La tercera guerra mundial y la guerra que nos incumbe
Por Elio Noé Salcedo
Si es verdad que transitamos la tercera guerra mundial, como incluso lo admitía el propio Papa Francisco, no debemos olvidar que ese mundo en guerra, desde fines del siglo XIX y principios del XX, se divide en países dominantes y países dominados (término utilizado por el propio Perón); y si bien hay una nueva guerra por la hegemonía mundial, por nuestra parte transitamos la guerra de emancipación de los poderes dominantes y hegemónicos del Occidente anglosajón, que pretenden atarnos al yugo de su carro colonial y/o, en su defecto, semicolonial, como hasta ahora.
El correlato de esa guerra global se produce al interior de nuestros países, entre los aliados nativos del imperialismo de turno y las fuerzas nacionales que luchan todavía por su definitiva emancipación económica, social y cultural. Si como sabemos, existen distintos tipos de guerras: colonialistas, anti colonialistas o de emancipación; imperialistas, inter imperialistas, anti imperialistas; revolucionarias, contrarrevolucionarias, de Liberación Nacional, etc., de alguna manera ellas se deben en general a “la defensa de un interés nacional” en unos casos o del interés de ciertas clases o sectores sociales en particular en otros. Los que se enfrentan son los intereses concretos de uno y otro lado. De allí la vigencia y actualidad de la “guerra” tanto en su versión política, económica, social, cultural e ideológica, como en su versión militar o de “la política por otros medios”.
No hay duda de que, como decía Carl von Clausewitz, tanto a nivel internacional como dentro del marco de cada país, “la política -y dentro de ella la economía, la justicia, la cultura, la ideología- es la continuación de la guerra por otros medios”. Tampoco hay duda, por tanto, de que la tan mentada “batalla cultural” (o ideológica) a nivel global o nacional forma parte de un todo en la construcción o destrucción de una sociedad determinada, a través de ideas, teorías, doctrinas, paradigmas, posturas políticas, categorizaciones, caracterizaciones, consignas, slogans, etc., traducidas antes o después en decisiones (positivas o negativas) u omisiones políticas, económicas, sociales, educacionales, y, a veces, también militares.
En el mismo sentido de los paradigmas en lucha, consignas como “fascismo o democracia” o “democracia o dictadura” no dicen ni quieren decir lo mismo que “Patria o colonia” o “Imperialismo o Nación”. No expresan una misma comprensión y visión de la realidad, ni los mismos intereses políticos y sociales, por lo que para comprender y pelear esa batalla integral que supere la actual situación tanto a nivel internacional como local -compleja como la realidad misma- hace falta una profunda conciencia política que la oriente desde los intereses de las mayorías nacionales, como así también que posea una conducción que la lleve a la victoria con el protagonismo de todo el pueblo. Porque los movimientos espontáneos, sectoriales o individuales no nos llevan colectivamente a ningún lugar. Solo la dirección inducida a un movimiento, nos lleva hacia algún lugar. Y nos lleva al lugar correcto, siempre y cuando la dirección provocada sea la correcta y la acompañen las mayorías nacionales.
Sin duda, tanto a nivel internacional como a nivel local, estamos en etapas de definiciones en esa guerra permanente que tanto para San Martín como para Facundo Quiroga tenía una sola salida, sobre todo cuando están tan claros los intereses nacionales y populares y los de una minoría anti nacional y anti popular: “el triunfo de un bando sobre el otro”. A esta altura de los acontecimientos, no queda lugar para la angosta e inconducente avenida del medio. Es por eso que vemos con espanto y cierto asombro la aceleración a fondo tanto de los intereses de adentro como de afuera (sus aliados naturales), por llevarse por delante la historia, el país y al pueblo mismo de la Patria.
La Argentina -de la que los Veteranos de la Guerra de Malvinas son su vanguardia-, no solo sigue en guerra contra los que usurpan nuestro Mar y nuestro territorio en el Atlántico Sur, sino contra los admiradores de Margaret Tatcher y el poder anglosajón que lo usurpa y que vienen desplegando su programa político, económico, social y cultural vicario, con el supuesto aval electoral a su demencial y al mismo tiempo apátrida propuesta. Desconocer qué hay detrás de esta realidad que vivimos, tal vez sea una de las razones elementales de por qué estamos donde estamos: demasiados preocupados y ocupados en particular por la “democracia” (que ya no existe, ni siquiera en su formalidad como fue concebida hace cuarenta años), mientras una y otra vez -a través de las formas “democráticas”- nos roban el país y el futuro.
Sin duda que democracia y Nación (forma y fin) son cuestiones complementarias, pero está bueno advertir que la política tiene prioridades, junto con la urgencia de una conciencia y de una conducción nacional, de una política de recuperación de los espacios perdidos y en definitiva de recuperación y reparación nacional, pues, como ya hemos comprobado tras la amarga derrota de 2023, a nivel país como global, “no todos los caminos conducen a Roma”. De hecho, los caminos elegidos en las últimas décadas nos han traído la derrota, pero no por sus acciones positivas, que las hubo, sino por sus flagrantes omisiones, fruto del desconocimiento o indiferencia respecto a las enseñanzas del pasado, tan desdeñadas o subestimadas.
De hecho, nuestra guerra de independencia y unidad, tal cual la planteaban nuestros Libertadores, no ha concluido. De allí que, de no convertirnos en el presente nuevamente en territorio colonial, seguiremos siendo en el presente y en el futuro un país semicolonial (con independencia política, pero sin independencia económica y cultural) y a la vez una Nación inconclusa, a mitad de camino de su realización, que lucha todavía por realizarse, mientras al frente tenemos, sin el menor espíritu patriótico, alas fuerzas que quieren destruir esa posibilidad y entregar nuestro presente y nuestro futuro al imperio de turno, más salvaje que nunca.
Los objetivos de aquella guerra nacional y continental del siglo XIX siguen pendientes, y todo lo que nos pasa -debilidad e impotencia mediante- se relaciona con ese destino latinoamericano trunco que cargamos sobre nuestras espaldas, sin definirlo de una vez por todas (como decían San Martín y Facundo), mientras el mundo dirime a su vez -tratando de arrastrarnos a su nuevo holocausto- la primacía de unos sobre otros en forma desigual y unilateral, o, por el contrario,la existencia y construcción de un mundo igualitario y multipolar que respete a todos los pueblos del mundo y a las Naciones que quieren también realizarse como tales.
A nosotros nos cabe elegir qué destino queremos para la Argentina, América Latina y el Caribe en ese mundo que viene, pero que debemos construir con una alta conciencia política de lo que se juega, que no es solo democracia o dictadura sino, más profundamente, ser o no ser una Nación realizada y soberana en todos los sentidos y dimensiones existentes.