Unidad obrero-estudiantil. De la Reforma Universitaria al Cordobazo. Por Elio Noé Salcedo
Sin duda, la unidad obrero – estudiantil es la expresión directa de la alianza entre el movimiento obrero y un sector importante de la clase media. No ha sido así siempre, si bien la historia de esa unidad tiene más de cien años.
Estuvo presente antes de la Reforma Universitaria de 1918, movimiento estudiantil universitario que reivindicaba esa unidad entre sus principales banderas y puso a Córdoba a la vanguardia de esa alianza social entre obreros y estudiantes; estuvo presente también durante la misma Reforma: la Federación Obrera Local de Córdoba se pronunció en junio de 1918 (mes de la gran huelga estudiantil y el Manifiesto) a favor del movimiento reformista, gesto que tuvo su devolución en septiembre de ese mismo año en “una de las huelgas más memorables del movimiento obrero de Córdoba”, protagonizada por los obreros del calzado, que contó con el decidido apoyo de la Federación Universitaria de Córdoba (FUC), según refiere el historiador Roberto A. Ferrero en su Historia del Movimiento Estudiantil; la Semana Trágica de 1919 encontraría juntos también a obreros y estudiantes; aunque esa alianza se diluiría, por muchos años, a partir 1930, cuando la mayoría del movimiento estudiantil apoyó el golpe de Estado anti nacional y anti popular contra Hipólito Yrigoyen, que como presidente había impulsado y protegido la Reforma y la democratización y modernización institucional en las universidades. Ese desencuentro se volvería a repetir en el ‘45 y en el ‘55, con el estudiantado enfrentado al general Perón y al movimiento obrero, período en que el gobierno peronista había declarado la gratuidad de la enseñanza universitaria y otorgado múltiples beneficios a los estudiantes. Aquella alianza de 1918 recién se restablecería a partir de la década del 60 del siglo XX.
La reconstitución de la unidad obrero – estudiantil
La reconstitución de la tradicional alianza obrero – estudiantil -señala el historiador nacional de Córdoba- “daría comienzo ya en los años 1957/58”: el 12 de julio de 1957, en plena resistencia peronista, la FUC adhirió expresamente al paro general que la Central cegetista declarado en Córdoba; a su vez, a raíz de la lucha contra la enseñanza mal llamada libre, la CGT cordobesa acompañó con sus simpatías las movilizaciones del estudiantado reformista; el 1º de octubre de 1959, oradores estudiantiles hablaron en la sede de la CGT, adhiriendo a la huelga de la UOM, por entonces en curso; ese mismo año, después del 17 de octubre, fecha histórica del per0nismo, una delegación de la CGT habló en el Cuarto Congreso de la Federación Universitaria Argentina (FUA), reunido en Córdoba; un año después, a fines del ’60, la CGT de Córdoba prestó sus instalaciones para que los estudiantes celebraran sus asambleas que condujeron a la huelga grande de la Facultad de Derecho contra el examen oral y escrito; lo mismo hizo la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE); tanto ATE como SUOEM (Sindicato de Obreros y Empleados Municipales) y otros gremios hicieron público su apoyo a los huelguistas; el propio secretariado de la CGT en pleno, el 23 de febrero de 1961, resolvió hacer llegar “su más ferviente adhesión a los estudiantes universitarios -todavía en huelga- por su firme postura”.
Al principio de 1962, estudiantes universitarios dieron un nuevo paso en la unidad obrero – estudiantil llamando a la FUA a apoyar las fórmulas gubernativas de “Unión Popular”, nombre con que el peronismo proscripto concurría a las elecciones del 23 de marzo de 1962 convocadas por el presidente Arturo Frondizi, elecciones que serían ganadas por el peronismo en la provincia de Buenos Aires, y por esa razón anuladas, con la consiguiente caída de Frondizi por un golpe militar. Ese mismo año, el movimiento estudiantil convocaría al Seminario Reformista de Actualización Doctrinaria en Tucumán, siendo presidente ya el Dr. José María Guido en reemplazo del Dr. Frondizi.
El Seminario Reformista de 1962
El Seminario de Tucumán puso en evidencia el proceso de nacionalización de las clases medias universitarias, que había comenzado a operarse con el acercamiento de los estudiantes al peronismo. Como una vuelta auspiciosa a los días de junio de 1918, al seminario de “valoración de 1918 y del Movimiento Reformista” de 1962 asistieron 167 delegados de todas las regionales de la Federación Universitaria Argentina y observadores estudiantiles de Uruguay y Paraguay. Los concurrentes respondían a dos grandes líneas político – ideológicas del movimiento estudiantil de aquel momento: los “reformistas clásicos” y los “reformistas críticos”, que sesionaron entre el 15 y 19 de agosto de 1962 y al final emitieron sus respectivos despachos.
El Despacho Nº 1 del “reformismo clásico”, más profesionalista, hacía hincapié en las reivindicaciones gremiales e institucionales de 1918, que no habían sido “suficientemente debatidas”, tales como el cogobierno docente – estudiantil y el papel de los Centros y Federaciones universitarias.
El Despacho Nº 2, en cambio, sin descartar los temas universitarios específicos, encaraba una profunda autocrítica del proceso histórico, asumiendo los graves errores cometidos por el movimiento estudiantil y su “incomprensión de los movimientos populares gestados en el país”, sin dejar de reivindicar las banderas históricas y el espíritu nacional, popular y latinoamericano de 1918. Este despacho -producto de la nacionalización y politización en un sentido nacional de los estudiantes– centraba su crítica declaración en “la necesidad de la interpretación histórica” del movimiento reformista, la relación estrecha entre “la Universidad y el medio”, la disyuntiva política entre “revolución o reforma” y la “desubicación histórica” del movimiento reformista en 1930, en 1945, durante la década peronista y en el golpe de 1955.
Además de cuestionar las dos grandes desubicaciones históricas de 1930 y de 1945 – 1955, el Despacho Nº 2 reprochaba al movimiento estudiantil no haber aprovechado la “oportunidad que existía” en la época peronista de sostener “con plenitud el postulado reformista de abrir la universidad al pueblo (como había logrado hacer el peronismo) y de crear una auténtica cultura nacional”, dejando pasar esa oportunidad “sin comprender que, aun en la imperfección, el movimiento popular ofrecía posibilidades de formación en las estructuras económicas (creadas por el peronismo) y, por consiguiente, en las estructuras culturales de la Nación”.
El Xº Congreso Extraordinario de la FUA en 1970
En ese proceso de nacionalización de la conciencia de las clases medias y de creciente acercamiento obrero – estudiantil, entraría en la historia el Xº Congreso Extraordinario de la FUA y Congreso Nacional de Estudiantes de 1970 en Córdoba.
El documento firmado por las agrupaciones AUN (Agrupación Universitaria Nacional, corriente política e ideológica inspirada por Jorge Abelardo Ramos y Jorge Eneas Spilimbergo), Franja Morada (radical), MNR (socialistas populares) y MURA (comunista), si bien no se fundaba en un acuerdo programático sino organizativo y tampoco disolvía las contradicciones entre las agrupaciones firmantes, las encuadraba dentro de los objetivos globales del estudiantado y reflejaba las transformaciones habidas en la conciencia general del movimiento estudiantil.
La Declaración del histórico Congreso -estando fresquito todavía el Cordobazo, donde la Unidad Obrero – Estudiantil se había hecho efectiva física y espiritualmente como nunca-, aprobó 16 tesis.
La primera tesis vinculaba la lucha del estudiantado a la crisis de dependencia y a las luchas del pueblo argentino por el pleno ejercicio de la soberanía popular efectiva, la autodeterminación nacional, la planificación democrática de la economía y la unidad nacional de América Latina. La 2ª remitía a la crisis de estructura dependiente de la Argentina y de la América Latina dividida, origen de sus grandes problemas políticos, económicos y sociales. La 3ª caracterizaba puntualmente esa estructura. Desde la 4ª a la 8ª tesis se atendía las causas de la violencia social, de la dictadura oligárquica y de los antagonismos irreconciliables –hoy diríamos la grieta-, no por un problema de hombres ni de ideologías sino de intereses; planteaba la necesidad de conformación de un frente nacional de todas las clases popularesyrechazaba toda forma de participacionismo con “un régimen flagrantemente aislado de la voluntad general”, al tiempo que rechazaba también cualquier opción civil “fraudulenta y proscriptiva (recordemos que Perón y el peronismo seguían proscriptos), no menos oligárquica, disfrazada de seudo régimen “constitucional” que estuvo vigente entre 1955 y 1973, mezclado con las dictaduras de entonces.
La 9ª y 10ª tesis planteaban la necesidad de expropiar a “las clases que parasitan el esfuerzo nacional” y “el derecho a armarse en defensa de la soberanía popular efectiva”. Cabe aclarar que las agrupaciones firmantes, no adherían a la “lucha armada” sino que reivindicaban la “lucha de masas”,es decir,la eficacia del “pueblo en la calle”, como había sucedido el 17 de octubre de 1945 en Buenos Aires y el 29 de mayo de 1969 en Córdoba. En la 11ª tesis, el movimiento estudiantil se reivindicaba “parte indisociable de la lucha del pueblo argentino por sus objetivos históricos”, entendiendo a su vez las libertades y derechos universitarios como “parte indisociable del sistema de derechos del pueblo”. En cuanto a la tradición revolucionaria popular, en la tesis Nº 12, el reformismo crítico reivindicaba “los jalones de la lucha social, democrática y antiimperialista del pueblo argentino en su rica y heroica historia desde los orígenes independientes”; “la lucha yrigoyenista por la soberanía popular y el sufragio”; “la tradición del 17 de octubre de 1945 con sus banderas de independencia económica, soberanía política y justicia social”; “las grandes jornadas de mayo, junio y septiembre de 1969”, como así también “el reciente alzamiento de los pueblos del Norte postergado”; y “la tradición precursora y esclarecida de la generación reformista de 1918”.
En la tesis Nº 13 la declaración recordaba que “el universitario no es un ser “culto”, y por tanto rechazaba “toda pretensión de Universidad “elitista”, reconociendo además que la generación reformista “proclamó la unidad inescindible entre nuestra condición de estudiantes y de ciudadanos”, por lo que “no puede haber Universidad digna de ese nombre en un país erigido sobre la explotación y la dependencia”, debiendo combatirse también “el academicismo de los clanes oligárquicos” y “la seudo ciencia de espaldas al país y sus luchas”, entendiendo que “la cultura oficial no es portadora de conocimiento sino de mistificación al servicio de las clases dominantes, y las clases explotadas extraen de su propia experiencia las bases de un conocimiento desmistificado de la realidad y de una práctica liberadora”. En la 14ª tesis los estudiantes se comprometían a superar las distorsiones políticas e ideológicas que condujeron a enfrentamientos con las grandes mayorías nacionales y la clase trabajadora en 1930, 1945 y 1955, “traicionando en los hechos el programa de la Reforma del 18: antiimperialismo, unidad obrero estudiantil” que supone la comprensión y asunción por parte del movimiento estudiantil de la trayectoria histórica de la clase obrera real, en particular sus banderas de 1945, banderas que constituyen un jalón en el movimiento hacia la emancipación nacional y social”. La tesis Nº 15 expresaba “la determinación de dar consistencia y permanencia a la movilización estudiantil y a las luchas generales contra nuestros opresores de dentro y fuera de la Universidad, que son también los opresores y los explotadores de todo el pueblo argentino”.
Por último, el Xº Congreso Extraordinario de la FUA exhortaba a no quedar al margen del “proceso de sindicalización masiva” del estudiantado argentino (aunque algunos ya se habían autoexcluido), e “integrarse para el hacer conjunto, enriqueciéndolo con sus aportes y militancia y facilitando así que la sana diversidad de opiniones, búsquedas y corrientes obre al servicio de una causa común al grueso de los estudiantes, como es la lucha contra el Régimen (Dictadura de Onganía, Levington y Lanusse: 1966 – 1973) y la lucha contra el actual sistema universitario”.
Puebladas provincianas, Cordobazo y unidad obrero-estudiantil
Volviendo un poco atrás en el tiempo de este recorrido, el golpe de Estado en 1966 contra el gobierno radical de Arturo Illía -gobierno con base popular de clase media- representó la ruptura definitiva (al menos hasta no hace mucho) de aquella alianza entre la casta oligárquica y las clases medias argentinas, cuyo proceso de aparición y disolución hemos reseñado.
La intervención en y a las universidades argentinas, pobladas por los hijos de esa clase media urbana y rural de todo el país (inaugurada con “la noche de los bastones largos” en la Universidad de Buenos Aires el 29-7-66), sumada a la regimentación autoritaria de la vida institucional en las casas de estudios superiores y la ofensiva limitacionista -creación y aumento de aranceles, imposición de turnos matutinos que impedían la asistencia a los estudiantes que trabajaban, cursos eliminatorios de ingreso a la Universidad-, crearon desde 1966 en adelante un clima insoportable dentro del estudiantado universitario, sobre todo en las provincias del Interior argentino, históricamente empobrecidas y marginadas del “progreso” y la “civilización”, valores tan demandados por el liberalismo europeísta, sin acertar nunca en el camino para lograrlo. Era el caso en particular de la Universidad del Nor-Este, agravado allí por la privatización de los comedores universitarios, el consiguiente aumento del ticket por comida, la exigencia del pago mensual del abono para comer y la supresión de comidas los domingos y días feriados, elevando el costo familiar de manutención de los estudiantes a valores exorbitantes.
La respuesta a semejante situación, después de tres años de dictadura y atropellos políticos, económicos y sociales, no se hizo esperar, y la situación explotó en protestas, asambleas y pedidos de revisión de las medidas adoptadas. Las movilizaciones estudiantiles a partir de principios de mayo de 1969 fueron particularmente entusiastas y numerosas en la Universidad del NE (Corrientes y Resistencia, Chaco). El 7 de mayo, 600 estudiantes correntinos se reunieron a la salida del Rectorado para escuchar el informe de sus delegados, que no habían podido entrevistarse con el rector Walker. Sin aviso previo, la policía correntina los atacó salvajemente disparando sus armas, una de cuyas balas atravesó la boca del estudiante Monzón. El 8 de mayo, las Facultades de Corrientes y Resistencia de la UNNE pararon en protesta por la represión arbitraria e indiscriminada. El 9 de mayo, una asamblea estudiantil en Resistencia, Chaco, designó una Comisión Coordinadora de Lucha con dirigentes del peronismo estudiantil, la izquierda nacional y el comunismo, que se aprestaron a conducir las movilizaciones.
El 13 de mayo de 1969, en la provincia de Tucumán, los trabajadores del ingenio azucarero Amalia tomaron las instalaciones en protesta por sus salarios impagos. Las organizaciones estudiantiles, por su parte, organizaron la Coordinadora de Agrupaciones Universitarias, que levantaba nuevas posiciones nacionales del estudiantado, enfrentado a las agrupaciones estudiantiles que rechazaban el programa de la CGT como bandera de lucha para la huelga, y le oponían el programa estudiantil de la FUA (en la línea gorila del 55). La Coordinadora de Agrupaciones Universitarias reunía a reformistas, católicos, peronistas integralistas, de izquierda nacional y no alineados, propiciaba la unidad obrero-estudiantil y apoyaba resueltamente el programa de la CGT. Durante las protestas, San Miguel de Tucumán fue literalmente ocupada por su población y la policía desapareció de las calles, ahuyentada por los vecinos que le arrojaban agua hirviendo desde las terrazas, al mismo tiempo que al anochecer se apagaban las luces de las casas de familia para dificultar la acción policial. Las autoridades universitarias nombradas por el gobierno fueron desconocidas. Y del mismo modo que en Chaco, Salta, Córdoba, Paraná y otras provincias, la Coordinadora de Agrupaciones Universitarias de Tucumán proclamó en un comunicado “la unidad obrero– estudiantil, en la perspectiva de una salida soberana que abra el camino hacia la solución de la crisis argentina”.
En Córdoba, el 14 de mayo, después de una multitudinaria Asamblea del SMATA (más de 3.000 obreros y estudiantes) en el Córdoba Sport Club de la ciudad mediterránea, convocada por el gremio mecánico para discutir el intento de supresión del Sábado Inglés (vigente desde la década de 1920) y la situación imperante, se produjo un violento enfrentamiento con la policía que reprimió a los asistentes a dicha asamblea, causando una decena de heridos y 26 detenidos. El día anterior, el diario Córdoba había anunciado un nuevo aumento del boleto del transporte urbano de pasajeros.
La violencia desatada por la policía en el Nordeste cobró su primera víctima fatal el 15 de mayo de 1969 en Corrientes, cuando los estudiantes -esta vez en número de 1.200 aproximadamente, acudieron a la entrevista programada con el rector Walker para acompañar a sus delegados. No obstante, tampoco fueron recibidos, y cuando los delegados informaban sobre el resultado de la frustrada entrevista, otra vez fueron atacados por la policía, produciéndose esta vez una batalla campal durante dos horas, cuando cayó mortalmente herido por una bala policial (9 mm) el estudiante Juan José Cabral (22 años) en el momento en que corría a refugiarse y protegerse de las balas asesinas. Siguiendo un reguero de falsedades, el rector Walker quiso justificar la masacre y despegarse del asesinato de Cabral. Sus declaraciones fueron reproducidas por “La Nación”, pero ningún medio de Corrientes y Resistencia quiso reproducirlas. Había comenzado la desobediencia civil y la rebelión contra la dictadura en el extremo nordeste de la República humillada y masacrada.
El día 16, a 13 días del Cordobazo, la indignación pública, transformada en manifestación de todo un pueblo, se volcó a las calles. Cinco mil personas manifestaron en Corrientes y más de cuatro mil en Resistencia. La rebelión estudiantil y popular se extendió a otras ciudades del interior argentino.
En Córdoba una resolución de las dos CGT en la que estaba dividido el movimiento obrero, convocó a una huelga general que obtuvo un acatamiento total.
En Rosario, la protesta por la represión policial y la muerte del estudiante Cabral en Corrientes, con la consecuente ira estudiantil en Santa Fe, llevaron al rector de la UN de Rosario a decidir el 16 de mayo la suspensión de actividades universitarias por tres días. Los estudiantes rosarinos se congregaron entonces en el Comedor Universitario y desde allí marcharon al centro. Había comenzado el Rosariazo.
El 17 de mayo, 400 estudiantes rosarinos manifestaron ruidosamente frente al Comedor Universitario y, ante la represión policial, se dispersaron por distintas calles aledañas. Perseguidos por la policía y atrapado un grupo en la Galería Meipal (con solo una boca de entrada y salida), se oyó un disparo. Allí quedó tirado en el suelo el cuerpo de Adolfo Bello con la cara ensangrentada, muriendo pocas horas después. El Ministerio del Interior responsabilizó a los manifestantes. La CGT decretó el estado de alerta y citó a un plenario para el día 20 de mayo.
El 20 de mayo, los estudiantes rosarinos anunciaron un paro nacional. El 21 de mayo comenzó a cumplirse el paro general estudiantil. Ese día, un balazo policial asesinó al joven obrero y estudiante Luis Norberto Blanco. Desde la madrugada del 22, Rosario fue declarada zona de emergencia bajo jurisdicción militar.
El 23 de mayo, un grupo de 38 sindicatos dispuso la realización de un masivo paro industrial que tuvo éxito total. Los sectores de la Iglesia más afines a los grupos obreros emitieron una declaración de apoyo al paro general en repudio al gobierno, mientras numerosos eclesiásticos plantearon su negativa a celebrar el Te Deum oficial del 25 de Mayo. Más de 7.000 personas acompañaron el féretro de Luis Blanco en la procesión hacia el cementerio. El 20 de junio cuando el general Onganía visitó el Monumento a la Bandera, la CGT lo declaró persona no grata.
El 21 de mayo se cumplió en todo el país la huelga estudiantil dispuesta por la Federación Universitaria Argentina con carácter nacional. Faltaban solo ochos días para el Cordobazo.
En Salta, ese mismo 21 de mayo se convocó a una asamblea estudiantil en el edificio del Departamento de Humanidades, a la que concurrieron representantes de gremios obreros, profesionales, profesores y maestros en gran número en protesta por la represión en Corrientes, Resistencia y Rosario. Al día siguiente de la asamblea fue el turno de los estudiantes secundarios, que desempeñaron un gran papel en la lucha contra la policía. Ese mismo día 22 de mayo, a las 19, se celebró una Misa en la Iglesia de San Francisco. Al terminar la Misa había una verdadera multitud. Se encendieron 150 antorchas, y se organizó una Marcha del Silencio que se dirigió por las calles céntricas hacia la plaza 9 de Julio. Según cuenta la crónica que estamos citando, “los vecinos y público en general aplaudían la columna y se incorporaron a ella. Católicos y laicos juntos en el Centro Único de Humanidades, demostrando la posición nacional del nuevo estudiantado, encabezaban la manifestación, integrada por estudiantes terciarios, profesores, militantes, obreros, empleados, estudiantes secundarios y pueblo, compuesta de unas 9.000 personas, concentración pocas veces vista en Salta”. La masiva manifestación fue disuelta por la policía con fiera represión, como había ocurrido en otras provincias. Sin embargo, la manifestación popular se reconstituyó y fue a protestar a las puertas del Club 20 de Febrero -el Jockey Club salteño-, donde se realizaba “un fino lunch” oficial para recibir a los delegados del Congreso de Psicología Social, aguándole la fiesta y destruyendo “el mohoso reducto de la oligarquía salteña”, símbolo de la “Salta goda” en el decir de Ramos, Spilimbergo, Madariaga y otros en “El Cordobazo”, texto de 1974.
Con el espíritu de época y de la lucha contra la dictadura, producto de la nacionalización de la conciencia estudiantil y de la unidad obrero – estudiantil lograda, la Comisión Intercentros de Salta dio a conocer una declaración cuyas consignas finales bregaban por “una cultura nacional, por una Universidad abierta al pueblo argentino, por la soberanía política, la independencia económica y la justicia social en el marco de un gobierno popular”.
En Paraná, el día 22 de mayo, cerca de 8.000 personas se hicieron presentes en sus calles. Como en todas las ciudades argentinas, el Litoral expresaba en forma masiva y contundente su hartazgo frente al autoritarismo y avasallamiento de la dictadura. En el gran acto realizado en Paraná, hablaron el secretario general de la CGT, un estudiante secundario y un estudiante universitario de la izquierda nacional, que fueron aclamados por la multitud.
En Córdoba, los días 27 y 28 de mayo, “las asambleas estudiantiles de masas -dice el historiador Roberto A. Ferrero- se multiplican en todas las Facultades”, en el marco de la vigencia y el auge de “las tendencias nacionales”.
El Cordobazo estaba en puerta. La participación popular en las manifestaciones de provincias adelantaba el fin de la dictadura y una salida nacional a corto o mediano plazo para ponerle fin a la restauración oligárquica y a la proscripción del pueblo iniciada en 1955. Esa era la conciencia y coincidencia que se destacabatanto en el movimiento obrero como en el movimiento estudiantil en aquellos días de 1969. Las organizaciones armadas no habían entrado en escena. Lo harían recién después del Cordobazo, montadas sobre esa situación pre revolucionaria, inaugurando su nefasta participación en la historia argentina un mes después de la pueblada cordobesa. Su bautismo de fuego sería el cobarde asesinato de Augusto Vandor, el líder principal de los metalúrgicos y de la Confederación General del Trabajo de la República Argentina. El carácter de clase de aquel crimen contra la unidad de los trabajadores y de las clases medias, estaba claro.
La experiencia frustrada de la vuelta del general Perón en 1964, la continuación de la proscripción peronista sine die, la dictadura extranjerizante, anti obrera y antipopular de Onganía y Krieger Vasena y los atropellos a las provincias y al estudiantado universitario en todo el país, condujeron al Cordobazo, con la conducción, organización y protagonismo del Movimiento Obrero de Córdoba y el acompañamiento mayoritariodel estudiantado y el pueblo cordobés, haciendo realidad la unidad obrero-estudiantil y la creciente nacionalización de la conciencia de las clases medias, que venía expresándose en todos los levantamientos de provincia.
En el Cordobazo confluían los herederos de la generación universitaria nacional y latinoamericana de 1918 y de la generación obrera de 1945. La generación del ‘18, que había proclamado como banderas estratégicas la Unidad de América Latina, la Autonomía Intelectual respecto a Europa, la Unidad obrero-estudiantil y una Universidad al servicio del pueblo; la generación del ‘45,que había levantado las banderas de la Soberanía Política, la Independencia Económica y la Justicia Social para la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria.
En esa unidad y conciencia nacional de trabajadores y estudiantes se resumían los fundamentos de un proyecto de país mejor para todos, sin exclusiones de ninguna clase.