Milei, la maldad y la estupidez (segunda parte). Por Gabriel Sanchez
La motosierra está a un costado, juntando polvo, desde hace una semana el nuevo presidente no se mueve de su piso 21, en el hotel Libertador. Lo sacan para un par de fotos, lo hacen desfilar por los canales. Y lo vuelven a encerrar.
Macri lo está acorralando. Ya no es el mismo de 2015, no es esa persona que llevaba un par de calzones extras en el helicóptero presidencial, por si las dudas, por si salía una reunión con empresarios o algo parecido.
La mutación de Macri está completa, está tan ebrio de poder que esta semana se tomó un descanso de torturar a Milei, para ir a destrozar Boca. A Macri se le empiezan a notar los colmillos. Va por su premio máximo, la olla de oro al final del arcoiris: ¡Cristina!
En está guerra sin cuarteles, entre Cristina y Macri. Claramente ganó Macri. Pero eso no quita que Cristina no esté tramando algunas de sus -ya clásicas- intervenciones. Está unión Macri/ Milei, le dio un pequeño brillo a su corona de líder de la oposición. Axel está preparando el refugio. Creo que está absolutamente consciente que van a ser como en los tiempos medievales, le van a sitiar el castillo. Todo el kirchnerismo diluido, está corriendo del otro lado de la General Paz.
Algunos se van a acomodar en provincia, pero la mayor parte de la militancia dará tumbos de acá para allá. Cristina sabe que le debe unas palabras. Tiene que responder a ese “amor”.
El amor que sienten los supuestos militantes del kirchnerismo, es una forma devaluada de devoción. El amor sólo nace en la cercanía y la cotidianidad. Y Cristina lo sabe, pero también sabe que esa militancia languidece. Son los huérfanos de la década ganada. Ella sabe que no hicieron nada cuando le gatillaron en la cabeza, desde ese día y hasta hoy siguen en estado de shock. Más que algunas marchitas, con transmisión en streaming, a la sede de tribunales, no van a hacer.
Son pibes y pibas que llegaron a los 20 años a una oficina del estado y desde ahí perdieron contacto con la realidad, no se siguieron construyendo, cayeron en una abstracción absoluta y ahora con 40 años, se la pasan mirando el instagram de Cristina, esperando una señal, unas palabras que le traigan algo de consuelo. Y mientras la pantalla se va apagando empiezan a juntar frustración y en el fondo empieza a prender la idea de que todo estallé, casi con vergüenza salen a la cacería de votos a Milei, escanean a amigos y vecinos y postean entre llantos los derechos que van a ser sacrificados. No pueden alzar la vista y ver que Macri es el verdadero culpable de la devoción que les fue pisoteada.
Mientras Milei está en una videollamada con sus perros, mientras Macri se levanta y orquesta la liquidación de Boca, Villarruel pasa por una fábrica abandonada y se le cae una baba, y piensa: “Acá puede ser una buena fábrica de falcon verdes”.