Sin visión nacional no hay Nación. Por Elio Noé Salcedo
Hace justo veinte años atrás (2003) -después de la gran crisis nacional del 2001- planteábamos en un Semanario de San Juan (El Viñatero), y luego lo convertíamos en uno de los textos de “El General Ausente. Memoria de un país en crisis” (2007): “NO HAY NACIÓN SIN VISIÓN NACIONAL”, “SIN VISIÓN NACIONAL, NO HAY NACIÓN”. Hoy estamos en vísperas de perder todo lo que construimos como Estado Nacional, lo que significa que hemos envejecido junto al retroceso de la conciencia colectiva de Nación.
Por aquel entonces, juzgábamos a la clase política de 2001 -que el pueblo pedía a gritos en la calle ¡QUE SE VAYAN!-, como inconsciente (falta de conciencia y visión nacional), ignorante (desconocimiento de la realidad nacional) e improvisada(falta de formación política, de previsión y de espíritu nacional en general).
No era para menos, salvo muy pocas y honrosas excepciones, esa misma clase política, la casta económica de siempre y una buena parte de la clase media, habían ayudado a morir y enterrar en el cementerio de la dictadura de 1976 al gobierno nacional, popular y democrático que había nacido a la vida política en 1973 con la vuelta a la Patria del general Perón.
Esa clase política y económica -que fue echada del gobierno en 2001, pero nunca juzgada (porque solo juzgamos a sus sicarios, sin profundizar en las causas del golpe de 1976 ni en la derrota peronista de 1983)-, ha vuelto una vez más al poder. Carecemos de una verdadera y profunda conciencia histórica, pero también de una visión estratégica de Nación.
¿En qué consiste una “visión”?
El diccionario nos acerca algunas definiciones. “La visión es la proyección a futuro, una meta a la qué te gustaría llegar o lograr en un tiempo definido y las formas de lograrlo”. Es la “capacidad de ver a mediano y largo plazo”. La visión estratégica consiste en “identificar tendencias estratégicas, así como sus implicaciones y posibilidades; crear un enfoque a futuro que visualice en forma sistémica oportunidades, amenazas, escenarios y estrategias de largo plazo; anticipar eventos, reconocer fuerzas impulsoras y restrictivas”. La visión estratégica “es una imagen global a largo plazo de los objetivos de una organización (o de un país) y de los métodos para alcanzarlos. Orienta la estrategia y las decisiones de una empresa”, de una organización o de un Estado.
¿No era cierta dicha premisa? ¿No tuvimos esa visión nacional necesaria durante estos últimos cuarenta años? ¿O fue insuficiente? ¿No será que la perdimos, al menos en parte -muy adentro de nosotros mismos-, junto con otros aspectos de la soberanía nacional? Porque la soberanía no solo es territorial, ni solo económica, sino también mental, y sin conciencia histórica ni visión nacional, no hay Nación. ¿Los que votan opciones anti nacionales, más allá de sus íntimas o circunstanciales razones, acaso no han perdido la soberanía intelectual…?
En aquel libro de 2007 decíamos: Sin visión nacional no hay Nación. Tener una visión nacional (una visión estratégica) -saber dónde queremos llegar- es un requisito para la acción: sin visión nacional no hay posibilidad de construir o fundar, reconstruir o refundar una Nación. Junto con la conciencia histórica (conciencia del pasado) y la conciencia política (conciencia del presente derivada y sucedánea de aquella), la visión nacional (conciencia del futuro que queremos) constituye uno de los tres pilares básicos de la Conciencia de Nación”.
Ahora bien, “sin una clara visión nacional es imposible fundar o refundar la Nación. En el mundo actual, acaso, ¿no ha sido “la visión” y el patriotismo la clave para la construcción y consolidación de las “grandes” naciones? La Argentina carece de una visión nacional, al menos como tenía en épocas de Yrigoyen y de Perón. Como carece de una visión nacional, no tiene tampoco una visión universal o “global”. A falta de una visión universal o “global” propia, tiende a adoptar la visión global de las naciones que dominan el mundo. Y como la visión global de los actuales dominadores del mundo es una extensión o correlato de su visión nacional en particular, ergo, la Argentina (los argentinos) adopta en definitiva la visión nacional de esos países dominantes, lo que implica una aberrante y flagrante traición al espíritu de existencia nacional o, lo que es lo mismo, la negación de sí misma como Nación” o como Estado Nacional soberano.
Si a la falta de visión nacional, o lo que es peor: la vigencia de una visión anti nacional en los medios de comunicación, las redes sociales, la política educativa y la política de la historia, le agregamos la falta de soberanía intelectual o mental de una buena parte de los ciudadanos de nuestro país, estamos ante una verdadera tragedia nacional.
El problema se hace más evidente aun, cuando el gobierno que llega, elegido por una mayoría numeralmente hablando, no tiene como objetivo construir, reconstruir o liberar la Nación de sus ataduras sino, en realidad, encadenar el país al Mercado Internacional expoliador de las Naciones. En ese caso, lo que avanza es la destrucción de todas las libertades y derechos como Nación y la entrega de los bienes nacionales, que son propiedad y/o patrimonio de los argentinos y no de algún gobierno y ni siquiera del Estado (porque el Estado también pertenece al pueblo de la Nación), por lo que no puede eliminarlos ni enajenarlos al mejor postor sino por voluntad expresa, específica y directa -ni siquiera por el Congreso- de los argentinos.
Con la visión anti nacional de la casta oligárquica y de los intereses extranjeros solo podemos seguir siendo semicolonia o convertirnos lisa y llanamente en una colonia del imperio de turno.
La historia argentina no es solo una historia inconclusa sino una historia cíclica, que repite sus avances y retrocesos cada tanto sin haber logrado hasta la fecha su realización plena. Y recordemos, no porque lo dijera solamente el general Perón, sino porque tenía mucha razón: “nadie puede realizarse en un país que no se realice y ningún país puede realizarse en un continente que no ha logrado realizarse”, por las mismas causas e intereses que se lo han impedido tanto a la Argentina como a cada país de América Latina cada vez que lo intentó.
Las causas generales del estancamiento argentino se repiten y van a ser profundizadas desfavorablemente para la Argentina y el pueblo argentino a partir de ahora. Así que valga la advertencia, para reconstruir un movimiento nacional que, poco a poco, deberá irse poniendo nuevamente de pie para encarar una vez más -y con la mente lúcida-, esta vez definitivamente, para siempre, la reconstrucción de la Argentina y su ineludible integración a América Latina, a la Patria Grande o, lo que es lo mismo, a nuestra gran Nación Latinoamericana.