De la guerra ruso – ucraniana a la “América Latina, ahora o nunca” de Perón. Por Horacio Paccazochi

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Cuando la élite financiera occidental defiende su liderazgo, Europa emprende un camino suicida, y el bloque euroasiático se encamina hacia el establecimiento de un nuevo orden mundial. Latinoamérica debe concretar su definitiva unidad.

De pronto, con el tronar de los cañones en Ucrania, el planeta despertó de una siesta de treinta y pico de años desde la caída del Muro de Berlín. El statu quo que mostraba un mundo unipolar, en donde EE. UU. y sus satélites hacían y deshacían a su antojo, parece estar terminando. Rusia, conducida por la mano fuerte de Vladimir Putin, quiere recuperar su papel como potencia mundial, defiende sus fronteras, interviene en Medio Oriente y en África, y exhibe como en sus mejores épocas una industria bélica de primer nivel. China, por su parte, demuestra el patriotismo de una dirigencia que, más allá de las ideologías y los sistemas, le permitió pasar en apenas un poco más de un siglo de las dinastías imperiales a la República de Chiang Kai-Shek, luego a la revolución de Mao Tse Tung, la economía popular de mercado de Deng Xiaoping y ahora a la potencia mundial de Xi Jinping. Desde esta posición como la segunda economía del mundo, empieza a tejer una red diplomática y de negocios que ha producido logros hasta el momento impensados, como el acercamiento entre Irán y Arabia Saudita, y probablemente dentro de poco, entre Turquía y Siria. Y esto es así no solo por la diplomacia china sino también porque EE.UU. está dejando de ser un buen socio para la mayoría de los países y es, desde hace tiempo, un generador de conflictos armados que obstaculizan el intercambio comercial.

Todo esto marca el despertar de los estados nacionales asfixiados por una globalización que, más allá de los avances tecnológicos y gracias a ellos, sirvió para que una élite financiera occidental desplazara el valor del trabajo a un nivel secundario en la generación de riqueza y esta se formara a través de la especulación.

Este sistema económico mundial causó también graves problemas en la economía norteamericana que, salvo la industria bélica y las tecnológicas, cayó abruptamente. Eso marcó el surgimiento de Donald Trump como una respuesta nacional productivista a estas élites financieras. Mal que les pese a los demócratas y “progresistas” de nuestro país que apoyaron a Hillary Clinton, la instigadora del asesinato de Muamar Gadafi, y al “bombardero” Obama (irónicamente premio Nobel de la Paz), Donald Trump les comunicó a los europeos que se pagarán sus propios ejércitos en la OTAN, mantuvo buenas relaciones con Rusia, cruzó medio planeta para darle la mano a Kim Jong-un, el líder de Corea del Norte, empezó a retirar tropas y desactivar conflictos en el mundo, e impuso impuestos a las empresas estadounidenses que no fabricaran en el país. Hoy, el conflicto con Rusia probablemente no habría existido.

Solo la vieja Europa parece no haber advertido el signo de los nuevos tiempos y sigue como furgón de cola de la diplomacia belicista de EE.UU. por el mundo. Esto la ha llevado a tener que privarse del gas y petróleo rusos cuando las tan promocionadas energías verdes están lejos de poder suplantarlos. Les complica el intercambio comercial con China, declarado ahora el enemigo mundial número uno por EE.UU. Es lastimoso ver cómo sus políticos tratan de justificar este seguidismo ante sus conciudadanos, llegando al caso vergonzoso de la cancillería alemana que, siendo evidente el sabotaje americano a sus gasoductos, no abre ni siquiera una investigación, pues esto invalidaría automáticamente su apoyo a la política estadounidense en Ucrania.

Con China y Rusia como locomotoras se comienzan a montar organizaciones supranacionales que empiezan a desligarse del patrón dólar y comerciar con sus propias monedas, como la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y los BRICS. A todo esto, EE.UU. solo responde con alianzas militares y poniendo más bases de las cientos que ya posee, pero los países necesitan comerciar sin ataduras, presiones y conflictos que las limiten, por lo cual se entra en un periodo de nuevos alineamientos y definiciones.

AMÉRICA LATINA: ¡AHORA O NUNCA!

“América Latina, ahora o nunca”: en esta publicación aparecida junto con “La hora de los Pueblos” en 1967, Perón reseñaba cuál debería ser la actitud de la dirigencia política de Latinoamérica cuando las potencias centrales se enfrentaban (1 y 2 guerras mundiales) y aflojaban sus garras sobre las colonias y semicolonias. Algo que él ya había llevado a la práctica en sus gobiernos del ’45 al ’55. Recordemos que Argentina adhirió al bloque aliado tres meses antes de la finalización, cuando la suerte ya estaba echada.

El Brasil de Getulio Vargas, que por esos momentos negociaba a dos puntas, con Alemania y EE.UU., la concreción de la planta siderúrgica de Volta Redonda (el corazón del Brasil industrial), no pudo resistir las presiones y debió entrar a la guerra enviando un contingente de 30.000 soldados al frente italiano, pereciendo 2000 de ellos en el asalto de Montecassino.

En vista de ello, Perón propone en una conferencia en la Escuela de Guerra en 1953 una alianza económica y aduanera entre Argentina, Brasil y Chile (ABC), y con su gran visión de estadista observa que “el problema fundamental del futuro es un problema de base y fundamentos económicos, y la lucha del futuro será cada vez más económica”, y continúa más adelante: “el futuro de las naciones estará extraordinariamente influenciado por la magnitud de las reservas que posean: reservas de alimentos y reservas de materias primas”.

La Argentina de nuestros días dista bastante del lugar mundial que ocupaba por entonces. La creación del Mercado Común Europeo nos llevó a perder una gran cuota de participación en el mercado mundial de carnes y granos. Luego, las políticas económicas posteriores a 1955 llevaron a la liquidación del IAPI, la devaluación de la moneda, la desnacionalización del Banco Central y el endeudamiento indefinido del país. Sin embargo, nuestras reservas naturales están casi intactas esperando ser explotadas, además de la tecnología de la “siembra directa” que ha proyectado a Argentina como uno de los mayores productores de soja del mundo. Pero Argentina no solo produce alimentos y materias primas, también posee uno de los centros científico-tecnológicos más avanzados de la región (INVAP), produciendo radares, satélites y pronto los pondrá en órbita con lanzadores propios, además de una tecnología nuclear avanzada en la producción de energía y aplicaciones de medicina.

¿Qué falta entonces para adecuarse a la nueva realidad del mundo de hoy? La respuesta es simple: conciencia nacional. La dirigencia política argentina se divide entre los que insisten en las viejas y fracasadas recetas liberales de los Alemann, Martinez de Hoz, Alsogaray, que repiten como loros los pelafustanes doctorados en economía que pululan por los programas de TV y asesoran a los partidos políticos, y el peronismo en donde hoy predomina la tendencia Kichnerista que divide la política argentina entre derecha e izquierda. Falsas antinomias en nuestro medio donde hay tipos de derecha que son nacionales y tipos de izquierda que sostienen posiciones antinacionales. En donde los votantes de la “derecha” no se sienten de derecha, salvo grupos cerrados de la capital federal, y los votantes de la “izquierda” no se sienten de izquierda. Ambos son argentinos esperando una política que sintetice sus aspiraciones básicas, es decir, un Frente Nacional que exprese a los distintos sectores de la sociedad argentina comprometidos con su progreso. Pero es imposible formarlo desde una perspectiva sectaria que los divide a priori por este algoritmo ideológico de quienes quieren “ajustar la cabeza al sombrero, y no el sombrero a la cabeza”.

Así, el país está paralizado entre las viejas recetas liberales de la oposición y la incapacidad del oficialismo de ofrecer una alternativa no sectaria y viable a distintos sectores de la vida nacional. No es imposible, sino miremos cómo Lula, con un Brasil profundamente dividido, supo armarlo aun con sus antiguos opositores en un gran frente nacional que luego de ganar las elecciones lo plantó como una referencia de clara independencia en un mundo multipolar.

Necesitamos un frente nacional en la política interna y cerrar filas en Latinoamérica para enfrentar los desafíos con la fuerza de la unión y un mercado común. De lo contrario, el tren de la historia pasará a nuestro lado y nos quedaremos en el andén lamentando las oportunidades perdidas.

Un comentario en «De la guerra ruso – ucraniana a la “América Latina, ahora o nunca” de Perón. Por Horacio Paccazochi»

  • el abril 16, 2023 a las 1:32 pm
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    Imprescindible lectura de este completo panorama de las fuerzas internacionales en pugna.

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