La crisis del movimiento nacional. Por Gabriel Sánchez*
“Volveré y seré millones”, esa frase que se le atribuye a Evita, que salió de un poema de Castiñeira o “luche y vuelve”, son estandartes del movimiento nacional que implica que para volver, hay que irse. Y cuando se va y todavía no se volvió, en ese espacio gris, en ese limbo, es cuando se gesta la vuelta.
Para llegar a esa vuelta en primer lugar el campo popular tiene la obligación de abandonar la histéresis social. La histéresis, es un concepto que se desprende de la física y la biología y aplicada al campo social es cuando se mantiene un estado, después de la desaparición de la causa que lo provocó, es decir una reacción retrasada en el tiempo, ya que la causa que lo provocó ya no existe.
“¿Cuál es la diferencia entre los buenos y los malos? Es que los buenos siempre somos nosotros”, Nietzsche
Desde que Milei ganó gran parte de la militancia está hundida en una especie de llanto perpetuó señalando y acusando a los votantes del presidente, tambaleando entre el “yo te avisé”, “vos eras la casta”, “mira lo que hizo tu odio”. Como si fuera que aullando esos argumentos mágicamente nos trasladaremos al 19 de noviembre de 2023 y ahí los demás pondrían su voto correctamente.
Frente a la destrucción del estado y el avance de las políticas neoliberales, el campo popular optó por el conformismo de la indignación, postean sus rechazos a Milei cargado de un sentimentalismo berreta, lo que lleva en primer lugar a una autocomplacencia momentánea, porque esto nos ubica a nosotros en el lado correcto de la historia y lo que es peor a destiempo, ya que no importa cuánto se llore y se lamenté en redes sociales, esas políticas siguen avanzando y empiezan a echar raíces.
Como respuesta a los despidos, a la destrucción de todo el aparato estatal y la pulverización de la clase obrera, el movimiento eligió un “no” liviano y superfluo. Un “no” que responde sólo al momento: “No al cierre de télam”, “no a los despidos”, “no a la quita de fondo”. Una reacción disparada por el momento particular, lo que lleva inevitablemente al cansancio, a la frustración y a la vuelta de la indignación, la serpiente comiendo su propia cola por los próximos cuatros años.
Frente a ese “no”, momentáneo y circunstancial, que sólo hace mella en la periferia, se debe optar por un “no” rotundo e intransigente. Un rechazo completo a las políticas neoliberales de Milei.
“No hay nada menos independiente que un ciudadano libre. Un ciudadano libre no es independiente precisamente porque siempre está involucrado en alguna colaboración con los demás ciudadanos”, Alexis de Tocqueville.
El nuevo siglo arrancó con grandes explosiones y movimientos sociales, el 2001 por nuestras tierras, occupy wall street, la primavera árabe, los indignados en España son sólo algunos ejemplos de las masas populares manifestándose. Pero ahora, un par de años después de esas manifestaciones llegamos a la conclusión de que no sirvieron para nada, es porque a esa primera reacción de manifestación popular le debe seguir una segunda etapa y que debe ser más dura que la anterior y que es más difícil, que es la institucionalización de ese movimiento, esa marea popular debe encontrar y consolidar su posición política, sino se termina diluyendo.
Para esta tarea de reapropiación de la cosa pública los intelectuales del movimiento deben abandonar su tarea pedagógica. La tarea de educar a las masas quedó en el siglo pasado, en estos tiempos la tarea de los pensadores es ver la crisis en el momento que está pasando y rápidamente ensayar una solución. Porque la era digital trajo un nuevo tiempo, al concepto de pasado, presente y futuro, se le añade uno nuevo que es el “tiempo real”, que exige respuestas y acciones en el momento. De lo contrario sólo se mantendrán en la industria anti Milei, una industria que está en pleno auge (la única, dicho sea de paso).
Si el movimiento no empieza a ensayar una alternativa, simplemente se quedará con la vana satisfacción de estar del lado casto y bueno de la historia, mientras se destruye en meses lo que llevó décadas en construirse.
*G. S. es periodista y escritor