Cartas a Perón desde el marxismo

Rodolfo Puiggrós, Jorge Abelardo Ramos y Alicia Eguren, viuda de John William Cooke, le comunicaban al general exiliado su posicionamiento respecto del Peronismo. Y, en otra epístola, el comentario al respecto de Jorge Osinde.

Por Claudio Chaves

La izquierda marxista y el peronismo comenzaron a encontrarse en la década de 1960. Con anterioridad a esa fecha, un acercamiento imposible, puesto que para la izquierda vernácula el peronismo era la expresión del nazi-fascismo, siendo el Partido Socialista y el Partido Comunista el ala izquierda de la Revolución Libertadora.

Después de la Revolución Cubana, en 1959, las cosas cambiaron. Sin embargo, con antelación a estos acontecimientos, hubo intelectuales marxistas “sueltos”, esto es alejados de formaciones políticas, que iniciaron un camino de acercamiento al peronismo y que hicieron escuela. Uno de ellos fue Rodolfo Puiggrós, ex militante del Partido Comunista que se acercó a Perón, apenas iniciado su gobierno. Él lo explica en una carta dirigida al exiliado con fecha 14 de setiembre de 1969 donde deja en claro que, en su condición de marxista y sin renunciar a ese firmamento ideológico, ingresa al peronismo.

“Tengo que referirme a mi propia experiencia y a mi evolución desde que en 1945 rompí públicamente con una militancia de veinte años en las filas del comunismo. A partir de entonces nuestros esfuerzos (los de quienes tenemos la cosmovisión marxista no enajenada a esquemas o modelos burocráticos o al subjetivismo trotskista) tendientes a sumergirnos en el peronismo han tropezado con dificultades que emanan en primer lugar de la imagen que se han formado los peronistas de los partidos y hombres comprometidos en la política antinacional.”

La carta es extensa y el lector puede seguirla. Sin embargo lo medular a mi manera de ver es que aquí se cumple el viejo dicho de que el que avisa no traiciona y para que Perón no tuviera dudas lo anoticia: como marxista me sumerjo en el peronismo.

Una abierta lucha se desató, entonces, al interior de dicho partido. Y no como incorrectamente se dice entre la izquierda y la derecha peronista. Como si fuera la izquierda y la derecha de la Convención Francesa, esto es jacobinos y girondinos, ambos partidarios de la revolución. No, con lo narrado, es decir, con el ingreso de marxistas al peronismo, las diferencias fueron ideológicas. No de posicionamiento político. Lo que se desata en el peronismo es una lucha entre la concepción peronista de la política y la concepción marxista de la misma. Una acotada guerra fría.

Como marxista cubanizado, Rodolfo Puiggrós fue el intelectual más destacado de la organización guerrillera Montoneros.

Otro hombre de izquierda, Jorge Abelardo Ramos, ofrece una mirada y una propuesta diferente. La carta que acompaña a esta nota es algo extensa de modo que voy al punto central de la misma, Ramos le solicita a Perón envíe un saludo al Congreso que realizará su partido:

“Convengo en que no es corriente que el jefe de un movimiento político dirija un saludo o mensaje al Congreso de una organización política diferente. Pero nada es corriente en nuestro país; tampoco en la Historia que es llamada Clío, mujer al fin, y como las mujeres, imprevista. En todo caso esto significaría que por primera vez ha aparecido en la Argentina un movimiento de izquierda genuinamente nacional y latinoamericanista que ve en el peronismo a un sector mayoritario de un Frente Nacional del que es irrenunciable formar parte. Cuanto más independiente sea esta organización socialista del peronismo, mejor será para el peronismo y para ella misma…”

Dos posturas claramente diferentes: el marxismo al interior del peronismo y el marxismo afuera.

El general Jorge Osinde, por su parte, refrendaba en carta a Perón la maniobra de Puiggrós y la pasividad del general. Le decía al exiliado:

“Hay que seguir alentando una extrema izquierda del peronismo confundido con el castrismo nativo, en fin, que todos puedan tener un lugar en la lucha, sin que ello signifique dar a cada uno la manija en la conducción local.”

Por esas razones y otras que harían muy extensa la presente nota, es que el General, aún en España, recibe una carta impertinente y volcánica de Alicia Eguren, viuda de John W. Cooke, reprochándole la orientación del gobierno peronista, -el presidente era Héctor Cámpora– amenazando con encender la violencia guerrillera. Luego de observarle la “calidad” de los funcionarios, le dice: “No es esto lo que el pueblo votó, el pueblo tapándose las narices votó esperanzado en Perón. El pueblo votó porque la juventud peronista, la revolucionaria y movilizadora así como todos los sectores revolucionarios, atronaban las canchas prometiendo cambios sembrando ilusiones y fe en una clase obrera apática aplastada por la traidora burocracia sindical.”

Irónicamente, escribe: “Ahora ya estamos en el gobierno, hemos entrado en ‘la edad de la razón’. La Nación nos elogia, la U.I.A., la Sociedad Rural, Nueva Fuerza, la Bolsa de Comercio, todos nos elogian esperanzadamente.”

Luego de criticar a José Ber Gelbard, ministro de Economía, y a sus asesores y sus relaciones políticas, increpa al General: “Acá hay una estafa al pueblo. Un plan de tránsito pacífico, con reformas profundas hacia el socialismo no se hace con un equipo patronal y de asesores de las grandes empresas como en la década infame.”

Continúa, como se puede apreciar en la carta adjunta, con sus diatribas a los funcionarios elegidos por Perón y le advierte: “Acá a los chorros se los marcará de entrada y además la guerrilla resurgirá. Y lo hará si no hay decencia cristalina, destrucción real del Ejército y demás fuerzas armadas represoras, liquidación de la corrupta y purulenta burocracia sindical… Y es saludable porque ello prueba que la vanguardia no permite la estafa de los sueños del pueblo. Ya se están formando los cuerpos parapoliciales de la derecha peronista. Esta violencia que levanta un proyecto fascista en un país que votó por la construcción nacional del socialismo va a terminar muy pronto a tiros, si ustedes no lo echan por tierra. No tengan ustedes ninguna duda de ello. Ojo este pueblo no es el del 54”,

Las palabras amenazantes de Alicia Eguren evidenciaban el derecho que se arrogaba, que creía tener, o mejor dicho que le dieron, cuando el peronismo cobijó a marxistas. Esos modos evidenciaban, además, que detrás de ella no había solamente una mujer valiente o desquiciada, según quien observara el asunto. Estaba el castrismo, el bando comunista de la Guerra Fría. Ahí afincaba su coraje.

Por estas razones fue que, en los pocos meses de su presidencia, Juan Domingo Perón se propuso corregir lo silenciado durante años. En la conversación que mantuvo con los ocho diputados vinculados a Montoneros que se negaron a votar la ley que proponía la figura de asociación ilícita para todo tipo de delito, fundamentalmente el terrorismo, les dice:

“Quien esté en otra tendencia diferente de la peronista lo que debe hacer es irse. En este aspecto hemos sido muy tolerantes con todo el mundo. Lo que no es lícito, diría, es estar defendiendo otras causas y usar la camiseta peronista.” Finalmente los echó de la Plaza.

La guerrilla fue vencida, pero la izquierda remixada a la caída del Muro de Berlín se hizo fuerte en el peronismo en los años del kirchnerismo. ¡Al fin y al cabo tenían historia dentro de él! El daño estaba hecho.

Retumba todavía la frase de Ramos: “Cuanto más independiente sea esta organización socialista del peronismo, mejor será para el peronismo y para ella misma.” Y podríamos agregar, también para el país.

*Escritor, profesor de Historia y licenciado en Gestión Educativa

Fuente: Infobae

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