Nuevas reflexiones sobre la “comunidad organizada” y el futuro a construir. Por Elio Noé Salcedo
En algún lugar / con esta lluvia / y con este frío / una madre cierra / la alacena / sin saber / cómo decirle / a sus hijos / que hoy no hay cena / Y entonces / en ese instante / la suma de todos los progresos / de la humanidad / es igual / a cero.
Hemos llegado a tal punto, que las opciones están a la vista y son más que evidentes: una ínfima minoría a nivel mundial, con claras complicidades nativas, pretende adueñarse de nuestros recursos y nuestro bienestar para sobrevivir a costa de otros (países, sociedades o sectores sociales), situación que como el general Perón nos advertía, sobrevendría tarde o temprano en un futuro no muy lejano, sin que nadie hiciera seriamente caso a sus previsiones. Ese mundo y ese futuro ya son presente y deberemos independizarnos necesariamente de él o sucumbir ante sus preceptos y acciones contra el mundo de bienestar que conocimos.
Son muchos los escritos y alocuciones en las que el propio Perón hacía alusión a la conducta que tendrían los poderosos cuando sus recursos escasearan y debieran salir en busca de los nuestros; también las soluciones que Perón sostenía para prevenir esa situación y resolverla, que la política -después de la muerte de Perón y hasta ayer nomás-, omitió, no atendió suficiente y acabadamente como correspondía o descartó ingenua e irresponsablemente.
El triunfo de la política mundial que hoy nos alcanza, inherente a los sectores concentrados de la economía mundial y a la potencia hegemónica de Occidente y sus principales aliados, demuestra esa imprevisión a lo largo de los años. La fortaleza que el imperialismo construye en nuestras Islas Malvinas y que el gobierno actual complementa con sus acciones de alineamiento es también una muestra indubitable y trágica de ello.
En aquella disertación de 1949 en Mendoza -Primer Congreso Nacional de Filosofía- que muchos toman como el texto fundante de la doctrina justicialista, aunque por sus generalidades solo podría serlo en sentido amplio, Perón auguraba un mundo distinto al que hoy conocemos y que, no obstante, ha venido a degradarse de la manera que hoy lo padecemos.
Pasado, presente y futuro de la “Comunidad Organizada”
En esa clase magistral de 1949 que mencionamos, el presidente Juan Perón resumía así la realidad que el mundo experimentaba en ese mismo momento de la historia: “La sociedad y el hombre se enfrentan con la crisis de valores más profunda acaso de cuantas su evolución ha registrado”. A lo largo de la disertación daba cuenta de las posibles causas o razones de esa crisis de valores.
“Es posible -decía Perón- que la acción del pensamiento haya perdido en los últimos tiempos contacto directo con las realidades de la vida de los pueblos”. Es posible también, advertía el general, “que el cultivo de las grandes verdades, la persecución infatigable de las razones últimas, hayan convertido a una ciencia abstracta y docente por su naturaleza (la filosofía, y dentro de ella la filosofía política) en un virtuosismo técnico, con el consiguiente distanciamiento de las perspectivas en que el hombre suele desenvolverse”. En cualquier caso, “en ausencia de tesis fundamentales defendidas con la perseverancia debida, surgen las pequeñas tesis, muy capaces de sembrar el desconcierto…”. Consignemos que esas “pequeñas tesis capaces de sembrar el desconcierto” han crecido de tal manera en el presente (tal vez alimentadas por el propio retroceso y/o vacío dejado por las grandes teorías), que hoy dominan no solo en la Argentina y gran parte de América Latina sino en el mundo hasta ayer “libre” de esas ideologías retrógradas, anti sociales y falsamente liberadoras.
Continuando con el desarrollo de su ponencia, Perón cuestionaba la actitud individualista del ser humano: “Es de temer -señalaba- que no consiga establecer la debida relación entre su yo, medida de todas las cosas, y el mundo circundante, objeto de cambios fundamentales”. Y citando a Aristóteles, fundamentaba desde la filosofía clásica su tesis sobre la “comunidad organizada”: “El hombre es un ser ordenado para la convivencia social -afirmaba Perón, mostrando en su argumentación cierta presencia de los preceptos del socialismo en sus ideas-; el bien supremo no se realiza, por consiguiente, en la vida individual humana, sino en el organismo súper-individual del Estado; la ética culmina en la política”.
Sin embargo, recapitulaba el jefe de Estado, “la humanidad necesita fe en sus destinos y acción, y posee clarividencia suficiente para entrever que el tránsito del yo al nosotros, no se opera meteóricamente como un exterminio de las individualidades, sino como una reafirmación de éstas en función colectiva”. En esa línea, adelantaba: “al pensamiento le toca definir que existe, eso sí, diferencia de intereses y diferencia de necesidades, que corresponde al hombre disminuirlas gradualmente, persuadiendo a ceder a quienes pueden hacerlo y estimulando el progreso de los rezagados”.
No obstante, en aquella misma disertación, y con esas mismas convicciones que hemos mencionado, advertía puntualmente: “El problema del pensamiento democrático futuro está en resolvernos a dar cabida en su paisaje a la comunidad, acentuando sobre sus esencias espirituales, pero con las esperanzas puestas en el bien común”, pues, también percibía, que “si la historia de la humanidad es una limitada serie de instantes decisivos, no cabe duda de que, gran parte de lo que en el futuro se decida a ser, dependerá de los hechos que estamos presenciando”.
En definitiva, al final de su exposición, el general Perón instaba hacer realidad “esta comunidad que persigue fines espirituales y materiales, que tiende a superarse, que anhela mejorar y ser más justa, más buena y más feliz, en la que el individuo puede realizarse y realizarla simultáneamente”, y que -así confiaba- “dará al hombre futuro la bienvenida…”. El destino del hombre futuro estaba íntimamente ligado al futuro de la comunidad.
Recuerdos del futuro
Pues bien, ya conocemos los hechos y sabemos que, en sentido contrario al de esas previsiones, el mundo y la Argentina en particular han acrecentado su “crisis de valores”, y el pensamiento individualista gobierna por encima del pensamiento y sentimiento de “comunidad”, por el que el reduccionismo libertario culpa a los movimientos nacionales de toda nuestra historia, al peronismo en particular e inclusive al Santo Padre. Por razones que deberemos esclarecer, estamos una vez más al comienzo del camino.
Habiendo pasado tres cuartos de siglo de aquella intensa y extensa reflexión, y conocido ya “el futuro” al que Perón aludía en aquella clase inaugural, hoy podemos despejar la incógnita que el autor planteaba en su tesis filosófica sobre la “comunidad organizada”. En principio, si no recurrimos, una vez más, a cerrar los ojos ante la tremenda realidad nacional y mundial que vivimos, de la que Perón nos advertiría en innumerables ocasiones, ya sabemos lo que la humanidad “se decidió a ser”, transitando, como estamos, la tercera década del siglo XXI: en muchos planos de la realidad reina “el desconcierto”, y no por exceso de “comunidad” sino por carencia de ella; los hombres no lograron “establecer la debida relación entre su yo y el mundo circundante, objeto de cambios fundamentales”; avances y retrocesos mediante, aquel “futuro” de 1949 no fue resuelto de la manera que se esperaba (retroceso desde 1955 hasta nuestros días mediante); y aquella profunda “crisis de valores” no ha hecho otra cosa que acentuarse, mientras que la incógnita planteada por el general Perón en el Congreso de Filosofía de Mendoza no pudo ser todavía resuelta de manera aceptable para el hombre y la sociedad, tampoco en gran parte del planeta incluida la Argentina y América Latina.
No la resolvieron los “Aliados”, que se repartieron el mundo casi en partes iguales; ni los actores y los años de la Guerra Fría; no la resolvió en nuestro país la llamada Revolución Libertadora (ni revolución ni libertadora), ni los gobiernos pseudo democráticos o dictatoriales subsiguientes; tampoco la resolvió la caída del Muro de Berlín en 1989, ni el nacimiento de un mundo unipolar hegemonizado por el imperialismo triunfante bajo el signo del neoliberalismo mercadista y deshumanizante, devenido en “libertario”; ni estos últimos cuarenta años de democracia formal, que no alcanzan para liberarnos de semejante pesadilla… Por el contrario, en el presente, la sociedad y el hombre vuelven a enfrentarse a esa profunda “crisis de valores”, puesta en evidencia esta vez por la caótica y trágica experiencia libertaria. Tampoco es dable entrever la posibilidad de persuadir a quienes en realidad no quieren cambiar el mundo para bien de los más rezagados ni para bien de todos y mal de ninguno, sino solo para el bien de ellos mismos: cada vez menos.
1974: un nuevo intento
Todo eso Perón lo sabía al volver a la Patria y al Gobierno. Por eso intentaría actualizar el ideario de la Comunidad Organizada en su Proyecto Nacional de 1974. “En nuestra patria -señalaba poco tiempo antes de pasar a la inmortalidad- se han perdido –y se siguen perdiendo– muchas vidas procurando la organización nacional. A la luz de este hecho, resulta claro que hemos llegado a cierto grado de organización del Estado, pero no hemos alcanzado a estructurar la comunidad organizada. Más aún, muchas veces los poderes vertidos en el Estado trabajaron para que no se organizase el pueblo en comunidad”.
“La comunidad -demandaba el líder popular- debe ser conscientemente organizada. Los pueblos que carecen de organización pueden ser sometidos a cualquier tiranía. Se tiraniza lo inorgánico, pero es imposible tiranizar lo organizado. Además, como una vez expresé, la organización es lo único que va más allá del tiempo y triunfa sobre él”. Ahora bien, “todo fundamento de estructuración debe prescindir de abstracciones subjetivas, recordando que la realidad es la única verdad”. En definitiva, “la organización de la comunidad implica una tarea ardua que requiere programación, participación del ciudadano, capacitación y sentido del sistema para su orden y funcionamiento…”.
Efectivamente, cuando hablamos de “comunidad organizada”, hablamos de una concepción concreta de comunidad: “organizada” -no librada al azar, al mercado, ni tampoco al arbitrio de los monopolios y lascorporacionesasociadas al interés extranjero ypoderes concentrados, como ocurre ahora– que habrá que eliminar definitivamente en nuestro camino de comunidad nacional; y tampoco hablamos de una abstracción o una entelequia imposible de hacer realidad y de obtener en términos concretos (y solo queda como un slogan), ya que, como cuestionaba el mismo general Perón en 1974, esa tarea está todavía inconclusa y debe llevarse a cabo para que el hombre del futuro pueda poder realizarse en ella realizándola.
A esta altura de la historia y de nuestra experiencia vital, no nos caben dudas de que, en una comunidad “que anhela mejorar y ser más justa, más buena y más feliz”, el individuo solo puede realizarse realizando la comunidad en la que vive, y por esa razón, “el mundo debe salir de una etapa egoísta y pensar más en las necesidades y las esperanzas de la comunidad… Una comunidad donde el individuo tenga realmente algo que ofrecer al bien general…” y viceversa. Y como sabemos -y esto es filosofía práctica-, para hacer una tortilla, hay que romper varios huevos. Si no, seguiremos matando de hambre al pueblo argentino e impidiendo su realización personal y comunitaria.
La crisis argentina reclama responder no solo con palabras o abstracciones sino con hechos a esa “necesidad histórica” mencionada por el mismo general en 1949 y reafirmada en 1974, que resulta la antítesis del relato libertario y el discurso anarco-capitalista e individualista de Davos. No obstante, a pesar de todo y del retroceso evidenciado, rescatemos la esperanzada convocatoria del general Perón a la realización de la persona en sociedad, “en la que el individuo puede realizarse y realizarla simultáneamente”, pero arremanguémonos para reactualizarla y diseñarla en términos concretos para un futuro inmediato, con todo lo que ello implica.
Recapitulando: la necesidad de construir una verdadera “comunidad organizada”
Por muchos años, aquella disertación del presidente Perón sobre la “Comunidad Organizada” de 1949 pasó desapercibida. En los últimos años hubo un rescate público de aquella ponencia, sin demasiadas aclaraciones sobre su contenido. Más recientemente, se le ha pretendido dar una importancia decisiva como base fundamental de la “doctrina justicialista”, cuando -aclaremos- es, en realidad, una gran reflexión filosófica general sobre la “crisis de valores” del mundo occidental (todavía vigente), que no apunta en concreto a la construcción política de esa “comunidad organizada” en particular, pues como sabemos, Perón ya la había comenzado a pergeñar, desarrollar y construir fehacientemente antes de 1945, en los prolegómenos del peronismo, en el marco de la “revolución de 1943”.
En efecto, en 1944, siendo presidente de aquel gobierno revolucionario el general Edelmiro Farrel, estando próxima a concluir la Segunda Guerra Mundial -contaría el mismo Perón-, le encargaron preparar en el marco del Consejo Nacional de Posguerra creado a tal fin, “una acción para el país que nos permitiera zafar de esa situación dentro de nuestras pobres posibilidades”. El resultado de ello se convirtió a la sazón en las bases ideológicas y doctrinarias de lo que terminó siendo el peronismo histórico que conocimos.
Dicha historia la traía el propio Perón a cuento después de haber sido elegido ya presidente de la Nación por tercera vez en 1973 (con las boletas del FEJULI y del FIP de Jorge Abelardo Ramos), al reunirse en el Salón Blanco de la Casa Rosada con funcionarios y técnicos que intervendrían en la elaboración del Plan Trienal de 1974 a 1977,planque no pudo llegar a cumplirse por la muerte de Perón y el golpe de 1976.
Como lo revelaba Perón en aquella ocasión frente a su gabinete técnico, el Consejo Nacional de Posguerra constituyó efectivamente un gran cuerpo de concepción que elaboró un catecismo doctrinario -pues no tenían tiempo para más porque la guerra terminaba pronto y había que “primerear”-, de donde surgieron las consignas que “nosotros mismos pusimos en ejecución” una vez en el gobierno a partir del 24 de febrero de 1946.
El Consejo Nacional de Posguerra -rememoraría Perón- “nos dio la posibilidad de establecer grandes líneas doctrinarias e ideológicas, y nos permitió también preparar los estudios necesarios para una planificación que los pudiera hacer efectivos”. “Recuerdo -diría en aquella oportunidad- que cuando hicimos ese plan nos pusimos a estudiar en la historia argentina qué otros planes habían precedido al nuestro. Por lo menos llegamos hasta la Junta de Mayo”. Fue allí donde seguramente Perón y los jóvenes militares de su generación se encontraron con el Plan de Operaciones de la Revolución de Mayo, mentado y escrito por Mariano Moreno. Sin duda, muchos lineamientos del peronismo se hallaban prefigurados en aquel Plan de Operaciones, antecedente a su vez de la “comunidad organizada” concebidapor Perón y su generación en términos concretos y no solo abstractos o filosóficos.
“La labor del Consejo Nacional de Posguerra -señalaba Perón ante sus funcionarios- le permitió a nuestro país dos cosas fundamentales: primero, impedir que los países que habían hecho la guerra nos la hicieran pagar”, que es lo contrario de lo que conseguirá el actual gobierno con su ciego alineamiento detrás de Estados Unidos, Reino Unido, Israel y Ucrania. En segundo lugar, aquella labor en el Consejo Nacional de Posguerra le permitiría “preparar una transformación del país, que indudablemente habría de corresponder al cambio que en el mundo traía la segunda guerra mundial”, eso sí, en forma independiente de los Estados vencedores, tal como ocurrió. Una cierta transformación podría haberse operado igualmente de haber sido otro el resultado de las elecciones de fines de 2023, lo que nos hubiera permitido estar junto a los países emergentes del mundo, y particularmente en los BRICS, construyendo una alternativa multipolar y más justa y feliz para la Argentina y América Latina.
“El punto de partida de nuestra acción revolucionaria -terminaba de aclarar Perón en aquella reunión de diciembre de 1973- dio un contenido filosófico al movimiento, del cual emanó nuestra Doctrina Justicialista”.
Cabe afirmar entonces, que fue en aquella oportunidad donde surgieron las bases de esa “comunidad organizada” a la que en 1949 Perón pretendía darle bases filosóficas, y en 1974, con el lanzamiento del “Modelo Nacional”, reclamaba terminar de construir en términos políticos, económicos, sociales y culturales muy concretos, sobre la base de sus dos gobiernos anteriores (con sus planes quinquenales y su acción revolucionaria), modelo que aún sigue pendiente de realización.
Doctrina y concreción de la “comunidad organizada”
Haciendo un repaso más enfocado de la propia doctrina de “comunidad organizada” que, de alguna manera, hermana la doctrina del Justicialismo con la del Socialismo Nacional (a cuya concepción el líder popular no era ajeno y hasta la había considerado para darle nombre a su movimiento, al que finalmente llamó Justicialista), Perón deducía en su disertación filosófica de 1949 que, en muchos planos de la realidad nacional y mundial reinaba “el desconcierto”, y no por exceso de “comunidad” sino por carencia de ella. Los hombres no habían podido “establecer la debida relación entre su yo y el mundo circundante, objeto de cambios fundamentales”.
Si bien aspiraba a persuadir a quienes en realidad no querían “cambiar el mundo para bien de los más rezagados”, sabía que “el hombre es un ser ordenado para la convivencia social” y que “el bien supremo no se realiza, por consiguiente, en la vida individual humana, sino en el organismo súper-individual del Estado; la ética culmina en la política”. Por eso guardaba cierta esperanza de que la humanidad poseía “clarividencia suficiente para entrever que el tránsito del yo al nosotros, no se opera meteóricamente como un exterminio de las individualidades, sino como una reafirmación de éstas en función colectiva”. En esa línea, adelantaba: “Al pensamiento le toca definir que existe, eso sí, diferencia de intereses y diferencia de necesidades, que corresponde al hombre disminuirlas…”. No obstante, advertía puntualmente: “El problema del pensamiento democrático futuro está en resolvernos a dar cabida en su paisaje a la comunidad, acentuando sobre sus esencias espirituales, pero con las esperanzas puestas en el bien común”.
En definitiva, al final de su exposición, el general Perón instaba hacer realidad “esta comunidad que persigue fines espirituales y materiales, que tiende a superarse, que anhela mejorar y ser más justa, más buena y más feliz, en la que el individuo puede realizarse y realizarla simultáneamente”, y que -así confiaba- “dará al hombre futuro la bienvenida…”. Había para el hombre un futuro, y ese futuro no podía ser sino en “comunidad” para el bien de todos y de cada miembro de la comunidad.
Al volver a la Patria y al Gobierno en 1973, Perón sabía que todas sus previsiones no habían podido cumplirse, y por eso intentaría actualizar el ideario de la Comunidad Organizada en su Modelo Nacional de 1974. “Resulta claro -destacaba críticamente- que hemos llegado a cierto grado de organización del Estado, pero no hemos alcanzado a estructurar la comunidad organizada. Más aún, muchas veces los poderes vertidos en el Estado trabajaron para que no se organizase el pueblo en comunidad”.
“La comunidad debe ser conscientemente organizada”, demandaba el líder justicialista, consustanciado en esto con el ideario del socialismo nacional, al que adhería en sus convicciones, como lo había expresado en sus cartas a Jorge Abelardo Ramos desde Madrid en 1967 y 1968; incluso, había compartido con Ramos las páginas del diario “Democracia”, donde había desarrollado sus tesis antiimperialistas y anti demoliberales junto al “Colorado” Ramos. Tal vez por eso, aceptó también compartir la fórmula de 1973 con el FIP, con la consigna de Patria Socialista. Perón tenía muy claro y lo manifestaba en 1974, casi como una profesía, que “los pueblos que carecen de organización pueden ser sometidos a cualquier tiranía. Se tiraniza lo inorgánico, pero es imposible tiranizar lo organizado”.
De eso se trataba y se trata, más allá de ideologías políticas: de “organizar” la comunidad, pues, como el mismo general Perón había sostenido, “la organización es lo único que va más allá del tiempo y triunfa sobre él”, por lo que “todo fundamento de estructuración debe prescindir de abstracciones subjetivas, recordando que la realidad es la única verdad”, como habían sostenido a su tiempo tanto Aristóteles como Marx. En definitiva, creía profundamente que “la organización de la comunidad implica una tarea ardua que requiere programación, participación del ciudadano, capacitación y sentido del sistema para su orden y funcionamiento…”. El destacado desarrollo económico y social de los chinos, hindúes, rusos e iraníes (todos ellos en el BRICS), lo mismo que el de Israel -como lo tuvo también la Argentina de Perón-, tiene mucho que ver con eso.
A esta altura de la historia, de nuestra experiencia vital y los desastres del individualismo libertario, no nos caben dudas de que, en una comunidad “que anhela mejorar y ser más justa, más buena y más feliz”, el individuo solo puede realizarse realizando la comunidad en la que vive y realizándose en ella, y de que “el mundo debe salir de una etapa egoísta y pensar más en las necesidades y las esperanzas de la comunidad… Una comunidad donde el individuo tenga realmente algo que ofrecer al bien general…” y viceversa.
La crisis argentina reclama responder no solo con palabras o abstracciones sino con hechos a esa “necesidad histórica” mencionada por el mismo general Perón en 1949 y reafirmada en 1974, que resulta la antítesis del relato libertario y el discurso anarco-capitalista e individualista de Davos, anche también del discurso partidocrático vacío de nuestros días.
No desconocemos tampoco, como nos muestran los resultados electorales que, por omisión o carencia de esa visión estratégica, hemos llegado a retroceder tremendamente después de cada derrota política durante estos últimos cuarenta años, por no avanzar estructuralmente en la organización de esa “comunidad” nacional con profundas raíces históricas, frustrada -a grandes rasgos- por la falta de una profunda, irrenunciable e imbatible política de integración latinoamericana; la falta de centralidad del Estado en el desarrollo económico autónomo del país; la extranjerización y concentración económica y financiera; la acción descarada e impune de los monopolios de la comercialización, la alimentación y la comunicación, entre otros campos; la desnacionalización y globalización de la cultura y de las conciencias; la desmalvinización y déficit de una política incontrastable de defensa nacional; la colonización pedagógica; etc.
No obstante, a pesar de todo y del retroceso que padecemos, insistamos en el rescate de esa esperanzada convocatoria del general Perón de 1949 a la realización de la “comunidad organizada” y a lo realizado en sus tres gobiernos revolucionarios, “en la que el individuo pueda realizarse y realizarla simultáneamente”. Para empezar, la experiencia de los propios gobiernos del general Perón son nuestros mejores ejemplos y modelos a seguir y un buen punto de partida y referencia para reconstruir y a la vez terminar de construir la Patria inconclusa, a la que podríamos agregar la amplia experiencia del movimiento obrero organizado, protagonista de una larga resistencia en tiempos de dictaduras y gobiernos pseudo democráticos y autor de los avanzados y lúcidos programas de “La Falda” y “Huerta Grande” de 1957 y 1962 respectivamente. Contamos, además, con la gran ayuda del pensamiento nacional argentino y latinoamericano de todas las épocas y el aporte necesario de todos los sectores sociales fundamentales de la Patria, que deberemos confluir en un Proyecto General de Comunidad Organizada.
Brillante anàlisis del pensamiento integrador del General Peròn, Elio.
Realmente es para felicitarte.
Un abrazo!