Pedro Ferré

Por Gustavo Battistoni

Entre las grandes figuras del federalismo del siglo XIX, pocos tuvieron la claridad de miras del gobernador correntino Pedro Ferré. Sus análisis sobre la problemática nacional tienen en el siglo veintiuno plena vigencia, y la aplicación consecuente de sus ideas, nos llevaría a una Argentina mejor. El historiador José Carlos Chiaramonte, en su libro Mercaderes del Litoral, afirma con gran acierto: “…los escritos de Pedro Ferré constituyen lo más destacado que pueda encontrarse en la primera mitad del siglo XIX”.

Nació en la ciudad de Corrientes el 29 de junio de 1788, y fue un precoz estudiante, pero no solo en las materias de naturaleza teórica, sino también en las ligadas a la realidad concreta. Prueba de esto, es su conocimiento de la carpintería, oficio que aprendió de su padre, lo que le sirvió para valorar la mixtura entre el trabajo manual y el intelectual.

Desde la gobernación fue un impulsor de la educación, inaugurando la Universidad San Juan Bautista, e introduciendo la imprenta, creando, además, la primera moneda provincial y fundando pueblos co-mo Bella Vista. Es de remarcar que su gobierno, contrató -estamos hablando de 1824- un médico para atender a los menesterosos, estableciendo la salud pública en el Litoral. Gobernante progresista en el sentido profundo de la palabra, intentó la asimilación pacífica de los indígenas y no su eliminación, como era la norma habitual en aquella época.

Impulsó la industria de su provincia, básicamente a partir de la construcción de embarcaciones, para desarrollar el comercio en el Río Paraná. Si el Río Mississippi fue una de las bases del desarrollo norteamericano, como lo demostró en su notable trabajo Los ferrocarriles y el crecimiento económico de los Estados Unidos, el Premio Nobel Robert Fogel, consideraba nuestro estadista correntino, que el Paraná debía cumplir el mismo papel en nuestro desenvolvimiento productivo.

Pero quizás la idea clave en Pedro Ferré, era la asociación del federalismo con el proteccionismo económico. Si el proteccionismo de Alexander Hamilton, Henry Carey y Abraham Lincoln había comenzado a desarrollar la industria del gran país del norte, la defensa de nuestras economías regionales de la concurrencia extranjera conduciría a los mismos resultados. Decía con certeza: “No se pondrán nuestros paisanos ponchos ingleses;…no vestiremos ropa hecha en extranjería…, pero en cambio, empezará a ser, menos desgraciada la condición de pueblos enteros de argentinos”.

Fue el precursor de un pensamiento económico autóctono que tuvo exponentes de la talla de Mariano Fragueiro y Alejandro Bunge. Empero, casi nadie se acuerda de las ideas de este adelantado, que teorizó sobre la necesidad de una economía autocentrada, mucho antes de la aparición del Sistema Nacional de Economía Política, de Federico List, en 1841. El pertenecer a una provincia del Litoral como Corrientes, jugó en contra de la difusión de su ideario innovador.

Lamentablemente, sus ideas no encontraron mucho eco entre sus contemporáneos, y si lo encontraron parcialmente, como en la sobrevalorada Ley de Aduanas de Juan Manuel de Rosas de 1835, fue con un sentido más recaudatorio que productivo. El estudioso norteamericano Miron Burgin, en su excelente Aspectos económicos del federalismo argentino, prueba con claridad, que el 28 de mayo de 1838, se dispone la reducción de una tercera parte de los derechos de importación establecidos por la ley de 1835, y que luego de levantado el bloqueo de la flota francesa, en 1839, nunca más volvió a aplicarse la tan mentada ley de aduana.

Pedro Ferré, como bien analiza Justo Díaz de Vivar, en su libro Las Luchas por el Federalismo Argentino, observó con justeza en qué consistía el sedicente federalismo rosista: “No le hacía justicia en todo, pero sí, adivinaba que cualquiera de las formas de gobierno que propiciara el mandatario de Buenos Aires, fueran estas de hecho o de derecho, tendrían siempre como base la dominación de ella”. Y agregaba: “Yo no sé si don Juan Manuel había leído o no El Príncipe, pero es evidente que aplicaba con gran amplitud las teorías que el florentino sistematizó en él, con el desenfado que espanta a los timoratos y a los hipócritas, a los que se asustan más de las palabras que de los hechos”. Y agregamos nosotros, quizás Rosas no estudió a Maquiavelo, pero ese amanuense napolitano de Rivadavia, Rosas y Mitre, que fue don Pedro de Angelis, seguramente lo había estudiado con delectación.

Bregó también por la Constitución Nacional, siendo uno de los impulsores del Pacto Federal de 1831, donde infructuosamente planteó un gobierno provisorio nacional, con facultades legislativas y ejecutivas, tendientes a la inmediata organización nacional, el reparto de las rentas, la promoción industrial, la reglamentación de la navegación interior, la descentralización aduanera y la rendición de cuentas, por parte de Buenos Aires, de los prestamos manejados en nombre de la nación. Tuvo, además, una destacadísima participación en el Congreso Constituyente de 1853. Fue el más preclaro representante de ese federalismo nacional cuyo norte era la unidad estatal bajo las ideas republicanas.

Falleció don Pedro Ferré en la mayor pobreza, el 21 de enero de 1867. El silencio que recubre a su figura, aún hoy, nos recuerda, una vez más, la ingratitud de nuestro país hacia esos hombres y mujeres que tanto lucharon por la justicia y la libertad.

Fuente: El Correo de Firmat

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