Sobre dudas e incertidumbres, por Omar Autón

Un Análisis de los sucesos históricos recientes para entender cómo llegamos a esta crisis y por dónde caminar

Estamos sumidos, nuevamente, en la ola de disquisiciones, análisis antojadizos, interpretaciones y cálculos probabilísticos, propios de todo año electoral, especialmente en la última década, poco más, como si los resultados de los comicios no fueran siempre la expresión de un momento político en un país determinado. Entiéndase, considero que los resultados de las elecciones ponen de manifiesto la relación del pueblo con las expresiones políticas que, mal o bien, tratan de representarlo.

Las inmensas dudas que atraviesan a los dirigentes y analistas ante cada comicio, la devoción, cuasi religiosa, por las encuestas, expresan el profundo grado de distancia existente entre las expectativas y demandas populares y la autodenominada “clase política”. Cuando el pueblo argentino se sintió representado no hubo dudas, más allá de victorias holgadas o no, no había duda que Yrigoyen no era fácil de vencer en comicios limpios y más tarde Perón era realmente imbatible, ojo, Perón y no el PJ, la desaparición de aquel, la pérdida del rumbo que mostró la dirigencia peronista en los últimos cuarenta años de democracia, que posibilitó que el movimiento político más grande y transformador de nuestra historia pudiera pasar de Cafiero a Menem, ser derrotado en las urnas por dos mediocres, producto de la mediocridad de esta ciudad parásita de Buenos Aires, como De La Rúa y Chacho Álvarez y volver al gobierno de la mano de una interna resuelta en una elección nacional, como fue la de 2003, con un candidato desconocido mayoritariamente como Néstor Kirchner.

Kirchner gana en el 2003 porque Menem renuncia a presentarse en la segunda vuelta, en el 2007 cede su lugar a su esposa Cristina Fernández de Kirchner y de aquí en adelante comienzan las llamadas oleadas de avances y retrocesos, luego de un conflicto con el campo en el 2008, el Frente para la Victoria es derrotado en el 2009 en las elecciones de medio término pese a que el propio Néstor Kirchner encabezara la boleta de la Pcia de Buenos Aires, donde fue vencido por un ignoto venezolano llamado Francisco de Narváez. En ese momento muchísimos dirigentes “peronistas” dieron por perdidas las elecciones del 2011 y comenzaron a buscar nuevos “mariscales de la derrota” o paraguas donde protegerse del diluvio inminente.

Ante la sorpresa general Cristina triunfa con el 54% de los votos y se pasó del derrotismo anterior a un triunfalismo que llevó a muchos, algunos sinceros y la mayoría advenedizos y oportunistas, a pensar en el nuevo “tercer movimiento histórico”, apareció toda la soberbia y sectarismo propio de una fuerza que expresaba, fundamentalmente, a los sectores de clase media urbana que sintieron que al fin el peronismo podía ser esa expresión democrática, pero con buenos modales, discurso progresista y por sobre todo blanco. Inmediatamente apareció el cuestionamiento al sindicalismo y la demanda de lealtad absoluta y sin discusiones al liderazgo de la presidenta.

Es increíble, pero pasan los años y los sectores medios “bienpensantes” siguen pretendiendo imponer al movimiento obrero dirigentes a su gusto, al de los sectores medios me refiero. Aman a Tosco tanto como detestan a Rucci, pídanle una definición a cualquiera de ellos acerca de los asesinatos de Vandor, Kloosterman, Alonso y el propio Rucci y se van a enroscar en un mar de dudas, explicaciones a medias o reconocer que fueron “errores” para inmediatamente arrancar con acusaciones de “burócratas” supuestas faltas de representación o de democracia interna, como, aún si eso fuera cierto, tal cuestión se arreglara con las balas de grupos terroristas o deberían ser los propios trabajadores los que deberían opinar y en su caso cambiar de dirigentes. Marchan del brazo de algunos gremios docentes pero se encierran si los que toman la calle son los morochos de los gremios industriales.

En realidad detestan al peronismo y muy especialmente a Perón, al que consideran un milico, protector de nazis y conservador, que en los 70 traicionó a la “juventud maravillosa” y que si hubo algo bueno fue en vida de Eva Perón que, ella sí, era revolucionaria. Son los herederos del antiperonismo de los sectores medios entre 1945 y 1955, que conmovidos por la barbarie de 1966 y 1976, y con nuevas lecturas que reinterpretaban al peronismo y mucha influencia del neo marxismo europeo, han devenido en progresistas pero siguen detestando el olor a transpiración del conurbano moreno.

Nadie puede negar que el gobierno de Néstor Kirchner fue realmente un gobierno doctrinariamente peronista, supo hacer base en las reformas que ya había puesto en marcha Duhalde, salida de la convertibilidad, recuperación de la política monetaria y recuperación de los sectores industriales que habían cerrado o reducido al mínimo su actividad debido al antiindustrialismo de la política de Menem, devaluación que borró la competencia de los bienes importados sobre los producidos localmente, políticas puestas en marcha por Remes Lenicov y a las que Lavagna agregó severidad fiscal y macroeconómica.

Kirchner era un obsesivo del control fiscal, circulaba una versión que controlaba personalmente y diariamente la marcha de las cuentas públicas, quería pivotear sobre reactivación industrial, crecimiento del empleo, recuperación salarial y equilibrio fiscal, ademas de poner en marcha programas de atención a la pobreza cuyo índice asustaba al momento de su asunción, lo logró y eso le permitió en un momento donde el precio de los commodities era muy alto, acumular reservas como para cancelar la deuda con el FMI y poner en marcha una reestructuración exitosa de la deuda externa argentina.

En el 2008 la crisis de Lehman Brothers y de los derivados financieros sacudió la economía y el comercio mundial, el gobierno de CFK que ya afrontaba restricciones en el acceso a las divisas, trató de blindar los recursos del Estado echando mano, a través de el aumento de las retenciones, de una parte de las ganancias extraordinarias de las exportaciones agropecuarias, ello derivó en el gravísimo conflicto con el campo, la derrota en el Congreso y la situación antes descripta, en el peronismo.

En 2011, el crecimiento de la economía y de la actividad industrial comienza a ralentizarse, la creación de empleo, culminada la etapa del reingreso de los que habían perdido el trabajo en los 90 por la reactivación antes mencionada, disminuyó, la recuperación salarial dio lugar a mantener el poder adquisitivo del mismo, la economía chocaba con dos viejos dramas de los países dependientes, al ser monoproductores la única manera de obtener divisas, para pagar deudas, adquirir bienes de capital e insumos, por ejemplo, depende de las exportaciones de esa única fuente, en este caso los productos agropecuarios, en especial la soja El conflicto con el campo tuvo dos consecuencias inmediatas, no se pudo aumentar la alícuota de las retenciones al perder la votación en el senado y los productores comenzaron a no liquidar el producido de sus ventas o directamente almacenar los granos especulando con obligar al gobierno a una devaluación.

Esto suele, además, repercutir en los precios de los alimentos, Perón debió enfrentarlo en sus primeros gobiernos, un ejemplo típico es la carne, en los años 60 y 70 se recurrió a la veda, prohibición de vender carne en ciertos días de la semana, con el fin de tener saldos exportables, ya que la cantidad de cabezas de ganado no crece de hace décadas, y ahora se recurre a pactar precios para ciertos cortes, con el fin de controlar la espiral ascendente de los precios y mantener la exportación de los mas caros.

Por si esto fuera poco apareció un segundo problema histórico, al reactivarse la actividad económica y el consumo, esto recae directamente en la demanda de energía. Esto también lo sufrió el primer peronismo y llevó a Perón a firmar los contratos con la California y otras empresas extranjeras, lo que suscitó un gran revuelo en el peronismo, pero asimismo se impulsa el desarrollo de la energía atómica y la construcción de obras hidroeléctricas, como Yacyretá, terminada décadas mas tarde.

La producción petrolera había llegado al autoabastecimiento en los 90, pero debido 1) a la explotación intensiva de las reservas existentes y 2) la caída en la demanda ante la caída de la actividad industrial y el consumo en general, las empresas beneficiarias de la privatización de YPF no utilizaron las ganancias para el cateo o búsqueda de nuevas reservas, Repsol las usó para comprar empresas o concesiones en Africa y América Latina, por ende no había posibilidades de aumentar la producción y se comenzó a importar petróleo lo que agravó el problema de divisas.

Al mismo tiempo que el gobierno intentaba incidir en la redistribución de la riqueza con medidas como la AUH, las jubilaciones sin aportes, etc., derechos incuestionables y de absoluta justicia social, comenzaba una puja distributiva y rebotaba la inflación, diciembre de 2012 nos encontró con cortes de luz, enojo social, cambio de ministro de economía y devaluación en enero de 2013, restricciones a la compra de dólares y cupos de importaciones, no era inédito ya había ocurrido antes.

Llegadas las elecciones del 2013, el que hasta hacía poco tiempo había sido el jefe de gabinete del gobierno, Sergio Massa, aparece como el adversario a temer y los presagios se cumplen, derrota ampliamente a los candidatos del Frente para la Victoria en la Provincia de Buenos Aires, el malhumor social se canalizó a través del voto, pero además se expresaba el desgranamiento de los sectores que acompañaban al gobierno, primero fueron los ministros que habían estado con Duhalde, Lavagna, Ginés Gonzalez García, luego el que fuera jefe de gabinete Alberto Fernández, luego su reemplazante, mientras tanto desfilaban ministros de economía, Lousteau, Boudou, Peirano, Miceli, Fernández, Lorenzino y finalmente Axel Kicillof.

La crisis llevó inclusive a la división de la CGT, Hugo Moyano su secretario general, estaba duramente enfrentado con Cristina Kirchner, a eso se sumó el reclamo por el pago, por parte de los trabajadores, del impuesto a las ganancias. En el intento por mantener el poder adquisitivo del salario los gremios pugnaban por aumentos salariales en las paritarias, pero esto llevaba a que miles de trabajadores comenzaran a pagar sumas por el impuesto que muchas veces neutralizaban los aumentos, la presidenta se negó rotundamente a revisar el tema, es que hacía tiempo que los haberes previsionales de los trabajadores pasivos obtenían sus recursos del Impuesto al Valor Agregado (impuesto regresivo por excelencia) y de Ganancias, otra vez la frazada corta.

Comenzó un enfrentamiento entre la CGT y el gobierno, Moyano junto a los gremios que lo acompañaban comenzó con paros, marchas y cortes de rutas y puentes de acceso a la Capital Federal, acompañado por la CTA de Pablo Micheli y los partidos de izquierda. Otro sector de la CGT, preocupado por la espiralización del conflicto, convoca a un congreso de la central obrera, designa a Antonio Caló como secretario general, Moyano desconoce el congreso y se abroquela en el edificio de la calle Azopardo, para evitar mas conflictos el sector mayoritario del congreso estableció su sede en la Unión Obrera Metalúrgica.

El gobierno se apoyaba en los sectores kirchneristas no peronistas, la CTA, los organismos de derechos humanos, y la agrupación presidida por el hijo de la presidenta que intentaba reinstalar consignas, símbolos y discursos de la “Juventud Maravillosa” de los años 70 y parte del peronismo, parte importante por cierto, que reconocía su vocación de justicia social, su lucha por recuperar espacios de autodeterminación nacional y los avances en lo que se dio en llamar derechos de “tercera generación”, matrimonio igualitario, ley de medios, apoyaba la recuperación del 50% de la propiedad de YPF y luego de la tragedia de Once, advertida durante años, la política de recuperación ferroviaria.

Sin embargo el sectarismo, la soberbia y la obsecuencia de muchos que habían hecho profesión de fe de la llamada “etapa superior del peronismo”, luego de fracasar en un intento de nueva reforma constitucional para permitir la re-reelección de Cristina Kirchner (lo mismo había pretendido el círculo áulico de Menem en su momento), descubre que no tiene candidatos propios, de “paladar negro”, como decían para las elecciones presidenciales de octubre de 2015, se define que el candidato sea Daniel Scioli, a la sazón gobernador de la Provincia de Buenos Aires, un hombre que había sido ninguneado, maltratado y hasta humillado, ya que no gozaba de la confianza del entorno presidencial, como candidato a vicepresidente se designa a Carlos Zannini, un “kirchnerista” de la primera hora que debía actuar como custodio de cualquier desvío del candidato. Era tal el rechazo de los sectores ultras del kirchnerismo que lanzaron la consigna “El candidato es el proyecto” para ni siquiera mencionar a Scioli.

Pese a que las PASO eran una creación del gobierno se bloqueó cualquier posibilidad de otra lista, lo que generó una nueva fractura, el que abandona el Frente para la Victoria en este caso fue Florencio Randazzo, Ministro del Interior y artífice de la política de transformación ferroviaria.

Inflación de dos dígitos, problemas energéticos, cepo a la compra de dólares por particulares, salarios afectados por la inflación y el impuesto a las ganancias, la CGT dividida,un uso abusivo de las cadenas nacionales, una cruzada contra el diario Clarín que debió resolverse en el marco de la ley, mas aún luego que la Corte Suprema de Justicia rechazó el planteo de inconstitucionalidad de la misma, un triunfalismo inexplicable en la militancia incondicional, un candidato a presidente desgastado por los cuestionamientos internos, llevó nada mas y nada menos que a la victoria de Mauricio Macri e incluso a la de María Eugenia Vidal en la Provincia de Buenos Aires, ante la sorpresa de la propia candidata la noche misma de la elección.

La derrota electoral disparó todos los cuestionamientos, al candidato por no haber sido la expresión de la “década ganada” o ser tibio, obviamente el candidato perdidoso no podía ser “El proyecto”, había sido Scioli, a las estructuras partidarias por una supuesta falta de compromiso con la campaña, al pueblo por haber olvidado o no haber sabido valorar todo lo obtenido en esos doce años, de autocrítica ni una palabra, en medio del enojo hasta se quiso comenzar con una “resistencia” contra el nuevo gobierno, rechazarle todas las leyes, movilizarse, etc. Olvidando que mas allá de tratarse de un gobierno oligárquico y que pretendía retroceder a una Argentina preperonista, no había llegado al poder por un golpe o el fraude sino por elecciones limpias y democráticas donde lo había votado mas del 50% del electorado.

Esto generó nuevas divisiones y enfrentamientos, mas allá de los excesos en “generosidad” de algunos diputados, se tildó de “traidores” a todos los que no estaban dispuestos a llevar adelante una oposición salvaje, a la CGT por no comenzar un plan de lucha, a muchos dirigentes del PJ por no llamar a la resistencia, en el 2017 el kirchnerismo conforma Unidad Ciudadana, una estructura política por fuera del partido Justicialista, va a elecciones en todo el país y es derrotado en el comicio que su candidata era nada mas y nada menos que la ex presidente, que pierde en la Provincia de Buenos Aires frente a Esteban Bullrich, candidato del PRO. Asimismo al dividirse el voto de lo que fuera el Frente de la Victoria se pierden las elecciones en todo el país y por un margen amplio consolidando el poder del macrismo.

El fracaso del gobierno macrista, fracaso que era previsible dado que lo que era inviable era y es el proyecto mismo de los sectores neoconservadores oligárquicos, su pretensión de un país sin industrias, sin autonomía monetaria y económica, limitada a los sectores de servicios que no interesaran a las firmas transnacionales, de entrega de los recursos naturales y solo mantener a los sectores agropecuarios que producen para la exportación y un gobierno integrado por “timberos de las finanzas”, requiere que un 70% de la población quede fuera, excluida, en la marginación y la pobreza y además no se rebele.

En 2019, pareció que la dirigencia peronista y kirchnerista había recibido un baño de prudencia e inteligencia, el mensaje de Cristina Kirchner anunciando que el candidato a presidente iba a ser Alberto Fernández y que ella lo acompañaría, sumado a su planteo que iba a ser necesario que esa unidad se trasladara a todos los sectores para remontar la catástrofe que se heredaría de ganar las elecciones, encendió una luz de esperanza.

El frente de todos construyó tres ejes para convocar al pueblo: 1) La nominación de Alberto Fernández que había sido jefe de gabinete de Néstor y Cristina Kirchner y se había ido en muy malos términos y totalmente enfrentado, implicaba un gesto de generosidad y amplitud de criterio que parecía dejar de lado la soberbia y el sectarismo, 2) la convocatoria a gobernadores, intendentes, movimiento obrero, implicaba terminar con los internismos y luchas fratricidas, era llamar a todos porque eran necesarios pero además porque representaban a partes imprescindibles del “todo” y 3) la consigna “Volver para ser mejores”, implicaba asumir que había habido errores, que se asumían y se iban a corregir.

Lamentablemente fue un espejismo, ganadas las elecciones el gobierno se transformó en un “loteo” de los ministerios, secretarías y subsecretarías y hasta de las direcciones simples. Los resentimientos acallados entre los líderes de las distintas fracciones paralizaron la gestión ya que las internas se trasladaron a cada decisión de gobierno y a lo largo y ancho de todo el aparato estatal. Finalmente se hizo visible el gran debate: ¿Alberto Fernández seria el presidente o el delegado presidencial de Cristina Kirchner?, aunque muchos, en voz baja, parafraseando a San Martin, lo traducían como “Alberto será el delegado de Cristina o no será nada”.

(Continuará)

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