El día que murió Perón
Por Aldo Duzdevich
Eva Perón decía ” los grandes líderes son como cometas que se queman para iluminar un siglo”. Sin duda la gran figura política argentina del pasado siglo XX fue Juan Domingo Perón.
Un viejo dicho popular reza “nadie se muere en las vísperas, sino el día que le toca”. Una interpretación de la frase, es que nadie muere antes de haber cumplido su cometido. Y esta idea crea una especie de sentimiento de inmunidad frente a la muerte, común en los hombres y mujeres de poder, que se sienten predestinados a cumplir una misión. Pero, la biología no siempre se lleva bien con la historia, y a veces, quiebra ese mandato.
Esta introducción viene a que se ha creado la idea de que Perón, “sabía que se iba a morir” y no quiso o supo arreglar su herencia. Básicamente se habla del papel que le tocó jugar a su esposa Isabel y el creciente poder que asumió al lado de ella, un personaje oscuro, como López Rega.
No hay que hacer historia contrafáctica, pero imaginemos que en 2010 Néstor Kirchner estuviese en su segundo mandato con Cobos de vice. Hubiésemos tenido a Cobos presidente y muchos estarían criticando la imprevisión de Kirchner. Claro que tenía muchos menos años que Perón, pero compartía con él esto de “nadie se muere en las vísperas” y de no darle mucho crédito al consejo de los médicos.
Un hombre como Perón, que había gobernado Argentina durante diez años. Que había sobrevivido a un bombardeo para matarlo, y a varios atentados contra su vida. Que después de 18 años de persecución y exilio, regresaba a su tierra para ser reelegido presidente por el 62% de los votos, en ningún rincón de su voluntad y espíritu, cabía la idea de no completar su misión, o de morir “en las vísperas”.
Y tal fue así que, hasta pocos días antes de su fallecimiento, mantenía una actividad como presidente, propia de un hombre treinta años menor.
Perón tenía 78 años al asumir su tercera presidencia. Sobrellevaba problemas de salud correspondientes a su edad. Pero no tenía una enfermedad terminal, que le pusiese fecha a su muerte. Se puede decir, una persona a esa edad, sabe que no le queda mucho tiempo de vida. Puede ser… pero ese concepto no aplica para quienes sienten estar llamados por la historia a cumplir una misión.
Tomemos el ejemplo de otro argentino llamado por Dios y la historia. El Papa Francisco asumió su papado con 76 años. También padecía problemas de salud (vive con un solo pulmón) . Hoy tiene 85 años y lleva nueve de Papa. Se levanta a las 4,30 de la mañana, y duerme una hora de siesta, mientras desarrolla una agenda diaria agotadora.
Ante los rumores que lo jubilan por su “precaria” salud, responde a sus amigos en privado “ni a palos, me van hacer renunciar” . El viernes pasado, en un largo reportaje, la periodista de Telam Bernarda Llorente le consulta: “Se lo ve muy bien, Francisco. ¿Tenemos Papa y Francisco para rato?” – “Que lo diga el de arriba” responde Francisco. O sea, “yo no pienso morirme”, hasta que “el de arriba” resuelva que mi misión está cumplida.
Y si, Francisco no ha muerto en las vísperas, y está terminando de armar su sucesión y el andamiaje de cambios que dejará en marcha en la Iglesia. ¿Porque razón, Perón no iba a creer, que podía cumplir su tercer mandato presidencial y dejar la Argentina encaminada en la senda de la paz y el progreso?
Con lucidez hasta el último día
Otra de las versiones interesadas en tergiversar la historia es que, Perón “estaba lelo”, que solo tenía lucidez unas pocas horas al día, entonces esto permitía que su entorno decida por él. Sin embargo, basta con ver hoy el video de su discurso ante el Congreso el 1º de Mayo y el acto de esa tarde. O, el último acto en Plaza de Mayo el 12 de Junio, difícilmente alguien con pocas facultades cognitivas pueda pararse frente a una multitud de miles de personas e improvisar un brillante discurso como el que hizo ese día.
No estoy afirmando que su estado de salud fuese bueno, porque existe mucha evidencia en contrario. Pero, su voluntad y lucidez le permitía desempeñar plenamente su función presidencial. Al punto, de no suspender actividades que le demandaban un esfuerzo físico, no recomendable para un paciente de riesgo. Como lo fue su visita a Paraguay el día 6 de junio, donde aguantó de pie una largo desfile militar bajo una fría llovizna.
El 10 inauguró la Conferencia de Cancilleres del Plata. El 12 a la mañana habló por cadena nacional y a la tarde en la plaza. El 15 Isabel salió en gira por Europa. El 17 Perón recibió a la CGT para hablar de precios y salarios. El 20 realizó una larga reunión de gabinete. Recién el 28 Isabel regresó de su gira y el 29 Perón le delegó el mando. Seguramente desde meses antes, sus médicos le estarían recomendando moderar el esfuerzo y evitar tanta actividad.
Uno de los tantos testimonios sobre su estado físico y mental, lo da, el exmilitante de la JTP, Francisco Yofre (en su libro Vivir los 70) rememorando una reunión con la JP el 25 de abril de 1974. “Unos minutos después Perón entró con paso decidido para saludarnos con sus brazos en alto, en el típico gesto que lo caracterizaba. Todos nos pusimos de pie para recibirlo con un cerrado aplauso (…) Perón, que lucía un traje gris cruzado, aparecía distendido, de buen ánimo, y completamente dueño de la escena. En lo personal, me impresionó su absoluta lucidez. Eligió pronunciar un mensaje conciliador, sin utilizar expresiones polémicas, ni aludir a los evidentes enfrentamientos internos o achacar algún tipo de responsabilidad a ninguna de las organizaciones presentes.”
Su último legado
Francisco Yofre reconstruye el discurso de esa mañana : “Comenzó por afirmar que: «Yo vine al país para lanzar un proceso de liberación nacional y no para consolidar la dependencia. En todos los procesos políticos están aquellos que se oponen a los cambios prometidos, afirmando que no se los puede realizar en este tiempo, que es preciso esperar una mejor oportunidad para concretarlos. Esos son los retardatarios”.
“Después están los que dicen que no hay un minuto que perder, que hay que hacer los cambios todos juntos y de una sola vez. Esos son los apresurados. Yo estoy convencido que debemos hacer todos los cambios comprometidos en nuestra plataforma de gobierno, hay que hacerlos sin pausa, sin apresuramientos. Hay que hacerlos en su medida y armoniosamente”.
“El pueblo argentino ha debido luchar mucho para llegar hasta aquí, Por eso hoy reitero ante ustedes: Entre el tiempo y la sangre siempre elegiré el tiempo. Quiero que sepan que yo vine al país para unir y no para fomentar la desunión entre argentinos. Sepan que los enemigos están preocupados por nuestras conquistas, no por nuestros problemas. Ellos saben que hemos nacionalizado los resortes básicos de la economía y que seguiremos en esa tarea hasta no dejar engranaje decisivo en manos extranjeras”.
El 31 de mayo, Perón expuso ante el gabinete ministerial las pautas del Modelo Argentino, que había adelantado en su discurso ante el Congreso el 1º de mayo . Allí dijo: “El primer objetivo del Modelo Argentino consiste en ofrecer un amplio ámbito de coincidencia para que los argentinos clausuremos la discusión acerca de aquellos aspectos sobre los cuales ya deberíamos estar de acuerdo. (…) O profundizamos las coincidencias para emprender la formidable empresa de clarificar y edificar una gran Nación, o continuamos paralizados en una absurda intolerancia que nos conducirá a una definitiva frustración. (…) Los sectarismos no nos conducirán jamás a la liberación.”
“El mundo nos ha ofrecido dos posibilidades extremas: el capitalismo y el comunismo. Interpreto que ambas carecen de los valores sustanciales que permiten concebirlas como únicas alternativas histórico-políticas. Paralelamente, la concepción cristiana presenta otra posibilidad, pero sin una versión política, suficiente para el ejercicio efectivo del gobierno”.
“Alguna vez prediqué la armonía como categoría fundamental de la existencia humana; sigo creyendo en ella como condición inalienable para la configuración de la Argentina que todos anhelamos. Esa básica consonancia excluye la violencia e implica comprender que el único camino para la construcción fértil es partir de ideas, valores y principios, cuya práctica concreta no cercene el cauce de la paz”.
Esto pensaba el Perón de 1973, que no era el mismo de 1955. Dejaba atrás dieciocho años de exilio, de humillaciones y persecuciones sufridas y volvía descarnado en la inteligencia de cerrar la grieta del peronismo-anti peronismo. Convocó a sus viejos adversarios: Balbín, Frondizi, Solano Lima. Reconstruyó lazos, y propuso debatir un conjunto de ideas sobre las que una mayoría de argentinos pudiese coincidir. A eso le llamó: Modelo Argentino.
Un legado cuyos conceptos no han perdido actualidad y están esperando un nuevo liderazgo del siglo XXI que los encarne.
(*) El columnista es autor de Salvados por Francisco y La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón