socialista criolla, íntimamente complementarias. Juntos planificaron ediciones, publicaciones y secretamente se divertían intercambiando artículos, prólogos o cartas que firmaba uno en lugar del otro.

“Gran admirador de Jauretche, como era éste de Ramos, llegaron a intercambiarse escritos de uno al estilo del otro y viceversa” (Peña Lillo, 1968).

Por su parte las expresiones locales del marxismo -el Partido Comunista y el Partido Socialista- suscribieron desde sus orígenes las tesis liberales mitristas y rivadavianas. Este erróneo punto de partida los condujo inexorablemente a alinearse tras los golpes cívico-militares antinacionales que se produjeron en el país. El 19 de setiembre de 1945 durante la “Marcha de la Libertad” organizada por el embajador de los Estados Unidos, Spruille Braden, a la que concurrieron todos los partidos tradicionales, marcharon del brazo Nicolás Repetto, Rodolfo Ghioldi, Federico Pinedo y Joaquín Anchorena y Ricardo Balbín. En esa oportunidad fueron enarbolados grandes retratos de Rivadavia, Mitre y Sarmiento entre otros “próceres” nacionales; interesante síntesis de política e historia.

Frente al “stalinismo-mitrista” y al “nacionalismo católico” surge la corriente de la Izquierda Nacional que con un nuevo patrón de interpretación histórica cuestiona los sagrados textos oficiales y a lo largo de la segunda mitad del siglo XX brinda una victoriosa batalla intelectual sin precedentes.

Distintas pero convergentes son las caracterizaciones que se han expresado sobre el revisionismo histórico de la Izquierda Nacional. Se trata de una corriente de pensamiento “federal-provinciano[3]”, dice Arturo Jauretche; “socialista científico[4]”, sostiene Roberto Ferrero; “socialista provinciano, federal, latinoamericano[5]”, según Norberto Galasso; “marxista nacional y popular[6]”, en palabras de Mario ´Pacho` O´ Donnell”; “revisionismo histórico socialista[7]”, sentencia el antropólogo Blas Alberti.

¿Por qué los anarquistas, comunistas y socialistas terminan siempre en América Latina, aliados al imperialismo y enfrentados a las masas populares? ¿Qué pasa con las gloriosas ideas liberales europeas que cuando arriban al Nuevo Mundo se marchitan inmediatamente? ¿Se puede vincular lo social con lo nacional? El nacionalismo en un país imperialista: ¿es diferente al nacionalismo en un país colonial o semicolonial?  ¿En que consiste el internacionalismo? ¿Somos un país, una nación o una factoría dividida en 20 estados artificiales? Tales son los interrogantes centrales que se plantearon los intelectuales que constituyeron esta corriente de ideas.

En un contexto hostil se fue conformando un núcleo de escritores -militantes revolucionarios muchos de ellos- que penetraron en aguas inexploradas y rastrearon las claves a tantos enigmas. Los jóvenes de la década de 1940 que fueron conformando la Izquierda Nacional tuvieron varias coincidencias fundamentales: oposición a la guerra imperialista y al stalinismo, solidaridad con la Revolución española y una convicción socialista latinoamericana.

La ofensiva oficial desde el poder recurrió a injurias, calumnias y atentados criminales en algunos casos y al ocultamiento, la censura y la proscripción en otros. Incluso sectores del nacionalismo oligárquico preferían la convivencia política y académica con el mitrismo que con la Izquierda Nacional[8].

El golpe militar de 1955, comandado por el general Eduardo Lonardi primero y el por vicealmirante Isaac Rojas y el general Pedro Eugenio Aramburu[9] después contó con el colaboracionismo activo de nacionalistas católicos y socialistas. El decimonónico ministro de Educación de la Nación, Atilio Dell’Oro Maini, fue quien designó interventor de la Universidad de Buenos Aires al socialista académico José Luis Romero. [10] 

Pero la inteligencia en la interpretación y persistencia investigativa de la Izquierda Nacional produjo novedades ricas y fructíferas.

“Hoy muchas de estas teorías son moneda corriente porque ya han sido aceptadas, pero no se aprecia el coraje intelectual y político que implicó plantear estas teorías en ese momento[11]”, señaló el pensador Ernesto Laclau.

“La historia es siempre un aparato ideológico que nos es inculcado muy precozmente, en las ceremonias patrióticas de los primeros años de la escuela. Como todo aparato ideológico su propósito es conservar y propagar un determinado modelo político, económico y social. Nuestra historia oficial, oligárquica y porteñista, liberal en el mal sentido de la palabra, antihispánica y anticriolla, la escribieron los vencedores de nuestras guerras civiles” (O´Donnell, 2006).

Carlos Marx sostenía que -poniendo como ejemplo la revolución nacional inglesa- Oliver Cromwell había recurrido a la biblioteca donde se encontraba el Antiguo Testamento y se había nutrido de él nada más ni nada menos que para adoptar el lenguaje, las pasiones y las ilusiones para su revolución. Y agregaba que en las revoluciones nacionales:

“La resurrección de los muertos servía, pues, para glorificar las nuevas luchas y no para parodiar las antiguas, para potenciar en la fantasía la misión trazada y no para retroceder ante su cumplimiento en la realidad, para encontrar de nuevo el espíritu de la revolución y no para hacer vagar otra vez a su espectro”(Marx, 1897).

La cuestión nacional fue la gran cuestión a resolver por los hombres que se formaron en las nuevas ideas marxistas en América Latina. Se trataba de vincular esas banderas revolucionarias con las de la emancipación nacional. Pero la oligarquía nativa y el imperialismo también se arrojaron sobre esas doctrinas modernas para emplearlas en beneficio propio.

El gran viaje latinoamericano

Manuel Baldomero Ugarte fue primera nutriente y punto de partida del revisionismo de la Izquierda Nacional en América Latina (D´Atri, 1973: 163). Escritor, historiador y propagandista, ferviente militante de la unidad latinoamericana, fue amigo de Rubén Darío, Blanco Fombona, Miguel de Unamuno, José Ingenieros, Manuel Gálvez, Alfonsina Storni, Delmira Agustini, Víctor Haya de la Torre, Blanca Luz Brum y José Vasconcelos.

Fue el más lúcido intelectual argentino de su época. También precursor del revisionismo histórico; autor de más de treinta libros sobre la integración latinoamericana, la penetración imperialista en nuestro continente y de crítica a la literatura iberoamericana[12]. Fue tan prestigioso en la América hispánica como ignorado y proscripto en su propio país.

El joven Ugarte partió de Buenos Aires en 1897 con apenas 20 años…

“… Hice mi primer viaje a Nueva York. Imaginaba ingenuamente que la ambición de esta gran nación se limitaba a levantar dentro de sus fronteras la más alta torre de poderío, deseo encomiable de todos los pueblos… pero leyendo un libro sobre la política del país, encontré un día citada la frase del senador Preston, en 1838: “La bandera estrellada flotará sobre toda la América Latina, hasta la Tierra del Fuego, único límite que reconoce la ambición de nuestra raza.”(Ugarte, 1962:2).

El descubrimiento de la prepotencia norteamericana lo llevó a la profundización de sus estudios sobre las relaciones de la América Latina con el país del norte y sobre todo a los orígenes de nuestra conformación nacional. La manipulación y falsificación de nuestra historia lo empujó naturalmente al revisionismo. La sorpresa fue tan grande y los hallazgos tan apasionantes que se volcó de inmediato a una ferviente militancia antimperialista.  

“A partir de ese momento, dejando de lado las preocupaciones líricas, leí con especial interés cuanto se refería al asunto… en un texto de historia descubrí que en 1826, Henry Clay, secretario de Estado americano, impidió que Simón Bolívar llevara la revolución de la independencia hasta Cuba. En un estudio sobre la segregación del virreinato de Nueva España, hallé rastros de la intervención de los Estados Unidos en el separatismo de algunas colonias…. Más tarde, conocí las exigencias del general Wilkinson, defensor interesado de los establecimientos de Ohio y empecé a tener la revelación, sin comprender aún en todo su alcance, de la política sutil que indujo a dificultar la acción de España, explotando el conflicto entre Fernando VII y Bonaparte” (Ugarte, 1962:15)

 A su regreso de París en 1904, Manuel Ugarte se incorpora al Partido Socialista junto a Alfredo Palacios y José Ingenieros. Fascinados por los ecos de La Marsellesa y la influencia de Jean Jaurès, los jóvenes fueron subyugados por las ideas revolucionarias de su época.

En 1907 participa en Stuttgart, Alemania, de los intensos debates en el Congreso de la Internacional Socialista, junto a Vladimir Ilich Lenin, Rosa Luxembugo, Jean Jaurès, Karl Kautsky y Gueorgui Plejánov. El delegado argentino se escandaliza cuando escucha los argumentos del socialdemócrata holandés Henri Van Kol, que  sostenía que “la política colonial puede ser obra de civilización”. Simpatiza con Lenin y Rosa Luxemburgo quienes afirmaban que los revolucionarios debían repudiar la guerra imperialista y movilizar al proletariado para la toma del poder en sus respectivos países. Los acalorados debates nutrieron de ideas y energía al joven argentino.

Finalmente cuando estalla la Primera Guerra Mundial, los socialistas europeos -como lo había adelantado Van Kol- apoyaron a sus gobiernos para el ingreso a la matanza. En la Argentina, el presidente Hipólito Yrigoyen mantiene la neutralidad. Sólo Manuel Ugarte y su amigo José Ingenieros, desde el Partido Socialista lo respaldan. Juan B. Justo líder del socialismo argentino desde la Embajada inglesa, exige la partida de soldados argentinos a morir en las playas de Normandía.

Esperanza y pesadilla

 Al avanzar con sus estudios sobre la naturaleza del imperialismo y su experiencia en el Partido Socialista, el joven Ugarte advirtió que ese internacionalismo partidario no cuestionaba al imperialismo. Por el contrario lo creía beneficioso para liquidar a los bárbaros y traer la civilización. La izquierda oficial no hacía diferencia entre países opresores y países oprimidos; imperios y colonias entraban en la misma categoría.

Para Juan B. Justo, Ugarte era una pesadilla. Demostrando su independencia de criterio fundó en 1915 un diario al que llamó: Patria. Allí dio rienda suelta a su claro nacionalismo económico y a su compromiso iberoamericano que resultó escandaloso a los socialistas argentinos admiradores de Theodore Roosevelt. Finalmente Justo logra expulsarlo del partido y en su manual Teoría y práctica de la historia, repite que no puede reprocharse que “a mediados del siglo pasado, la exuberante civilización norteamericana, en dos pequeñas expediciones militares, quitó extensos territorios, no al pueblo de México, formado por miserables y esclavizados peones, sino a la oligarquía de facciosos que lo gobernaba.” (Justo, 1931).

            Al llegar a los más remotos puntos del continente con su levita y elegante bastón, Manuel Ugarte era recibido por multitudes que lo escuchaban religiosamente. Admirado y venerado popularmente de México a Chile era perfectamente ignorado en la Argentina.

El director del diario El País de México, describió el inédito suceso de la llegada de Manuel Ugarte a su país.

“El esclarecido poeta argentino, se ha presentado como el intérprete de una gran idea, latente en el alma de los latinoamericanos desde que la concibió el gran Bolívar: la unión de todos los países de América que tienen sangre latina. Pero esta idea con ser tan hermosa no lleva en sí los elementos de una popularidad arrolladora, de esa popularidad que llega hasta las masas analfabetas y las sacude fuertemente, haciéndolas despertar de la inercia en que viven… No recordamos un caso semejante en la historia[13]

El fenómeno producido por Ugarte no era otro que el despertar de las conciencias de los pueblos latinoamericanos. Estudiantes, obreros, empresarios, políticos de diversas procedencias, pugnaban por escucharlo. Tumultuosas movilizaciones se concentraban en las puertas de su hotel en el Distrito Federal, convocadas por sindicatos y asociaciones estudiantiles. En toda América Latina se encendía su pensamiento revolucionario.

La presión de Norteamérica para frenar la gira de Ugarte fue enorme. No era para menos, acababan  de usurpar con sus tropas la mitad del territorio de la República de México y un argentino estaba agitando a multitudes por la “unidad latinoamericana contra el imperialismo”. Las intrigas del Departamento de Estado en Washington no tardaron en llegar. Desde la Embajada de los Estados Unidos en México -base permanente de la CIA para Centroamérica- se pergeñaban toda clase de operaciones para cerrarle el paso. Desde el diario mexicano Nueva Era se descargó una andanada calumniosa contra el visitante argentino. Mientras que el gobierno de México -presionado por la embajada- lo empujaba a la frontera, Guatemala le negaba su ingreso y el Salvador lo declaraba persona no grata, simultáneamente su prestigio en América Latina crecía.

“Mi querido Manuel Ugarte:

Mil gracias por su manifiesto. Está muy bien. Necesitamos eso. La APRA, como organización política, revolucionaria, está en marcha. Es y será el partido anti-imperialista. Creo que la APRA realizará lo que usted cree que debe ser la falange antiimperialista… La labor de V. será alguna vez reconocida. Yo siempre lo he llamado a V. precursor. V. es evidentemente el precursor de nuestra lucha… Su labor no se ha perdido. Reflorece. Vuelve engrandecida.

Víctor Raúl Haya de la Torre

Oxford, 28 de marzo de 1927[14]

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Señor Don Manuel Ugarte

Distinguido hermano racial:

…Su nombre, Sr. Ugarte, hace mucho tiempo que es familiar entre nosotros y sus escritos y por uno u otro motivo siempre nos llegan y nos han servido de estímulo en nuestra gran jornada libertaria de siete años, que apenas son los preliminares de la gran batalla espiritual, moral y material que Indo-América  por su independencia tiene que empeñar contra sus tutores Doña Monroe y el Tío Sam. Debemos…darnos el Gobierno Autónomo Centroamericano y proponer después nuestro Plan de Realización del Supremo Sueño de Bolívar. Permanezco organizando con mis muchachos cooperativas agrarias en la misma región donde han estado nuestros campamentos militares. Ruégole aceptar el sincero aprecio de este hermano en el ideal.

PATRIA Y LIBERTAD

César Augusto Sandino

Bocay, Río Coco. Nicaragua, 16 de marzo de 1933.[15]

Del sabattinismo al marxismo

 El hombre que está solo y espera, de Raúl Scalabrini Ortiz y el tango Cambalache, de Enrique Santos Discépolo, reflejan esos tristes años de la “década infame.” Parte de una generación de poetas e intelectuales agobiados por el cruel silencio se suicidan: Alfonsina Storni, Enrique Loncán, Horacio Quiroga y sus hijos, Enrique Méndez Calzada, Edmundo Montagne y Leopoldo Lugones. Todos ellos amigos de Ugarte.

Finalmente los tiempos del fraude patriótico y la proscripción del pueblo quedaban atrás y con ella sus profundas heridas. La historia nacional daba un giro inesperado.

“En 1943, un grupo de oficiales del Ejército Argentino comenzó a reunirse para plantear un país diferente. Para la misma época un número de radicales yrigoyenistas sostenía algo similar: ser una nación y no una colonia. Se trataba de Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz y Homero Manzi…” (Coscia, 2011)

Esta oficialidad liderada por el coronel Juan Domingo Perón, irrumpió sobre un sistema institucional atrofiado y desgastado luego de una década de fraudes y proscripciones que llevó el nombre de “infame”.

Manuel Ugarte desde Chile respalda la revolución de 1943.[16] Tiempo después a instancias de su amigo el historiador revisionista Ernesto Palacio, visita al coronel Perón y se da una corriente de mutua simpatía. Al poco tiempo es designado embajador argentino en México. Ugarte retoma el camino iberoamericano como embajador del peronismo.

En Córdoba se afianzaba el liderazgo del caudillo radical de Villa María, Amadeo Sabattini y el joven estudiante Juan José Hernández Arregui incorporado a sus filas se destaca con artículos filosos. Tuvo como profesor al italiano Rodolfo Mondolfo, exiliado en nuestro país, que ejerció sobre el joven una notable influencia[17]. Hernández Arregui se vincula a sus correligionarios de FORJA, Raúl Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche y a los socialistas de la naciente Izquierda Nacional de Córdoba: Alfredo Terzaga y Esteban Rey. En 1940 escribe en el diario del radicalismo Nueva Generación un artículo comentando la obra de Scalabrini Ortiz:

“Cuando apareció Política Británica en el Río de la Plata, los grandes diarios sin excepción, controlados por intereses tangibles, enmudecieron… Este libro cayó en el pecado original de sindicar con el dedo a los hombres del pasado y del presente argentino que nos han traicionado”.

En este mismo artículo desliza una crítica a Scalabrini por su reivindicación de Juan Manuel de Rosas, apuntándoles a los intereses bonaerenses del gobernador, pero concediendo que:

“Rosas mediante la afirmación de la estancia superó el régimen colonial aportando un servicio indudable a la unidad nacional y en definitiva a la configuración económica del país”.

Concluye el joven Hernández Arregui con la siguiente afirmación esperanzadora de un radicalismo revolucionario:

“Solo un nuevo radicalismo robustecido en el sentimiento nativo del tipo que orienta el partido revolucionario mexicano podría torcer el rumbo de nuestro sino histórico”.

Hernández Arregui abandona la Unión Cívica Radical en 1947 y se incorpora al peronismo. Se traslada a Buenos Aires y donde encuentra un importante apoyo en Jauretche, entonces presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires. Bajo el ala del gobernador bonaerense, el coronel Domingo Mercante, varios militantes de FORJA encontraron un lugar de inserción política en el Estado. Hernández Arregui es designado director de Publicaciones y Prensa del Ministerio de Hacienda de la provincia de Buenos Aires y tiempo después conduce un programa cultural en Radio Nacional.

 Profundiza sus estudios sobre el marxismo, abraza estas ideas y llega a sostener provocadoramente algunos años después que “soy peronista porque soy marxista”. Esa contradicción lo acompañó toda la vida y fue un elemento sustancial del debate político de los intelectuales de izquierda que se acercaban al peronismo[18].

“Mientras algunos exponentes abogaban por una organización partidaria independiente, que un sector finalmente concretó en 1962 la fundación del Partido Socialista de la Izquierda Nacional -PSIN- bajo la égida de Jorge Abelardo Ramos, Hernández Arregui defendía una ubicación necesariamente intraperonista para la izquierda nacional” (García Moral, 2008).

Por otra parte en los años ´60 mantiene una fraternal polémica con Jorge Abelardo Ramos sobre el ingreso o no al peronismo por parte de la militancia de la Izquierda Nacional. Mientras que Ramos sostenía la necesidad de “marchar juntos -con Perón- pero golpear separados”, Hernández Arregui plantea la afiliación al justicialismo.

Arregui sufre situaciones de acoso provocadas por sectores reaccionarios del sistema de prensa del gobierno. Y su ingreso al PJ no dio lo resultados esperados en ese momento.

“Al parecer se sintió vigilado y fue acusado de “infiltrado” por algunos sectores de la burocracia peronista, a comienzos de la década del cincuenta decidió renunciar a la gestión pública y refugiarse en la docencia”(García Moral 2008).

 Para Manuel Ugarte las cosas no fueron mejores. El cambio de la política exterior argentina con la salida del canciller socialista Juan Atilio Bramuglia por el conservador Hipólito Paz, expresaba el intento de Perón de recomponer relaciones con los Estados Unidos. Ugarte en la Embajada de México era un escollo para la nueva estrategia del Palacio San Martín. Las intrigas de la propia cancillería hicieron lo suyo y Ugarte sin romper con Perón partió en silencio.

En soledad como sus poetas idos, Manuel Ugarte se suicidaba en su pequeño departamento de Niza. Lo encontraron solo, rodeado de sus libros y papeles mecanografiados.

Desterrado por los grupos de la inteligencia oligárquica, y olvidado por el peronismo, Jorge Abelardo Ramos editó sus obras por primera vez en la Argentina en 1952, rescatándolo de la proscripción y del olvido[19]. Ninguna otra editorial -hasta la fecha- publicó o reeditó libro alguno de Manuel Ugarte en la Argentina.

También víctima de una profunda depresión Hernández Arregui se repone y saca a relucir toda su artillería intelectual para desenmascarar el sistema cultural dominante con una invalorable colección de obras[20].

La revolución latinoamericana

El presidente de México Lázaro Cárdenas fue el único jefe de Estado que dio protección al viejo organizador del Ejército Rojo. Perseguido por el stalinismo de la Unión Soviética y bloqueado por Estados Unidos, León Trotsky y su esposa Natalia Sedova se refugiaron en la casa del muralista Diego Rivera y la pintora Frida Kahlo en el barrio de Coyoacán.

“Los países de América Latina -escribió el exiliado- no pueden librarse del atraso y del sometimiento si no es uniendo a todos sus Estados en una poderosa federación. Esta grandiosa tarea histórica no puede acometerla la atrasada burguesía latinoamericana, representación completamente prostituida del imperialismo, sino el joven proletariado latinoamericano, señalado como fuerza dirigente de masas oprimidas. Por eso la consigna de lucha contra las violencias e intrigas del capital financiero internacional y contra las nefastas camarillas de agentes locales: Los Estados Unidos Socialistas de América Latina.”(Trotsky, 1961).

La concepción nacional del revolucionario ruso fue tomada por un puñado de jóvenes de nuestro país que no encontraban en el sistema de ideas dominante un modo de analizar la realidad. La síntesis de Trotsky y Ugarte fue obra de esta corriente de pensamiento.

El redescubrimiento de Manuel Ugarte, por Jorge Abelardo Ramos, es clave en la historia de la Izquierda Nacional y del revisionismo histórico argentino[21]. El pensador católico uruguayo Alberto Methol Ferré sostiene que Ramos encontró en Ugarte su precursor socialista, argentino y latinoamericano.

“Abelardo Ramos, desde Manuel Ugarte, nacionalizaba su socialismo marxista, a la vez que desde Marx se ponía post Ugarte, superador. Ramos era heredero, pero lo pretendía más allá del nacional-populismo.” (Methol Ferré, 2007)

Ugarte significaba para Abelardo Ramos también, un punto de apoyo en la polémica sobre la cuestión nacional que mantenía con el stalinismo y con el socialismo. Por izquierda debatía acaloradamente con sectores provenientes del trotskismo que en su incomprensión de la realidad iban del entrismo[22] en el peronismo como Hugo Bressano (PRT-MAS)[23] a la lucha armada como Roberto Santucho (PRT-ERP)[24].

Ramos había intentado tomar contacto con Ugarte en Francia, pero el Cónsul General le informó que un accidente de gas había terminado con su vida. Junto a la viuda, Térèse Desmard de Ugarte, organizó la repatriación de sus restos y, en un acto cívico, la Izquierda Nacional rindió homenaje a su ilustre precursor[25].

“Al rendir justicia histórica a la solitaria lucha de Manuel Ugarte, no perseguía yo un simple propósito de vindicación personal, por legítima que fuese. Ugarte resumía en su largo exilio el infortunado destino del pensamiento nacional y yo veía reflejarse en su peripecia individual la suerte que corrían los disconformistas y rebeldes de todos los tiempos en un país semicolonial. (…) Los revolucionarios, que ambicionábamos una patria nueva de un modo u otro, diferencias políticas aparte, sufríamos tribulaciones similares a las de Ugarte”. (Abelardo Ramos, 1990)

Coincidente con las ideas centrales de Manuel Ugarte en cuanto a la “nacionalidad” latinoamericana y el papel del imperialismo, la influencia de León Trotsky se fortaleció en nuestro país. La policía soviética y el PC organizaban constantes atentados contra su vida; luego de varios intentos fallidos pudieron asesinarlo en su estudio de trabajo mientras corregía unos apuntes para un falso admirador.

En la Argentina solo un puñado de militantes e intelectuales leían sus libros, estudiaban sus ideas, producían textos y acciones políticas. Funcionaban hacia 1940 en forma compleja y discontinua: Liborio Justo, Quebracho, hijo del presidente Agustín P. Justo; Mateo Fossa, del sindicato maderero, que entrevistó a Trotsky en México; Aurelio Narvaja[26] y Hugo L. Sylverter intelectuales santafesinos; Mauricio Prelooker, economista y filósofo; Faby Carvallo, que venía del grupo literario de Juan Carlos Onetti de Montevideo y que sería esposa de Ramos; Manuel Carpio y Ángel Perelman, obreros metalúrgicos, luego fundadores de la UOM, y Adolfo Perelman hermano de este último y obrero textil; Esteban Rey, intelectual y agitador tucumano; Alfredo Terzaga, historiador y periodista cordobés; Carlos Etkin, que patrocinaba como abogado a Natalia Sedova, compañera de Trotsky; Carlos Díaz abogado del Chaco; Luis Alberto Murray, Enrique Rivera y Jorge Abelardo Ramos, que integraban la anarquista Unión de Estudiantes Secundarios eran los más jóvenes. “La traición de Stalin y el partido Comunista a los militantes socialistas y anarquistas durante la Guerra Civil Española un elemento sustancial en la naciente simpatía hacia León Trotsky, también victima de la burocracia soviética[27]”.

Como Ugarte, Abelardo Ramos fue alumno del Colegio Nacional de Buenos Aires. Había encabezado a mediados de la década del 30 una huelga de estudiantes, fue expulsado y luego detenido por el famoso comisario Cipriano Lombilla, a cargo de la sección especial donde pasaban los dirigentes anarquistas[28]. A poco de estos acontecimientos comenzó a integrarse a los pequeños grupos revolucionarios que se formaron bajo la influencia de la revolución rusa y la revolución española.  De este núcleo salieron los hombres y las ideas directrices del revisionismo histórico que hacemos referencia, la conformación del Partido Socialista de la Izquierda Nacional, (PSIN) en 1962 y sus posteriores formulaciones políticas y organizativas.

Andanada intelectual

El grupo de la Izquierda Nacional siempre en vías de una mejor organización ya tenía “su propio proyecto editorial: Indoamérica, que alcanza a publicar hasta el golpe militar de setiembre de 1955 alrededor de quince títulos, entre ellos Historia de la Revolución Rusa, de Trotsky, América Latina: un país, de Jorge A. Ramos, y El porvenir de América Latina, de Manuel Ugarte. Hugo Sylvester con el seudónimo de H. García Ledesma, publica: Lisandro de la Torre y la pampa gringa; y Stalin y la burocracia contrarrevolucionaria. Este núcleo constituyó un grupo de producción e influencia intelectual”. (Tarcus, 2011).

También debemos agregar la obra de Carlos Etkin, -abogado de Natalia Sedova viuda de León Trotsky- Abraham León y el Pueblo Judío Latinoamericano, militante de la Izquierda Nacional.

La pasión y el optimismo –casi enfermizo- por el papel y el olor a tinta de imprenta que poseía Jorge Abelardo Ramos contagiaron a sus familiares, amigos y compañeros (Regali, 2010). Las primeras víctimas de la odisea editorial fueron sus padres que agotaron sus ahorros con la edición de varios periódicos y de su primer libro, América Latina: un país[29]En una carta dirigida a ellos y a su tía Elisa le dice:

“Mis muy queridos míos: La vida (Shakespeare “Machbet”) parece a veces el relato de un idiota del que se percibe solo el rumor de palabras inconexas. Pero la vida es hermosa! Ya Villiers de L’Isle-Adam, el siniestro romántico hubo de reconocerlo: ´Es bueno haber venido una vez por aqui`… Y si las palabras fueran algo más que un limitado producto de nuestros instintos más remotos podría quizás expresar mi alegría por tenerlos a ustedes de causas primeras. …quiero declararles ahora mi alegría por la irremplazable riqueza única que me ha tocado en suerte. Así los ve, fulgurante y repentinamente, este imposible hijo.”[30]

Por orden de la Comisión de Actividades Antiargentinas, dirigida por el diputado peronista de origen conservador Emilio Visca, la Policía Federal decomisó gran parte de la edición de su primer libro. En este obra sintetiza lo que desarrollará luego en Historia de la Nación Latinoamericana (Peña Lillo, 1968), la primera historia política con una visión continental unificadora[31] donde polemizará sin concesiones con el francés Regis Debray y con Ernesto ´Che` Guevara sobre la lucha armada y las tesis del foquísmo.

Finalmente la corriente historiográfica de la Izquierda Nacional se expresa de una manera integral en la obra más reconocida de Jorge Abelardo Ramos: Revolución y contrarevolución en la Argentina[32] publicada por primera vez en 1957. Este libro fue editado innumerables veces y es considerado un ícono en el revisionismo histórico latinoamericano[33].

El Partido Comunista y el “progresismo cipayo” se resquebrajaron con la poderosa andanada de la literatura de la Izquierda Nacional. Cuando al joven Jorge Enea Spilimbergo, militante de la clasista Unión Obrera Revolucionaria, le encomendaron un artículo para defenestrar el recién aparecido America Latina: un país, en lugar de condenarlo, se convence y se suma al grupo de Ramos. “Este libro fue un descubrimiento para mí”, dijo (Tarcus, 2007: 636) La incorporación de Spili fue fundamental para la consolidación intelectual del grupo. Por su pluma conocemos: Nacionalismo oligárquico y nacionalismo  revolucionario (1956), en el que fija las diferencias con la derecha católica, con Juan B. Justo y el socialismo cipayo (1960), donde pone distancia con la izquierda oficial. Con La cuestión nacional en Marx (1962), articula las banderas socialistas con la emancipación nacional, dejando al desnudo la hipocresía stalinista.

“No fueron mil, ni cien, sino algo más de una treintena de compañeros en todo el país, algunos de los cuales nos reunimos y fundamos en 1962 el Partido Socialista de la Izquierda Nacional (PSIN). Ese encuentro ocurrió en Buenos Aires en el frente de una casona de bajos, que alquilamos en la calle Soler 3847 del viejo barrio de Palermo.”[34]

El Congreso fundacional se realizó el 15 y 16 de Junio y al concluir las exposiciones y debates se eligió la primera Mesa Ejecutiva Nacional del naciente Partido Socialista de la Izquierda Nacional

“que quedó integrada por Fernando Carpio, como Secretario General, Abelardo Ramos, Jorge E. Spilimbergo, Luis A. Rodríguez, Osvaldo Soraires, Isidro L. Zanelli, Juan C. Medina y Augusto Despréz. También fue elegido el Comité Ejecutivo, siendo su Secretario General el mismo Carpio, y como Vocales Carlos Díaz y Jaime Zapata (del Chaco), Oscar Aramburu y Luis A. Gargiulo (de Necochea), Rubén Bortnik (de Bahía Blanca), Ramos, Spilimbergo, Rodríguez, Soraires, Medina, Zanelli, Despréz, Ángel Perelman (obrero metalúrgico, uno de los fundadores de la U.O.M. y autor de “Como hicimos el 17 de Octubre”), y Alberto Belloni (dirigente obrero de A.T.E. y autor “Del anarquismo al peronismo” y de “Peronismo y Socialismo Nacional”).
Una segunda oleada –un poco más extensa que la anterior- se hizo presente apenas el Partido comenzó a entreverarse en la política nacional: Alberto Guerberof, Rodolfo Balmaceda, Jorge Raventos, Jorge Beinstein, Juan Barat y Leopoldo Markus, en Buenos Aires; Silvio Mondazzi, Roberto Ferrero y Roberto Reyna, en Córdoba; Hipólito Bolcato, Juan A. Geobergia, Pericles Dentesano y Mario Lacava, en Santa Fe; Mario Bernich, Osvaldo Pérez y Clarisse Pasmanter, en Chaco; Bailón Gerez, Raúl Dargoltz y Carlos Zurita, en Santiago del Estero; Adolfo Marengo y Marcelo Palero, en Mendoza; Gregorio Caro Figueroa y Ana María Giacosa, en Salta; Simón Gómez en Catamarca[35]

Apunta Luis Alberto Rodríguez que la mayoría del grupo provenía del “socialismo de vanguardia” y los otros del la frustrada experiencia frondizista. Por su lado Ramos traía la tradición anarquista juvenil, la impronta del socialismo criollo de Ugarte y los textos de León Trotsky especialmente los referentes a la unidad Latinoamericana publicados en México.

Las cosas por su nombre

El reduccionismo de simplificar el escenario político en derechas e izquierdas no puede más que llevarnos a grandes equívocos. La denominación de fenómenos latinoamericanos con palabras francesas hace incomprensible nuestro contexto. No solo nos presentan mapas deformados sino que provocan la pérdida de matices y tonalidades de una realidad mucho más rica y plural.

Con la mayor seriedad del mundo, Voltaire agregaría que los leones de América eran calvos. Ya en el siglo XIX el padre Acosta decía en una carta al rey de España: “A muchas destas cosas de Indias, los primeros españoles les pusieron nombres de España.”(Abelardo Ramos, 1984).

En una interminable autoevaluación, crítica y autocrítica de sus posiciones Ramos fue más allá en el proceso de nacionalización de su propio discurso.

-“No le podemos llamar bonapartismo al peronismo. ¿Quién nos va a entender? Hay que llamarlo por su nombre: peronismo” dijo Ramos cuando le cambió el título a su libro La era del bonapartismo por La era del peronismo.

            -“Nosotros también debemos desembarazarnos de la ´fraseología` europea y adoptar nuestras propias palabras”. [36]

La Izquierda Nacional se consolidó con la publicación por parte de Jorge Abelardo Ramos y su grupo de centenares de obras de autores comprometidos con la causa nacional y el revisionismo histórico de América Latina. Editó, imprimió y distribuyó las primeras obras de Luis Alberto Rodríguez, Ángel Perelman, Salvador Cabral Arrechea, Raúl Dargoltz, Ricardo Carpani, Alfredo Terzaga, Norberto Galasso, Alberto Methol Ferré, Ernesto S. Ceballos, Blas Alberti, Jorge Enea Spilimbergo, Rodolfo Balmaceda, Osvaldo Calello, Alberto Guerberof, Roberto Ferrero, Ana María Giacosa, Gregorio Caro Figueroa, Aurelio Narvaja, Juan José Hernández Arregui y Manuel Ugarte. Y también las obras de Helio Jaguaribe, Abraham Guillén, Luis Alberto de Herrera, Roberto Ares Pons, Juan José Arévalo, Vivián Trías, Luis Alberto Murray, Arturo Jauretche, Joaquín Coca, Alberto Belloni, Andrés Solís, Eduardo Astesano y Víctor Haya de la Torre, entre muchos otros. No solo editaba e imprimía, sino que estimulaba a todos los compañeros como a Hernández Arregui,[37] o escribía textos para la firma de Jauretche[38] o Perelman, o los orientaba y corregía, como a Galasso o a Díaz.  

“El núcleo duro que acompañaba al Colorado lo constituía el tándem conformado por Jorge Enea Spilimbergo y el metalúrgico Manuel Fernando Carpio. En tanto que la plataforma operativa para el mencionado encuentro era la “Librería del Mar Dulce”, donde también funcionaba la “Editorial Coyoacán”. En dicho lugar, salpicado por la simpatía de la querible Faby Carvallo, se lo solía ubicar a Ramos, motivo por el cual era un caedero de amigos y desconocidos. Ello sucedía por la vorágine de los acontecimientos políticos del país y también por la característica de la personalidad de aquel, que lo llevaba a relacionarse con infinidad de seres, pero fundamentalmente con personajes poseedores de aristas singulares, los que marcaban con su sello el paso de su tiempo histórico.
Allí conocí y traté, entre otros, a Arturo Jauretche, los mencionados Carpio y Spilimbergo, Ricardo Carpani, el Tucho Methol Ferré, Fermín Chávez, José María Rosa, Luis Alberto Murray, Enrique Oliva (François Lepot), Pajarito García Lupo, Enrique Pavón Pereyra, Ángel Pérelman, Alfredo Terzaga, Carlos Díaz y Alberto Converti (estos cuatro últimos ya venían de la Izquierda Nacional)[39].”

En la biografía: Jorge Abelardo Ramos, creador de la Izquierda Nacional, su autora Cristina Noble enumera algunas situaciones:

“Establecido en Alta Gracia sufre dos detenciones, es procesado en cinco oportunidades por quebrar la veda política permanentemente, su domicilio es allanado y consigue eludir un intento de secuestro. [40]

Las imprentas clandestinas cambiaban de domicilio y las editoriales de nombre. Su casa y las de sus compañeros eran depósitos de papel, libros, periódicos o tinta. Ramos sufrió diversos atentados criminales entre los que se recuerda la dramática voladura con explosivos de su editora Del Mar Dulce, la librería de la avenida Córdoba al 1300, el local del Frente de Izquierda Popular (FIP) en la calle Alsina y Jujuy de la ciudad de Buenos Aires y allanamientos contra su domicilio. Se responsabiliza  de estas acciones terroristas a grupos para-policiales, a la Triple A y a comandos irregulares del III Cuerpo de Ejército, respectivamente[41].

“Creo que mi padre tenía algunos rasgos de sus personajes favoritos de la literatura. La pasión, y la ambición, de Julián Sorel y de Luciano de Rubempré, el optimismo a toda prueba de Micabwer. Micabwer era un entrañable personaje de Dickens que siempre estaba a un paso de acometer una grandiosa empresa que lo sacaría definitivamente de la miseria y lo llevaría hasta la cima. Entretanto, gastaba a cuenta. A Micabwer y a mi papá, los acreedores los persiguieron toda la vida[42]”.

 “Hacia el año sesenta -recuerda Ramos- empiezan a tener un auge desproporcionado los libros de Puiggrós, los libros de Chávez, de Pepe Rosa, de Hernández Arregui, los libros míos…bueno, decenas de ediciones. Todo el mundo los lee y nos damos cuenta que, en algún momento determinado, contribuimos a conformar una nueva ideología nacional y revolucionaria para los argentinos.[43]

El debate histórico fue la mejor arma de la resistencia durante las dictaduras cívico militares de los años sesenta y setenta. En las aulas universitarias, incluso en la de los colegios secundarios, no faltaba un estudiante atrevido que interpelara a los profesores -provocando un incidente- acusando a viva voz a Domingo Sarmiento como el “asesino del Chacho Peñaloza” o quien asegurara que Bartolomé Mitre fue “el mayor genocida” en referencia al pueblo paraguayo o que “Juan Manuel de Rosas fue un patriota porque enfrento la flota franco inglesa en la Vuelta de Obligado y que San Martín le mando su sable”. El estupor de los profesores ante semejantes sacrilegios provocaba el desconcierto y llenaba de dudas a la masa estudiantil. Los demonios estaban desatados.

Arturo Jauretche en una entrevista a la revista Confirmado decía un año antes del estallido del “Cordobazo”.

“Cuando nosotros emprendimos la lucha por formar una conciencia nacional, opuesta a la mentalidad liberal colonialista, nunca creímos que en el precario tiempo de nuestras vidas lograríamos la victoria que hoy tenemos delante de nuestros ojos. Así, tengo derecho a sentime triunfador[44]”.

El liberalismo nacional

Alfredo Terzaga[45] es autor del imprescindible libro Historia de Roca. De soldado federal a Presidente de la República y es quien profundiza este tema en la línea revisionista de la Izquierda Nacional.

El ataque de celos manifestado por Marcelo Sánchez Sorondo cuando “el señor Ramos descubre a Roca y con Roca una interpretación de las Fuerzas Armadas…” no carece de fundamento; la Izquierda Nacional estaba metiendo sus narices… ahora en los cuarteles.

“Es un hecho deplorable que el Ejército Argentino no haya contado hasta hoy sino con un solo historiador y, para colmo de males, que este historiador solitario sea marxista.”(Orsolini, 1956: 245).

Así se refería el teniente coronel Mario Horacio Orsolini a la publicación de Historia política del Ejército Argentino (1959), de Jorge Abelardo Ramos. Lo novedoso del asunto no es solo que esta obra fue la primera en su género sino que aporta una concepción teórica de la puja de los dos ejércitos (el nacional y el oligárquico) en la misma institución.

“El ejército no se ha examinado a sí  mismo, clave de toda sabiduría. Tampoco los partidos o tendencias de izquierda o derecha clásicos, salvo los hombres del Socialismo de la Izquierda Nacional. Nuestra sociedad se debate en la más profunda confusión y el Ejército es el espejo de ese caos.” (Abelardo Ramos, 1966)

El Ejército argentino -según los trabajos investigativos de esta corriente- posee una base estructural nacional y criolla. Desde su bautismo de fuego en la defensa de Buenos Aires contra las Invasiones Inglesas, su constitución como pueblo en armas en las guerras de la Independencia, el componente mayoritariamente plebeyo de su oficialidad, sus raíces provincianas y su rol industrial autónomo lo alejan de una concepción elitista. Pero también -contradictoriamente- conviven en sus filas, como en el resto de nuestra sociedad, cipayos activos, víctimas de la colonización pedagógica británica y de la poderosa oligarquía terrateniente. Familias tradicionales del patriciado oligárquico enrolaban a sus hijos en la carrera militar. Mientras que para unos el Ejército es un modo de ascenso social, para otros se transformaba en un reaseguro de sus privilegios.

De la misma generación revolucionaria de José de San Martín y Bernardo Monteagudo formaron parte elementos cipayos[46] entre los que destacamos la degradada figura del general Carlos María de Alvear. Reproducimos un párrafo por lo demás ilustrativo de la carta secreta que despachó al canciller inglés Lord Castlereagh. La misiva fue publicada por Mario ´Pacho` O´Donnell, en su obra El Grito Sagrado, donde expone sin atenuantes hasta qué punto puede llegar el quiebre moral de algunos oficiales:

“Estas provincias desean pertenecer a la Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer a su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés, y yo estoy dispuesto a sostener tan justa solicitud para librarlas de los males que las afligen. Es necesario que se aprovechen los momentos. Que vengan tropas que impongan a los genios díscolos, y un jefe autorizado que empiece a dar al país las formas que sean del beneplácito del rey y de la Nación.”(Mario ´Pacho` O´donnell (2006)

Como corresponde, este general cuenta con un gigantesco monumento y esplendida estatua en la distinguida Recoleta de la ciudad de Buenos Aires. Es un infantilismo pensar en un ejército aséptico, apolítico y sin compromiso nacional. Dos argentinas rivalizan buscando un modelo de país y una de ellas vence a la otra en Caseros y Pavón. Las Fuerzas Armadas nunca fueron ajenas a este conflicto.   

El general Julio Argentino Roca fue la expresión del ejército federal y de las provincias empobrecidas ante el poder oligárquico porteño del general Bartolomé Mitre. Sus soldados fueron llamados despectivamente “los chinos de Roca” mezcla de criollos, indios y gauchos.

La Revolución de 1880 da una vuelta de página en la historia y entierra al mitrismo al federalizar la ciudad de Buenos Aires. Lo que no pudo Artigas, ni se atrevió Urquiza, lo liquidó Roca. De un solo golpe quitó a la provincia de Buenos Aires su sagrada capital, la aduana y el puerto.

Vencida en el terreno de las armas la provincia de Buenos Aires se vio obligada a trasladar su capital a otra parte. Roca no la quería a menos de 100 kilómetros y manda a Dardo Rocha a construirla en La Plata. Se quebró el poder porteño de una vez y para siempre.

Tan violenta y profunda fue esa revolución que a los porteños se les prohibió ejercer sus derechos cívicos durante cien años. Se debió esperar la reforma de la Constitución de 1994 para que puedan volver a elegir sus autoridades de gobierno. Aún hoy los habitantes de la ciudad portuaria tienen vedada la administración de la policía, el transporte y la justicia. Pero “inexplicablemente” conservan una serie de privilegios económicos, impositivos o subsidios que benefician sustancialmente a sus habitantes en detrimento de los ciudadanos de cualquier otra provincia.

“Buenos Aires, es como si sus pies calzaran una plancha de oro cuya gravedad bastaba para enderezar su cuerpo como por sí mismo, luego que sus vencedores, la abandonaban caída en el suelo[47]”.

Durante setenta años el país se desangró en las guerras civiles por el control de la renta que había pasado de las manos del virrey español al exclusivo usufructo porteño. La Izquierda Nacional argumenta que es falsa la disyuntiva: unitarios versus federales.

La contradicción esencial en las guerras civiles fue el interés de las provincias empobrecidas frente a la rapacidad de la burguesía comercial porteña sentada sobre la renta de la Aduana. El roquismo quebró al monopolio bonaerense. Y el país ya no sería el mismo. Lo expropiado, expropiado está y no volvería para la oligarquía comercial porteña. Diez años después, Roca tampoco sería el mismo. En 1890 abandonará sus orígenes nacionales y federales para aliarse finalmente con la nueva oligarquía terrateniente agro-exportadora. Con sus pesados pies de oro, el cuerpo de Buenos Aires se enderezaría nuevamente; pero sin la aduana, sin el puerto y con la provincia dividida. Y Roca sería enterrado y acusado de genocida por la sociedad porteña, no por la Campaña del Desierto y la muerte centenares de pampas y araucanos, que poco o nada le importaba, sino por haber liquidado su privilegio portuario y aduanero, abriendo la puerta  a la chusma que se expresaría luego en el irigoyenismo y el peronismo.

Borges, Sábato y Victoria Ocampo

La crítica al sistema cultural y a los próceres arquetípicos de las clases ilustradas resultó ser un punto cardinal para varios de nuestros revisionistas. Nadie salió impune de las filosas plumas de Jorge Enea Spilimbergo, Juan José Hernández Arregui  y Jorge Abelardo Ramos. Este último publica la primera estocada al corazón del cenáculo cipayo que se reúne en las páginas de la revista Sur. Con la obra Crisis y resurrección de la literatura argentina  (Ramos, 1954) provoca un escándalo en los ambientes intelectuales y literarios porteños. Lanza una crítica inédita e implacable a los popes de la cultura oficial argentina: Jorge Luis Borges y Ezequiel Martínez Estrada. También desnuda la genuflexión de Ernesto Sábato ante el progresismo cultural que terminaba siempre en los brazos de Victoria Ocampo.

“El ´borgismo` es el vitral somero donde se refleja la frivolidad de las clases distinguidas partidarias a lo largo de la historia, partidarias del gongorismo, el purismo, academicismo. Es el arte de una clase dirigente sin pulso. Una literatura suntuosa y vana. ´Tiene el brillo del cristal, pero también su fragilidad´. Corneille.”(Hernández Arregui, 1957).

Con Imperialismo y Cultura, Hernández Arregui profundiza el estudio de la influencia imperialista en la conciencia de la pequeña burguesía latinoamericana y la significación literaria de Borges y Martínez Estrada. Y Ramos, en una respuesta al escritor Carlos E. Feiling polemizando sobre Borges dice que:

“Borges pertenecía de algún modo y pese a las diferencias de tiempo y lugar, a ese tipo de intelectual anglo-indio que en Bengala, Bombay o Calcuta soñaban con ser ingleses refinados, con ir a Oxford o a Cambridge, con incorporarse a la potencia dominante, que era la más poderosa y refinada de su tiempo y que, ciertamente, hablaban el inglés mejor que Shakespeare[48]”… “Si Borges es un intelectual europorteño completo, Martínez Estrada, en cambio, puede ser situado más bien en la línea sucesoria de Ricardo Rojas, es decir, como un capitulante que ha sellado un compromiso con la oligarquía…”(Ramos, 1954).

Y Ernesto Sábato, viejo conocedor de la temperatura de las clases medias cultas y de la tinta ácida con que Abelardo Ramos describe a los intelectuales argentinos, lo personifica en su novela Sobre héroes y tumbas (Sábato, 2004: 147)

“Es un individuo notable. Con la gente que lo odia podría levantarse una sociedad de socorros mutuos más o menos del tamaño del Centro Gallego. En cuanto a mis relaciones con él… bueno, me ha de tener por un intelectual vacilante, un pequeño burgués putrefacto.”

El joven Sábato, sobresaliente de la federación juvenil comunista, se había ganado un viaje a Moscú pero la represión y purgas del estalinismo lo decepcionaron, se vinculó al socialismo donde militaba Ramos pero inmediatamente se refugió en la tierra firme del diario La Nación.

Nacionalización de las clases medias

La Izquierda Nacional ha sido la vanguardia intelectual en el proceso de nacionalización cultural de las clases medias argentinas, hecho que comenzó a verificarse en la década de 1960. La magnitud del resultado se puede verificarse de varias maneras, pero la objetiva y palpable fue el histórico triunfo en de la conducción de la FUA -Federación Universitaria Argentina- por parte de la Izquierda Nacional en el histórico X Congreso Nacional de Centros de Estudiantes realizado en la ciudad universitaria de la provincia de Córdoba en 1970. 

Dice Jorge Enea Spilimbergo: “el proceso de nacionalización es un proceso de ruptura crítica, de asunción de las banderas del nacionalismo económico, la identidad cultural y la justicia social; de aproximación a los estratos profundos y mayoritarios de nuestro pueblo, y de asunción de sus genuinas tradiciones históricas. Desde luego, no se trata de un proceso gradual e irreversible, tiene sus vaivenes, retrocesos y recomposiciones[49]”.

El secretario general de Agrupación Universitaria Nacional (AUN-FIP) Eduardo Fossati en 1970, protagonista de las luchas estudiantiles y las jornadas donde se conquisto la conducción de la FUA recuerda en que:

“Se vincularon férreamente sus banderas (de la AUN) a la perspectiva política del Frente de Izquierda Popular, eludiendo el gremialismo puro de algunas tendencias y el gremialismo hipócrita de otras que enmascararon sus definiciones en el orden nacional. Nuestro caudal político, que aumento en esas condiciones, evidencia el respaldo a una línea política en la universidad y en el país. Las banderas nacionales  y revolucionarias de AUN-FIP han sido sostenidas desde Río Gallegos a Posadas y desde Buenos Aires a Mendoza[50].”

La misma FUA que dirigida por el Partido Comunista y Partido Socialista había organizado acciones terroristas contra Perón y los sindicatos entre 1950 y 1955 producía un giro de 180 grados. Conquistada la central estudiantil por los jóvenes de la Izquierda Nacional (en una alianza con un sector de radical anarquista de La Plata del joven Domingo Teruggi, se impone a Pascual Bianconi, como Secretario General. La AUN-FIP incorporaban ahora a los estudiantes organizados a las luchas populares por el retorno del general Juan Perón en el exilio.

El peronismo que carecía de una política estudiantil universitaria generó diversas agrupaciones pero no participó del gremialismo estudiantil dejando ese terreno a la Izquierda Nacional que se manifestó en la FUA.

El Cordobazo

Durante la década de 1960 el movimiento estudiantil argentino se había vinculado a los trabajadores en las luchas callejeras contra la dictadura. La situación social en la provincia venía en decadencia. Desde el golpe de 1955, poco quedaba de la Córdoba industrial de la Argentina exportadora que planificó Juan Perón.

El 29 de mayo de 1969 estalla el Cordobazo. Los trabajadores nucleados en la Confederación General del Trabajo -CGT Regional Córdoba- liderados por Atilio López y Elpidio Torres del SMATA habían convocado un paro y movilización para ese día. Agustín Tosco de Luz y Fuerza tuvo también un papel protagónico. Los conflictos se venían sucediendo tanto en el ámbito estudiantil como el obrero. 

            Todas las tendencias de la ultra izquierda rechazaron huelga, acusando de burócratas y traidores a los dirigentes sindicales. La CGT nacional dirigida por Ignacio Rucci, desde Buenos Aires se opone a decretar un paro nacional. Por el contrario los militantes de la Izquierda Nacional y los centros estudiantiles conducidos por la AUN y otras agrupaciones universitarias adhirieron y convocaron a un paro estudiantil; enfrentaron en las calles a la policía junto a los obreros tal como testifican los videos y documentos fotográficos publicados por la prensa de esos días.

            Una columna de casi tres mil obreros de la planta automotriz de Santa Isabel de la empresa Ika Renault rebalsa las vallas policiales y un disparo proveniente de la represión, le quita la vida al joven obrero Máximo Mena. La noticia corrió por toda la ciudad y la furia recrudeció.

            El protagonismo de Elpidio Torres del SMATA que era asociado a Augusto Vandor de la Unión Obrera Metalurgica -UOM- produjo la desconfianza de la ultra izquierda. Para no mezclarse con los “burócratas sindicales” se fueron a “sublevar a los barrios” pero sus militantes volvieron al centro por la tarde, tan solos como habían partido.

“Los estudiantes estuvimos junto a las columnas obreras desde la media mañana. Las clases medias de Nueva Córdoba nos arrojaban papelitos y materiales para el combate. Nos apoyaban[51]”.

            Los jóvenes de la Izquierda Nacional de Córdoba, Pascual Bianconi, Silvia Benítez, Simón Gómez, Eduardo González, Marta Gorsky, Luis Moyano, Nolo Ocampo, Carlos Santander, Mario Ruarte, Raúl Lagos, el petiso García, Mario Di Rienso y decenas de militantes más, entreveraron a los estudiantes, con las columnas obreras. También Aurelio Argañaraz, el Ruso Vicens, Alfonso Piro, Susana Robledo, Carlos Saiz fueron protagonistas de esas jornadas que marcarían un antes y un después en la historia Argentina. Hemos de decir que Víctor Hugo Saiz, Secretario General del PSIN fue detenido en esas jornadas y juzgado por los tribunales militares. Fue el único civil juzgado por militares en la Argentina.

            El Cordobazo fue sucedido por centenares de levantamientos obreros y estudiantiles a lo largo y ancho del país. La insurrección popular en las calles puso en crisis al gobierno dictatorial y los sueños cesaristas del general Juan Carlos Ongania se evaporaron.

            La intervención de la Universidad en 1966 por parte de la dictadura militar comienza a resquebrajar la alianza sellada entre el ejército liberal y las clases medias. Tras años de proscripciones y dictaduras la pequeña burguesía estaba saturada de tanta represión y censura.

“En agosto de 1966 hacía yo mi debut como orador en una asamblea ante 10.000 estudiantes para defender la democracia universitaria y la soberanía popular. Al mismo tiempo aparece la influencia cubanista y vietnaminista”. Recuerda el hoy matemático, Eduardo González, integrante entonces de la conducción del PSIN de Córdoba[52].

Ongania contribuye a la unidad popular en su contra y es saboteado internamente por el general Alejandro Agustín Lanusse, el ala más liberal y antiperonista y amigo del partido radical. Pero las luchas populares marcaron un destino irrevocable hacia las elecciones y la democracia. Luego del Cordobazo, Lanusse, sella un acuerdo con la UCR y designan al dirigente radical, Arturo Mor Roig, ministro del interior para buscar una salida electoral condicionada.

Tras las luchas obreras y estudiantiles, se organizan los grupos de Montoneros y ERP (Ejercito Revolucionario del Pueblo) quienes hace su bautismo de fuego secuestrando y asesinado al general Pedro Eugenio Aramburu y asaltando una comisaría de la ciudad de Rosario donde mataron a dos policías, respectivamente. Arturo Mor Roig también es asesinado por el grupo Montoneros.

La Izquierda Nacional rechaza las acciones armadas de los grupos guerrilleros y plantea que no es la vía hacia la toma del poder por parte del pueblo y la recuperación de la soberanía política. Perón por su parte alienta estas acciones guerrilleras que florecen posteriormente a las luchas callejeras. Los grupos de izquierda o de derecha no generaron en la Argentina un despertar en las luchas sociales, más bien todo lo contrario. La guerrilla de Montoneros y PRT-ERP surgen posteriormente del Cordobazo y no forman parte de la gestación de las luchas de referencia porque no existían[53]. Los grupos de ultra izquierda guevarista que promocionaban la guerra de guerrillas preexistentes a l969 habían fracasado absolutamente aislados de las luchas populares.    En la Córdoba rebelde centenares de delegados universitarios de todo el país se dieron cita en la combativa ciudad universitaria. Con la conducción del PSIN y la AUN los jóvenes proclamaron

“el derecho del general Juan Domingo Perón a volver a la patria”. Enarbolaron las banderas de “la justicia social, la independencia económica, la soberanía política en el marco de la unidad socialista de América Latina”[54].

Por su parte la ultra izquierda pro guerrillera (de los que abundaban más) se encontraba descolgada ante la realidad social y sintetizaba su posición -sin salida- de esta manera:

“Ni golpe, ni elección: Revolución.”o “Ni votos ni botas: fusiles y pelotas” [55].

Uno de los dirigentes universitarios de esa epopeya, Julio Fernández Baraibar, que mantenía informado al general Perón sobre los acontecimientos estudiantiles de Córdoba, recuerda:

“En Buenos Aires nos reunimos con Héctor Cámpora -que llegaba de Madrid- traía correspondencia para Ramos y para nuestra agrupación universitaria. Éramos conscientes que  desde la Reforma Universitaria de 1918 no ocurría un cambio tan profundo en el movimiento estudiantil.  Algo nuevo estaba pasando”[56].

La Izquierda Nacional abrió la puerta de la década del ´70 a las clases medias estudiantiles. Fue la sumatoria de los conflictos sociales, políticos y económicos la que llevó a cambios tan profundos, pero sin duda la batalla cultural emprendida en el ´45 daba sus mejores frutos. Los historiadores, intelectuales y militantes de esta corriente fueron determinantes en este rico proceso de concientización nacional y social.

            El desarrollo de la política universitaria del PSIN en Córdoba tuvo un efecto multiplicador. En la ciudad universitaria de esta provincia cursaban sus estudios jóvenes de todo el país que cuando regresaron a sus provincias como profesionales, muchos de ellos fueron fundadores y militantes del FIP.

            Nolo Ocampo recuerda que se sintió atraído por el PSIN por su posición de simpatía con el peronismo y tomo contacto con Simón Gómez.

            -Me quiero afiliar, le dije.

Me hizo esperar unos minutos en el comedor universitario y regresó con los cinco tomos de “Revolución y contrarrevolución en la Argentina” de Abelardo Ramos y me ordenó:

            -Léelos y después hablamos.”[57]

Jorge Enea Spilimbergo -miembro de la Mesa Nacional de PSIN- viajó a Córdoba para asesorar a los dirigentes estudiantiles que diputaban la conducción de la FUA con el PCR. Las incipientes agrupaciones peronistas en la universidad no participaban en la federación universitaria.

“Los grandes temas que planteó el X Congreso de la FUA del ’70 fue la reivindicación de la Reforma del 18, la unidad latinoamericana, la alianza del estudiantado con la clase obrera real, la revalorización de los grandes movimientos populares (yrigoyenismo y peronismo), la liberación nacional apuntando al socialismo, la confianza, en suma, en la capacidad del pueblo de labrar su destino, fueron la tónica del Congreso, animado por el espíritu del “Cordobazo” y el optimismo histórico que de él emanaba. Por eso merece ser restituido a la memoria colectiva. Fue lo mejor, como pronunciamiento, que ha dado aquel Movimiento Estudiantil de esa generación”.[58]

Desde Puerta de Hierro en Madrid el general Perón seguía los acontecimientos día a día.

“Querido amigo Jorge Abelardo:…“Es sumamente auspicioso para el país y nuestra causa, la reorientación de nuestra juventud universitaria hacia la causa nacional. Espero que de ello surjan factores positivos a favor de la lucha que estamos sosteniendo. Excelente la “Declaración y tesis política nacional del X Congreso Nacional de Estudiantes.” (Perón, 1970)

La Izquierda Nacional en el despertar del siglo XXI

Desde el diario La Nación, la voz más independiente del diario de los Mitre se expresa en la pluma del escritor Jorge Fernández Díaz que viene señalando a su modo la significación que tendría la corriente de la Izquierda Nacional: 

 “se reconvirtió completamente en lo que después se denominó “socialismo criollo”. Una corriente que acompañó al peronismo, como una lancha sigue de cerca un portaaviones, en un apoyo crítico, pero convencida de que el movimiento de Juan Perón tenía el proletariado y que junto con él había que formar un frente nacional antiimperialista, propender a la unión latinoamericana y enfrentar a los cómplices locales (cipayos) de la dependencia: éstos podían ser los conservadores, los radicales, los comunistas e incluso otros socialistas que no acordaran con la visión “nacional” de esa izquierda. El partido era pequeño, pero su argumentación se volvió transversal en los 70 y sobrevivió a través de las décadas como una cultura vasta y firme.[59]

Nunca la historia revisionista en América Latina estuvo tan articulada con el presente. Es como si la idea hubiera venido buscando su tiempo y ese tiempo llegó.

Durante una reunión -con motivo de la organización del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego en el año 2011 que mantuvo la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, con el historiador Mario ´Pacho` O´Donnell y un destacado grupo de historiadores, ella manifestó que:

“En 1973 voté a Perón con la boleta del FIP de Abelardo Ramos. Fue mi acto de rebeldía”[60].

El testimonio de la presidenta, el rumbo político emprendido en cuanto a la integración latinoamericana y su elección de un hombre proveniente de la Izquierda Nacional -Jorge Coscia- en la estratégica Secretaría de Cultura de la Nación, no hace más que ratificar la onda expansiva del pensamiento revolucionario de esa generación. Al voto de Cristina Fernández se suma el de Arturo Jauretche que el 23 de setiembre de 1973 también sufragó por la fórmula Perón-Perón con la boleta del Frente de Izquierda Popular ((FIP) que llevaba el lema: Liberación y Patria Socialista.

La conformación de la Cumbre de Estados de Latinoamérica y el Caribe -CELAC- el 2 de diciembre de 2011, es para nuestros países el acontecimiento más importante ocurrido desde las guerras de la independencia. Para dimensionar el histórico suceso debemos recordar que nunca antes se habían podido reunir los jefes de los estados de América Latina sin el tutelaje de los Estados Unidos o de España. Desde la convocatoria de Simón Bolívar al frustrado Congreso Anfictiónico de Panamá en 1826, no fue posible realizar encuentro parecido. Parece inconcebible, pero en doscientos años no fue posible reunir a los presidentes  latinoamericanos… hasta ahora.

Con su estilo oratorio envolvente, la persistencia de una gota de agua y su optimismo infinito, Jorge Abelardo Ramos recorrió en innumerables viajes América Latina difundiendo sus ideas. Decía que los carteros -sin saberlo- eran sus militantes anónimos. Despachaba libros, folletos, artículos y cartas por correo a lo largo del continente. Con Ramos, la Izquierda Nacional logró desarrollar una importante influencia ideológica y en algunos casos inserción política como en Uruguay, Bolivia, Chile, Brasil, Colombia, Venezuela, México, Paraguay, Perú, Costa Rica y Panamá. 

En la mencionada apertura de la Cumbre de la CELAC, el presidente de la república bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, realizó un homenaje “al abanderado de la unidad latinoamericana” Néstor Kirchner y luego leyó partes sustanciales de la obra Historia de la Nación Latinoamericana de Jorge Abelardo Ramos al que calificó como el “gran líder político revolucionario argentino, que fue marxista y que fue peronista. Y que desarrolló la cuestión nacional, (y repitió) la cuestión nacional!”

La noche anterior, en reunión bilateral con Cristina Fernández de Kirchner y la presencia de los gabinetes de ministros de ambos gobiernos, Chávez había leído en voz alta varios párrafos del mismo libro mientras la presidenta argentina complementaba los textos con explicaciones históricas para contextualizarlos. Lo inédito en el coloquio desatado entre los mandatarios fue la presencia de la historiografía americana: si el joven Alberdi era liberal o si el último Alberdi fue “nacional y popular”; si la “cuestión nacional” era vinculante -al decir de Abelardo- con la cuestión social y el apoyo a Perón y a los movimiento nacionales desde la izquierda, entre otros puntos. Lo que pretendían –y lograron- los presidentes fue fortalecer la alianza Caracas – Buenos Aires. Recordaron las fiestas populares que desbordaron nuestra ciudad cuando se conoció la definitiva victoria de Sucre en los campos de Ayacucho; el abrazo de San Martín y Bolívar en Guayaquil; y el mapa geopolítico que se nos presenta en ambos lados del continente sudamericano. Durante la cumbre de presidentes realizada en Caracas los ejemplares de Historia de la Nación Latinoamericana circularon profusamente.

Otro libro El loco Dorrego de Hernán Brienza fue el disparador para que la presidenta argentina introdujera en la reunión con Chávez el tema de la creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego que conduce el historiador Mario ´Pacho` O´Donnell[61].

La corriente historiográfica de la Izquierda Nacional que confluye en el instituto Manuel Dorrego brinda su visión iberoamericana.

Los aportes de la Izquierda Nacional al revisionismo histórico son una concepción dialéctica del análisis histórico en el contexto nacional iberoamericano. Los orígenes de este núcleo socialista y nacional, que tanta influencia ha tenido desde la década del ´60 nos remiten a las figuras de Manuel Ugarte de la generación del 900 y del Colorado Ramos, integrante juvenil de la generación de 1945.

Como un rayo fulgurante, la Izquierda Nacional recorrió el siglo XX promoviendo intensos debates y una metodología de análisis que hoy se encuentra más vigente que nunca.

En un mundo aparentemente unipolar y globalizado, surgen contradictoriamente los municipalismos o nacionalismos. La cuestión nacional irresuelta en América Latina sigue pendiente. El imperialismo nos nuestra a cada instante su horrible rostro. Es nuestra tarea recordar quiénes somos, de dónde venimos y que nuestro destino será latinoamericano o no será.

Nuestros predecesores pudieron reconstruir gran parte de nuestra historia oculta y reinterpretarla en un marco científico, como sostiene el historiador Roberto Ferrero. Lo mejor que aportó la Izquierda Nacional a la historiografía latinoamericana es su potente núcleo de intelectuales, pensadores y militantes que rompieron todos los moldes preexistentes desde una singular interpretación de las luchas populares por la emancipación nacional. La corriente de la Izquierda Nacional cumplió el objetivo de enlazar las banderas socialistas revolucionarias, con las nacionales latinoamericanas, le corresponde a nuestra generación y las que vienen llevarlas al triunfo.

*Víctor Ramos Fundador del INADI, (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo). Autor de “Racismo y discriminación en la Argentina”, “Democracia Directa”, “Perón – Getulio el Pacto Secreto”, “Antisemitismo en tiempos de la dictadura militar”. Periodista, documentalista, director y guionista de cine. Presidente del Instituto del Pensamiento Nacional, Director de la Casa Nacional del Bicentenario de Villa 21 Barracas y miembro del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego.


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[1] Sanchez Sorondo, Marcelo. (1960) Revista Azul y Blanco. Buenos Aires

[2] Amadeo, Mario: “Dos corrientes netamente diferenciadas integraron el gobierno de la Revolución Libertadora. Una democrática liberal, la integraban los partidos políticos tradicionales, la otra era proveniente del nacionalismo católico. Lucio G. del Solar. La Nación Bs. As. 11 octubre 2005.

[3] Jauretche, Arturo (1961): La Izquierda Nacional en la Argentina. Pág. 37. Bs. As. Coyoacán.

[4] Ferrero, A. Roberto (2005): Carta Abierta en la Polémica Sulé-Galasso. Bs. As. Centro Documental Jorge Abelardo Ramos.

[5] Norberto Galasso (2005): Revisionismo Histórico. Pág. 89. Bs. As. Cuadernos Centro S. Dicépolo.

[6] O´Donnell, Mario ´Pacho` (2012): prólogo a Las masas y las lanzas de Jorge Abelardo Ramos (en imprenta) Bs. As. Peña Lillo/ Continente.

[7] Blas Alberti (1974): prólogo a El revisionismo histórico socialista”. Bs. As. Ed. Octubre. 1974

[8] Amadeo, Mario (ministro de la revolución libertadora): cit. “Señalando a esta corriente (la izquierda nacional) decimos con toda la fuerza de nuestra voz: he ahí el enemigo. No nos preocupa que los mineros bolivianos o los salitreros chilenos puedan sentirse atraídos por el lema: “Mayo Caseros.”

[9] Solo el Partido Justicialista y el Partido Socialista de la Revolución Nacional fueron proscriptos por la dictadura militar.

[10]  Dell’Oro Mainila, “nacionalista” de la revista católica Criterio, aceptaba renovar la UBA en “cumplimiento de los propósitos de la Revolución Libertadora”. Alejandro Horowicz. “Sociología, 50 años en el ojo de la tormenta nacional”. Revista argentina de sociología. v.5 n.9 Bs. As. jul. /dic. 2007

[11] Laclau, Ernesto. Biblioteca Nacional. 2 de octubre de 2004. Homenaje a Jorge Abelardo Ramos.

[12] Crónicas del boulevard 1902, Visiones de España 1904, El arte y la democracia 1905, La joven literatura hispanoamericana 1906, Burbujas de la vida 1908, La evolución política y social de Hispanoamérica 1910, El porvenir de la América Española 1911, La Patria Grande 1922, El destino de un Continente 1923, El porvenir de América Latina 1953, Cuentos de la Pampa 1940, Escritores Iberoamericanos del 900 1941, Los espías del Pacífico 1947, La Reconstrucción de Hispanoamérica 1961, entre otros.

[13] Editorial, Diario El País. México, 30 enero de 1912.

[14] El epistolario de Manuel Ugarte (1999): pag. 59. Bs. As., Archivo General de la Nación. 

[15] Ídem. pág. 180.

[16] Carta de la Presidencia de la Nación, agradeciendo a Ugarte sus “amables expresiones de adhesión”. 3 de agosto de 1943. Archivo General de la Nación.

[17] Monfolfo Rodolfo fue un socialista humanista antifacista; regreso a Italia al finalizar la guerra.

[18] Piñeiro Iñiguez, Carlos (2007): Hernández Arregui: intelectual peronista. Bs. As. Siglo XX.

[19] Obras de Ugarte editadas por Jorge Abelardo Ramos en la Argentina: El Porvenir de América Latina (1953) Indoamérica, El Destino de un Continente (1962) De la Patria Grande, La Reconstrucción de Hispanoamérica (1961)  Coyoacán, La Patria Grande, mi campaña hispanoamericana (1990) Ediciones de la Embajada Argentina en México. Ramos escribe sobre Ugarte: El redescubrimiento de Ugarte y La Revolución Nacional Latinoamericana (1953) Indoamérica y Manuel Ugarte y la Revolución Latinoamericana (1961) Coyoacán.

[20] Imperialismo y Cultura (1957), La formación de la conciencia nacional (1960), Peronismo y socialismo (1972), entre otros. La editorial Arturo Peña Lillo/Continente ha relanzado sus obras en 2010. 

[21] “A Ramos se debe la revalorización de la figura de Manuel Ugarte”. Norberto D´Atri. Pag. 161. Idem.

[22] “Entrismo” se llamó a una estrategia de infiltración que llevó adelante el fundador del PRT y el MAS, Hugo Bressano (alias Nahuel Moreno) en el peronismo en 1953. En la década del 60 y el 70 otros grupos de izquierda utilizaron esta táctica con resultados igualmente catastróficos. N. del A.

[23] Partido Revolucionario de los Trabajadores (periódico La Verdad) y Movimiento al Socialismo.

[24] Partido Revolucionario de los Trabajadores (periódico El Combatiente) y Ejército Revolucionario del Pueblo. Ramos se reunió en Tucumán con Roberto Santucho intentando en vano de disuadirlo del camino de la lucha armada, cuando aún en 1965 el militante santiagueño no había tomado las armas.

[25] En el Salón Príncipe George, de la calle Sarmiento, se realizó el homenaje donde tomaron la palabra, Carlos Bravo, Rodolfo Puiggrós, John W. Cooke y Jorge Abelardo Ramos.

[26] ´Sin duda la cabeza mas notable de su generación`…´ Explicaba a la manera socrática o yrigoyenista, sin poner nada por escrito`. Palabras de Jorge Abelardo Ramos al despedir a su compañero. México. Mayo de 1990. Centro Documental Jorge Abelardo Ramos y Que es el FIP. pág. 20. Ed. Sudamericana. Bs. As.1983.

[27] Entrevista al historiador Martín Rivadero. Julio 2012. Buenos Aires

[28] En la redada fue detenido junto a sus dos compañeros de la agrupación de estudiantes secundarios, Luis Alberto Murray y Enrique Rivera.

[29] A los 25 años, escribe esta obra de vanguardia, donde puntualiza la agenda del revisionismo histórico de los próximos años. Ed. Octubre. Bs. As. 1949.

[30] Ramos, Jorge Abelardo (agosto 1949) carta a sus padres y a su tía Elisa. Centro Documental JAR

[31] Guillermo Gasio, Revista Ñ Ed. Clarín 30/09/2011. La última edición revisada es de Peña Lillo/Continente 2011.

[32] “En esta obra Jorge Abelardo Ramos es quien compatibiliza, interpreta y reinterpreta como ninguno el pensamiento revisionista histórico argentino. Es como si tomara todos los libros viejos de la calle Corrientes y los ordenara de una manera brillante. La clave esta en la interpretación”. José Pablo Feinmmann. Filosofía aquí y ahora. Canal Encuentro. 3 de octubre 2011.

[33] Intelectuales convocados por el diario Clarín para una edición especial del milenio (2000) consideraron esta obra como una de las más influyentes del siglo XX. Con motivo del Bicentenario, escritores reunidos por la Biblioteca Nacional y por el Centro Cultural de la Memoria “Haroldo Conti” incluyeron este libro entre los imprescindibles de los últimos 200 años.

[34] Luis Alberto Rodríguez, carta del 12/06/2012 Centro Documental Jorge Abelardo Ramos CEJAR

[35] Idem

[36] “Bonapartismo” es una formulación que K. Marx utilizó en su obra El 18 Brumario de Luis Bonaparte. La era del bonapartismo fue el 5º tomo de la obra de Ramos, Revolución y contrarrevolución en la Argentina. Su última edición fue de Plus Ultra Bs. As. 1973. Las sucesivas fueron denominadas: La era del peronismo.

[37] “La persecución política y la marginación llevo a una depresión a J. J. Hernández Arregui, pero a la compañía  y el ánimo insuflado por Ramos se debe que Hernández Arregui realizara su primera e importante obra: Imperialismo y Cultura”. Arturo P. Lillo. Memorias de papel. Los hombres y las ideas de una época. Galerna, p. 63. 1988 y Las tensiones de un intelectual: J. J. H. Arregui pag.5 María Elena García Moral. Universidad Nacional de Mar del Plata. 2008

[38]  Idem. A. P. Lillo.

[39] Noble, Cristina. 2006. Jorge Abelardo Ramos, creador de la Izquierda nacional. Ed. Capital Intelectual. Buenos Aires.

[40] Idem.

[41] “Atribuimos la responsabilidad del atentado a la librería del Mar Duce a los retardados de la “Guardia Restauradora” o a gente vinculada de algún modo con el cura Meinvielle, que cuenta con protección de los servicios de inteligencia”. Centro Documental Jorge Abelardo Ramos. Carta de Ramos a Terzaga. Bs. As. 17 nov. 1964.

[42] Ramos, Laura. (1996) Las bibliotecas perdidas de Jorge Abelardo Ramos. CEJAR Centro Documental.

[43] Informe de Ramos al Congreso del Movimiento Patriótico de Liberación (MPL) donde propone su incorporación formal al peronismo. Centro Documental Jorge Abelardo Ramos, 27 de agosto 1994.

[44] Honorio Alberto Díaz (1987) “Jauretche desde Jauretche”  Ed. Mar Dulce.  Confirmado 18 de abril de 1968.

[45] La muerte lo sorprendió a Alfredo Terzaga antes de concluir esta obra. Su hijo Alfredo y el autor de estas líneas, compilaron la nutrida correspondencia de sus padres y preparan su publicación.

[46] El Regimiento de Cipayos de la India luchaba bajo el mando británico y era integrado por soldados y oficiales locales.

[47] Alberdi, Juan B. La Revolución del 80 Ed. Plus Ultra. Bs. As. 1964.

[48] Carta respuesta a C. E. Feiling. Centro Documental Jorge Abelardo Ramos Bs. As. 1994.

[49] Spilimbergo, Jorge Enea, entrevista. Investigación de Rolando Mermet. Reconquista-popular/2004-April/015645.html

[50] Declaraciones de Eduardo Fossati al periódico Izquierda Popular Nº 7 23 de noviembre 1972

[51] González Eduardo. (2012) Entrevista con el autor.

[52] Entrevista con el autor (2012)

[53] Pozzi, Pablo. (2004) Por las sendas Argentinas. El PRT EPR la guerrilla marxista. Imagot mundi. Buenos Aires.

[54] Tesis política nacional del X Congreso Nacional de Estudiantes. Lucha Obrera Bs. As .Nº 54 febrero 1971.

[55] Consigna del Partido Comunista Revolucionario, cuya expresión en la universidad fue el FAUDI. Se trataba de un grupo desprendido del PC pro soviético que ahora se convertía en pro chino.

[56] Julio Fernández Baraibar es dirigente del Partido de la Victoria y de Causa Popular. Entrevista con el autor, octubre 2011.

[57] Entrevista con el autor (2011)

[58] Idem. Spilimbergo, Jorge Enea.

[59] Fernández Díaz, Jorge (29 de mayo 2010): Kirchnerismo bolivariano del siglo XXI; (29 de enero 2006): Bienvenidos a la moda del neonacionalismo. Buenos Aires, diario La Nación.

[60] Participaron del encuentro con la Presidenta de la Nación: Mario ´Pacho` O` Donnell, Araceli Bellotta, Luis Launay, Eduardo Rosa, Marcelo Gullo, Ana Jaramillo, Hernán Brienza, Roberto Caballero, Leticia Manauta, Enrique Manson, Pablo Vázquez, Hugo Chumbita y el autor de este texto.

[61] Con motivo del decreto presidencial 1880 que instruye la creación de este centro de estudios, se generó en la sociedad argentina uno de los más ricos debates en materia historiográfica. Las pasiones llegaron a tal extremo que varios “académicos” -agotados sus argumentos- apelaron al agravio personal. El volumen de la discusión demuestra la oportuna llegada de esta nueva institución. 

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