Padre Pepe: “No hay independencia ante la esclavitud de la droga”
El padre Pepe en la Casa Histórica de Tucumán convocó a los argentinos que se sumen a la campaña “Ni un pibe menos por la droga”. La continuidad del papa Francisco.
Por Roberto Espinosa
Abrazo generoso. Palabras. Gestos. Acciones. Ofertorio de esperanza. Al prójimo. Al marginal. Al desclasado. Al pobre. Al que frota su destino en la indigencia. Al changuito que mastica su alma con el paco. Corazón tendido en las villas de la desesperación. José María Di Paola es un cura villero que en 2008, creó con otros pares el Hogar de Cristo, un programa de recuperación de la adicción a las drogas de la parroquia Virgen de Caacupé, del barrio porteño de Barracas. “En el marco de la peregrinación que se hace con el lema ‘Ni un pibe menos por la droga’, que está recorriendo todo el país y llega a Tucumán. Yo estoy recorriendo algunos de los lugares de la peregrinación y me toca ahora justamente Tucumán. Queremos hacer hincapié en aquello que el Papa, en su momento, habló de la esclavitud de la droga, no hay una independencia en la vida real en muchos argentinos que están sometidos a la esclavitud de la droga. Entonces queremos que en la Casa Histórica de Tucumán, donde se declaró la independencia, en este paso de la peregrinación, reunir a la gente que representa distintas provincias para visibilizar y buscar que la Argentina logre una independencia para que estos chicos no tengan condicionada su vida, sumergidos en la droga. Y para eso es necesario el compromiso de todos, las organizaciones y también de la vida política que representa a algunas de las provincias que participan”, señaló el Padre Pepe. El sacerdote presidirá un acto este viernes, a las 12, en la Casa Histórica de la Independencia, en el marco de la Peregrinación de la Virgen de Luján por los Hogares de Cristo de la Argentina, que busca sumar adhesiones para la campaña “Ni un pibe menos por la droga”.
– La droga está metida en todos los estratos sociales, no solo en las villas, en los sectores más desprotegidos de la sociedad, también en el poder político, ¿cómo crees que se la combate con efectividad?
– Sin duda, debe haber argentinos que están ligados en el lugar que sea, pero creo que es importante mantener este tema en uno de los primeros lugares en la agenda de la Argentina, la agenda comunicacional, de la política, de las organizaciones. Son temas que tienen que ver con la vida y entonces tienen que ser prioritarios, y cuando dejan de ser prioritarios, cuando se minimiza el problema, se vuelve a tomar conciencia cuando hay algún episodio importante que conmociona a la opinión pública. Nosotros creemos que tiene que haber una política de Estado contundente, que incluya a las organizaciones y que tomen como premisa el cuidado y la protección de la niñez, la adolescencia y la juventud, tanto la prevención como la recuperación. Entonces el lema “Ni un pibe menos por la droga” lo que tiene de interesante es que incorpora a toda la sociedad argentina, no deja a nadie afuera al poder público, al Poder Judicial, a las organizaciones, a la comunicación, absolutamente a todo argentino de buena voluntad.
– ¿Cuál es el trabajo que realizan en las villas con los chicos y con sus padres?
– Tenemos dos puntos importantes, uno es trabajar la prevención. Nosotros decimos trabajar las tres C: instalar en cada barrio: una capilla, un club, un colegio, o sea, darles institucionalidad a las organizaciones, cuestión de que un niño pueda crecer en un círculo virtuoso, que le permita no caer en las garras de la droga. Y por otro lado, la propuesta es darle la mano a aquel que está caído para recuperarlo de las adicciones. Son los dos puntos importantes. En ese andamiaje de trabajo pastoral, también se trabaja con las mujeres, con los varones, con las familias, evidentemente con todo lo que significa el entorno de la vida de los chicos.
– ¿Qué importancia les dan a las expresiones artísticas en este proceso?
– La cultura es fundamental, o sea, que a través de la música… hay tantos chicos de barrios muy humildes, que se entusiasman con la música o con el deporte o con lo que sea, hay bailarines de folclore que son extraordinarios, otros que aprendieron un oficio en las escuelas nuestras y hoy son mecánicos… Se puede cambiar, se puede realmente hacer un cambio de la vida social de las personas, tiene que ver con la tarea de uno.
– La educación es el punto de partida de todo cambio.
– Es una educación integral donde no solamente se dan saberes, sino también se transmiten valores, porque en los valores es donde se forja la personalidad fundamentalmente.
– El Estado podría mandar a las villas cientos de asistentes sociales para hacer un relevamiento sobre cómo vive la gente, el nivel de educación, las enfermedades, y armar un programa integral, no esperar que los padres envíen sus hijos a la escuela, sino alfabetizar in situ, porque a menudo los padres son analfabetos.
– Yo creo que se puede hacer, no conozco tanto Tucumán como el conurbano bonaerense. Creo que es muy importante lo que haga el Estado y las organizaciones, lo que se llama la comunidad organizada, las organizaciones del pueblo que podríamos tipificarlas: las capillas, los clubes, los colegios y un Estado cercano y en esa síntesis, poder realmente hacer una transformación, en esto que vos decís. Por ejemplo, la visita en las casas, que a veces la conoce más una organización que está asentada en ese lugar, que un Estado, que está más lejano, es algo que se puede realizar.
– ¿Naciste en el barrio de Caballito? ¿Cuándo se despierta la vocación sacerdotal?
– Nací en el gran Buenos Aires, en Burzaco, pero me crié en Caballito. La vocación se me despertó en la secundaria, estando en quinto año; en mi educación siempre se perfiló una vocación de servicio que se cristalizó después cuando entré al seminario. Era lo que yo sentía y tuve un muy buen ejemplo en un cura, que nos reunía a los grupos juveniles, siempre un buen ejemplo ayuda mucho a la reafirmación de un proyecto.
– ¿Cómo surge tu opción por los pobres?
– Nació en el seminario, siempre me interesó trabajar por los más necesitados. Fui conociendo opciones como la de los curas de las villas, ejemplos como la Madre Teresa de Calcuta, personalidades que marcaron la vocación de uno.
– ¿Esa debería ser la opción de toda la Iglesia?
– El trabajo en las escuelas también es importante… Creo que la Iglesia está para todos y por eso hace falta que haya vocaciones muy variadas para atender los distintos lugares.
– Hay sectores de la sociedad que se refieren a los curas villeros en forma de despreciativa: “esos curas zurdos”. Es bastante frecuente esa discriminación.
– Eso es propio de cómo se vive en la Argentina, de las grietas o los prejuicios. Creo que a nosotros nos marca el lugar donde trabajamos, no la ideología. Entonces quien nos conoce, quien ve lo que hacemos, se da cuenta de que tenemos una gran pasión por la vida de la Iglesia y también por el lugar donde nos toca trabajar y realizar nuestra misión pastoral.
– El arzobispo brasileño Dom Helder Camara que trabajaba con los pobres en las favelas se ganó el mote de “obispo rojo”. Era criticado por un sector conservador de la Iglesia y por parte de la sociedad.
– Era una época en que se criticaba mucho, incluso más que ahora. Helder Camara marcó un cambio muy bueno en lo que significa el compromiso con los más pobres, con el Evangelio y además con la vida de la Iglesia porque él ha vehiculizado muchas vocaciones en Brasil y en toda la América Latina. Era un hombre muy coherente.
– El papa Francisco es respetado como líder mundial, pero acá en Argentina está en el medio de la grieta. ¿Cómo sale de ese River-Boca?
– Es difícil porque en la Argentina se acostumbra a eso, a ponerlo en un lado o en el otro. Creo que Francisco tiene un mensaje universal y que muchas veces, en Argentina, se malinterpreta porque se mira con mucha chatura su mensaje, creyendo que habla nada más que a la Argentina y está dando un mensaje a nivel planetario. Sus encíclicas Laudato Si’ y Fratelli Tutti tienen que ver con un mensaje a nivel mundial.
– ¿Se jubilará Francisco a causa de sus dolencias?
– No, él va a llegar hasta donde pueda. Mientras esté bien de la cabeza, como hasta ahora, va a seguir, por más que tenga problemas en la rodilla, o en la cadera, eso no lo condiciona en su conducción.
– ¿Cómo ganamos esta cruzada contra la droga?
– Se habla mucho de la grieta en la Argentina, que es cierta, pero hay temas que no pueden no ir, como “Ni un pibe más por la droga”. Si se unen el poder político, las organizaciones… si también se trabaja en serio, se puede hacer mucho. Y eso, sin duda, es lo que estamos procurando con la peregrinación: la toma de conciencia de que todos podemos hacer algo.
– ¿Es posible la unión de los argentinos?
– Y si se toman en serio esos temas, sí, si después nos dejamos influenciar por mensajes simplistas que separan, no.
– Hay una cosa que nos une, por ejemplo, la selección argentina. Eso quiere decir que es posible en otros ámbitos la unidad de los argentinos si realmente la queremos.
– Es verdad. Queremos que de la misma manera que se festeja un gol de Messi, se pueda festejar la vida de un país que se reúne para trabajar con un dilema como este.
Una trayectoria: fue amenazado de muerte
El Padre Pepe nació el 12 de mayo de 1962. Sacerdote de la arquidiócesis de Buenos Aires, ordenado en 1987, en 1996, fue destinado a Ciudad Oculta; luego fue párroco de la Parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé, en la villa 21-24 por 14 años. Amenazado de muerte por denunciar el narcotráfico, debió trasladarse a Campo Gallo, Santiago del Estero. Tras dos años, retomó su labor en la Capilla Nuestra Señora del Milagro, en el Partido de San Martín. Obtuvo el Premio Konex 2018.