El gran Enrique Breccia
Por Claudia Peiró
Ignorado en su país, es ponderado de Venecia a Zaragoza, admirado por cineastas como Guillermo del Toro o John Carpenter, y un palacio italiano renacentista acaba de abrir sus puertas por primera vez a la historieta para exhibir su obra
A fines de marzo pasado, Enrique Breccia fue el invitado de honor del “Marzo de cómics” de Aragón; poco después, el 9 de abril, en Villa Pisani, un Museo Nacional veneciano, se presentó un libro suyo y se inauguró una muestra con sus originales. Guillermo del Toro ha adquirido varias obras de Breccia para decorar las paredes de su casa y tiene en carpeta un proyecto de film para cuya ambientación espera contar con su colaboración. Un interés y una admiración que no tienen el mismo correlato en nuestro país.
Lo más llamativo de la entrevista abierta que dos críticos españoles le hicieron a Enrique Breccia en Zaragoza en la 4° jornada del Mes de Marzo de Cómic de Aragón es la exaltada admiración hacia el artista argentino y el detallado conocimiento de toda su obra que exhibieron ambos especialistas.
Uno de los entrevistadores, Juan Royo Abenia, contó que en un Salón del Cómic de Barcelona había hecho 4 horas de cola para conseguir la firma de Breccia y no lo logró de tanta gente que había buscando lo mismo, por lo que tuvo que volver al día siguiente. Hoy es amigo del dibujante argentino y lo ha entrevistado varias veces. “Vemos la vida de forma muy parecida”, dice orgulloso.
Del público presente en la charla, evidentemente también muy informado, surgió la extrañeza por el hecho de que la obra de Enrique Breccia de los últimos años es casi desconocida en la Argentina y qué sentimiento le produce eso a él. “Dolor, mucho dolor. Yo estoy ninguneado -no voy a decir cancelado-, en Argentina me ningunean y yo lo lamento tanto porque amo entrañablemente a mi país”, respondió Enrique Breccia que desde 2012 está radicado en Italia.
Recientemente, el cineasta mexicano Guillermo del Toro dijo ser admirador de la historieta argentina y entre sus exponentes preferidos nombró a “Breccia”; la prensa argentina se apuró a aclarar entre paréntesis (Alberto), cuando el director se estaba refiriendo a Enrique y no a su padre, Alberto Breccia.
“77 pirulos y nadie sabe quién es Enrique Breccia en Argentina”, lamenta un amigo que lo conoce bien.
Divismo cero e incorrección política son dos factores que explican en parte esta injusticia. En la charla con los españoles, Breccia dirá que era feliz cuando vivía de amaestrar caballos, porque “no tenía que dibujar”. “He trabajado durante largos períodos en el campo y estaba muy contento, porque me ganaba la vida con los peones y a caballo, y porque no tenía que dibujar. No soy un dibujante químicamente puro, que si me sacan de la historieta languidezco y muero”, dijo.
“Con lo maestro que es, con lo importante que es, lo mismo tiene de humilde, que casi le da pudor que la gente se le acerque a saludar, a pedir autógrafos, como le pasa cuando lo reconocen como ese gran autor del cómic moderno que es”, lo describió Royo Abenia en su presentación.
“No tengo estudios académicos de ningún tipo”, respondió Breccia, cuando le preguntaron por sus comienzos. En el principio fue el grabado en madera y por eso su Vida del Che, esa obra que compartió con su padre, Alberto Breccia, en base a guion de Héctor Oesterheld, tiene la estética de contrastes en blanco y negro de la xilografía que, como él explica en la entrevista en Zaragoza, resultó la más apropiada para describir esa última etapa sacrifical de Guevara.
Cualquiera que hubiese ilustrado la vida del Che en 1968 seguramente haría alarde de ello o se dejaría lisonjear, pero él prefiere decir: “No fue un hecho revolucionario sino un simple trabajo por encargo…”
En la edición de este año de Marzo de Cómic, un evento organizado por la Fundación Caja Rural de Aragón para “contribuir a la divulgación del cómic como medio artístico y reivindicar su papel social”, fueron homenajeados cuatro representantes de este arte, uno por semana. La primera jornada fue el turno de la historieta estadounidense, la segunda, de la europea, la tercera, del manga y el cómic japonés, y la cuarta, el 29 de marzo pasado, “día dedicado a los grandes autores”, tuvo a Enrique Breccia como protagonista.
“Este ilustrador, pintor e historietista argentino, hijo de Alberto Breccia, es reconocido mundialmente en el ámbito de la historieta por obras como Alvar Mayor, El Sueñero o El Señor de los Halcones-decía la presentación oficial-. Se trata, posiblemente, de uno de los mayores talentos vivos de la historia del cómic”.
En cuanto a la incorrección política, Breccia rema contra la corriente, contra “la moda del posmodernismo líquido que vivimos -dice- que busca deliberadamente lo vulgar”.
Interrogado sobre la cancelación, la califica de “terriblemente negativa”. “Tiene un objetivo claramente político, es un intento de distraer de las verdaderas luchas que aún deben darse, sobre todo en el terreno de la justicia social”, sostiene. Esas luchas, dice, las deben encarnar los pueblos, y sobre todo los jóvenes, pero “se los está distrayendo con todas esas tonterías de las teorías de género, del veganismo… que son temas menores pero que a las élites les funciona porque no las cuestionan”.
“Ellos siguen haciendo sus negocios tranquilos mientras millones de militantes, que dicen combatirlas, son idiotas útiles de esas mismas élites”, agrega. “Es activismo de salón- afirma-, militancia sin riesgo: creen que diciendo todes están haciendo la revolución...¿Qué más quiere la elite mundial?
En la entrevista, Breccia anuncia que su próximo trabajo será sobre Magallanes, personaje que admira: “Creo que el descubrimiento y colonización de América es la empresa más grandiosa de la historia, infinitamente más importante que la llegada del hombre a la luna”. Pero, advierte, “España soporta la mayor fake news para desmerecer esa obra, el invento del genocidio denunciado por los anglosajones que en América del Norte exterminaron a todos los indios”.
“Fíjense que a los que fueron a Norteamérica se los llama colonos, en cambio a los españoles se les dice conquistadores, genocidas”, ironiza. “El indigenismo no defiende los derechos de los indígenas; es una herramienta de fragmentación. Porque el problema (de nuestros países) no es racial sino social. El criollo pobre también padece injusticia”, sentencia.
¿Su asignatura pendiente? “El Martín Fierro, es el libro capital de la literatura argentina y en algún momento antes de morirme lo voy a hacer”. Y explica: “Soy un criollo, un gaucho: es un modo de ver la vida, un sistema de valores muy ligado a la tierra, y a todo aquello que se quiere borrar: las tradiciones y la historia”.
Poco después del homenaje en Zaragoza, fue el turno de Venecia. El 9 de abril, en el Museo Nacional Villa Pisani en la localidad de Stra, región del Véneto, se presentó un libro y se estrenó una muestra de Enrique Breccia. La Villa es un palacio construido a principios del 1700 por los Pisani, una familia encumbrada de Venecia. En 1807, lo compró Napoleón Bonaparte. Desde 1884 es un museo nacional.
Esta es la primera vez que la Villa Pisani abre sus puertas a la historieta con la exposición de 19 dibujos originales y la presentación del libro Enrique Breccia Viaje a Venecia, publicado en ocasión de los 1600 años de la ciudad de los canales. El libro es resultado de un proyecto conjunto entre la asociación cultural VeneziaComix, la editorial veneciana Remer Comics y el Municipio de Venecia.
El libro contiene tres historias, con guión de Bárbara Pilon: dos historietas de 6 páginas cada una y un cuento con 6 ilustraciones. La primera, El delirio de Fra Mauro, es la historia de un fraile del siglo XV que, desde su claustro y casi sin haber viajado, hizo el primer mapa de Europa. ¿Quién le dicta esos conocimientos?, se pregunta. ¿Dios o el diablo? La segunda es una fábula sobre el último día de vida de un pescador de “moeche”, el cangrejo de la laguna veneciana. La tercera no tiene formato de historieta: son 6 ilustraciones sobre el viaje del navegante Pietro Guerini (s.XV) que naufragó y llegó por casualidad a la isla noruega de Rost donde pescan y preparan el bacalao seco que hoy es uno de los platos típicos de Venecia.
En síntesis, “tres historias que interpretan a la ciudad de Venecia entre realidad, historia, sueño y fantasía”, dice la presentación oficial, que anuncia que de este modo, Enrique Breccia, “maestro de la historieta argentina realiza un doble homenaje a la ciudad”: con la presentación de su última obra y la inauguración de la muestra, que estará abierta hasta el 8 de mayo.
“Además de su originalidad, que la vuelve única en el mundo, siempre me ha impactado el enorme peso de su herencia histórica como puerta entre Oriente y Occidente”, dijo Breccia en referencia a Venecia. “Las historias que componen el volumen están dedicadas a protagonistas de la historia veneciana. Son páginas muy trabajadas y que han llevado tiempo, no solo para diseñarlas sino sobre todo para tratar de reflejar estados de ánimo. En las tres historias, hay un profundo sentido poético y humanístico que representa un verdadero desafío para la interpretación gráfica. Eso me ha gratificado y estimulado muchísimo”, explicó.
Después de La vida del Che, Breccia trabajó durante 7 años para la editorial inglesa Fleetway bajo el seudónimo Norberto Buscaglia. El motivo por el cual usó un alias es desopilante. Cuando presentó sus primeros dibujos para esa casa editorial en la que ya trabajaba su padre, el editor se los rechazó, sugiriéndole que se dedicara a otra cosa: lo suyo no era el dibujo, le espetó.
“Estoy muy agradecido a Dios que me dio facilidad para cambiar de estilo”, dice Breccia, porque ante aquel rechazo y como verdaderamente necesitaba trabajar, presentó otras 6 páginas de un estilo completamente distinto y aduciendo que eran de un amigo.
En resumen, el “amigo” fue contratado de inmediato –”esto sí es historieta”, le dijeron– y el engaño duró 7 años. Su cuñado, Norberto Buscaglia, puso la cara ante la editorial.
Lo gracioso fue que, cuando Breccia presentó Alvar Mayor en otra editorial lo acusaron de estar plagiando a Norberto Buscaglia. “Ahí murió Buscaglia artísticamente y nació Enrique Breccia”, recuerda, entre risas.
En Italia, su trabajo más conocido es el que hizo en colaboración con el guionista Carlos Trillo: El Buen Dios, Alvar Mayor, El Peregrino de la Estrella, el surrealista Los Viajes del Marco Mono y El Reino del Azul. En 1983, realizó Ibáñez, con guion de Robin Wood, y al año siguiente El Sueñero y El Cazador del Tiempo, ambos con guion propio.
También adaptó a la historieta varias novelas clásicas como La isla del tesoro y Moby Dick. En 1987, vino otra adaptación, Lope de Aguirre.
A partir del 2000 trabajó para editoriales estadounidenses: hizo X-Force para la Marvel, y Batman Gotham Knights para la DC Comics.
En 2002, para Vértigo, fue Lovecraft, la vida en historieta del escritor H. P. Lovecraft con guion de Hans Rodionoff, uno de sus trabajos más admirados. Y luego también ilustró la novela En las montañas de la locura, de Lovecraft.
Además, fue el dibujante principal de Swamp Thing, serie en la que trabajó de 2005 a 2007.
En 2010, para la editorial francesa Delcourt, hizo la saga Les Sentinelles, cuyo protagonista era una suerte de Robocop en la Primera Guerra Mundial, en base a un guion del género llamado de “retro-ciencia ficción”. De este trabajo, la crítica francesa subrayó de modo unánime la expresividad y el realismo del dibujo que mostraba todo el horror de los combates. Y destacó la detalladísima reconstrucción de época, resultado de un trabajo documental que en ese entonces Breccia hacía desde su casa en un pueblo de la costa bonaerense.
En 2012, para Sergio Bonelli Editore, hizo una historia de Dylan Dog para el volumen 8 del Dylan Dog Color Fest, y Captain Jack de Tex Willer, en 2016.
Actualmente, para una editorial francesa, está dibujando el segundo tomo de Golgotha, de un total de tres, que es una historia de gladiadores en la Roma imperial.
El cineasta Guillermo del Toro compró 5 páginas originales de Lovecraft que, enmarcadas, cuelgan de la pared del living de su casa en Los Ángeles. Para explicar su admiración por el dibujante argentino, el director de Hellboy lo describe como “un artista que pertenece al mundo, que cubre el espacio vital del arte y la narrativa con una obra gráfica sorprendente y vital”. “Enrique Breccia cuenta historias – y muy bien – pero también genera arte de una enorme potencia y alcance. Heredero de una tradición enorme, no sólo por consanguinidad sino por oficio, que rebasa fronteras y le coloca sin duda entre los mejores dibujantes del mundo”, sostiene.
Del Toro no fue el único cineasta en interesarse en la obra de Breccia. John Carpenter, que prologó la primera edición de Lovecraft en los Estados Unidos, es fanático de El Sueñero, uno de los grandes éxitos de Breccia, historieta publicada originalmente en la revista Fierro en los años 80. Según Carpenter, el Sueñero sería un magnífico personaje de película.
Hace poco un medio local quiso entrevistar a Breccia. Luego de mucho insistir, logró que éste respondiera por escrito unas preguntas. Pero la entrevista no se publicó. Asomarse a algunos extractos de sus respuestas, basta para entender el porqué de esta censura.
“Valorar nuestra historia es reivindicar nuestras raíces identitarias -respondió por ejemplo acerca de su interés en la historia argentina e hispanoamericana-. Como dice el papa Francisco, ‘ir a las raíces, reconocerlas y ver lo que estas raíces tienen que decir el día de hoy’. El peronismo se basa en la idea de la continuidad – historia, religión, valores, familia, tradiciones – lo contrario del macrismo y el kirchnerismo que promueven la sustitución”.
Sobre El Sueñero: “Su temática sigue teniendo vigencia porque actualmente la penetración cultural se incrementó, promovida por ONG y lobbies internacionales de influencia global, con una agenda ampliada por la ideología de género, el indigenismo y el multiculturalismo, siempre apoyados por el cipayismo de los gobiernos locales de uno y otro signo político, que se dicen opuestos pero en esencia son lo mismo. Una muestra de esto es que el aborto propuesto por el gobierno macrista fue aprobado por el gobierno actual. Hoy día el Sueñero tendría mucho más trabajo que en los 80′…”
Por último, consultado sobre cómo se ve a la Argentina desde Italia, respondió: “Perón sostenía que la verdadera política es la exterior. Como nuestra dirigencia no lo lee ni lo sigue, la consecuencia es el amateurismo en las relaciones exteriores, y el resultado es la total irrelevancia que hoy tiene nuestro país en el mundo. El vínculo afectivo con Italia sigue existiendo, pero hechos como la remoción del monumento al ‘genocida’ Cristóbal Colón, donado en 1924 por la colectividad y el gobierno italiano, no ayudan”.
Fuente: Infobae.com