Réquiem para Jorge Abelardo Ramos
Por Horacio Paccazochi
La muerte esa vieja dama injusta le coqueteó y al fin se llevó para su alcoba a Jorge Abelardo Ramos. Motivan estas líneas el haber compartido veinte años de mi vida en el movimiento por él formado. Pero también para que su paso por este mundo no sea distorsionado por los que hacen del silencio y del olvido, las únicas y miserables armas con que cuentan para enterrar la memoria histórica de los argentinos. Como decía Ramos: “la gran prensa nunca fue fuente de historia”.
Jorge Abelardo Ramos o el “Colorado” Ramos como se lo conoció en la política nacional, de origen ideológico socialista como parte de la gran influencia de la Revolución Rusa del 17′, recogió de aquella, al igual que gran parte de la juventud argentina, sus ideales de solidaridad y justicia para con los oprimidos, pero a diferencia de muchos se fue diferenciando rápidamente del socialismo tradicional de Juan B. Justo y confluyendo con las tendencias que hacían del revisionismo histórico una de las herramientas fundamentales para comprender de donde veníamos y hacia donde debíamos ir los argentinos.
Constituyó junto a Pepe Rosas, Hernández Arregui, y los “Forjistas” como Arturo Jauretche, y Raúl Scalabrini Ortiz, entre otros, el grupo de pensadores que hicieron de casi cuatro décadas de este siglo, la época dorada del pensamiento nacional. Desmistificaron todo lo que había que desmistificar: el nacionalismo, el marxismo, la economía, la sociología, la geopolítica, y la historia misma. Nada ni nadie se salvó de esa crítica profunda, ácida y burlona que constituyó el estilo de esta generación. Nos enseñaron a ver la Argentina con ojos de argentinos. En sus libros, manifiestos, periódicos y volantes abrevaron todos aquellos que eligieron el camino de la lucha por una Argentina soberana e independiente. Hasta Juan Domingo Perón fue producto de esta formidable influencia. Sin lugar a dudas, Ramos fue una de sus plumas más brillantes.
A esta frenética actividad como pensador y difusor de las ideas nacionales, sumó desde el primer momento la acción política. Construyó sucesivamente varios agrupamientos políticos que acompañaron con una visión crítica al gran movimiento nacional de este siglo: el peronismo. Rotulado como fascista, o comunista según la visión de la cipayería nativa que actuara bajo la influencia de Moscú o de Washington.
En su larga relación con Perón compartió con él las columnas del diario “Democracia”, y le dio con la boleta del FIP 900.000 votos para el triunfo electoral de este en el 73. Defendió al gran movimiento histórico y a su jefe de la crítica despiadada de liberales, izquierdistas, y de las tendencias internas del peronismo que intentaban vaciar de contenido la gran revolución del 45′.
Pero como en todos los finales hay que hacer una síntesis. Queda el haberle dado a varias generaciones de argentinos la posibilidad de “asomarse por encima del muro”, y ver otra historia que no sea la de Mitre o Grosso, la de haber desmistificado las ideologías que se ofrecían a principios de siglo como las panaceas universales, y haber repensado el país para los argentinos
Su pensamiento escrito y su palabra de encendido contenido latinoamericanista influenciaron movimientos políticos, civiles y militares de corte nacional en Bolivia, y en Perú. A él se le debe el haber rescatado del ostracismo ideológico a Manuel Ugarte, y haber difundido el pensamiento de Alfredo Terzaga, la generación Forjista, y muchos otros pensadores nacionales quienes sin su tenaz insistencia en publicar jamás hubieran sido leídos.
Fue el político argentino que advirtió, más certeramente que ninguno, el formidable potencial que significaba la Guerra de Malvinas para la ruptura de nuestra dependencia cultural con Europa. Ilustró ideológicamente de manera impecable, desde el punto de vista económico y cultural, la posición argentina, y fue el más firme defensor de la gran gesta.
Mi adiós sincero a Ramos, que servirá entre otras cosas para dar por tierra las afirmaciones de este asesor del Pentágono, Francis Fukuyama, sobre que las ideologías han muerto, pues los libros del “Colorado” seguirán encendiendo el debate de las ideas nacionales, hasta que los argentinos encontremos el rumbo definitivo para nuestra Patria.
Texto escrito el 2 de octubre de 1994