Entrevista a Mario Kestelboim: y montoneros se fue a la guerra…
Por Aldo Duzdevich*
El decano de Abogacía de la UBA de 1973 a 1974 murió el 29 de noviembre pasado, a los 82 años. En 2008 dio su testimonio para un libro. Esa charla, nunca publicada en su totalidad, es reproducida a continuación, como homenaje.
El 29 de noviembre pasado, murió Mario Kestelboim, abogado y militante peronista, decano de la Facultad de Abogacía de la UBA de 1973 a 1974, durante los gobiernos de Cámpora y Perón. En diciembre de 2008, Norberto Raffoul y Rodolfo Beltramini, coautores junto con quien esto escribe, del libro La Lealtad – Los montoneros que se quedaron con Perón, grabaron una extensa entrevista con Kestelboim, que formó parte de la investigación para ese libro, pero nunca fue publicada en su totalidad. Se la reproduce ahora a modo de homenaje.
— En el libro de Florencio Monzón (h) “Llegó carta de Perón”, hay un elogio hacia tu persona porque vos renunciás al decanato aún teniendo el apoyo de la propia Juventud Peronista.
— Lo que pasa es que los montoneros se habían desviado, se habían extraviado. Esta soberbia, a la que hemos hecho referencia, los lleva a declarar la guerra a un gobierno elegido, en una situación internacional muy complicada, con golpes de Estado de la derecha pinochetista en Chile, en Uruguay, en Bolivia. En un contexto internacional horrendo, estos muchachos no tienen mejor idea que declarar la guerra y además en conferencias de prensa, con la presencia de los líderes de los distintos frentes. Yo viví muy mal la división de la Juventud Universitaria Peronista, la JUP, que iba reflejando la división que se había dado en Montoneros. Porque junto con la unificación de Montoneros con las FAR, instantáneamente se produce el conflicto interno dentro de esta organización que hace la escisión del grupo que se autodenomina Lealtad, en contraposición con los orgánicos de Firmenich. Lo que se me reclama, por parte de las organizaciones del frente que permanece en Montoneros, es que prescinda -en los equipos de gobierno y de conducción de la facultad- de los compañeros que estaban nucleados en Lealtad. La mayoría de los compañeros de Lealtad tenían predominio en ADUP, en la agrupación de docentes; en tanto que eran significativos pero no mayoritarios a nivel estudiantil. La mayoría estudiantil era de la JUP oficial y la minoría era de la JUP Lealtad; entre estos últimos estaban Alberto Iribarne y Juan Pablo Cafiero.
— ¿Pretendían que los echaras?
— Que echara a los docentes de la ADUP Lealtad de los cargos de conducción que tenían en la Facultad, que eran de secretarios de los distintos departamentos. Eran secretarios de departamentos Jorge Urriza y el Chango Da Rocha. A pesar de eso, la gente de Lealtad me cuestionaba. Algunos amigos de Lealtad organizaron una reunión con “Croqueta” Ivancich para explicarle que ellos tenían un origen muy parecido al mío y que yo no tenía arte ni parte en esta disputa; que la presenciaba con mucho dolor porque eran compañeros que se peleaban. Como en su momento había presenciado el conflicto de la gente que se desvía al MRP (Movimiento Revolucionario Peronista) de Héctor Villalón y los que seguían en el MRP de John William Cooke. A estos enfrentamientos yo los vivía como una pelea entre hermanos, que definitivamente lo eran. Cuando se produce esta declaración de guerra de la organización político-militar Montoneros, con todos los demás frentes, yo considero que está agotada la posibilidad de participación en una estructura que está dirigida, oganizada y conducida por ellos. Entonces formulé mi renuncia. Largué la versión de que me había ido a Perú pero lo que hice fue dejar de circular por los lugares habituales, me sumergí en la clandestinidad durante unos meses.
— Exilio interno.
— Exilio interno, sí. Y en el mes de marzo del ‘75 volví a mi actividad, volví a vivir en mi casa, volví a mi estudio profesional. Hasta que, producido el Golpe, me cuentan que unos días después, en mayo, se produce el secuestro de Mario Hernández y de Roberto Sinigaglia. Mario había sido mi secretario académico y Roberto, socio en mi estudio, además docente en la facultad durante mi gestión. Me preocupo y junto con otros colegas pedimos información sobre la situación que estarían atravesando, no teníamos idea de la magnitud del genocidio y no teníamos información de cómo estaban dándose las cosas. E hicimos un contacto con un periodista. El periodista, que sí sabía de qué se trataba, en lugar de preguntar por Hernández y por Sinigaglia, pregunta por mí. Y la respuesta que recibe es que si yo estaba loco, que como seguía jugando con mi suerte, que me fuera. A través de algunos amigos conseguí un pasaporte actualizado y el 27 de mayo de 1976, dos meses después del Golpe, me fui a México y volví apenas restablecido el orden democrático. En marzo del ‘84, tan pronto me levantaron -haciendo lugar al habeas corpus- el pedido de captura que permanecía asentado en la policía, pude regresar al país.
— ¿Cómo viviste vos, estando al frente de un decanato, siendo parte del gobierno, la acción de Montoneros que termina con la vida de José Ignacio Rucci?
— Con una gran sorpresa, una gran conmoción. No puedo negar que todos pensábamos o suponíamos que esto había sido una acción o de la CIA o del ERP. Nadie podía suponer en aquel momento que algún compañero o alguna agrupación de compañeros hubiera podido participar, más allá de toda evidencia posterior. No había indicios en aquel momento, estamos hablando de septiembre del ‘73, a 48 horas del pronunciamiento electoral favorable al General que había logrado 62% de los votos. A posteriori, uno podría haber interpretado como un indicio algo que pasó en la manifestación del 31 de agosto del ‘73. Ese fue uno de los pocos actos electorales de la campaña para la elección presidencial del general Perón, que consistió en un desfile frente a la CGT, donde -no por casualidad y visto después por supuesto- cuando pasaron las columnas nutridas de la Juventud Peronista no hicieron otra cosa que insultar a Rucci, quien debió retirarse del balcón. Eso apareció como una situación diferenciada a la que se dio con el entonces líder metalúrgico, Lorenzo Miguel, que no fue objeto de insultos ni tuvo necesidad de retirarse del balcón y permaneció junto al General. Es decir, se vivió eso seguramente como un enfrentamiento entre dos alas del movimiento obrero en la cual la Tendencia se había manifestado con simpatía a las posiciones que llevaba Lorenzo Miguel y en contra de lo que representaba Rucci.
— ¿Había otros roces o cuestionamientos de esos sectores juveniles hacia Perón?
— Ya para esa época, septiembre, octubre del ‘73, comenzaba a haber un runrún de diferencias, de enfrentamientos o de cuestionamientos de la juventud maravillosa respecto al líder; se comenzó a percibir ciertos conflictos o ciertos cuestionamientos. Lo que puedo decir es que, manteniendo la vieja relación con la gente del Comando Nacional Peronista, veía con mucha simpatía a estas organizaciones que tendían a la reconstitución de este frente nacional, bajo la conducción de Perón por supuesto, y en la medida de sus potencialidades, de sus fuerzas, que participaran en el gobierno. No recuerdo claramente si, previo al día de la asunción del 25 de mayo, algunos compañeros de la Tendencia ya se imaginaban ocupando ministerios. La verdad, me parecía una cosa muy poco factible, más bien delirante, que Rodolofo Ortega Peña después fuera Ministro de Trabajo del gobierno que se iba a instalar el 25 de mayo. Me llamó inclusive la atención que Esteban Righi fuera Ministro del Interior [en el gabinete de Cámpora], cuando todo hacía suponer que, por su vinculación con los hijos de Cámpora y con el propio Cámpora, podía ser hasta Ministro de Justicia, pero no de Interior. Fue una sorpresa muy grande que Righi fuera nombrado Ministro del Interior; y él era lo más cercano a nosotros.
— Podríamos decir que Perón fue generoso en el reparto de las cuotas de poder: cinco provincias, la universidad, algunos ministerios.
— Sí. Y provincias significativas, como Buenos Aires, Mendoza, Córdoba, Salta y Santa Cruz, más las Universidades y otros espacios de gobierno. Yo coincido en que fue generoso en el reparto de las cuotas de poder.
— Tu reflexión como hombre que se integra al justicialismo ya en la década del ‘50. ¿este cuestionamiento al liderazgo de Perón, tal vez tendría que ver con que era muy reciente la militancia dentro del movimiento nacional justicialista de algunos compañeros de la JP?
— Eso podría ser. No se notaba en dirigentes más veteranos, Perón era incuestionable en los sectores más radicalizados, entre lo que podría ser la mesa de agrupaciones políticas y gremiales del peronismo combativo o del peronismo revolucionario. Es decir, eso no se escuchaba por ejemplo con Alfredo Di Pascuale, ni con Jorge Rulli, ni con Cacho El Kadre, ni con Pancho Gaitán, con los compañeros de larga trayectoria peronista. No era lo común. Lo normal era un respeto al Viejo, a la política, a la conducción y cada quien tratando de llevar agua para su molino, pero respetando el liderazgo de Perón. Es decir, fuera del peronismo no éramos nada, dentro del peronismo podíamos ser en la medida que Perón nos reconociera. Un poco era eso. En cambio lo otro -no es para usar un término de Giussani- pero la soberbia armada que detentaban los compañeros de esta organización [Montoneros] estaba fuera de toda realidad y era un delirio.
— Hay un tema recurrente, en los medios, en la opinión pública, y es que Perón primero se valió de la Juventud Peronista y después se apoyó en otro sector, incluso promovió la Triple A.
— Yo no lo veo a Perón promotor de la Triple A. Tengo la sensación de que la Triple A es un fenómeno posterior. Pudo haber habido algún hecho de violencia -como de hecho lo hubo- pero como organización, como estructura, como desarrollo de una política de exterminio de la militancia, esto claramente se produjo después de la muerte de Perón. Antes hubo episodios aislados pero episodios que terminan además como correlato a otros episodios de la misma o de mayor gravedad. Pero no me parecería que fuera la política. Ahí se abría una lucha por el poder que con el clima de violencia generalizado hizo incurrir a algunos protagonistas en acciones no queridas, o supuestamente no queridas, fuera de toda posibilidad de trabajo en conjunto. La verdad es que fueron años muy dolorosos, había compañeros de uno y otro lado.
— Retrocediendo un poco en el tiempo, contanos cómo se inició tu militancia en el peronismo.
— Mi primera incursión militante fue con motivo de este proceso de privatización de la educación superior, que se dio a través de la llamada Ley de Educación Libre en el año ‘58- ‘59. Ahí tomamos contacto, en la actividad que desarrollábamos en nuestra condición de estudiantes de abogacía en la Facultad de Derecho de la UBA, con compañeros del movimiento peronista que coincidían en que este proceso de privatización de la enseñanza estaba conducido y dirigido por algunos ideólogos, algunos dirigentes del liberalismo que desvirtuaban el contenido popular que tenían las actividades que se desplegaban dentro del monopolio estatal de la educación. En ese momento existían algunos gremios en posiciones combativas, como telefónicos, navales, bancarios, la oposición de lista amarilla en empleados de comercio. Fundamentalmente tomamos contacto con gente de una organización de la resistencia peronista que era el Comando Nacional Peronista. Y fuimos armando una posición del peronismo combativo en las distintas facultades de la universidad y también dentro del movimiento estudiantil secundario.
— Por lo que vos decís, las expresiones peronistas en la universidad eran minoritarias. ¿En qué facultades estaban esas pocas expresiones?
— Derecho era posiblemente la facultad más politizada. En Ciencias Económicas se sintió la crisis del frondicismo que hizo que muchos compañeros de la línea nacional que militaban dentro del frondicismo comprendieran este fenómeno del movimiento nacional y buscaran vinculación y relación con el peronismo. En Farmacia había una corriente de estudiantes; en las distintas carreras de Filosofía y Letras; en Arquitectura había compañeros. Tras un proceso en el cual se dio cierta unificación con la gente del movimiento sindicalista universitario en la Facultad de Derecho, armamos la Agrupación Nacional de Estudiantes, el ANDE que a posteriori se fue dando en Filosofía y Letras, en Arquitectura. En Económicas había una agrupación que era el MAR, Movimiento de Avanzada Reformista, que nucleaba a algunos compañeros peronistas; en algún momento hubo sí una agrupación vinculada al peronismo que era la AGCE, Agrupación Gremial de Ciencias Económicas, pero eso debe haber sido en el ‘61/’62. Teníamos inclusive un compañero del Comando Nacional Peronista que fue el administrador del comedor estudiantil que había en Económicas. Se armó esto de FANDEP, Federación de Agrupaciones Nacionales de Estudiantes Peronistas. Y después, alrededor del ‘70, hubo un organismo político que era la OUP, la Organización Universitaria Peronista, formada de la unión de FEN con Guardia de Hierro. También hubo una incidencia significativa en ese espacio del peronismo combativo, que reivindicaba la oposición a las distintas dictaduras y a los falsos gobiernos democráticos -porque se asentaban en la proscripción del peronismo-, dígase Frondizi o Illia. Luego hubo un conflicto entre la gente que se pronunció por una conducción encarnada por el MRP, con Villalón y Sosa a la cabeza, y otro sector que se definió por la agrupación ARP, con John William Cooke y Alicia Eguren como conducción. Ahí hubo una división de la estructura universitaria peronista.
— Como profesional, ¿seguiste vinculado a esa militancia?
— Como abogados, en ese período, nos vinculamos con los distintos compañeros que utilizaban diversos métodos de lucha, de enfrentamiento con las dictaduras o los gobiernos ilegítimos de turno; la faz insurreccional, la faz de protesta. Con el transcurso del tiempo se pudo armar una estructura que fue la Agrupación Gremial de Abogados Peronistas. Allí estaban: Rodolfo Ortega Peña, Eduardo Luis Duhalde, Roberto Sinigaglia, Mario Hernandez, Eduardo Pesci, Pedro Galín, Pascual Delleroni y Alicia Pierini entre otros. Por otro lado se volvió a dar –en lo social- con la incorporación de las capas medias de la población a este fenómeno a partir del Cordobazo, a partir de la incorporación al peronismo de los sectores de la juventud católica y de la juventud marxista, de los sectores medios. La comprensión del proceso nacional y la ampliación y la reconstitución de ese frente nacional con otro sentido, con otros contenidos y con la actualización doctrinaria a través de la nueva situación y las nuevas contingencias internacionales. La revolución cubana, la revolución argelina, la revolución vietnamita eran los ingredientes que marcaban esos fenómenos de los años ‘60- ‘70.
— El golpe del ‘66 de Onganía tal vez haya hecho un aporte fundamental, porque ya no sólo pasa a estar proscripto el peronismo en sus distintas formas sino que además se proscribió la actividad política y eso impactó en un montón de sectores, entre ellos sectores universitarios.
— Fundamentalmente, con la intervención a las universidades, con la noche de los bastones largos en 1966, se produce una radicalización de los sectores medios que encuentran en el peronismo un conducto, un canal, una vía de protesta social. Eso, unido a la fractura del movimiento obrero, con el nacimiento de la CGT de los Argentinos, que convierte al peronismo en atractivo para sectores de la izquierda tanto católica como marxista.
— ¿Vos defendiste a la gente detenida en Taco Ralo, en 1968?
— En realidad nosotros colaboramos con la defensa que estuvo fundamentalmente a cargo de Isidoro Ventura Mayoral. Un grupo de abogados jóvenes -que no teníamos mucha experiencia en materia penal- lo que hacíamos era apoyar la actividad de estos pesos pesado del proceso penal. Nuestra tarea no solamente era colaborar con ellos sino servir de correos con los compañeros presos yendo a visitarlos, dándoles apoyo, entrando y sacando los “canutos” en los cuales recibían y nos remitían información respecto a la situación política, y mantenerlos vinculados al proceso político de sus agrupaciones y del peronismo en general. Posteriormente, después del ‘70, con el mayor despliegue de la actividad revolucionaria insurreccional de la guerrilla peronista, también intervinimos en las causas penales que se fueron abriendo en el tiempo con motivo de las acciones armadas que producían los compañeros de las formaciones especiales.
— Esa trayectoria te valió un reconocimiento en el año ‘73, fuiste designado decano de la Facultad de Derecho.
— De los compañeros de la agrupación de abogados peronistas, el único que en el año ‘73 era docente, como ayudante de primera de la facultad, era yo. Con lo cual en la noche del 25 de mayo se reúnen en la casa de Rodolfo Puiggrós algunos compañeros del MRP con el fin de celebrar su designación como Rector Interventor de la UBA. Uno de esos compañeros le sugiere a Puiggrós la posibilidad de que se me designe como su delegado interventor en la facultad de Derecho. La JUP, por su parte, había propuesto para ese cargo a una docente de la facultad, la doctora Stella Maris Biocca. Era una docente progresista que había desempeñado algún rol en los últimos tiempos previos al ‘73 en cuestiones vinculadas con reivindicaciones estudiantiles; pero que era identificable con la fórmula Alende – Sueldo, de la APR, Alianza Popular Revolucionaria; pertenecía a ese espacio progresista de la política argentina. Ahí hay una puja: la JUP propone a Biocca y la Agrupación de Abogados Peronistas me sigue proponiendo a mí; y Puigróss decide mi designación como su delegado interventor.
— ¿Qué pasó al irse Puiggrós?
— Yo permanezco en la facultad hasta la sanción de la ley universitaria. En marzo del ‘74 se sanciona la ley universitaria y se produce la designación de un nuevo rector que es Vicente Solano Lima. Este hace todas las consultas del caso y, a pesar de algunas oposiciones que había, me confirma en el cargo; ya no como su delegado interventor sino como decano normalizador para la aplicación de la ley universitaria. Esto continúa y permanece así de esa manera hasta que fallece Perón. Solano Lima renuncia al rectorado de la Universidad comentándonos que había perdido sus amigos dentro del gobierno; que está enemistado con (el ministro de economía, José Ber) Gelbard, por un lado, y tampoco tiene buenas relaciones con López Rega, por lo cual decide renunciar. Nosotros le planteamos que eso lo dejaba en debilidad a Jorge Taiana -el Ministro de Educación- a quien Lima sí consideraba su amigo. Lo que dice es que sí, que efectivamente, pero que es poco lo que él puede ayudar. El tiempo le dio la razón porque a los pocos meses Taiana también es expulsado del gobierno y es reemplazado por Oscar Ivanisevich.
La influencia de César Marcos
Mario Kestelboim estaba casado con Mercedes Marcos. Era yerno de otro gran olvidado del historial peronista: César Marcos.
Reproduzco parte de lo escrito por el historiador Juan Godoy : “César Marcos había nacido en 1907. Era un lector voraz, será un autodidacta. Suboficial del Ejército, interesado por la historia argentina, asume una posición revisionista. Luego del golpe de 1943, actúa como Director General de Espectáculos. Por esa época, influencia a la figura de John William Cooke, quien era por entonces anti-rosista, unitario, rupturista, y pro-inglés, bajo la influencia de su padre, un radical conservador. De allí, nacerá una profunda amistad que durará muchos años, y cuando Cooke sea Diputado en el primer gobierno de Juan Perón, César Marcos será asesor del ‘Bebe’”.
“Apasionado latinoamericanista, a su hija Mercedes le decía Ñusta que significa ‘princesa inca’”.
“Producido el golpe de 1955, Cooke, junto con César Marcos y Raúl Lagomarsino, crean el Comando Nacional Peronista, que buscaba articular la lucha de la Resistencia Peronista.”
“Marcos es detenido en 1956 antes del intento de levantamiento del General Valle. Sale de la cárcel en 1957 y continúa una prolífica tarea militante como redactor de varios diarios de la Resistencia Peronista.”
“Desde 1943 hasta que muere en el ‘87, recibe en su casa a quien quiera conversar con él, era cultor de una relación que podría definirse como socrática. Escuchaba atentamente, y respondía con respeto. Por su casa pasaron entre otros Carlos Mugica, Pino Solanas, Chunchuna Villafañe (su sobrina), el Gallego Álvarez, Julián Licastro, José Fernández Valoni, Jorge Rulli, Cacho el Kadri, Alcira Argumedo, y muchísimos personajes más de todas las corrientes del peronismo.”
* autor de “La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón” y “Salvados por Francisco”
Fuente: infobae.com