Las calles vacías. Por Horacio Paccazochi

Diversos comentaristas de la política nacional resaltan la casi ausencia de movilizaciones por reclamos en el País. Desde el oficialismo y sus satélites, (Macri y cia.), lo relacionan con el éxito de la política económica del gobierno que ha desacelerado, (en su propaganda), la inflación, y desde la oposición, a la política represiva de Patricia Bulrrich no solo en la calle sino por la desarticulacion de las organizaciones piqueteras.

Llaman la atención estas opiniones pues por un lado hay motivos reales para estar seriamente preocupados por la situación económica y social donde ya más de la mitad de la población se encuentra debajo de la línea de pobreza, y por el otro ni en las peores épocas de la dictadura militar el Pueblo argentino dudo en salir a la calle para protestar por sus derechos. ¿Qué ocasiona entonces esta aparente pasividad de la ciudadanía ante la apremiante situación económica, la caída de la producción y ventas en todos los niveles de la industria y el comercio?. Veamos.

Las pasadas elecciones concretaron en las urnas la cuarta derrota electoral del movimiento, que con el Peronismo como eje, aglutinó desde mediados de la decada del 40’a importantes sectores de trabajadores, y pequeños y medianos empresarios de la industria y el agro detras de una politica nacional. La confluencia en 1945 de sectores nacionales de las Fuerzas Armadas, y el nuevo sector social que constituían los trabajadores organizados fueron el respaldo mas importante a ese movimiento.

La supervivencia de sectores oligarquicos en la economía, los medios de difusión y la cultura, mas la injerencia extranjera, al final, le torcieron el brazo a ese movimiento que en solo diez años habia conseguido darle una nueva perspectiva historica al País. De ser una estancia de peones “pata al suelo” proveedora de granos y carnes al mercado anglosajón, a un País industrializado y autosuficiente, en muchos aspectos, con una política interna de justicia social y externa soberana.

Los años posteriores a 1955 encontraron solo al Movimiento Obrero Organizado reisitiendo el desmantelamiento de ese Pais. La oligarquía había coptado nuevamente a las conducciones de las Fuerzas Armadas, y la partidocracia política de izquierda a derecha se repartía un electorado de clase media, que sin conciencia histórica, era facilmente influenciable por ideologías de época.

La muerte de Perón como encarnación de las ideas nacionales, y aglutinador de un frente patriótico termino por debilitar aún más la resistencia a la entrega del País a los sectores oligárquicos y al interés extranjero. Ya nada fue igual.

Gobiernos surgidos de la proscripción del peronismo, y dictaduras cívico-militares se encargaron de ir destruyendo la independencia económica del País, y lo que es peor generando una elite política adocenada, y conformista que encontró en la vuelta a la democracia una forma de subsistir sin cambiar una situación económica y social que al cabo de 40 años no ha hecho más que empeorar.

El Peronismo en democracia se adaptó con Menem a la realidad mundial post caída del Muro de Berlín para sobrevivir en ella, lo contrario a Perón que utilizo el conflicto mundial para industrializar el País, y recién acepto “ingresar” a la guerra cuando las tropas rusas entraban a la capital alemana.

Los doce años de los Kirchner en el gobierno inclinaron un poco la balanza económica y social hacia los sectores populares sin cambiar la relación de fuerzas en un mercado interno hegemonizado por empresas monopólicas y evasoras. Pero la impronta cultural progresista de su gobierno imposibilito el atraer a una política de frente nacional a sectores medios y trabajadores fuera del mercado laboral que no encuentran en la política en general satisfacción a sus aspiraciones de ascenso social.

Por solo mencionar un aspecto como el de la Justicia, en la visión del ciudadano que cumple con sus obligaciones, so pena de ser judicializado observa como a plena luz del día le manipulan monopólicamente los precios y evaden al fisco, y por la noche le roban las gallinas. El primero no va preso porque es intocable, y el segundo es defendido por ser una víctima del sistema. Sea liberal o progresista el gobierno, es el ciudadano de a pie quien no se siente representado.

Los últimos cuatro años de Alberto y Cristina agudizarían esta percepción, revelando la necesidad urgente de repensar nuestra democracia. El poder que recibe el presidente de turno es inocuo, cuando se trata de enfrentar a las fuerzas monopólicas del mercado, a la evasión fiscal, y a la injerencia extranjera en el territorio.

Y esto es lo que observa la ciudadanía, que más allá de cualquier identidad partidaria, la política no resuelve sus problemas, y por ello tenemos a este personaje farandulezco en el sillón de Rivadavia.

La democracia argentina necesita dejar de lado la hipocresía de creer que el secuestro partitocrático de la voluntad popular es una democracia. Los partidos tradicionales identificaron la política exclusivamente con la democracia formal y las libertades constitucionales, (de los ciudadanos de primera). La democracia es una forma de gobierno para hacer política, pero no es un fin en sí misma.

Puede haber política grande sin democracia ortodoxa como lo demostró la Generación del 80′ con Roca usando el Estado para crear la Republica y consolidar el territorio nacional. Y puede haber democracia con una ominosa política de traición y entrega de lo nacional como hemos padecido y estamos padeciendo.

¡¡¡No faltan problemas y reclamos!!!, falta quien sea creíble para encabezar una patriada por la resurrección nacional.

El peronismo, reciente, trató de resolver estas falencias con alquimias electorales. Como yo no mido, anda vos que no tenés tanta imagen en contra. O lo que es peor vamos a crear una opción para dividir a la oposición. Estrategias estas que han sido catalogadas como brillantes por los analistas políticos, pero que obvian lo fundamental que es el haber demostrado la DESICION POLITICA de defender al conjunto de la población de las maniobras monopólicas de los formadores de precios, y de los especuladores y evasores que hacen que el País viva permanentemente endeudado, sin poder capitalizarse para invertir en su desarrollo.

Hoy no hay en el País quien llene las expectativas de una población que ha sido ganada por la frustración y el desánimo. Por eso las calles están vacías.

Seguramente bronca e injusticias podría empezar a llenarlas otra vez, pero es necesario reconstruir una POLITICA de DESICIÓN NACIONAL para que el sacrificio tenga sentido.

Es importante comprender que la Nación y el Estado argentinos fueron progresivamente vaciados de poder real, y de contenido. Sin Estado el País queda a la deriva de las fuerzas privadas y de los poderes transnacionales. No supimos aunar democracia con fuerza, con proyecto nacional, y con afirmación cultural.

El mundo multipolar que está creciendo nos muestra Estados nacionales que comienzan a recuperar su capacidad de decisión, al margen de falsos alineamientos ideológicos. Sumemos a esta tendencia para que la Argentina vuelva a tener sentido histórico.

Estas cuestiones son las que debe considerar una nueva dirigencia del campo nacional para que la política vuelva a tener significado, y la democracia ganas de ser vivida.

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