La soberanía monetaria vuelve a escena
Tratativas entre Brasil y Argentina en torno a la creación de una moneda común para el intercambio que reemplace al dólar. Qué significa.
La ya muy próxima cumbre de la CELAC, del 24 y 25 de este mes en Buenos Aires, genera grandes expectativas no sólo por sus protagonistas sino por algunas ideas echadas a rodar durante esta semana. Funcionarios de Argentina y de Brasil reconocen que hubo conversaciones con las flamantes autoridades del vecino país para iniciar tratativas en torno a la posible creación de una moneda regional común, denominada probablemente Sur, que no reemplazaría a los signos monetarios locales (como es el caso del euro), “sino de una moneda común cuyo objetivo central es poder compensar el comercio en una misma unidad”, describió un alto funcionario de Cancillería.
¿Es posible la creación de un instrumento así? ¿Qué representaría?
“No sería una moneda que elimine monedas nacionales, sino una creada específicamente para las operaciones de comercio intrarregional”, señaló Pedro Páez Pérez, economista y docente ecuatoriano, una de las figuras clave en el equipo del ex presidente Rafael Correa y artífice de lo que se llamó, en la primera década de este siglo, la Nueva Arquitectura Financiera, pieza clave del proyecto de integración económica y de soberanía monetaria y financiera regional.
Pedro Páez, en conversación con Página/12, explicó las diferencias entre crear “una moneda única” que reemplace a las monedas locales, y una “moneda unitaria” o unidad de cuenta que sirva para el comercio entre los países de la región, acompañado de la creación de un sistema de compensación entre bancos centrales de esos mismos países.
Una de las claves de la importancia de un mecanismo de este tipo es el reemplazo del dólar como moneda de intercambio en el comercio exterior. “El mecanismo es garantizar el intercambio en monedas alternativas al dólar, como sería una moneda electrónica unitaria con la que operen los bancos centrales entre sí, el del país exportador con el del país importador”.
Dentro de cada país, el exportador privado o el importador privado cobran o pagan en su moneda local ante el banco central. Eso va generando un saldo a favor de cada país cuando exporta y en contra cuando importa, en la moneda virtual o electrónica, que funciona como unidad de cuenta o “moneda unitaria” entre los países que intervienen en el sistema.
Luego de un período, que podría ser de seis meses, se establece una “mesa de compensación” entre los bancos centrales de los países intervinientes. Los países con saldo negativo deberían pagar y los de saldo positivo cobrar, pero sólo la diferencia neta del período. “Unicamente en ese momento podría intervenir el dólar, para la cancelación de los saldos, si así se decide. Pero cada país tendría los meses previos para buscar financiamiento para su saldo en contra, o incluso existe la posibilidad que dentro del mismo sistema, internamente, se defina algún mecanismo de financiamiento, incluso en la misma moneda virtual o de unidad de cuenta que se creó”.
Este mecanismode compensación, señaló Páez, es de “implementación inmediata: sólo hace falta crear la unidad de cuenta y la adhesión de los países”, además de la voluntad política de defenderlo, ya que “no hay dudas de que va a ser fuertemente atacado”.
Asegura que el sistema ya ha probado su funcionamiento, no sólo en el caso del Sucre entre los países del ALBA (Alianza Bolivariana de las Américas), sino también en el comercio entre Rusia y varios países euroasiáticos, o de China en gran parte de su comercio regional, incluso con Arabia Saudita.
El trasfondo de la cuestión es la decisión política para ensayar este tipo de salida. “En el caso de Brasil, si el país va a privilegiar la acumulación de dólares en vez de la integración, perjudicaría al resto de la región porque la priva de un flujo de comercio muy grande que podría hacerse sin depender del dólar. En el caso de Argentina, si elige privilegiar la acumulación de dólares por condicionamientos de sus acreedores, entonces va a afectar a sus socios menores, como Uruguay, Chile, Paraguay, Bolivia, a los que deja sin un instrumento fundamental para defenderse. Por ese camino, se destruye la integración”, advierte el experto ecuatoriano.
El mal ejemplo europeo
El economista ecuatoriano, artífice del más ambicioso proyecto de independencia monetaria y financiera que conoció la región, señala que la experiencia “reciente refuerza las ideas” que en 2007 apoyaron Néstor Kirchner, Rafael Correa, Hugo Chávez, a los que se sumaron Lula Da Silva, Tabaré Vázquez (Uruguay) y Nicanor Duarte (Paraguay), todos presidentes en ejercicio en ese año.
“El Banco Central Europeo (BCE) y el Euro son claros ejemplos de lo que no hay que hacer”, subraya. “Una moneda única regional atada al dólar sería una renuncia a la soberanía regional y nacional de los países que participen. Sería una trampa neoliberal que nos estarían tendiendo. Un banco central latinoamericano cuyo capital debiera constituirse en dólares sería una copia colonizada de los que es el BCE. Los aportes deberían ser hechos en moneda nacional por cada país, no en dólares, para lo cual se necesitaría contar con sistemas soberanos de crédito en cada moneda, cosa que hoy no tenemos. Y ojo que no estoy hablando sólo de Argentina, hay otros países que tienen ese mismo problema, e incluso están en peor situación”, aclara.
¿Qué podría suceder en esta próxima reunión de la CELAC en Buenos Aires? “Creo que lo más positivo sería que los países recuperen la vigencia del Acta Constitutiva del Banco del Sur del 9 de diciembre de 2007, cuando se juntaron en Buenos Aires todos los presidentes de la región para asistir a la asunción de Cristina Fernández de Kirchner en la Presidencia (el día siguiente). En esa jornada, Néstor Kirchner, Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Lula, Tabaré Vázquez y Nicanor Duarte. Sería más fácil ratificar lo que ya está firmado para rescatar la idea de integración regional monetaria y financiera”, respondió Pedro Páez.
En el proyecto original del Banco del Sur de 2007, tras aquel primer paso referido al comercio regional en monedas locales con un sistema de compensación entre bancos centrales, se planteaba la creación de un “fondo de estabilización”, en este caso sí en divisas, para proteger a los distintos integrantes del sistema de integración de un ataque externo. “El propósito es crear las condiciones para que no haya presiones externas sobre las monedas, mediante un sistema de vasos comunicantes en las que cada país pueda contar con la asistencia del resto en caso de necesidad. La idea es que desaparezca la urgencia por obtener excedentes en divisas”, explica Páez.
El tercer eje o pilar del sistema lo constituía la entidad financiera o banco de inversión regional, que actuara como palanca de desarrollo “en vez de mecanismo de aceleración de la deuda”, que es el rol que hoy cumplen, en general, todos los organismos multilaterales de créditos del sistema financiero mundial.
Pero insiste en que la clave del armado de un mecanismo de defensa monetaria y financiera es la creación del sistema de compensaciones entre bancos centrales. “Se puede armar en semanas, es sencillo, peligrosamente sencillo”, ironiza. Porque “anularía la posibilidad de especulación contra la moneda”, es decir la presión por vía del salto del precio del dólar, “y generaría posibilidades de alianzas entre países” en las que uno puede encontrar en sus vecinos las soluciones que el sistema mundial, con el libre comercio y el libre movimiento de capitales, no le está dando.
Lula, en su discurso de asunción, abrió expectativas con respecto a transitar un camino que priorice la integración regional y la soberanía económica. Fernando Haddad, su flamente ministro de Hacienda, defendió el año pasado, en un artículo publicado en Folha de Sao Paulo, la creación de una moneda sudamericana para impulsar el comercio y la integración entre los países de la región. “Un proyecto de integración que fortalezca a América del Sur, incremente el comercio y la inversión conjunta, y que sea capaz de conformar un bloque económico de mayor relevancia en la economía global y de otorgar mayor libertad al deseo democrático, la definición del destino económico de los participantes del bloque y la expansión de soberanía monetaria”.
Sólo falta que esas manifestaciones se traduzcan en voluntad política de llevar adelante el proyecto, el que indudablemente va a ser atacado por quienes apuestan a otro destino para la región.
Fuente: Página12