Las páginas olvidadas de la Resistencia Peronista

Por Aldo Duzdevich

Pancho Gaitán había crecido en un hogar obrero y peronista. Cuando se produjo el golpe en 1955, trabajaba en la fábrica IAME de Córdoba; allí encontró la puerta de entrada a la Resistencia Peronista: “Cuando yo volví a la fábrica el 23  de setiembre, charlamos muchísimo con mi compañero de trabajo. Me tiró la lengua tres días seguidos. Nuestra conclusión era – si nos echaron por la fuerza, hay que volver por la fuerza-.  Al tercer día, me preguntó si quería participar. Ahí entendí que ya desde el primer intento de golpe en Junio, los compañeros militantes sindicales habían empezado a armar la Resistencia en la fábrica”. 

Inicio esta serie de notas en AGENCIA PACO URONDO sobre las “Páginas olvidadas de Resistencia Peronista”. Y lo tituló así porque la Resistencia es una gran etapa de la lucha popular injustamente olvidada, y eclipsada por las luchas de los años 70. La Resistencia no fue una gesta de vanguardias intelectuales, sino la del pueblo humilde y anónimo, que sostuvo su lucha, con un único y gran objetivo: el retorno de Peron a la Patria. 

No había entre sus militantes hijos de clase media y alta, no había escritores, periodistas o poetas. Eran gente humilde de pueblo, los llamados “cabecitas negras”. Sus lugares de reunión no eran las aulas universitarias, sino las cocinas de las casas mas modestas. El pueblo de a pie, sin jefes, sin líderes visibles, sin una organización única, muy improvisadamente, pero con una enorme dosis de valor y entrega a un causa. Lucharon sufrieron cárcel, torturas y algunos la muerte. Sus nombres casi no se conocen. Han sido olvidados y excluidos injustamente de la historia. 

De ellos voy a escribir en las próximas notas, que para mi son un tributo, un homenaje a miles de hombres y mujeres peronistas cuyos nombres merecen tener un lugar en la historia grande de la Patria. 

Y para quienes me sugieren y/o preguntan si voy hacer un libro con todo este material, respondo que si, y probablemente más de uno. Por ahora, ir nota por nota, me permite recopilar mas información y profundizarla. También es una invitación a la “academia” a ocuparse del tema. He encontrado algunos trabajos académicos excelentes que lamentablemente no han tenido difusión. Invito a los jóvenes estudiantes de historia y ciencias sociales a investigar sobre la Resistencia Peronista donde van a encontrar un campo virgen, no trillado, que les va a permitir reconstruir  una etapa de la historia totalmente desconocida. 

La mal llamada “Revolución Libertadora”

El triunfo del golpe de 1955 tomó por sorpresa a la mayoría del peronismo. Perón tenía fuerza militar suficiente para aplastar los focos de rebelión. Pero no quiso sumir al país en una sangrienta guerra civil. En Córdoba por ejemplo había mas de mil jóvenes estudiantes secundarios y universitarios antiperonistas alzados en armas. La grieta no era entre gobierno y militares golpistas. La grieta era civiles contra civiles. Pero, además, Perón sabía que a los golpistas no les temblaba en pulso en masacrar al pueblo como lo habían hecho en el bombardeo del 16 de junio en Plaza de Mayo. Ante la inminencia de un brutal baño de sangre, Perón opto por renunciar. Él lo explicará muchas veces, las revoluciones tienen dos componentes, tiempo y sangre, y nosotros elegimos el tiempo. 

Borrar todo vestigio de peronismo

El 27 de abril de 1956, el dictador Pedro E. Aramburu manifestó: “… La finalidad primera y esencial de la revolución libertadora ha sido derrocar el régimen. Hemos triunfado en la lucha armada. Ahora, debemos suprimir todos los vestigios de totalitarismo, para restablecer el imperio de la moral, la justicia, del derecho, de la libertad y de la democracia”.  Aramburu alerta que, más allá del triunfo militar se debía lograr la desperonización del país. Años después Massera repetirá un argumento similar frente al tribunal que lo juzga: “Estamos sentados aquí porque si bien triunfamos en el terreno militar, perdimos la guerra psicológica”.

El historiador francés Jaques Le Goff dijo: “Apoderarse de la memoria y el olvido es una de las máximas preocupaciones de las clases, de los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades históricas.” 

En los considerandos del decreto 4161, el instrumento jurídico para “desperonizar” decía: “El régimen depuesto, se valió de una intensa propaganda destinada a engañar la conciencia ciudadana para lo cual creo imágenes, símbolos, signos y expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas: Que dichos objetos (…) constituyen una afrenta que es imprescindible borrar …”

El Decreto 4161

Aramburu mediante el decreto 3855/55  proscribió y disolvió  el partido peronista  alegando “su vocación liberticida”. Esta proscripción del peronismo duró 18 años, de 1955 hasta 1973. 

En marzo de 1956, dictó el Decreto 4161 prohibiendo “la utilización de la fotografía retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto el de sus parientes, las expresiones “peronismo”, “peronista”, ” justicialismo”, “justicialista”, “tercera posición”, la abreviatura PP, las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicales “Marcha de los Muchachos Peronista” y “Evita Capitana” o fragmentos de las mismas” . Violar estas prohibiciones tenían penas de un mes a seis años de prisión. 

El Decreto 4161 fue promulgado el 5 de marzo de 1956 y derogado recién el 18 de noviembre de 1964. Fue un experimento de supresión político cultural, que duro (sin éxito) ocho años. Quienes no lo sufrimos no cobramos dimensión de la violencia que contenía. Supongamos que hoy estuviese penado por ley, tener en casa una foto de Alfonsin, Nestor o Cristina . O ser detenido por llevar en la solapa un pin de tal o cual partido. 

Desperonizar a sangre y fuego

Se quemaron libros. Se arrancaron y destruyeron los bustos de Eva Perón y se hizo desaparecer su cadáver. Se abrieron 121 causas penales contra Perón. En cuarteles, comisarías y hasta en el mismísimo Congreso Nacional se picaneaba sin piedad a militantes de ambos sexos. Se estableció un rígida censura de prensa. Se persiguió artistas y deportistas que habían manifestado su adhesión al peronismo. Se crearon “listas negras”, en el plano cultural, científico y educativo. 

La mayoría de los dirigentes sindicales hasta tercer nivel fueron encarcelados. Se intervino la CGT se derogo la Ley de Asociaciones Profesionales y el derecho a huelga. En los principales gremios se nombraron interventores militares. Se disolvieron las comisiones internas. Los sindicatos fueron ocupados armas en mano por los comandos civiles socialistas y radicales.

La destrucción de edificios “contaminados” de peronismo

La “Revolución Libertadora” intentó que ninguna huella material del “régimen depuesto” quedara a salvo de la destrucción. Algunos edificios fueron demolidos y otros cambiaron de destino o de función; se destruyó considerable material perteneciente a los policlínicos de Avellaneda y San Martín y a la Fundación. Las 208 Proveedurías Eva Perón fueron clausuradas con la consiguiente pérdida por putrefacción de una importante cantidad de alimentos de primera necesidad. La ciudad estudiantil fue ocupada por la Comisión de Rehabilitación del Lisiado y el Hospital Obrero de Nueva Pompeya fue adjudicado a la Fuerza Aérea. 

La Ciudad Infantil Evita fue arrasada. La Fundación Eva Peron clausurada. Su interventora Marta Ezcurra hizo arder pilas de frazadas, sábanas, colchones, pelotas y juguetes diversos con el logo de la Fundación.  Mandó destruir todos los frascos de los Bancos de Sangre de los Hospitales de la Fundación porque contenían sangre “peronista”. Mandó a secuestrar todos los pulmotores porque tienen placas metálicas con las palabras “Fundación Eva Perón”. Ordenó el asalto militar contra la Escuela de Enfermeras, y dispuso su cierre definitivo.

El odio sin límites

En 1951, por iniciativa del Ministro Ramon Carrillo, Peron decidió construir lo que por ese entonces sería el hospital de niños más importante de Latinoamérica y uno de los más completos del mundo, capaz de acoger a miles de pacientes. En 1955 faltaban solo doce meses para terminar la obra que la “Revolucion Libertadora” decidió suspender y condenar al abandono. 

Con los años, la estructura sin terminar del enorme edificio, se convirtió en el “albergue Warnes” una villa techada que llego albergar 600 familias. Finalmente en 1991 fue demolido. 

 En noviembre de 1955, se iniciaba la campaña para demoler la Residencia Presidencial, situada en el solar que hoy ocupa la Biblioteca Nacional. La revista “Ahora” lo planteaba en estos términos: “La residencia presidencial debe ser destruida. La residencia presidencial, fue un templo pagano, donde se saciaron las más increíbles voracidades de los sensualistas decadentes, que corrompieron el alma y el cuerpo de tantas víctimas sometidas, mediante el oro y las joyas a los caprichos tortuosos del poder. Ningún presidente constitucional y democrático debe mancharse utilizando esa mansión de lujo y de oprobio, porque allí se respira aún el ambiente hediondo y contagioso que alentó a las ruindades del rey de las pochonetas. Estas son las razones que nos mueven a lanzar públicamente la iniciativa que nos ocupa. Hay que higienizar al país y nada mejor para ello, que comenzar por hacer  escombros esa cueva de estafadores..”

El Almirante Isaac Rojas, pese a haber sido quien personalmente ordenó la demolición, manifestó en sus memorias hallarse arrepentido “por haber privado a la ciudad de una construcción artística e histórica por el sólo hecho de haber sido “mancillada” por la presencia de Eva Perón”. 

En este clima de persecución y odio, nació la reacción de los resistentes. En cada uno de los pueblos, en cada barrio de las grandes ciudades, en cada fabrica importante se sucedieron pequeños y/o grandes actos de rebelión al régimen. 

Fuente: agenciapacourondo.com.ar

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