Peregrinación sindical en modo María

Por Lucas Schaerer

La imagen de la Virgen de Luján participó en la marcha de las centrales sindicales y los movimientos populares.

“María está pasando por aquí…María está pasando por aquí”. Cantaban unas niñas en la puerta de su colegio, Maristas de Champagnat en Luján. Habían visto a unos peregrinos que misionaban con la imagen de la Virgen en sus hombros por la capital de la fe. Los Misioneros de Francisco estaban sorprendidos que en la puerta del colegio religioso nadie se acercó a tocar a la Virgen, tampoco vieron a nadie que se persignarse al verla. Sólo esas niñas que cantaban una clásica canción de fe. “Una fe intelectualizada. Muy distinta a la fe popular, que se vive, que no es una idea”, explicaba un sacerdote a los peregrinos.

Al otro día, el miércoles 17 de agosto, justo el mismo día del pasó a la inmortalidad del libertador José de San Martín, cargaron en sus hombros a la Virgen de Luján para llevarla a la movilización de las centrales sindicales: CGT, las dos CTA y los movimientos populares, que se concentraron, en el centro porteño (en el Obelisco y el Congreso Nacional) con el lema: “primero la patria”.

Salieron desde avenida Entre Ríos a unas cuadras del parlamento nacional. Muchos se persignaban, la tocaban, el folklore de la movilización de las centrales sindicales al mediodía ya estaba en acción. La Virgen gaucha, aquella que había nacido por el milagro de las carretas que no avanzaban a orillas del Río Luján, callejeaba junto al pueblo que reclama una vida digna. Los parlantes pasaban la marchita. Las parillas móviles largaban sus primeros tentadores aromas. Las banderas, estandartes, afiches flameaban en el aire. Muchos con pecheras, gorritas, de sus gremios. Los Misioneros de Francisco sienten que deben hacer una escala, desviarse una cuadra de la movilización, para ir a ver a Mama Antula.

En la Basílica de La Piedad, ubicada en la esquina de Bartolomé Mitre y Paraná, descansan los restos de quien inició la devoción por San Cayetano, el santo de los trabajadores. Cuenta la historia que tan sólo con 15 años, deja todo, por la fe. María Antonia de Paz y Figueroa, más conocida por su apodo indígena, Mama Antula, durante veinte años se forma con la Compañía de Jesús, que, al ser expulsados y perseguidos de América, ella sigue el legado de los jesuitas y sale a misionar descalza por toda la Argentina, para curar a los enfermos, evangelizar a los indígenas, pobres, religiosos, españoles y ricos gracias a los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola.

Entonces, los Misioneros de Francisco ingresan con la imagen de la Virgen a la Basílica. En ese momento celebraba misa, el sacerdote Gustavo Seivane, muy conocido en Buenos Aires por sus sanaciones y exorcismos, además de ser el asesor nacional de los grupos de oración del Padre Pío de Pietrelchina, el santo de los estigmas y gran confesor franciscano del siglo XX.

“¿Ustedes vienen de la marcha con la Virgen?”. Preguntó, en voz muy baja, una anciana de ojos muy claros y algo encorvada. “Vengan por acá, que los vea el Padre Seivane”. Ella es la primera en comulgar, en una fila de creyentes donde varios se arrodillan antes de tomar con su boca la ostia, la representación del cuerpo de Cristo, el santísimo sacramento es el pan que Jesús reparte entre sus amigos, en la última cena. “Mi paz les dejo, mi paz les doy”.

Antes de salir una joven monja detiene a los Misioneros de Francisco. Besa la imagen de la Virgen y pide hacerse una foto. Pregunta de dónde vienen misionando y agradece varias veces por la presencia con la Virgen de Luján. “Es hermosa”, la mira con los ojos brillosos y una sonrisa de oreja a oreja.

Por avenida de mayo, el sindicato de Luz y Fuerza completa más de dos cuadras, luego el sindicato de la Carne. Las bombas de estruendo salen del piso con un sonido de bazuca. Sin embargo, las miradas evidencian que la Virgen impacta más que la pirotecnia. Muchos trabajadores se persignan. Otros están estupefactos. Nadie pasa por alto que la madre espiritual los visita, está junto a ellos, no los abandona. Quienes la tocan, piden fotos con ella, o hacen selfies, muchas mujeres que venían de los barrios populares del conurbano, y otros, en franca minoría, miran raro, medio enojados, los ideologizados.

“Gringo sabés que estoy medio alejado, no me está llegando la Virgen”. Quien interpela es un Policía de la Ciudad, con campera color celeste, que monitorea la marcha desde la esquina de Avenida de Mayo y San José. “El policía se acordaba de la visita del Papa Juan Pablo II”, respondió a este cronista Esteban Castro, el secretario general del sindicato de la economía popular (con las siglas: UTEP) y miembro de los misioneros de Francisco en Luján.

La concentración de los movimientos populares fue en el cruce de avenida de Mayo y avenida de 9 de Julio. Allí la presencia de la imagen de la Virgen con los Misioneros de Francisco es habitual. Si se ausenta llama la atención. No su presencia como ocurrió entre los sindicatos convencionales. Uno de los peregrinos dejó su lugar a una mujer. Carina Malobertti, secretaria general de ATE SENASA, viene de hablar en el acto del Frente Sindical. Se quedó sin voz, por hablar con fervor desde el escenario, un camión. Carina es entrevistada por FM Riachuelo mientras sostenía la Virgen con sus hombros junto a Patricio Minetto. “Nuestra santa Evita nos impulsa”. Escuché que decía para la entrevista radial, y recordó Carina la cita del Papa Francisco que hizo el dirigente de SMATA, de los trabajadores mecánicos: “nadie se salva sólo”.

Regresando los Misioneros de Francisco al punto de partida, por la calle Hipólito Irigoyen, una anciana desde la vereda increpó: “Se la llevan al Papa Francisco”. Uno de los peregrinos replicó: “ya estuvo con él. Ahora vino a bendecir al pueblo”.

“Me gusta la imagen del peregrino, aquel que se descentra y así puede trascender. Sale de sí mismo, se abre a un nuevo horizonte, y cuando vuelve a su casa ya no es el mismo, por lo tanto, su casa ya no será la misma. Es tiempo de peregrinación”, dejó asentado en el epílogo del libro “Soñemos Juntos” el Vicario de Cristo, Jorge Mario Bergoglio.

Fuente: Telam.com.ar

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