Vecinos de Villa Insuparable denuncian fábrica ilegal y clandestina

Por Gabriel Sanchez

El insomnio es una de las peores cosas que existe, parafraseando al club de la pelea, no estás despierto y no estás dormido, todo lo demás pierde sentido, creo que esa es la excusa que encontré, para explicar la batalla, legal, mediática, barrial, política y psicológica que estoy dando contra una jodida fábrica, que hace 20 años que viene atemorizando, acosando, extorsionando y destruyendo las raíces mismas de la comunidad vecinal. 

Escarbar en la perversidad de Oscar Hector Lodeiro, simplemente me repugna, un parásito que sostienen sus fábricas ilegales por el Conurbano, sobreviviendo en la ilegalidad lo máximo que se puede, un improvisado, que parcha con corrupción su estupidez.

Pero yo no sabía nada de esto hace 1 año atrás, simplemente enloqueciendo y perdiendo la cordura, me dediqué a pelear con esa maldita máquina de hielo, que sacudía todos los cimientos de mi casa y no me dejaba dormir y si seguimos tomando de ejemplo al club de la pelea, el momento donde aparece Tyler Durden, es cuando llega el insomnio. 

Es que así empezó: Demente a las 4 mañana, después de haber dormido solo 10 minutos. Por eso, se me es difícil mantener la compostura. Por eso me resulta difícil mantener la cordialidad, sabiendo que soy el presidente de la Asociación de Vecinos de Villa Insuperable. Debería poder manejar el lenguaje técnico lo más sensato posible. Pero cuando escupo cada una de estás líneas, lo hago de una emoción visceral, casi infantil lo diría

Tengo absolutamente clara esa noche. Salté a las 4 de la mañana…En mi cabeza sonó como un maldito despertador antiguo, esos que tenían como una especie de martillo y campanas. Era la jodida máquina que me había dejado dormir sólo 20 minutos… 20 minutos en seis meses. 

Me puse las zapatillas y salí disparado a la fábrica, no me importaba nada, solo quería clemencia, sólo pedía una sola noche sin la máquina perforandome la cabeza y los tímpanos.

Pateé esa jodida puerta de metal… Estaban las luces apagadas.Sabía que estaban adentro, esas máquinas no se prenden solas. Volví a patear la puerta y después las volví a patear con más furia…

-Ojalá me lleven preso-. Recuerdo que pensé – Así por lo menos puedo dormir una noche.

Seguí pateando y dando piñas sobre la puerta de metal… Ya sabía que no iban a salir, simplemente estaba entregado, esperando a la policía y mi sucesiva detención. Me dolían los brazos y las piernas. 

Hasta que desde la sombra veo emerger una sombra, veo a una persona acercarse y absolutamente encabronado le digo: “¿Vos sos el dueño de esta fábrica?”. Casi ofendido, extiende los brazos a los costados y dice: “Soy un vecino… No hay nadie. Prenden las máquinas y se van.”

-¡Qué carajo!- grité – No hay nadie mientras esas máquinas laburan ¿Qué pasa si explotan?

¿De qué son?.

-Hacen hielo.

Se me heló la sangre, cuando escuché eso, tenía la experiencia de mi viejo que trabajó muchos años en una fábrica de hielo. Esas máquinas trabajan con amoniaco, una fuga y liquidan todo un maldito barrio.

Rápidamente entré en modo pánico y llamé a la policía. Nadie vino. El sueño se desvaneció. Al otro día me dediqué a llamar a organismos oficiales, desde el laburo. De una secretaría a otra. Mientras mi familia trataba de dar con algún ser humano responsable de esa fábrica.

Así es como entra en escena Alejandro: “el encargado, del encargado, del dueño que estaba en rosario” o algo así entendí. Me enteré que las máquinas no usaban amoniaco. Sólamente electricidad y el gas.

Casi agradecido, esa noche me arrastre hasta las cama con la sensación de que había protegido mi vida, me puse los tapones, una vez y algo pude dormir. 

Una tregua.

A los días todo volvió a empezar, solo 20 minutos, los tapones ya no servían. Llamadas que van y que vienen, Alejandro contándome su triste vida, que el dueño no lo atiende, que ya le dejó mensajes, que su lavarropa ya no andaba…. A veces me apagaba las máquinas y otras no. Pensaba en ese idiota, que sostenía un laburo como podía, un gil trabajador, igual que yo.

Así que en ciertamente lo entendía, pensé que realmente era el encargado del encargado.

Las noches sin dormir se seguían repitiendo, pero mi humor empezaba a cambiar, empecé a descuidar mi trabajo, era lo más parecido a un zombie, nada tenía importancia, empezaba a imaginar diferentes formas de hacer arder esa fábrica, solo pensaba en eso. Realmente era un zombie, pero no quería comer cerebros, quería dormir.

Sabía que si se solucionaba mi falta de sueño, todo mejoraría, mi vida volvería a agarrar rumbo. Después de pensar 150 diferentes formas de hacer arder esa fábrica, me aferré a la idea del estado, me pareció lo más sensato.

Me dediqué a llamar a secretarías, de una me pasaban a otra, horas llamando por teléfono… Pero era el camino que había elegido… A veces directamente no atendian el telefono. Y me aferré a la idea de que el estado me iba a defender, de una secretaría, a una sub y así llamando quién sabe dónde.

Estimado Gabriel. En primer lugar deberías hacer las denuncias correspondientes a nivel municipal.  Ante falta de repuesta podrías dirigirte a la Defensoria del Pueblo de La Matanza y presentar un reclamo formal o eventualmente ante el Defensor del Pueblo de la Provincia

El Defensor del Pueblo de la Nacion tiene competencia para intervenir ante acciones u omisiones de autoridades nacionales.

Saludos cordiales.

¿Cuál era el jodido siguiente paso?

Rápidamente me di cuenta que estaba solo ¿Pero si dejaba de estarlo? Sabía que si seguía insistiendo iba a encontrar a alguien, en algún lado, en algún organismo oficial, pero dependía de poco tiempo. 

Como una compuerta que se abre en mi mente, vienen todos los recuerdos que ese jodido lugar nos hizo pasar. 

Me acuerdo cuando tapaba de grasa las cañerías del barrio, cuando había moscas y ratas arrastrándose por las calle, olor a podrido inundando el barrio. Me acuerdo de mí mismo pasando por las calles y ver esos pibes explotados, en invierno, lavando achuras prácticamente en la vereda, con agua helada. Los miraba y esquivaba esos charcos de sangre y agua y aceite y pensaba que ellos estaban ahí ganándose el pan. Tolerar el olor a podrido me parecía razonable en su momento.

Hasta con resignación pagaba los gastos de destapar la cañería de mi casa, cubiertas de grasas.La grasa que esa fábrica desechaba me llegaba prácticamente a la cocina… Pero ahora, no poder dormir, era un derecho que ya no estaba dispuesto a negociar.

Empiezo a mirar alrededor de la fábrica, me acuerdo de la historia de un vecino que también tuvo que pagar para que saquen grasas de las cañerías, sigo mirando todas esas casas alrededor de la fábrica y empiezo a pensar en todos los vecinos que tienen o tenían sus vidas arruinadas por ese lugar.

¡Ahí cayó la idea! Tenía que buscar a todos esos vecinos que fueron jodidos por esta fábrica. También me di cuenta que a nadie le importaba una fábrica olvidada de La Matanza… A nadie más que a los que son afectados.

Me sugirieron que escriba un comunicado, que los pegue en el barrio… Y los fui haciendo… Pero yo sabía que necesitaba algo más. Me imaginé a mi mismo recorriendo las secretarías con mi carpetita de denuncias… Me imagine golpeando puertas con una carta de denuncias y ni siquiera sabía a quién denunciar, patético… Y lo hice:

Debía actuar rápido… Necesitaba un nombre para denunciar y necesitaba que algunos vecinos se sumen a la denuncia, que suponía iba a hacer en una fiscalía. 

Se me ocurrió una idea tan disparatada como genial y única. Debía fingir enojo y hasta demencia, salir a la noche a patear la puerta y ocasionar el mayor ruido posible y despertar a todos los vecinos y tratar de unirnos en la denuncia… O conseguir un nombre de algún dueño o accionista que sea responsable. Me pareció sensato, o encontraba un aliado en esas calles o conseguía alguien con más autoridad.

Cualquiera de las dos formas, era ganar o ganar. Así que, salía en las noches a patear un poco esa puerta. O esperaba a las 6.00 de la mañana; y como un idiota me paraba en las puertas abiertas de la fabrica y sacaba el celular. Me ponía a sacar fotos, cada tanto salía algún trabajador a amenazarme, me importaba poco, me paraba en el medio de la calle y les decía: “¿Acá estoy? ¿Quién me va a cagar a trompadas?”. Yo sabía que eran laburantes y tenían que ganarse el pan y  también cuidar el trabajo, pero a tanto no iban a llegar y para asegurarme, gritaba: “¿Dónde está el chupamedias del jefe que me va cagar a trompadas?”. Y así salían disparados para adentro de la fábrica. Seguía con mis fotos que no sabían para qué las ibas a usar. Y me iba con la esperanza de qué alguien, desde alguna ventana, hubiera visto el show que monté.

Yo seguía sin ningún nombre y ningún aliado. 

En una de esas noches pateando la puerta de la fábrica sale un vecino, no era el mismo del otro día… El problema de fingir demencia es que hay que ser muy buen actor; y yo no lo era… De verdad había perdido la cabeza.

Miro al vecino y le digo: “¿Qué mierda le pasa a este barrio, que deja que esta fábrica nos arruine la vida?.

“Nadie te conoce”, me dice.

Y era cierto, porque en realidad yo tampoco sabía quién era ese vecino ( Y dicho sea de paso, sigo sin saber). Para él yo era sólo un loquito pateando la puerta de chapa.

Cuando me di cuenta que de verdad había enloquecido, que estaba a punto de hacer una locura… Lo miro fijo y le digo: “De verdad la voy a cerrar”

Sólo larga una carcajada socarrona, no era la primera vez que había escuchado algo así. Sigo parado sin decir nada más y se acerca, como si me iba a decir un secreto. Me pareció extraño, porque estábamos solos en medio de la madrugada. Señala una casa y dice: “Ahí vive un pibe que ya denunció a la fábrica, hizo que dejaran de tirar grasas y sangre”. 

Casi saltó de alegría cuando escuche eso, pero traté de tranquilizarme y di dos pasos para atrás. “¿Es de confianza?”, le pregunté.

-Sí, sí, juntó un montón de firmas de los vecinos.

Pienso unos segundos y saco un papel de mi bolsillo y se lo doy. “Ese es mi número, que me llame”. El pibe pareció sorprenderse, agarró el papel, casi incrédulo. Lo mire y ahí pareció entender… Yo no era solo un loquito pateando puertas, por lo menos, no la mayor parte del tiempo.

Así aparece Lucas, un joven estudiante de abogacía que había dado una lucha bastante respetable contra la fábrica. Juntó firmas, preparó párrafos y artículos siguiendo la ley.

Por otra parte, yo estaba desesperado, quería un nombre donde encauzar la denuncia. “Oscar Lodeiro”, me dice.

Estaba extasiado, la bestia había emergido, desde las profundidades de sus grasas y su sangre y su aceite maloliente. Había emergido el Sauron de Villa Insuperable, La Matanza.

Las denuncias contra Lodeiro, por esa sola fábrica, van desde ratas por los desagües, acoso a las vecinas, maltrato, extorsión, amenazas. Cuando tuve las denuncias en mi mano simplemente no me pude imaginar que clase de denuncia tendrán las otras fábricas que tiene en el conurbano.

Le mostré todas las denuncias a una abogada amiga y me dijo “ya está la cerramos”. Pero empezó a dar largas explicaciones, escuche todos sus consejos, me parecía sensato, ella iba a armar una denuncia formal. 

Mientras ocupaba mis ratos libres en hablar con los demás vecinos, seguir sumando gente a la denuncia, negociaba algunas noches con la máquina apagada con Alejandro. Todo se iba armando lentamente. Buscaba asesoramiento con mis compañeros de laburo, de a poquito iba puliendo la denuncia con la ayuda y casi asesoramiento con esos compañeros que ayudaron.

Iba bien, dormía algunas noches y otras no. Hasta que un domingo a la tarde después de una semana agotadora, solo quería comer algo rico y dormir una pequeña siesta, después de tomarme una botella de vino. Era un forma de pago por las noches que no podía dormir en la semana, por las tensiones del laburo, por la destrucción psicológica que había ocasionado esa fábrica en mí y por toda la gente de mi alrededor que casi hago que me ejecuten.

Eran las cinco de la tarde del domingo, me desplome con mi cuerpo inerte en la cama, me había abandonado, no podía alzar las piernas en la cama… Cerré los ojos y habían pasado 10 minutos. 5 y 10 empieza a sonar la maquina, mis ojos simplemente se abrieron, me voy al baño en silencio y mis ojos estaban rojos, era absoluta maldad. Me mojo la cara y la rabia simplemente no se iba. Me empecé a vestir en silencio y me dije: “Estás es la ultima vez que ven al idiota patea puerta, este es el ultimo llamado que hago al barrio”.

Aspiré aire y salí con todas las denuncias en mi mano. Sabía exactamente lo que seguía. Alejandro vendría con la policía, porque lo llame absolutamente sacado, los vecinos escucharían el bardo y estarían atentos en sus ventanas. Muchos de ellos me dieron su palabra que saldrían en mi ayuda si algo pasaba.

Estaba parado en piloto automático, pateando la puerta y hablando con Alejandro, no me interesaba lo tenía que decir yo quería hablar con el maldito dueño del circo. En un momento, hasta algo sorprendido le digo: “Te van a dar el premio al empleado del mes, te estas inbolando por Lodeiro”. Como un maldito cohete llega acompañado de un patrullero, los mire y simplemente seguí parado ahí. También estaba listo para que me lleven en cana, casi como si pasaran en patines el patrullero se deslizó al lado mío, creo que los saludé con una pequeña sonrisa. Y se fueron y se perdieron en la esquina. 

Alejandro tomó aire para salir, y trato de calmarme, me pareció extraño, yo estaba en absoluta calma, yo solo quería el teléfono de Lodeiro o en su defecto de su abogado. 

Era la primera vez que lo miraba a los ojos, desde que bajó de la camioneta, un chantuli que sobrevive como puede (o eso pensé) tenía una barba candado, se vestía como si fuera a filmarse perros de la calle en 2010 y a él le tocará el papel del hijo del jefe los mafiosos. 

Lo miré y le dije: “No me interesas. Yo voy por la cabeza de Lodeiro o los Lodeiros”. Ahí pareció helarse, lo descubrí. Entró en modo pánico y me ofreció arreglarme la casa, me estaba ofreciendo, en otras palabras, un soborno. Para está altura ya había cambiado totalmente mis planes.

Empecé a maldecir por dentro, era para lo único que no me había preparado. Rápidamente le hice abrir de par en par la puerta de la fábrica y entré por primera vez. Mis sospechas se confirmaron. La máquina estaba pésimamente aislada, algo hecho por amateur, alguien que solo tenía plata y cero ideas.

Me apagó la máquina esa tarde, fingí que iba a pensar su oferta y subí a la terraza deprimido, por no haberlo visto. Toda la fabrica estaba sostenida por un completo idiota, todo improvisado, todo el lugar era oxido y aluminio. Lo mire Alejandro y lo descubrí, eran mas idiota que corrupto, pero sin duda tiene la sangre Lodeiro.

Habrá heredado esa fábrica por su cruel padre o tío o hermano Lodeiro o sobrino o yerno. Y trata de sostenerlo como puede, tratando de parchar cosas que no saben como funciona, afortunadamente más estupido, que corrupto, pero con sangre Lodeiro al fin (o por lo menos un Lodeiro en papeles).

Pero hoy casi un año después de dar esa primera patada en la puerta de la fábrica ubicada entre las calles Vito D. Sabia y Pedro Goyena (Dirección:Pedro Goyena 1698) Villa Insuperable, La Matanza. Ya no soy el mismo, me divertí pateando la puerta, hablando en las madrugadas con los vecinos, otros días lloré de la impotencia, me encerré en un mundo de pura venganza. Pero ahora empieza otra parte del juego, pero lo entiendo, suelo jugar con fuego bastante seguido los últimos meses, pero siempre desde el lugar que me exige este momento donde hoy me encuentra parado… Lo bueno es que estoy preparado… Lo malo es que sigo sin poder dormir bien…

Nota final:

Martes 02.00 am. Sigo sin dormir. A las 6 tengo que trabajar. Escucho ruidos en los techos.

Nada. Ruido de máquinas ¿Realmente lo escuché? Silencio. Algo no anda bien. La fábrica tiene acceso directo a mi terraza. Salgo. Subo. Ruidos de máquinas. 

Risas en la calle. Una camioneta delante de mi casa con las ventanas bajas y una chica sonriendo y mirándome fijo ¿Esto es normal? ¿A esta hora y en la puerta de mi casa? Puede ser.

Me estoy volviendo supersticioso. Todos los días apuñalan a alguien para robarle ¿Paranoia? ¿Sensación de inseguridad? Sigue la camioneta ahí…Pienso en un nombre…¿Puede ser? Por supuesto que puede ser. Con las historias que te conté.

Gabriel Sanchez

vecinosdeinsuperable@gmail.com 

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