El 17 de octubre de 1945 y la crisis argentina. Por Elio Noé Salcedo

No hay duda de que la Argentina sufre una de sus crisis más profundas en lo que va de su vida histórica. Las consecuencias o efectos de semejante crisis están a la vista, tanto que todo el mundo la describe de una u otra manera en las redes sociales, sin que nadie se pregunte por qué hemos llegado a esta situación.

Tal vez ello sea porque a algunos no les parece tan grave; o a otros les parece inoportuno y/o inconducente hacerlo; o muchos -sin atender a la desesperada situación que viven cada vez más sectores del pueblo argentino-, se sienten acuciados por otras urgencias, tales como las internas, las próximas elecciones de medio término o los posibles acuerdos de cúpula que salven a su sector o a ellos mismos individualmente del huracán que arrecia en las costas argentinas y que no repara, como también hemos podido comprobar, en previas seguridades obtenidas.

¿Qué significa que el peronismo perdiera nada más ni nada menos que con Milei (sin pasado político, con un proyecto anti popular y antinacional a ojos vista), sino una verdadera crisis del movimiento nacional y del país que el peronismo representaba como horizonte, como utopía, hasta hace apenas unos meses atrás?

Hay que hacerse esa pregunta, porque pareciera que aquí no ha pasado nada, y que podemos seguir la “fiesta” de la “democracia” (cronograma electoral mediante), aun con el muerto caliente siendo velado en las calles, en las fábricas, en los barrios, en los hospitales públicos, en la Universidad, en las Escuelas, en las empresas del Estado, en los organismos de ciencia y tecnología nacional, en los campos, en el Mar Argentino, en las montañas y en los ríos donde residen nuestros recursos naturales, etc.

Hay que hacerse esa pregunta, porque pareciera que los que hablamos de crisis del peronismo y de la Argentina, lo hacemos fuera de la realidad.

Cabría preguntarse también, ¿quién se encuentra fuera de la realidad desde hace un largo tiempo a esta parte? Que cada cual se responda para adentro esa pregunta.

Vayamos a una pregunta de fondo: ¿Cuál es la realidad de la Argentina?

Para contestar esa pregunta, debemos remitirnos ochenta años atrás, es decir a 1943 / 1945 (porque de hecho estamos otra vez en el punto de partida) y preguntarnos para refrescar nuestra memoria histórica y rehacer nuestra conciencia política: ¿Qué vino a solucionar el peronismo hace ochenta años?

Aquel era un país agroexportador que le rendía tributo económico (un país agrario, dependiente en todo y dueño de nada, a pérdida por los términos desiguales de intercambio de materias primas exportables por productos manufacturados importados), cultural (colonialismo cultural en la prensa, la literatura y las pocas Universidades que poseia) y social (grandes desigualdades), una semi colonia del Imperio Británico, con una democracia fraudulenta, sumida en la mishiadura, las enfermedades y el desamparo, pero que subterráneamente -sin quererlo ni pensarlo, efecto de las condiciones externas que habían puesto en crisis al capitalismo europeo- comenzaba a industrializar obligadamente productos de consumo que, a raíz de la crisis del Imperialismo inglés desde 1930, primero, y a partir de la guerra inter imperialista de 1939 más acentuadamente, había comenzado a producir gracias a la sustitución de importaciones y a la crisis de su proveedor europeo en guerra, imposibilitado de atender sus compromisos anteriores.  

Del nacimiento de esa incipiente industria liviana (productos de consumo) nacía un nuevo proletariado, más numeroso y no de origen extranjero (como había sido al comienzo del siglo, sobre todo en las grandes metrópolis como Buenos Aires y Rosario, fundamentalmente de servicios) sino esta vez argentino, de tez morena (“cabecitas negras”), proveniente de las provincias, que por supuesto sufrían en mayor medida la gran crisis de la “década infame” (1930 – 1943).

En esa situación, una camada de Oficiales del Ejército Argentino (GOU) vio la necesidad y la oportunidad de un desarrollo industrial autónomo y suficiente para desarrollarse, fortalecerse y proveer al bienestar del país y a una defensa nacional soberana, como sucedía en los países independientes y desarrollados que competían económicamente con la Argentina. Aquella revolución nacional comenzaba con un requisito fundamental: una verdadera y profunda conciencia nacional de sus protagonistas principales. 

Así, esa generación militar -a falta de una gran burguesía industrial, como en los países desarrollados-, concibió el desarrollo de una industria pesada y un desarrollo general a manos del propio Estado Argentino, en un mundo hostil, envalentonado y competitivo, que salía de una sangrienta guerra cambiando de amo (la hegemonía pasaba de Europa a Estados Unidos) y quería solventar -según lo declaraba el propio Perón al explicar la revolución de 1943- los gastos de semejante contienda, haciéndoselos pagar a los países más débiles.

El socio natural de ese proyecto nacional eran los trabajadores en aumento, que el 17 de octubre se expresaron por sí mismos, para recuperar al Coronel que los había defendido y que había proveído a su organización desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, como así también rescatarse a sí mismos y al país que los comenzaba a considerar como nunca había sucedido durante la Argentina oligárquica y/o de minorías.

Así fue que, con el liderazgo del general Perón, el sostenimiento del Ejército Nacional e industrialista y la clase trabajadora organizada, transformada en la columna vertebral de aquel proyecto nacional, comenzó el 24 de febrero de 1946 la revolución nacional peronista.

Aparte de su política social extraordinaria y del control estatal del Comercio Exterior, en “La Era del Peronismo”, Jorge Abelardo Ramos, describe las grandes medidas estratégicas de aquella verdadera revolución nacional que concebía al Estado como motor del desarrollo nacional y a la Argentina como dueña de sus propios recursos y de su destino: “La creación de la Flota Aérea del Estado y el desenvolvimiento gigantesco de la Flota Mercante Nacional (que fue desmantelada en la era liberal a partir de 1955 y nunca restituida) independizó en gran parte el país del secular transporte marítimo inglés, que proporcionaba a Gran Bretaña parte de sus “ingresos invisibles”. Lo mismo puede decirse de la nacionalización de los seguros y reaseguros, que vulneraba directamente la finanza británica y reservaba para el país una de sus suculentas fuentes de ingresos (La era liberal desde 1976 restituyó la banca extranjera, sin que fuera vuelta a nacionalizar ni estatizar en los gobiernos democráticos). La construcción de diques y usinas, la construcción del combinado siderúrgico de San Nicolás, el gasoducto de Comodoro Rivadavia, la apropiación del doloso grupo Bemberg (que infortunadamente no ocurrió lícitamente con el grupo Vicentín), y la creación de un sistema estatal defensivo en los más variados órdenes, marca con su sello esa época”.  

El impulso que la Argentina adquirió a partir del 17 de octubre de 1945, de la política nacional revolucionaria del peronismo y de los triunfos populares de 1946 y 1952, con el apoyo de las Fuerzas Armadas y del Movimiento Obrero Organizado, fue grandioso: “Entre 1947 y 1952 la Argentina duplica el tonelaje de su marina mercante, había aumentado su volumen cuatro veces entre 1939 y 1952. Al subir Perón al poder, el país contaba con una flota mercante de 430.000 toneladas. En 1952 llegaba a 1.158.000 toneladas”.

En 1952 la flota mercante argentina no solo era grande, sino que era también una de las más modernas del mundo. Con barcos nuevos y rápidos, la Argentina casi pudo realizar su propósito de transportar el 50% de su comercio exterior en naves nacionales. Asimismo, se acerco a su meta de hacerse independiente de empresas navieras extranjeras… Antes de la segunda guerra mundial (y hoy ha vuelto a esa misma situación), la Argentina dependía por completo de barcos refrigerados extranjeros y de compañías navieras también extranjeras. Estas compañías determinaban en parte la cantidad de artículos que había de producir el país, ya que la producción tenia que ajustarse al tonelaje que aquellas accedían a transportar… Su marina mercante contribuyo al desarrollo de los demás países latinoamericanos y les ayudo a conseguir su libertad económica”, aparte de la política de unión latinoamericana de Perón, que este explicitaba ante los oficiales superiores de las FF.AA en la Escuela Nacional de Guerra en 1953 a punto de concretar el Acuerdo con Chile y con Brasil (ABC) de integración económica, que el golpe de 1955 impidió entre otros adelantos.   

Hoy, aquella concepción y conciencia nacional no existe, ni las condiciones de la posguerra; tampoco la alianza necesaria entre los sectores fundamentales del país para llevarla a cabo. Por eso debemos volver a pensar un país soberano y desarrollado y una sociedad justa y digna, como aquella que supo concebir la generación de 1943 /1945, que comenzó a hacerse realidad un 17 de octubre de 1945 con la alianza de esos dos sectores fundamentales que se asociaron para hacerla, con el liderazgo de un militar patriota, que le entregó al pueblo argentino su legado para hacerlo valer otra vez en circunstancias como esta.

Vuelven a tener sentido aquellas máximas de Perón antes de dejarnos y de dejar al pueblo su herencia política, tales como “para un argentino no hay nadie mejor que otro argentino”, “o nos salvamos todos o no se salva nadie”, “nadie puede realizarse individualmente en una comunidad que no se realiza”, “ningún país podrá realizarse en un Continente que no se realice”, “el año 2000 nos encontrará unidos o dominados”. 

Dada las condiciones objetivas y subjetivas que padecemos y la historia que conocemos, surge la necesidad de recomponer con urgencia nuestra conciencia política en un momento tan tremendo de la crisis argentina.

Tal vez sea esa nuestra misión hoy por hoy y el mayor imperativo del movimiento nacional, junto con la reconstitución del Frente Nacional, que es responsabilidad de todos, antes de volver a ponernos en marcha.

Porque de nada serviría volver al ruedo electoral para sufrir otra derrota o alcanzar el gobierno sin un verdadero proyecto de país a futuro, que la mayoría de los argentinos y sus sectores fundamentales puedan hacer suyo y poner en marcha hasta su concreción definitiva. Por eso la necesidad de reflexionar y de repensar el país que queremos, como lo hizo aquella generación militar y obrera de 1945.

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