Pacto de Mayo: traición o estupidez. Por Gabriel Sanchez
Ahora Milei tiene su ley, su base, tiene su tratado para recorrer el mundo y mostrarlo como la derrota del socialismo. Una ley venida a menos, retocada y manoseada por todos lados, pero ya no importa. Ese montón de papeles es la primera muestra física que tiene para darle un poco de aire a su lucha global contra el comunismo mundial.
Mientras por las ventanas del Congreso se filtraban los gases lacrimógenos y se llenaban los pasillos. Los senadores caminaban tapándose la nariz y los ojos para poder respirar. Mientras con una mano se tapan la boca entre las neblinas lacrimógenas, con la otra mano agarraban un cargo, un sobre, un puesto o cualquier cosa que le haya prometido Villarruel.
Mientras el campo popular se hundía en las redes sociales, como si fuera una maldita casa de apuestas, tratando de adivinar artículos ¿O quién iba a votar qué cosa a favor o qué en contra? Karina Milei viajaba en silencio a Santa Fe para la oficialización del partido. Como si fuera un punto más en la red, se va tejiendo el sueño del libertario.
Cada voto comprado u obtenido bajo presión, es un ladrillo más en el camino de Milei, que lo acercan a su Pacto de Mayo, a su sueño de las 10 leyes grabadas en piedra, como si fuera un Carlos Magno con déficit de atención.
Lo que Milei todavía no descubrió es que los sueños salen muy caro, para poder montar su show místico en Córdoba, tuvo que negociar y ceder ante la asquerosa casta. Y lo va a tener que seguir haciendo. Esto poco importa, porque su sombrero está lleno de excentricidades, como mago sigue sacando argumentos como de el del “terrorismo”, el “golpe de estado” y alguna sorpresa más.
Cuando finalmente se llegue al glorioso pacto de mayo, con música, luces y Milei aplaudido, mientra la ciudad está cercada de gendarmes repartiendo palos a los que protestan, sería justo recordar a aquellos que pavimentaron ese camino.
Podríamos escribir largas líneas de radicales vendidos o si Lousteau voto en contra, pero en realidad dio quórum, podemos hablar de traidores a grandes rasgos. Lo que el campo popular no entiende es que la doctrina de por sí, no hace magia, de nada sirve caminar por las calles levantando la doctrina con las dos manos, si no hay nadie que lleve eso adelante y los que pasan sólo te miran de reojo y siguen caminando.
El peronismo tiene una profunda contradicción con la palabra “traidor”, les revuelve el estómago hablar de eso. Esto es porque si la doctrina es el bien, los que la defienden representan ese bien y entre buenos no hay traidores. Sin embargo, si las intenciones del peronismo van más allá de lo discursivo, debe darse esa charla, y si entre buenos no existe el traidor, lo que más se le parece es el estupido.
Porque no fueron los traidores lo que nos trajeron hasta acá, sino los estúpidos. La estupidez de la foto de olivos, la estupidez de Scioli, la estupidez del que negocia una embajada. Y sobre todo, nosotros que nos volvemos permeables a las estupideces.
La foto del yate de Insaurralde es la muestra más clara de lo habituados que estamos a esa pelotudez que sobrevuela todo el campo popular. Esa foto salió en el mayor momento de lo que hoy recordamos como “micromilitancia”, caminábamos por la calle convenciendo a vecinos, familiares, amigos, o algún pariente macrista medio tibio. Y ahí aparece el idiota en Marbella. El hecho fue exprimido por los medios, pero la militancia sólo se tapó la cara de vergüenza y trató de seguir convenciendo. Por lo menos con la foto de olivos se indignaron o fingieron hacerlo, pero con Insaurralde simplemente se absorbió esa estupidez.
Si los planes del peronismo son volver ¿Qué van a hacer con Scioli? ¿Con Insaurralde? ¿Con los senadores que votan a favor de Milei? Si no existe la traición dentro del movimiento, la estupidez debería ser pemiada de alguna manera, porque ahora sabemos que es el crimen que sigue.