Francisco y la Patria Grande: nacionalismo latinoamericano y doctrina social de la Iglesia
“Ante todo, se trata de recorrer las vías de la integración hacia la configuración de la Unión Sudamericana y la Patria Grande Latinoamericana. Solos, separados, contamos muy poco y no iremos a ninguna parte. Sería callejón sin salida que nos condenaría como segmentos marginales, empobrecidos y dependientes de los grandes poderes mundiales”.
“El verdadero proyecto de América Latina, el de la Patria Grande de San Martín y Bolívar; o de Artigas, por ejemplo, que hoy en día está olvidado y para mí de los próceres de la independencia más brillantes. Ese proyecto hoy no se ve”.
- Las dos frases pertenecen a Jorge Bergoglio. La primera forma parte del prólogo a “Una apuesta por América Latina” (2005), libro de Guzmán Carriquiry, intelectual uruguayo que fue Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina.
- La segunda a una entrevista concedida por el Papa para el libro “Papa Francisco, Latinoamérica. Conversaciones con Hernán Reyes Alcaide” (2017).
A lo largo de su trayectoria pública, tanto como Arzobispo de Buenos Aires como luego de su elección como Jefe de la Iglesia Católica, Bergoglio se ha mostrado partidario de la unidad de América Latina y ha respaldado de manera decidida la integración regional, como respuesta a la debilidad de los países latinoamericanos en el escenario mundial.
Como otros aspectos de su pensamiento, la visión del Papa sobre la unidad latinoamericana suele ser distorsionada por una lectura facciosa, que busca ubicarlo de manera obsesiva en uno de los lados de la grieta que divide políticamente a la Argentina.
La conclusión apresurada (y generalmente interesada) es que las referencias del Papa a la “Patria Grande” se explican porque es peronista (o kirchnerista, o populista), tenga ello para el interlocutor una connotación positiva o negativa. Esta operación oculta las raíces del pensamiento de Francisco, que son diversas y profundas y que lo sitúan, como hombre de ideas y de acción, en un marco mucho más amplio.
Destacamos tres fuentes de ese pensamiento, con vínculos entre sí: a) el nacionalismo latinoamericano; b) el magisterio de la Iglesia latinoamericana; c) la Doctrina Social de la Iglesia.
El nacionalismo latinoamericano es una corriente de pensamiento -heterogénea pero reconocible como tal- que afirma que América Latina es una nación balcanizada (“una nación mutilada con veinte provincias a la deriva, erigidas en Estados más o menos soberanos”, según Jorge Abelardo Ramos) fundada en una identidad común -cuyo rasgo definitorio es el mestizaje racial y cultural- y una trayectoria histórica compartida.
Sostiene además que los Estados latinoamericanos comparten intereses vitales en cuanto a su inserción en el sistema internacional, en tanto la persistente fragmentación los coloca en una situación de debilidad frente a las grandes potencias.
Esta tradición señala el carácter artificial de las actuales naciones latinoamericanas (“las patrias chicas”). Desde esta perspectiva, la identidad de las sociedades de la región ha sido ocultada por obra de la tendencia imitativa de elites alienadas culturalmente: las elites latinoamericanas no han sido capaces de comprender los valores y la visión del mundo de las mayorías y en cambio han intentado imponer un proyecto civilizatorio que por su falsedad está condenado a la derrota.
Esta tradición está vinculada al peronismo, pero lo excede largamente. Entre sus principales exponentes intelectuales se cuentan los miembros de la llamada “Generación del 900′” [1] latinoamericano (José Enrique Rodó, Manuel Ugarte, Francisco García Calderón, José Vasconcelos, Pedro Henríquez Ureña, entre los más destacados), que influyó de manera notoria en la Reforma Universitaria y en el nacimiento de los primeros movimientos anti-imperialistas en la región; nacionalistas de influencias marxistas como Víctor Raúl Haya de la Torre y Jorge Abelardo Ramos y católicos vinculados al campo nacional-popular como Alberto Methol Ferré.
El uruguayo Methol Ferré fue durante largos años Secretario del Departamento de Laicos del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño, organización que reúne a los obispos de la región). Tanto él como algunos de sus discípulos, como el ya mencionado Carriquiry, tuvieron un importante vínculo personal e intelectual con Bergoglio.
Una segunda fuente del pensamiento del Papa es el magisterio latinoamericano, es decir las enseñanzas de los obispos de la región, volcadas en los documentos pastorales elaborados en ocasión de las reuniones de Episcopado Latinoamericano, como los de Medellín (1968), Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007); en este último caso, el entonces Arzobispo de Buenos Aires tuvo fuerte incidencia en su redacción.
En esos documentos, especialmente en Medellín, Puebla y Aparecida, la Iglesia destaca la originalidad de la experiencia histórica latinoamericana, en cuya construcción ha jugado un rol central, al tiempo que aboga por la autonomía política y el respeto a la identidad cultural de los países de la región.
Así, en Puebla los obispos señalan: “Ya es tiempo de que América Latina advierta a los países desarrollados que no nos inmovilicen; que no obstaculicen nuestro propio progreso; no nos exploten; al contrario, nos ayuden con magnanimidad a vencer las barreras de nuestro subdesarrollo, respetando nuestra cultura, nuestros principios, nuestra soberanía, nuestra identidad, nuestros recursos naturales” (Documento de Puebla, Mensaje a los pueblos de América Latina, punto 8).
El episcopado también demanda repetidamente una mayor integración económica y política de los países latinoamericanos, sobre la base de la cultura común y la historia compartida. Por ejemplo, en Aparecida dicen los obispos: “Creemos que un factor que puede contribuir notablemente a superar los apremiantes problemas que hoy afectan a este continente es la integración latinoamericana”. Y más adelante: “No somos un mero continente, apenas un hecho geográfico con un mosaico ininteligible de contenidos. Tampoco somos una suma de pueblos y de etnias que se yuxtaponen. Una y plural, América Latina es la casa común, la gran patria de hermanos” (Documento de Aparecida 521 y 528)
Finalmente, mediante su enseñanza la Iglesia valora las iniciativas de colaboración entre los Estados, incluyendo los procesos de integración, en tanto instancias que sirven al logro de la paz y la prosperidad internacional y, más ampliamente, de la fraternidad humana.
Vale recordar, al respecto, que el proyecto de integración europeo -sin duda el que ha llegado más lejos a nivel mundial- tuvo en los partidos democristianos a algunos de sus principales protagonistas, a través del liderazgo de figuras como Konrad Adenauer, Alcide De Gasperi y Robert Schuman. Este último, Ministro de Relaciones Exteriores de Francia entre 1948 y 1953 y artífice de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, semilla institucional que dio origen a la unidad europea, fue declarado “Venerable” (un paso hacia una eventual canonización) por un decreto del actual Papa.
La orientación pro-integración está recogida en la Doctrina Social de la Iglesia, que reúne las principales enseñanzas de los Papas en materia político-social. En un Encíclica que hizo época, Populorum Progressio, Paulo VI dice “esperamos que los países cuyo desarrollo está menos avanzado sabrán aprovecharse de su vecindad para organizar entre ellos, sobre áreas territorialmente extensas, zonas de desarrollo conjunto” (PP 64).
Francisco retoma el tema, con ecos de su formación intelectual y de su participación en la experiencia pastoral de la Iglesia latinoamericana.
En Fratelli Tutti señala que para los países más débiles la integración regional -que debe apoyarse no sólo en los intereses comunes sino también en el amor al vecino (FT 151)- constituye una herramienta que ayuda a obtener condiciones más justas frente a Estados más poderosos y grandes empresas: “…para los países pequeños o pobres se abre la posibilidad de alcanzar acuerdos regionales con sus vecinos que les permitan negociar en bloque y evitar convertirse en segmentos marginales y dependientes de los grandes poderes (FT 153).
Conociendo las limitaciones impuestas por la realidad, desde el papado Francisco continúa alentando la construcción de la Patria Grande Latinoamericana. Lo hace a partir de un conjunto de convicciones cuyo origen puede rastrearse en fuentes diversas. El posicionamiento del Papa expresa no la adhesión acrítica a una facción, sino una trayectoria personal e intelectual rica y profunda, en la cual fue configurando su propio liderazgo.
***
[1] Methol Ferré (Methol Ferré y Metalli 2006, “La América Latina del siglo XXI”) es quien acuña la denominación “Generación del 900′”, para referirse a un grupo de pensadores latinoamericanos que abandona las visiones nacionalistas -que habían predominado en el período de formación de los Estados nacionales- para pasar a una latinoamericanista.
Excelente documento. Es el motor que impulsará nuestros esfuerzos militantes