El regreso de Perón después de 17 años
Se cumplen 50 años del regreso del líder peronista al país. El 17 de noviembre de 1972 -estando todavía en el poder el dictador Alejando Agustin Lanusse- luego de 17 años de forzado exilio. Perón va a estar en Buenos Aires hasta el 14 de diciembre, para luego regresar a Madrid. Esta es la historia previa a ese día.
La palabra Volver esta imbricada en el mito originario del peronismo. Volvió Peron de la prisión de Martin Garcia un 17 de Octubre de 1945. Se inmortalizó a Evita con la frase de Tupac Katari, “Volvere y seré millones”. Los jóvenes peronistas del 55 transformaron la cruz dentro de la V (pintada por los “libertadores”) en una P, y crearon el logo más repetido de la historia: Perón Vuelve. Intentó volver Perón en 1964. La Juventud Peronista de los 70 encabezó la campaña del “Luche y Vuelve” . Volvió Perón 17 años.
Derrocado y condenado al exilio en 1955, Perón inicia un largo peregrinar por Paraguay, Panamá, Venezuela y Dominicana, hasta instalarse en Madrid en 1960. La dictadura iniciada se había propuesto borrar todo vestigio del peronismo. Apelaba a la proscripción política, la persecución judicial, la represión, la compra de dirigentes, e incluso a la eliminación física de Perón.
Desde miles de kilómetros, sin los medios modernos de comunicación y sufriendo las campañas de desprestigio en su contra, Perón iba perdiendo fuerzas. Del 64 % de los votos obtenidos en 1954, (elección de vicepresidente) los llamados al voto en blanco del peronismo no superaban el 25%.
El 2 de diciembre de 1964, gobernaba el demócrata radical Arturo Illia. Perón supuso que no se le iba a prohibir regresar al país, y se embarcó en un vuelo de Iberia con destino final Montevideo. Sin embargo, las convicciones democráticas de Illia tenían sus limites, y se apuró a negociar con la dictadura brasileña, que detuviera el vuelo en la escala de Rio de Janeiro. Bajo amenaza de derribar el avión (con 100 pasajeros dentro) Perón y su breve comitiva fueron devueltos a España.
El onganiato
El gobierno de Arturo Illia, que había asumido con el peronismo proscripto y con tan sólo el 25% de los votos, demostró no estar a la altura de las exigencias del partido militar. En 1966, el General Juan Carlos Onganía fue el encargado de desplazar a Illia y asumir la presidencia de facto en nombre de la Revolución Argentina.
Onganía decía que la “Revolución Argentina” no tenía plazos sino objetivos. Esos objetivos políticos eran básicamente dos : esperar la muerte de Perón y el peronismo, y segundo impedir que en Argentina se instalasen las guerrillas revolucionarias que llegaban al continente alentadas por la Revolución Cubana. El “morsa” como una revista bautizó a Onganía terminó cumpliendo sus dos objetivos exactamente al revés: se instalo la guerrilla y regreso Perón y el peronismo al gobierno.
El desalojo de docentes y estudiantes de las universidades públicas, el 29 de Julio de 1966, conocido como “la noche de los bastones largos”, dio inicio a una feroz política autoritaria.
La escalada represiva determinó la radicalización de sectores medios universitarios, que se acercaron a tradiciones políticas nacionales, fundamentalmente el peronismo. De esta manera, en el movimiento estudiantil comenzaron a darse reacomodamientos.
“Obreros y estudiantes unidos y adelante”
Las divisiones en el interior del movimiento obrero organizado dieron surgimiento en 1968 a la CGT de los Argentinos, conducida por el dirigente gráfico Raimundo Ongaro. El otro sector sindical, pasó a denominarse CGT Azopardo. El secretario general era Vicente Roqué, pero el verdadero hombre fuerte de esta central era el metalúrgico Augusto Timoteo Vandor.
En un análisis de situación publicado en octubre del 68, dice el General Perón: “No hace mucho tiempo ha aparecido una C.G.T. de los Argentinos, opositora a ultranza, es decir que se opone al colaboracionismo y no obedece a las consabidas “trenzas”. Ha iniciado su acción por una lucha abierta y decidida contra la dictadura militar. Se oponen a ella, disimuladamente, además de todo lo influenciado por la dictadura, la C.G.T. de Vandor y Alonso con la cooperación de los dirigentes comprados o influenciados por ese sector. Entretanto, los “independientes” simulan trabajar para la unificación del Movimiento Obrero, pero en realidad de verdad, obedeciendo a presión de la dictadura y sus agentes o influenciados por el imperialismo yanqui con el que están en conexión”
El grupo de la CGT de los Argentinos tenía varias particularidades: la relación dinámica con las regionales del interior, el acercamiento a sectores eclesiásticos como el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, la publicación de un periódico (dirigido por el periodista Rodolfo Walsh) y una fuerte presencia estudiantil. Militantes que venían recorriendo hacia tiempo los caminos de la Resistencia recibieron con buenos ojos la impronta disruptiva de esta central sindical.
Si la irrupción de la CGT de los Argentinos representó un polo de atracción sindical para sectores estudiantiles, el Cordobazo sería el punto máximo de confluencia entre los sectores obreros y de estudiantes. El levantamiento popular cordobés logró sublevar a todo un pueblo contra las fuerzas represivas y puso en jaque a la dictadura de Onganía, en un contexto de creciente conflictividad social.
La retirada de la dictadura
Los cierres de los gobiernos dictatoriales en nuestra historia han tenido un signo que los emparenta con la caída de los gobiernos surgidos por el voto: el agotamiento. En ningún caso hubo un acto único, de las masas revolucionarias que expulsaron a los militares. Siempre el repliegue estuvo precedido de: un deterioro de las condiciones económico-sociales; clima de protestas cada vez mayores y eventos que aceleraron los tiempos y precipitaron la retirada.
Las rebeliones populares del 69-70, “Rosariazo”, “Cordobazo” y otro largo listado explosiones populares en distintas ciudades del interior, iban marcando el fin de la dictadura. En su frente interno Ongania recibe el golpe de gracia, con el secuestro y ejecución de Aramburu llevada a cabo por Montoneros.
El 8 de junio de 1970, la Junta de Comandantes lo desplazó y designó presidente al general retirado Roberto Marcelo Levingston. Durante su gobierno, la rebelión popular lejos de decaer, siguió creciendo.
Mientras tanto, Perón volvía a tomar la iniciativa desde el exilio. En noviembre de ese año, lanzó la organización multipartidaria “La hora del Pueblo”, integrada por peronistas, radicales, intransigentes, conservadores populares, desarrollistas y espacios políticos provinciales. El objetivo común de estos sectores era la normalización institucional en elecciones libres.
En marzo de 1971, Levingston nombro gobernador de Córdoba a José Camilo Uriburu, quien declaró, que durante su gestión “cortaría la cabeza de un solo tajo a la serpiente marxista infiltrada entre los cordobeses”. Esta declaración tuvo como respuesta una importante movilización popular conocida como “Viborazo”, que logró la renuncia del gobernador militar Uriburu y se llevó puesto al mismísimo Levingston.
Lanusse y el Gran Acuerdo Nacional
Ante este panorama, la Junta de Comandantes nombró a Alejandro Agustín Lanusse en la presidencia. El hombre fuerte del partido militar protagonizaría junto a Perón una de las partidas políticas más interesantes de la historia reciente de nuestro país.
Mientras tanto, Perón volvía a tomar la iniciativa desde el exilio. En noviembre de ese año, lanzó la organización multipartidaria “La hora del Pueblo”, integrada por peronistas, radicales, intransigentes, conservadores populares, desarrollistas y espacios políticos provinciales. El objetivo común de estos sectores era la normalización institucional en elecciones libres.
La dictadura impulsa un plan político llamado Gran Acuerdo Nacional (GAN). Lanusse – como muchos militares argentinos – aunque lo odiaba, soñaba en convertirse en el nuevo Perón. Su plan era conseguir un acuerdo con el peronismo para dar una salida electoral, y convertirse él, en presidente, incluso llevando un vice peronista.
Perón no lo desalentó, al contrario, recibía sus emisarios y los escuchaba. Algunos de ellos, como el embajador Rojas Silveira, terminaban seducidos.
Mientras tanto el General ponía a Rucci frente a la CGT para movilizar al movimiento obrero y daba amplio apoyo a las organizaciones armadas y grupos juveniles que golpeaban al régimen por izquierda. También, bendecía a las logias de militares nacionalistas, que alardeaban de golpes cada seis meses. Lanusse fue entrando en la trampa.
Ajedrez del regreso
El primer movimiento de Lanusse fue un gesto de apertura. El flamante presidente de facto recibió en Casa Rosada a los dirigentes José Ignacio Rucci, Adelino Romero y Rogelio Coria para hablarles acerca de la posibilidad de regresar al país el cadáver de Evita Perón.
Con la misma propuesta bajo el brazo envió al coronel Francisco Cornicelli para dialogar con Perón a Puerta de Hierro. En ese encuentro, Cornicelli también le ofreció al general Perón el pago de todos los sueldos atrasados y la apertura de negociaciones para su regreso. A cambio, Lanusse pretendía arrancarle a Perón una declaración de repudio contra el accionar de las organizaciones armadas en el país.
Meses después, Perón recibió a los cineastas Fernando Solanas y Octavio Getino en España para filmar un extenso reportaje titulado “Actualización Doctrinaria para la toma del poder”. En el film, el general abundaba en gestos y guiños para el sector ubicado más a la izquierda del movimiento, con referencias a Mao, Lenin y la Guerra Revolucionaria.
En el mes de septiembre, Perón logró avanzar unos casilleros en las tratativas con el gobierno argentino de facto. Acordó el pago de los haberes adeudados, la restitución de su busto a la Casa Rosada, el fin de los efectos de la excomunión en su contra y, fundamentalmente, la devolución del cadáver de su compañera, Evita.
Poco tiempo después, Lanusse realizó oficialmente el llamado a elecciones, fijando como fecha para los comicios el 11 de marzo de 1973. Con las negociaciones encaminadas con dirigentes peronistas como Paladino, que jugaba a dos puntas, Lanusse se perfilaba como candidato presidenciable en tanto autor de la pacificación del país.
En este contexto, Perón encaró la re organización del Consejo Superior Justicialista, sumando a la al mismo a Rodolfo Galimberti y Julián Licastro, en representación del sector más radicalizado, y al teniente coronel retirado, Jorge Osinde, como expresión del sector más ortodoxo.
En la misma jugada de re-ordenamiento interno, Perón desplazó a Paladino de la conducción táctica, acusándolo de haberse convertido en “delegado de Lanusse frente a Perón” y el 9 de marzo de 1971 nombró a su nuevo delegado, Héctor J. Campora.
Al mismo tiempo, el general empezó a delinear su armado político y lanzó el Frente Cívico para la Liberación Nacional (FRECILINA), antecedente del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI), presentado como una alianza cívica, no electoral, constituida “por todas las fuerzas que de una u otra manera anhelan liberar al país de las desgracias que lo azotan”. De esta manera, Perón pretendía garantizar la salida institucional en elecciones libres, terreno en el que se sabía infalible.
“A Perón no le da el cuero” dijo Lanusse
Para obstaculizar la estrategia de Perón, Lanusse impuso una cláusula legal prohibiendo la participación de todo aquel que no tuviera residencia permanente en el país antes del 25 de agosto de este año. De esta manera, Lanusse presionaba a Perón acortándole los tiempos.
En esos días, Lanusse exclamó en un acalorado discurso frente a sus compañeros de armas: “Si Perón necesita fondos para financiar su venida, el presidente se los va a dar. Pero aquí no me corren más a mí, ni voy a admitir que corran más a ningún argentino diciendo que Perón no viene, porque no puede. Permitiré que digan: porque no quiere. Pero en mi fuero intimo diré: porque no le da el cuero para venir”.
Juan Manuel Abal Medina recuerda: “contrariando la leyenda gorila…el general era un hombre de mucho coraje físico, como buen paisano, el coraje era una cosa natural en él. Cuando yo le leí las declaraciones de Lanusse que “no le daba el cuero” soltó una carcajada, le causo mucha gracia…”
La posibilidad de que Perón no regresase interpelaba la memoria histórica del pueblo que ya había visto frustrado su regreso con anterioridad. En este clima de incertidumbre, un hecho torcería todos los pronósticos.
La Masacre de Trelew
El 15 de agosto de 1972, un grupo de prisioneros pertenecientes a las organizaciones armadas ERP, FAR y Montoneros, llevaron a cabo una planificada fuga del penal de Rawson. El operativo preveía una fuga de adentro hacia afuera, es decir, la toma del edificio penitenciario desde el interior para luego darse a la fuga. Afuera, el apoyo externo debía encargarse de secuestrar un avión y recoger a los fugados del penal para llevarlos hasta el aeropuerto.
Un error de comunicación entre el grupo de apoyo y los militantes fugados, determinó que sólo el primer grupo, integrado por los 6 jefes de las organizaciones, llegara a tiempo al aeropuerto. Los 19 militantes restantes, arribaron al punto de encuentro cuando el avión se encontraba despegando rumbo a Chile.
Fracasada la fuga, el grupo de los 19 se atrincheró en la torre de radio y exigieron una conferencia de prensa para obtener garantías antes de entregarse. Esa misma noche, en las instalaciones de la Marina, los 19 recapturados prisioneros fueron fusilados. Tres de ellos, Alberto Miguel Camps, María Antonia Berger y Ricardo René Haidar, milagrosamente sobrevivieron. La versión oficial sostuvo que las muertes se habían dado en ocasión de fuga, sin embargo, los sobrevivientes develaron la farsa militar.
Los muros de toda la Argentina, se llenaron con las consignas “La sangre derramada no será negociada”; “Lanusse Asesino” y “Gracias Chile” por la actitud de Allende de dar cobertura a los que habían logrado escapar al país trasandino.
Perón desde Madrid, condeno enérgicamente lo que llamó “una masacre de jóvenes argentinos” y “un verdadero genocidio”, concluyendo en forma tajante: “no hay más violencia que la de arriba, ejercida por el propio gobierno”.
La Masacre de Trelew conmocionó al pueblo, que salió a las calles a reclamar justicia por los fusilados. El hecho tuvo tal dimensión que representó una bisagra en aquella coyuntura. La masacre generó un afluente militante impresionante y, fundamentalmente, dejó expuesto al gobierno de Lanusse ante el conjunto del país, como el responsable de la masacre de jóvenes prisioneros a sangre fría. El Gran Acuerdo Nacional pasaba a ser historia.
Operativo Regreso
Para llevar a cabo las negociaciones con el gobierno y organizar el Operativo Regreso, se creó una comisión en la que se encontraban representados distintos sectores del peronismo: la rama femenina, la rama sindical y la rama política. Allí sentó Cámpora al joven Juan Manuel Abal Medina, hermano del asesinado fundador de Montoneros, Fernando Abal Medina. La iniciativa de incorporarlo a la comisión había salido de los dirigentes José Ignacio Rucci, Lorenzo Miguel y Héctor Cámpora, que preocupados por la creciente tensión entre el sector sindical y la “Tendencia Revolucionaria”, vieron en Abal Medina una figura conciliadora.
“Yo era muy amigo de Antonio Cafiero, cuenta Abal Medina, y en su casa, nos reuníamos un grupo grande de peronistas de distintos sectores, allí conocí e hice amistad con Lorenzo Miguel y luego con el “petiso” Rucci, esto fue un tiempo antes, unos años antes al 72…”
Oficializado el “ascenso” de Abal Medina, Cámpora informó públicamente que el día 17 de noviembre, el general Perón regresaría al país. El anuncio fue acompañado por una solicitada en la que el propio Perón decía: “Antes que noticias malintencionadas puedan llegar al pueblo argentino, deseo ser yo quien les informe sobre mi proyectado viaje a la Patria. […] un mandato interior de mi conciencia me impulsa a tomar la decisión de volver, con la mejor buena voluntad, sin rencores que en mi no han sido habituales y con la firme decisión de servir, si ello es posible”.
Sin embargo, en el gobierno seguían creyendo que el regreso de Perón no iba a ocurrir. Días previos al 17 de noviembre, el gobierno reúne a Abal Medina y Rucci para advertirles que lo mejor era que Perón no aterrizara en Argentina. Los dirigentes, respondieron que eso era imposible. Los emisarios de Lanusse insistieron, pero Rucci les contestó con firmeza: “Mejor que el General llegue porque si no declaramos una huelga general por tiempo indeterminado”. Se acercaba la fecha del regreso y la tensión se sentía en el aire.
(*) El columnista es autor de“La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón” y “Salvados por Francisco”.
Fuente: LM Neuquén