Democracia y patriotismo esencial. Por Elio Noé Salcedo

No hay pueblo ni democracia sin Patria y, como decía Arturo Jauretche, “lo nacional está presente exclusivamente cuando está presente el pueblo, y la recíproca: solo está presente el pueblo cuando está presente lo nacional”.

Tal vez a eso se deba que hoy vamos en camino a no tener patria ni democracia, porque el pueblo ha sido apartado de la “res pública”, en tanto sus representantes no lo representan cabalmente. Y cuando el pueblo es apartado de la res pública y se convierte en un mar de individualidades, pierde su condición de pueblo y se pierde solo y fragmentado en un mare magnum de alternativas políticas, ideológicas y filosóficas que lo llevan a la pérdida de su identidad histórica y de la visión nacional de su destino.

He allí la razón de nacionalizar la República y la cosa pública y devolverle al pueblo sus derechos sustanciales, el primero de ellos: tener Patria.

comienzos del siglo XXI, en un libro que titulábamos “El General ausente”, reivindicábamos y citábamos al general Perón y su pensamiento fundacional del peronismo, no como un partido más entre otros de una democracia formal y no esencial, sino como un movimiento nacional de una Patria Soberana, Independiente y Justa, continuidad y superación de los movimientos y expresiones nacionales anteriores, del cual el peronismo era su heredero y depositario.

Con verdadero espíritu nacional y comunitario, en el comienzo de su magna tarea de 1946, Perón manifestaba:

En las soluciones de conjunto, juegan más las necesidades de la comunidad que el egoísmo efímero de unos o la imprevisión circunstancial de otros”. Por el contrario, “el Estado no puede permitir que la falta de recursos impida el logro del destino humano. Por eso insistiremos en la necesidad de ponernos de acuerdo sobre lo esencial. Sobre todo, lo que es inherente a nuestro destino histórico, para proclamar que ha llegado la hora de establecer los puntos básicos que sean prenda de unión de todos los argentinos. Pero es necesario también -aclaraba, volviendo al comienzo de su reflexión-, para que esa unidad sea efectiva, que sacrifiquemos un poco de egoísmo para que, en este país, como dijimos muchas veces, no haya hombres exageradamente ricos, en perjuicio de otros exageradamente pobres”.

Al volver a la Patria, 18 años después, completaba aquella idea frente a los integrantes de la Confederación General del Trabajo en julio de 1973: “… una democracia integrada, donde cada uno hace su vida con toda amplitud y libertad, pero luchando para que la comunidad se realice y haciendo posible que, en esa comunidad realizada, cada uno pueda, de acuerdo con sus condiciones y según sus esfuerzos, realizarse a sí mismo”.      

Al conmemorar el primer aniversario del 17 de octubre de 1945, ya en plena revolución nacional, Eva Perón destacaba esa unidad del pueblo y del gobierno nacional representativo del pueblo argentino en la consecución de los grandes objetivos de la Patria:

Aquel 17 de octubre de 1945, cuando en la plaza se volvieron a encontrar para no separarse… la unidad del líder y su pueblo era sobre todo la unidad de dos esperanzas. Dos esperanzas que tendían paralelamente a mayor bienestar de todos los argentinos por los amplios caminos de la justicia social, de la recuperación nacional y el traspaso del comando de nuestro destino a manos insobornablemente argentinas… Esa unidad era… la suprema garantía del logro de nuestro porvenir”.

Evidentemente, no fue el cese o rompimiento del Pacto Democrático de 1983 lo que nos llevó a las desgracias actuales, sino en todo caso un pacto imposible con aquellos civiles que no quieren la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria, que nos gobernaban en 1976 y hoy nos han vuelto a gobernar, dado el carácter insustancial de nuestra democracia desmalvinizada, desnacionalizada e insustancial.

Pero sobre todo y fundamentalmente, creemos, nuestra actual desgracia e impotencia se debe principalmente al cese y/o rompimiento de aquella alianza de 1945 entre los gobiernos que debían representar al pueblo argentino y los trabajadores y mayorías del pueblo de la Patria.

En aquella alianza imprescindible, ocupaban también un lugar fundamental las Fuerzas Armadas, cuya historia particular –más allá de sus flagrantes contradicciones, pues siempre hubo “dos Ejércitos”- está indubitablemente avalada por la acción y compromiso de las generaciones militares que acompañaron como parte de él al pueblo argentino en todos sus hitos históricos: la guerra por la Independencia, la Organización Nacional, la creación del Estado Nacional y la fundación de la Argentina Moderna, la industrialización y transformación de la Argentina en las décadas de 1940 y 1950, e incluso, a contramano de una historia de subordinación a las potencias imperialistas mundiales, el 2 de abril de 1982, en la recuperación del ejercicio de la soberanía en nuestro archipiélago irredento de Malvinas, combatiendo al invasor inglés a sangre y fuego y dando la vida por la Patria, con el acompañamiento del pueblo argentino y de toda América Latina.   

Si esa alianza de los trabajadores y de todo el pueblo argentino y sus fuerzas armadas con el destino de la Patria se ha roto, es necesario recomponerla urgentemente para recuperar la Patria y con ella la felicidad del Pueblo Argentino y la futura reconstrucción de la Patria Grande y Común Latinoamericana, por la que, hace apenas doscientos años atrás, lucharon unidos en un mismo propósito nuestros Libertadores, hoy reemplazados por una camarilla de “héroes de barro” entregados a los negocios financieros y al extranjero.

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