García Marqués retrata a Hugo Chávez

  En sus tiempos de teniente de frontera, Gabriel García Márquez cuenta que Hugo Chávez un día atravesó la frontera sin darse cuenta por el puente de Arauca, y un capitán colombiano que le registró el morral encontró motivos materiales para acusarlo de espía: llevaba una cámara fotográfica, una grabadora, papeles con códigos, fotos de la región, un mapa militar con gráficos y dos pistolas de reglamento. Los documentos de identidad, podrían ser falsos. La discusión se prolongó por varias horas en una oficina donde el único cuadro era un retrato de Bolívar a caballo. “Yo estaba casi rendido -me dijo Chávez- pues cuanto más le explicaba menos me entendía”. Hasta que se le ocurrió la frase salvadora: “Mire mi capitán lo que es la vida: hace apenas un siglo éramos un mismo ejército y éste que nos está mirando desde el cuadro era el jefe de nosotros dos. ¿Cómo puedo ser un espía?”. El capitán, conmovido, empezó a hablar maravillas de la Gran Colombia, y los dos terminaron esa noche bebiendo cerveza de ambos países en una cantina de Arauca. A la mañana siguiente, con un dolor de cabeza compartido, el capitán le devolvió a Chávez sus enseres de historiador y lo despidió con un abrazo en la mitad del puente internacional. “De esa época me vino la idea concreta de que algo andaba mal en Venezuela” dice Chávez. En ese entonces contaba con apenas 23 años.

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