Textos escogidos de Manuel Ugarte*
Por Elio Noé Salcedo
Lecciones políticas
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En Iberoamérica, hacer política fue desde los comienzos sinónimo de disputarse las ventajas del poder… Se puede decir que en ninguna región se multiplicaron intrigas y asonadas con pretextos tan ajenos al bien general.
A los imperialismos, interesados en la anarquía de las antiguas colonias españolas, les cabe cierta responsabilidad… Pero también hay que considerar la parte que corresponde al estado social de Iberoamérica y a las circunstancias en que se produjo la emancipación.
Cuando estalló el movimiento de 1810 solo una exigua oligarquía se hallaba capacitada para asumir el poder, y pese a nuestra aversión por las oligarquías es innegable que la intervención de este grupo fuerte, en cierto modo patriarcal, ejerció una acción apreciable… Las fórmulas evolucionadas corrían riesgo de amenguarse o desaparecer con la caída de la armazón de la colonia.
Hasta los grandes latifundios, que hoy urge fraccionar y humanizar, resultaron en aquellos tiempos de aislamiento en la distancia, benefactores feudos que permitieron proteger, como en la Edad Media, la vida civilizada que empezaba a surgir.
Esta elite social que seguimos llamando oligarquía, aunque la palabra no se ajuste cabalmente a lo que resultó después una mezcla de burguesía, plutocracia, milicia y clero, tuvo al principio en ciertas zonas un ímpetu constructor que la llevó a explorar, aunque fuera rudimentariamente, las minas, a cultivar viñedos, a intentar empresas, a desarrollar iniciativas, a crear, en fin, valores nacionales, sin recurrir a ayuda ajena, poniendo en marcha exclusivamente capital, conocimiento y trabajo de la región.
Y más tarde, en el desarrollo gradual del Nuevo Mundo, el grupo del que hablamos se convirtió en peso muerto, cuya tendencia a transformarse en falsa aristocracia, dio lugar a la reacción saludable de nuevos elementos directores destinados a restablecer el equilibrio.
Lo único que sorprende es que esa minoría superior adoptase (por lo menos teóricamente) fórmulas políticas que estaban en abierta oposición con su esencia, con sus íntimos deseos, y con el estado en que se hallaban las regiones sobre las cuales reinó… La anomalía pone de manifiesto lo que debía ser, el escollo o la rémora que impide una vida normal.
El cerebralismo, el empirismo o como se le llame, nos llevó a trazar programas y acciones memoristas sin confrontar antes esas acciones o esos programas y acciones memoristas con la realidad local… Al inspirarse en la Revolución Francesa de 1789 la generación a la que me refiero cayó, no solo en un error cronológico, sino en un error político.
Un error histórico…
No era discreto asimilar la situación de Francia, preparada por largos siglos de pensamiento y de cultura dentro del ambiente europeo, con la etapa rudimentaria en que por entonces se hallaba Iberoamérica (aún sin consolidar el proyecto de unidad de los Libertadores…).
El punto de partida fue así, en muchos aspectos, paradojal, sobre todo si se tiene en cuenta que las leyes, constituciones o sistemas que se adoptaron solo tuvieron vida sobre el papel.
La democracia meramente nominal dejó que subsistieran hondas desigualdades de raza y clase, acentuando en cada república demarcaciones categóricas entre la gente adinerada o “decente” y la anónima masa autóctona o mestiza.
Si a eso añadimos que las elecciones se redujeron a simulacros, maniobras fraudulentas o golpes de audacia al margen de toda legalidad, comprendemos la inconsistencia de los fundamentos institucionales.
Llegamos a practicar un republicanismo teórico como era teórica en el orden internacional nuestra vida independiente, mediatizada por influencias extrañas.
Deseosa de asegurar su reinado, la oligarquía se inspiraba quizás en la organización política de Inglaterra, donde los grupos privilegiados han logrado mantener, proclamando el individualismo y la igualdad, sus ventajas y tradiciones… El programa democrático efectivo no pudo tomar cuerpo bajo ninguna etiqueta.
En política no hay axiomas eternos y universales. Todos son regionales, temporales, relativos.
En la cadena de contradicciones señalaremos una más. El movimiento de la independencia fue concebido y dirigido por una minoría pudiente y culta; pero, aunque esa minoría (que abandonó y desterró a San Martín de por vida) juzgaba indispensable su permanencia en el poder, nunca llegó a sofocar las ambiciones individuales que florecieron endémicamente, creando bandos cuyo afán exclusivo consistió en levantar a un hombre contra otro, sin más programa que las excelencias o virtudes antojadizamente atribuidas a este o aquel.
Contemplados hoy fríamente -a medio siglo, o a tres cuarto de siglo de distancia- algunas de esas figuras (“caudillos”, “jefes de sedición”, “jefes militares”) aparecen como oportunas y hasta benefactoras dentro del cuadro y la época en que se movieron…
Después vino una floración de civiles, engolados en los textos que se dejaron seducir por las compañías extranjeras y creyeron modernizar a Iberoamérica abriendo paso a peligrosas incógnitas… y se dejó llevar por el plano inclinado de las concesiones.
Fue la hora en que se intentó europeizar la política, la hora del “liberalismo” de los discursos principistas y de las palabras de significación poliédrica dentro de las cuales entraban las premisas más contradictorias… se parecían en la mayor parte de los casos (cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia) a los enfermos mentales que padecen de falta de conexión entre la necesidad que comprueban y el expediente a que recurren para remediarla.
Así fue inventando nuestra América problemas que no tenía y echó mano para resolverlos de panaceas inoperantes.
*Manuel Ugarte (1961). La reconstrucción de Hispanoamérica. Cap. V. Política Interior. Editorial Coyoacán.