Cuenta regresiva para las elecciones: La Argentina afronta su hora más decisiva
Por Alberto Lettieri
Cada vez queda más claro que los argentinos deberemos elegir entre democracia y autoritarismo. El libertario está decidido a todo con tal de imponerse y hundir a la Argentina en un abismo de sangre y lágrimas. El Apocalipsis está a la vuelta de la esquina. Si las fuerzas de la democracia no redoblan sus esfuerzos ya y acuerdan una alternativa de “gobierno de unidad”, después será demasiado tarde.
El dólar blue trepó este martes a $ 1045 por unidad. No fue casualidad, sino parte de una movida para provocar la hiperinflación que viene fogoneando Javier Milei desde la semana pasada. Más precisamente, desde que comenzaron a llegarle datos en las encuestas con malas noticias. Si bien mantenía un porcentaje interesante de votos, estaba siendo alcanzado por Sergio Massa, mientras perdía algunos puntos que iban a la bolsa de Patricia Bullrich.
Pese a que en el primer debate no había desentonado y el desempeño de la candidata de JxC había resultado francamente decepcionante, sus muecas, gesticulaciones y agresiones incrementaron el espanto que ya venía generando en algunos sectores de la sociedad argentina. Y no sólo por las políticas destructivas y su necesaria traducción en un escenario de caos social –por quedarnos cortos- y empobrecimiento generalizado, sino también por las dudas que genera su inestabilidad emocional y su capacidad para hacerse cargo del timón de una sociedad que, paulatinamente, va tomando conciencia de que pretende empujarla hacia el abismo.
Ante los datos negativos de los sondeos, Milei y los sectores especulativos financieros que lo apoyan, empezando por la empresa de Rodrígo Marra –su candidato en la CABA-, impulsaron una corrida financiera que, lejos de detenerse, parece no tener fin. El candidato libertario echó más leña al fuego al mostrarse satisfecho con lo que sucedía, ya que beneficiaba el trayecto hacia la dolarización salvaje que planea. También, de ese modo, pretendía aplicar un golpe letal al candidato de UxP, por su condición de Ministro de Economía.
A sabiendas de que, en el caso de llegar a la presidencia, su proyecto de dolarización no encontraría aval en el Congreso ni en la Corte Suprema, el libertario apuesta a que la dolarización la imponga el mercado ya mismo. En castellano liso y llano, Milei precisa provocar una hiperinflación que convierta al peso argentino en el “excremento” que él mismo postula. Una cotización ubicada entre $ 3000 y $ 20.000 por unidad de moneda norteamericana generaría un escenario más adecuado para la “dolarización sin dólares” que delineó su gurú económico, Emilio Ocampo.
El problema es el costo que tendrá su estrategia electoral y dolarizadora: brutal incremento de los indicadores de pobreza y de indigencia, destrucción del peso, drástica caída en la capacidad de compra de la mayoría de los argentinos, brusca caída en la producción e incremento simultáneo de la desocupación. De este modo, las empresas argentinas valdrían poco y nada en dólares y serían fácilmente adquiridas por capitales extranjeros. Ni qué decir de las Pymes, condenadas en su mayoría a la desaparición.
En el segundo Debate Presidencial. Bullrich mejoró, Milei tuvo un desempeño muy malo, incapaz de responder a ninguna de las preguntas que se le formularon y ni siquiera en condiciones de exponer sus propuestas sobre temáticas como seguridad, vivienda y, sobre todo, cambio climático, al que negó de plano. Massa salvó la ropa, la candidata de JxC se mostró como una alternativa más razonable –habida cuenta de la precariedad del candidato de La Libertad Avanza- y Milei y su entorno tuvieron en claro que debían redoblar la apuesta para acelerar la corrida financiera antes de las elecciones del 22 de octubre, para extenderla a todo el sistema económico, y poner al borde del crack al sistema bancario.
Allí fue donde Milei convocó a los argentinos a desarmar sus plazos fijos, darle la espalda al peso –al que definió como “menos que excremento”- y correr al dólar. Ya no le alcanzaba una corrida financiera: ahora propiciaba también una corrida bancaria, para producir un efecto dominó que arrasara con bancos, depósitos, pymes, comercios y bolsillos de la gran mayoría de los argentinos.
Con el peso convertido en “excremento”, la pesadísima carga de las Leliqs prácticamente se esfumaría; aunque, claro está, provocando así el Apocalipsis que sueña para la economía argentina. No hay escenario imaginable en el que la implementación de las propuestas de Milei no conduzca a la catástrofe social, económica y política, a la guerra civil o a la fragmentación territorial. O a la sumatoria de todas esas alternativas.
Una declaración que fue juzgada por Emmanuel Álvarez Agis como la más irresponsable pronunciada por un candidato desde la vuelta de la democracia. No fue el único en condenarlo: también lo hicieron todas las entidades que agrupan a los bancos públicos y privados, tanto nacionales como internacionales, la CGT, los principales referentes de las principales fuerzas políticas y todo argentino de bien. Más allá de sus diferencias, ninguno quiere ver a la Argentina reducida a escombros y con bandera de remate. A excepción de Mauricio Macri, que parece deleitarse destruyendo a su partido, el PRO, y a JxC, implementando el sádico juego de declarar su respaldo a Patricia Bullrich y clavarle una puñalada tras otra por la espalda.
El caso “Chocolate”, el “yategate” y las escuchas difundidas sobre las prácticas inmorales y el tráfico de influencias que se le atribuyen a Carlos Melconian, realizadas durante su gobierno, parecen señalarlo como “la mano que mece la cuna” de su autoría intelectual. También hay otro sospechado respecto del “yategate”: nada menos que el sindicalista “casta” Luis Barrionuevo, a quien el libertario ha decidido recuperar para su “Liga de la Justicia”.
Justamente esta alianza con Luis Barrionuevo, a quien le habría prometido el control de los planes sociales que hoy administran los movimientos sociales, motivó una drástica reacción de su candidata a vicepresidenta, Victoria Villarruel, nada menos que en la pantalla de La Nación +, afirmó, indignada, que “le incomoda” el tipo de sujetos con los que está estableciendo alianzas Milei.
Ahí encuentra un problema el candidato libertario: precisa de los sectores que se expresan a través de Villarruel para implementar las políticas represivas que necesariamente demandaría programa de gobierno, pero también de Barrionuevo para tratar de mantener contenido al sindicalismo, para descargar su furia –al menos en un primer momento- sobre los movimientos sociales.
Contra los cueveros
El martes pasado, Sergio Massa salió al cruce de la corrida asegurando que: “Voy a meter en cana a los que especulan”. Y en los días sucesivos fue implementando decisiones financieras, y acciones estatales para contener las corridas financiera y bancaria que fogonearon los financistas y “cueveros” que rodean a Milei.
Así no sólo demostró eficacia y capacidad para el ejercicio de la autoridad, sino también la responsabilidad de los libertarios, consiguiendo bajar en alrededor de $ 80 la cotización por unidad del dólar.
Por cierto que el dato de inflación del mes de setiembre, que cerró en un 12,4% y obligó a subir la tasa de interés de los plazos fijos al 133%, no aporta a la tranquilidad de los mercados, pero era la única decisión drástica a mano para evitar la fuga hacia los dólares alternativos. La noticia positiva para el gobierno es que apenas quedan pocas ruedas de cotizaciones antes de las generales. Con los resultados electorales a la vista se verá cómo continuar.
La sumatoria entre terrorismo financiero, promoción de la corrida bancaria, difusión de conductas supuestamente incriminatorias de referentes de las principales coaliciones y fogoneo de la dolarización, significaron un cóctel explosivo arrojado sobre la economía y la sociedad argentinas.
Tampoco ayudó precisamente la inconsulta decisión del presidente Alberto Fernández de denunciar a Milei y Marra, con lo que sólo consiguió victimizarlos y darles la oportunidad para montar un escenario en el que el libertario se mostró llamativamente agresivo e intolerante, prometiendo aplicar su programa a rajatabla y sin contemplación alguna.
Entre democracia y autoritarismo
La Argentina afronta una de sus etapas más críticas. Los resultados que arrojen las urnas el domingo 22 de octubre no sólo definirán –o comenzarán a definir, en el caso de ser necesaria una segunda vuelta- un recambio presidencial o la conformación del Congreso Nacional, sino también la continuidad de nuestro estilo de vida y hasta –Dios no lo quiera- el futuro de nuestra democracia. No por casualidad Milei, en esa conferencia de prensa, vituperó las políticas económicas de los últimos 40 años, exceptuando deliberadamente a las aplicadas por la Dictadura Cívico-Militar, sino que sus alianzas y los principales referentes que lo rodean apuntan en esa misma dirección.
Cada vez parece quedar más claro que, en estas elecciones, los argentinos deberemos elegir entre democracia y autoritarismo. Una larga etapa iniciada con la caída del gobierno democrático de Juan Domingo Perón, en 1955, parece encontrar un posible punto de definición. El libertario está decidido a todo con tal de imponerse en primera vuelta, hundiendo a la Argentina en un abismo de sangre y lágrimas.
El Apocalipsis está a la vuelta de la esquina. Si las fuerzas de la democracia no redoblan sus esfuerzos ya y acuerdan una alternativa de “gobierno de unidad”, tal como ha propuesto hasta el cansancio Sergio Massa, después será demasiado tarde.
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