La Comunidad Organizada. Modelo argentino para el proyecto nacional (1974)
Por Juan Domingo Perón
En el Modelo Argentino, nuestra sociedad futura debe responder, con absoluta plenitud, al concepto de Comunidad Organizada.
Pero esta organización no puede entenderse como la construcción de una máquina fría, rígidamente trabada, donde los mecanismos de poder nublen la conciencia del hombre y lo conviertan en un engranaje despojado y vencido.
El hombre es principio y fin de la Comunidad Organizada, por lo que no puede haber realización histórica que avasalle la libertad de su espíritu. No hay organización posible si el hombre es aniquilado por un aparato externo a su propia existencia.
La Comunidad Organizada no es, por lo tanto, una comunidad mecanizada donde la conciencia individual se diluye en una estructura que no puede más que sentir como ajena.
Pero tampoco estoy predicando un desencadenamiento de individualismo como modo de vida en el que la competencia feroz transforme al hombre en un lobo para sus semejantes. La solución ideal debe eludir ambos peligros: un colectivismo asfixiante y un individualismo deshumanizado.
Nuestra comunidad sólo puede realizarse en la medida en que se realicen cada uno de los ciudadanos que la integran.
Pero «integrar» significa para nosotros «integrarse», y la condición elemental de la integración del ciudadano en la comunidad es que la sienta como propia, que viva en la convicción libre de que no hay diferencia entre sus principios individuales y los que alienta su Patria.
Esto sólo es posible si la comunidad defiende auténticamente los más altos intereses del espíritu humano. De lo contrario, el necesario equilibrio entre el hombre y la comunidad se destruye irreparablemente. El carácter de «organizada» de la comunidad que nuestro Modelo defiende, alude simplemente a ese equilibrio, a una básica armonía que justifica y da sentido a la existencia.
Estoy convencido de que la comunidad organizada es el punto de partida de todo principio de formación y consolidación de las nacionalidades, no sólo en el presente sino también en el futuro.
En nuestra patria se han perdido – y se siguen perdiendo – muchas vidas procurando la organización nacional. A la luz de este hecho, resulta claro que hemos llegado a cierto grado de organización del Estado, pero no hemos alcanzado a estructurar la comunidad organizada. Más aún, muchas veces los poderes vertidos en el Estado trabajaron para que no se organizase el pueblo en comunidad.
La comunidad debe ser conscientemente organizada. Los pueblos que carecen de organización pueden ser sometidos a cualquier tiranía. Se tiraniza lo inorgánico, pero es imposible tiranizar lo organizado. Además, como una vez expresé, la organización es lo único que va más allá del tiempo y triunfa sobre él.
Para organizar una comunidad se requiere la concurrencia de muchos factores.
En primer lugar, nada se edifica sin claridad de objetivos, sobre la base de una ideología común que reúna a hombres que sienten de la misma manera, lo que se considera fundamental para el país. Sabemos que esto se concreta en una doctrina que abre un amplio espacio de coincidencia aceptado por la mayoría de la comunidad para ponerlo en práctica en su organización.
Es necesario, además, instaurar un inalienable principio de objetividad. Que la organización sea objetiva significa que todo fundamento de estructuración debe prescindir de abstracciones subjetivas, recordando que la realidad es la única verdad. Y no puedo pensar otro criterio de objetividad que no sea la presencia de la voluntad del pueblo como guardián de su propio destino.
Para que esto sea posible deberemos alcanzar un alto grado de conciencia social, que entiendo como la identificación por parte del hombre de sus derechos inviolables, sin enajenar la compresión de sus deberes.
Por último, si tuviera que decidirme por un factor aglutinante, optaría por la solidaridad social, como fuerza poderosa de cohesión que sólo un pueblo maduro puede hacer germinar.
Estos factores colaboran para que la comunidad organizada constituya un verdadero sistema, en la medida en que está armónicamente estructurada en todos los niveles que la integran.
La asimilación de estos conceptos es muy importante porque si es cierto que la comunidad organizada configura en su misma naturaleza un sistema, deben esperarse de ella los mejores resultados posibles.
La organización de la comunidad implica una tarea ardua que requiere programación, participación del ciudadano, capacitación y sentido del sistema para su orden y funcionamiento.
Considero imperioso refirmar que la organización de la comunidad – al igual que todas las organizaciones – debe estar en manos de quienes posean, a través de su acción y experiencia, innegable vocación de servicio
público, aptitud de conducción, y capacidad concreta para el estudio de las cuestiones relativas al desarrollo social del país.
Tales ciudadanos deben representar solamente intereses legítimos y aspiraciones justas, actuando, por otra parte, con absoluta y radical autenticidad. No debe olvidarse que las organizaciones sirven en la práctica, básicamente, por la calidad de los dirigentes que están en su frente. Cuando la organización supera al hombre y lo subordina, toda la idea de la conducción como arte de gobernar desaparece por la debilidad de funcionamiento del sistema.
La comunidad organizada debe conformarse a través de: una conducción centralizada en el nivel superior del gobierno, donde nadie discute otro derecho que el de sacrificarse por el pueblo; una ejecución descentralizada y un pueblo libremente organizado en la forma que resulte más conveniente a los fines perseguidos.
En síntesis, unidad de conducción, descentralización de ejecución, y una concepción que emane del sentir del pueblo, son las pautas básicas para la organización. La pluralidad del pensamiento y las críticas constructivas, configuran elementos esenciales de esa misma forma de organización y funcionamiento.
Cuando la comunidad argentina esté completamente organizada, será posible realizar lo que sigo interpretando como misión de todos los ciudadanos: hacer triunfar la fuerza del derecho y no el derecho de la fuerza.
Me parece indudable que sólo la libre decisión es indispensable cuando la áspera garra de la dependencia lo constriñe. De ahí que comunidad organizada significa, en última instancia, comunidad liberada.