“La Hora de los Pueblos.” Por Elio Noé Salcedo

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En octubre de 1951, en el diario Democracia, que Perón escribía con el seudónimo de Descartes, y a quien acompañaba como columnista el por entonces escritor Víctor Almagro (Jorge Abelardo Ramos, uno de nuestros grandes pensadores nacionales del siglo XX), el líder y estadista nacional demostraba un acabado conocimiento de América Latina y una alta conciencia latinoamericana, conciencia que los argentinos deberemos recuperar y que el frente nacional a reconstituir no puede dejar de tener como bandera estratégica de lucha, ya en el segundo cuarto del siglo XXI.      

En efecto, en la edición del 25 de octubre de 1951, en un artículo que titulaba “La Hora de los Pueblos”, decía ese Perón hoy desconocido u olvidado: “Getulio Vargas, auténtico representante del pueblo brasileño, triunfa contra la presión del Norte y los dólares de la Standard Oil. Paz Estensoro, en Bolivia, vence a la misma oposición foránea. Ibáñez, en Chile, libra similar lucha contra los consabidos intereses imperialistas. Venezuela ahoga una intentona revolucionaria de tipo foráneo, común en el continente de “buena vecindad”. Cerca de ella, otros países sufren idéntica amenaza. Guatemala ha sido víctima de casi veinte intentos revolucionarios en cuatro años, descargados desde la misma dirección. Puerto Rico lucha por su independencia contra el común peligro de todos los pueblos. En Centroamérica se confederan Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, etc., pueblos todos en “index” y comúnmente explotados y amenazados. En los demás países, en mayor o menor grado, la misma lucha entre pueblos y gobiernos”.

Por esos años, la convicción y compromiso del estadista argentino con la unión latinoamericana estaba en su momento más alto. En efecto, el 20 de febrero de 1953, al viajar a Chile en tren, junto a una delegación chilena, sindicalistas argentinos y glorias del deporte como Juan Manuel Fangio, con el propósito de firmar el tratado de unión entre ambos Estados, tratado que se conocería como “Acta de Santiago”, al preguntarle un periodista del diario La Nación: “¿Estima usted, Excelencia, que debe llegarse a la completa unión política y económica de los países americanos?”, Perón le respondía: “No solo lo creo, sino que lo auspicio y lo propugno. Si no nos adelantamos a los hechos, la evolución natural de la historia nos obligará a la unión. En esto como en todas las cosas de la vida es mejor conducir los acontecimientos que dejarse arrastrar por ellos. La unión política y económica americana debe hacerse sobre la base de naciones justas, soberanas y libres” … “Si no nos adelantamos a los hechos es posible también que la lucha nos encuentre desunidos” … “Si Argentina y Chile prueban que su unión es eficiente serán el núcleo básico que aglutinará después a toda la América del Sur” … “Solo me animo a decir que el año 2000 nos hallará unidos o, de lo contrario, dominados”.

Se trataba del acuerdo entre Argentina, Chile y Brasil -el llamado segundo ABC– que Perón impulsaba decididamente como política del Estado Argentino junto a los mandatarios de ambos países hermanos: el general Carlos Ibáñez del Campo y el mandatario brasileño Getulio Vargas.

En su discurso del 7 de julio de 1953 en Buenos Aires ante el presidente de Chile, general Carlos Ibáñez del Campo, que devolvía su visita de febrero a Chile, Perón recordaría las palabras del general Las Heras en 1863 con motivo de la inauguración en Chile del monumento en homenaje a San Martín, general de los ejércitos argentino y chileno: “Hubo una época gloriosa en la historia de este Continente en que todos los americanos éramos compatriotas unidos por el doble vínculo de nuestro común infortunio y nuestros comunes esfuerzos por la Independencia”.

Fiel reflejo de lo que le proponía el Gral. Perón, presidente de la República Argentina, le contestaba el Gral. Carlos Ibáñez del Campo, presidente de la República de Chile en su discurso: “Las circunstancias determinadas por la alta investidura de mi cargo me imponen la tarea de manifestar ante vosotros el trascendental significado que tiene para el continente la concertación del Pacto que nuestros países han resuelto poner en marcha”.

El afianzamiento de nuestra amistad -continuaba- es el paso más decisivo para abrir nuevos horizontes a la confraternidad continental… Los pueblos latinoamericanos no pueden permanecer ajenos ni escapar a la influencia de esta corriente histórica, que tiende a superar las viejas fórmulas de entendimientos y a evitar la dispersión de los esfuerzos nacionales… estamos en condiciones de comprender que nuestro futuro depende de los frutos que produzca esta confraternidad -no a través de las palabras como se ha hecho tradicionalmente-, sino por intermedio de una acción realista y resuelta, como es el caso del Tratado de Unión Económica Chileno-Argentina, primera etapa de una política de proyecciones más profundas, que señala las promisorias posibilidades de llegar un día al gran entendimiento que vislumbrara Simón BolívarNuestro Pacto debe entenderse como el primer eslabón práctico de la hermandad que une desde su origen a todas las repúblicas hispano-latinas del Nuevo Mundo…”.

La finalidad del convenio chileno-argentino -resumía el general Ibáñez- es muy clara y precisa: tiende hacia la complementación de nuestras economías en un juego de recíproco beneficio; a la intensificación del intercambio comercial a través de mutuas compensaciones al apoyo común en favor de nuestro desarrollo industrial y agrícola, con vistas al aprovechamiento racional de las capacidades, consolidando de esta manera nuestra seguridad económica y el bienestar de nuestros trabajadores”. De esa manera, concluía el presidente de Chile, “en este instante histórico para América surge desde la eternidad el mensaje de nuestros libertadores, y ellos, en conciliábulo íntimo frente al infinito, alzan sus aceros rindiendo homenaje a la herencia de sus pueblos, a sus hombres que hoy se levantan en rebelión de libertad creadora y de justicia social”.

Imaginemos la gloriosa Cordillera de los Andes siendo una vez más, como en 1817, el puente de nuestra Unidad, Independencia y Bienestar definitivo para los pueblos de uno y otro lado del macizo andino.  

El programa de 1953 

En la conferencia del 11 de noviembre de 1953 ante los oficiales superiores de las FF.AA, Perón sentaba las bases del ABC y la unión latinoamericana. En esa conferencia que nos remite al presente y al futuro y no al pasado como equivocadamente entienden algunos, Perón planteaba la condición estratégica de América Latina para sobrevivir a la acción del imperialismo norteamericano en su avance sobre los recursos de los países más débiles, que poseían y poseen reservas y recursos esenciales para el desarrollo y mantenimiento de un nivel apropiado de vida de sus connacionales.

Aquí hay un problema de unidad –sostenía Perón, adelantándose a los años-, que está por encima de todos los demás problemas”. En política internacional, pensaba Perón, sin que hasta hoy nuestra situación haya cambiado estructuralmente, el tema de la unidad “es el más grave y el más trascendente. En el mismo discurso argumentaba que, generalmente, la Argentina había actuado en política internacional, y aun en política interna, según los intereses y necesidades de afuera y no según sus propias necesidades e intereses.

Para el político, estadista y estratega militar que era Perón, anticipándose al futuro, advertía: “América del Sur, moderno continente latino, está y estará cada día más en peligro“, debido a que “es la zona del mundo donde todavía, en razón de su falta de población y de su falta de explotación extractiva, está la mayor reserva de materia prima y de alimentos del mundo” y son precisamente “las reservas de alimentos y de materias primas el problema fundamental del futuro”, incluyendo entre esas materias primas, por supuesto, nuestras reservas energéticas.

Es precisamente en estas circunstancias que “radica nuestro mayor peligro”, explicaba el general ante sus pares en 1953, en la medida que “estamos amenazados a que un día los países superpoblados y súper industrializados, que tienen un extraordinario poder, jueguen ese poder para despojarnos de los elementos de que nosotros disponemos”, como ya lo hicieron en el pasado. En orden a ello, “si subsistiesen los pequeños y débiles países, en un futuro no lejano podríamos ser territorio de conquista”.  Dado entonces que “los peligros serán tan graves” –adelantaba Perón a los oficiales de la Escuela de Guerra dos años antes del golpe de 1955- no apostar definitiva y urgentemente a la unidad “será un verdadero suicidio”.

El revisionismo histórico nacional ha demostrado en qué medida el imperialismo de turno -primero el inglés y luego el norteamericano-, impidieron la unión natural primero y después la re-unión de los pueblos iberoamericanos, estrategia imperial de “dividir para reinar”, que sin duda facilitó y facilita su conquista y dominio hasta nuestros días.

Unidad económica indispensable

Perón sabía también, y lo explicitará en su discurso ante los oficiales de nuestras FF.AA., que había otra razón de fondo que impedía a la Argentina y a los argentinos encarar el futuro solos o aislados del conjunto de América Latina, requisito que hoy vuelve a estar a la orden del día, ante las políticas destructivas y entreguistas que soportamos y a la luz de políticas económicas solamente defensivas y no estructurales que encararon los gobiernos nacionales, que está a la vista han sido insuficientes, como lo demuestra la pesada actualidad que padecemos.

El modelo de sustitución de importaciones –decía Perón en aquel discurso- necesita una ampliación gigantesca del mercado interno, amparada por una unión aduanera para lograr economías de escala y alcanzar verdadera competitividad”. “Esto es lo que ordena imprescriptiblemente la necesidad de la unión de Chile, Brasil y Argentina”. Y señalaba algunos fundamentos que merecen mencionarse. “Los grandes imperios, las grandes naciones, han llegado desde los comienzos de la historia hasta nuestros días a las grandes conquistas a base de una unidad económica”, pues “ningún país se ha impuesto si no tiene una completa unidad económica” y “ninguna nación o grupo de naciones puede enfrentar su destino sin unidad económica”, máxima que rige tanto a nivel país como latinoamericano, aunque lo hayamos olvidado también en ambos casos, cuando hay quienes padecen el delirio de querer independizar a sus provincias o desarrollarse fuera de una verdadera política de desarrollo nacional.

En lo que a la unidad latinoamericana atañe, Perón había ya adelantado en el diario Democracia en 1951: “Ni Argentina ni Brasil ni Chile aisladas pueden soñar con la unidad económica indispensable para enfrentar un destino de grandeza”; sin embargo, “unidas forman la más formidable unidad, a caballo sobre los dos océanos de la civilización moderna”. “Estos tres países unidos conforman la unidad económica más extraordinaria del mundo entero”.

Eran esas razones las que habían inducido al gobierno del Gral. Perón a encarar de frente la posibilidad de una unión real y efectiva con el Brasil de Getulio Vargas y el Chile del general Ibáñez (el segundo ABC), “para encarar una vida en común y para planear también una defensa futura en común” antes de que el año 2000 –como se preveía entonces- nos encontrara “unidos o dominados”.

En ese mismo sentido, completaba el pensador latinoamericanista uruguayo Alberto Methol Ferré en una conferencia que actualizaba el pensamiento unionista del general Perón: “Sólo hay una política latinoamericana real: a partir de la alianza argentino-brasilera”. No hay otro “camino principal para la unidad sudamericana”, en tanto “la unión entre Argentina y Brasil es el punto de apoyo para el conjunto de América Latina”, siendo “el MERCOSUR la piedra angular de la Confederación Sudamericana”. Resulta evidente que sin Brasil y Argentina unidos resultará prácticamente imposible lograr la unidad del sur americano, y sin ella, alcanzar la unidad de toda América Latina.

Se requiere una profunda conciencia de esa unidad imprescindible, es decir una profunda conciencia nacional latinoamericana. Pero es difícil alcanzar esa conciencia sin una genuina y amplia conciencia histórica, requisito de la conciencia política, y sin transformar esa conciencia en fuerza material: a través de la reconstrucción del frente nacional bajo los principios mencionados, primero, y de una decidida y efectiva política nacional y latinoamericanista después.

Es sin duda esa unidad económica y la ampliación del mercado interno entre los países más cercanos a nosotros (MERCOSUR + Chile + Bolivia), para empezar, lo que nos permitirá ser estructuralmente competitivos con otras economías del mundo y, hermanados en la unión, enfrentar a los poderes internacionales de igual a igual o con mayores posibilidades de éxito.

Ni que pensar de toda América del Sur unida y de toda la América Latina y el Caribe (CELAC). Como sentenciaba el líder popular en aquel mismo discurso de 1953: unidos seremos inconquistables, separados indefendibles”.

Nada hay hoy más importante en la política internacional que eso -intentaba convencernos Perón-, porque si no nos organizamos y preparamos para defendernos, nos lo van a quitar todo… por teléfono, si es necesario”. Por eso, sintetizaba el estadista-general, “nuestra política internacional ha de estar dirigida a la unidad latinoamericana y a la conformación de un Continente unido, solidario y organizado, para defenderse”. Para eso debemos recobrar nuestra propia soberanía y capacidad de decisión nacional en forma urgente, antes de que sea demasiado tarde y el tren de la historia -que no supimos valorar- nos deje al costado de los rieles, sin futuro.

Malvinas, política nacional y unidad latinoamericana

No hace mucho planteábamos la necesidad de latinoamericanización de nuestra reivindicación Malvinense a nivel político, económico, cultural y educacional, como camino posible para recuperar el ejercicio de la soberanía plena en Malvinas y Mares Argentinos. Si la guerra de Malvinas despertó y avivó el espíritu latinoamericano -reflexionábamos-, no nos caben dudas de que para rescatar las Malvinas debemos recuperar nuestro destino latinoamericano y ese espíritu y/o conciencia nacional de Patria Grande que se vio expresado contundentemente en los días de la guerra de 1982. En ese sentido, creemos, no podremos rescatar las Islas Malvinas del dominio británico y de la OTAN sin latinoamericanizar nuestro reclamo y unirlo a esa estrategia política, económica, cultural y educacional integral de la Patria Grande que referíamos.

Tan grande como el objetivo debe ser la plataforma y/o base de sustentación de semejante proyecto. Su concreción, siguiendo la lógica de pensamiento del general Perón, no solo nos hará libre a nosotros, sino que le quitará al mundo la pesada y destructiva carga que todavía sobrelleva: la del colonialismo y el imperialismo, y despejará el camino de la construcción de un mundo multipolar, de cara a lo que Perón entendía como un verdadero “universalismo”.

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