Ideología o realidad. Qué se vota en las próximas elecciones generales. Por Horacio Paccazochi
Generalmente, los analistas políticos dividen los votos en peronistas y antiperonistas. Desde 1946 hasta aquí, el peronismo ha estado en el centro de la escena política nacional y ha sido la fuerza política a vencer en toda elección. Cuando no se ha podido con él, se lo ha proscripto, y cuando esto no era posible, se recurrió a los golpes de estado cívico-militares.
Pero durante esos años, una oposición que no trepidó en usar todos los medios a su alcance para destruir lo logrado, hicieron mella en el gran movimiento nacional surgido en las históricas jornadas del 17 de Octubre de 1945, a partir de donde un sector nacional del ejército y la naciente clase obrera sindicalizada producirían 10 años de desarrollo sostenido de la industria nacional, la creación y desarrollo de un estado fuerte capaz de garantizar el ascenso social, la educación y salud públicas, y la independencia de presiones extranjeras. Pero como decíamos más arriba, desde 1955 en adelante fue permanente el bombardeo contra todo lo conseguido en ese período. Se debilitaron, llevando a su privatización o aniquilación, muchas empresas del Estado, el endeudamiento artificial del país comenzó a condicionar cada vez más la economía, complicando la subsistencia de un empresariado nacional que jugaba en inferioridad de condiciones con empresas extranjeras que conseguían crédito externo y favorables condiciones de gobiernos amigos. Así, paulatinamente a lo largo de estos años fue decreciendo el empleo formal, sindicalizado, y creciendo el cuentapropismo. Solamente la lucha del Movimiento Obrero Organizado pudo retener las organizaciones sindicales, las Obras Sociales y las conquistas obtenidas a duras penas.
Pero no solamente la economía sufrió el embate de esta ola antinacional, la conducción política del movimiento peronista encarnada en el Partido Justicialista se “aggiornó” a los nuevos tiempos, y durante el gobierno de Menem continuó la obra desnacionalizadora iniciada en 1955. Resultado: más privatizaciones, pérdida de soberanía, menos trabajo sindicalizado y más cuentapropismo. Ya lo había dicho un general de la dictadura del 76′, en ocasión del triunfo de Alfonsín en el 83′: “…nosotros facilitamos este resultado electoral, pues durante nuestro período hicimos descender el número de afiliados a los sindicatos”. Más claro, echale agua.
Los gobiernos de los Kirchner intentaron recomponer en parte el papel del estado, la educación y la salud pública sobre unas condiciones muy desfavorables en las que se encontraba ya la sociedad argentina después de tantos años de gobiernos antinacionales, incluido el de Ménem al que ellos apoyaron en su momento.
Es así, ante esta nueva realidad económica y social de Argentina, que llega al gobierno, por elecciones libres, un gobierno de claro corte antinacional: Macri.
Un triunfo no exento de gruesos errores políticos por parte del sector kirchnerista del peronismo, pero que refleja un nuevo tiempo en la sociedad argentina.
Un nuevo tiempo en donde ese voto ideológico, ya sea peronista o antiperonista, se mezcla con una realidad cada vez más apremiante. Realidad esta que, en el caso de un sector de clase media para arriba, su relativa comodidad, por llamarle de alguna forma, a una vida más libre de presiones económicas, le permite votar de acuerdo con una ideología que cree tener. Ideología esta que le es provista y servida en bandeja por un bombardeo publicitario de los grandes medios concentrados y antinacionales, que valga la comparación, haría parecer a la artillería de Putin en Ucrania un juego pirotécnico. Se explota la frustración de las nuevas generaciones por ascender en la escala social, y la desazón de los mayores por descender en ella. Se ofrecen como panaceas, por sus distintas variantes de candidatos, las mismas viejas y fracasadas formas de ajuste fiscal, achicamiento del estado y flexibilidad laboral.
En otros momentos de la historia política del país, el movimiento nacional respondió con lucha a gobiernos hijos de la proscripción, y a las dictaduras cívico-militares que en conjunto pretendían aplicar estas políticas antinacionales. Pero, ¿cuál es hoy la realidad de Argentina?
Argentina hoy es un país artificialmente endeudado, con un mercado interno preso de empresas monopólicas, en su mayoría de capital extranjero, que imponen precios y condiciones laborales. Un empresariado nacional PYME que no termina de realizarse por crédito caro y la competencia desigual con las monopólicas y sujeto a excesivas cargas impositivas de un estado que ya no sabe de dónde rascar para mantener funcionando la educación, la salud y para evitar que millones caigan en la indigencia.
Aparte de los sectores más acomodados de la clase media, tenemos cuentapropistas, almaceneros, repartidores de lo que venga, junto a millones de argentinos que luchan día a día por la subsistencia, la precariedad laboral, la falta de oportunidades, el acceso a la vivienda, etc. Aquí la realidad interviene directamente en su decisión.
Tradicionalmente, el trabajador sindicalizado respaldaba masivamente al peronismo. Su salario se mantenía actualizado por paritarias que garantizaba su organización sindical, también su Obra Social funcionando, todo esto le daba la tranquilidad de poder votar políticamente de acuerdo a su experiencia histórica, hecho este que siempre lo tuvo por encima de la clase media que no tiene memoria histórica.
Pero ¿qué pasa hoy? La Unión Obrera Metalúrgica (UOM), considerada la columna vertebral del Movimiento Obrero Organizado, la organización sindical del obrero industrial de la nueva Argentina nacida allá por 1945, acaba de lanzar un paro nacional porque sus afiliados están apenas por encima de un salario mínimo. Un salario medio metalúrgico hoy ronda los 160.000 pesos. En declaraciones públicas de Furlán, su secretario general, la cámara de empresarios metalúrgicos se niega a condiciones mínimas de negociación, presionada por las empresas más grandes, como Techint, que según Furlán quieren disciplinar a la parte laboral y obligar al gobierno nacional a devaluar y acceder a sus pretensiones.
Pero vayamos al meollo del asunto. ¿Cómo votará ese trabajador inmerso en esta realidad? El mismo Furlán reconoció que están dando un debate en el seno de su organización para conseguir el apoyo a la fórmula de Massa-Rossi.
Si esto que, como decimos, pasa en el seno de los trabajadores sindicalizados, ¿qué queda para el trabajador de la motito que reparte pizzas, o para los miles no sindicalizados, sin jubilación ni obra social, que intentan subsistir en esta Argentina? En todos ellos, el voto está cruzado por la realidad. Moraleja: siempre la izquierda cipaya y los sectores “revolucionarios” decían que cuando peores sean las condiciones socioeconómicas, mejor estará el pueblo para luchar. Esta realidad da por tierra con esas estúpidas apreciaciones.
Y esta realidad nos indica que hay una alta probabilidad de que nuevamente resulte elegido un gobierno que no represente una salida nacional, y las buenas perspectivas que se presentan para el país en los años venideros sean nuevamente desaprovechadas.
Será hora entonces de hacer un alto en el camino y rever lo actuado hasta aquí. De cómo la ideología, la doctrina o como se llame eso que nos hizo luchar hasta aquí por una Argentina justa, libre y soberana se confunda con la realidad y nos permita volver a contar con el apoyo de nuestros compatriotas. Será hora de dejar los slogans y crear formas de comunicación con las nuevas generaciones, hacer que los “pibes de la liberación” estudien algo de historia argentina, que esta no empezó en el 2001, y Roca no fue un general genocida, no cederles los canales y radios del estado a los que deforman la historia del peronismo y alejan en vez de atraer a los ciudadanos hacia una posición nacional, fortalecer y apoyar políticamente al movimiento obrero organizado hoy ausente de las listas de candidatos, y dar la discusión a quienes desde las márgenes del mismo proponen, desde la izquierda, la lucha contra el capitalismo para que obreros y empresarios terminemos por suicidarnos del todo.
En fin, volver a poner en boca de quienes se pretendan como dirigentes aquella vieja, sencilla pero contundente frase del General Perón: “LA ÚNICA VERDAD ES LA REALIDAD.”