Capitalistas y anticapitalistas en contra del desarrollo nacional. Por Horacio Paccazochi

Estamos en un año electoral y llueven sobre la población innumerables recetas para sacar el país adelante y de una manera casi mágica hacer felices a los argentinos. Brotan de las pantallas de la TV licenciados en economía, ex ministros (fracasados) de la cartera, y expertos en casi todo, tratando de convencer al televidente de las bondades de su sistema.

En general, le han pasado el plumero a viejas recetas que han sido la razón por la cual el país se ha atrasado en su desarrollo, pero como dice la señora Mirtha Legrand “el público siempre se renueva”, y por ende, hay nuevas orejas frescas.

Los autodenominados “liberales”, la “derecha”, para otros, dicen estar a favor del desarrollo capitalista de la economía. La llamada “izquierda”, en sus diversas variantes, propone luchar en contra del capitalismo, por considerarlo un sistema opresor del trabajador.

Desde este rincón del pensamiento opinamos, en base a la experiencia histórica de nuestro país, que Argentina sufre por la ausencia de un capitalismo nacional, y que tanto una como otra de las posiciones antes mencionadas coinciden en frenar nuestra marcha hacia un desarrollo nacional con justicia social.

Vamos por partes. Los llamados “liberales”, hoy representados políticamente por los dirigentes de Juntos por el Cambio, y el agrupamiento de Milei, hacen hincapié en que el factor que frena el despegue del país es el sobredimensionamiento del aparato del Estado, y que en la “reducción del déficit fiscal” se encuentra la llave para dinamizar la economía.

Como la experiencia histórica es irrefutable, vale mencionar que desde el último gobierno “estatista” del peronismo (1945 al 1955), los abuelos y padres de estos dirigentes, muchos apellidos se repiten, intentaron reducir el estado y no podemos decir que hayan fracasado. Veamos como ejemplo que la Dirección de Fabricaciones Militares que llegó a tener 24 establecimientos y doce mil operarios, sobreviven en la actualidad 4 establecimientos y unos pocos cientos de trabajadores. Durante la época menemista, que asumió en todos sus términos esta posición antiestatista, se privatizaron a mansalva la mayoría de las grandes empresas del Estado, empujando a miles de trabajadores al cuentapropismo llamado “actividad privada”.

Más recientemente, durante el anterior gobierno de Juntos por el Cambio, se continuó con esta política mientras sus funcionarios despotricando en contra del “populismo” nos aleccionaban no ya que el Estado gastaba mucho, sino que también la población lo hacía desmedidamente por querer viajar, cenar en un restaurante, o comprarse un televisor nuevo.

Si los dirigentes políticos y economistas que generaron las potencias del mundo occidental los escucharan, seguro no los habrían querido contar en sus filas. Hablo de los que originaron el desarrollo capitalista en esos países, no de esta elite financiera de hoy en día que canaliza los recursos de la producción hacia los negocios financieros y que es también anticapitalista. Estos países llegaron a ser lo que son porque sus estados nacionales defendieron su mercado interno y sus empresas, generando las condiciones para que el propio consumo de su población les generara las condiciones para su crecimiento.

Es por eso que estos “liberales” son anticapitalistas, quieren reducir el Estado que es quien puede defender a la población y sus empresas de la competencia monopolica del capital extranjero, pretenden reducir el consumo (ahora le llaman “enfriar la economía”), que es la savia vital de la que se nutre el mercado interno. Sin un mercado interno fuerte, no habrá empresas nacionales en condiciones de afrontar la competencia, y sin esas empresas no podremos exportar trabajo argentino, que es la clave del desarrollo nacional.

De igual forma, la llamada “izquierda” es anticapitalista, pues considera que la contradicción fundamental de la política argentina es la lucha del obrero contra el empresario, desconociendo que el empresariado nacional también sufre la competencia monopolica del capital extranjero y de las políticas liberales desde el estado.

Desde su maestro Juan B. Justo que decía que el ferrocarril inglés traía el progreso hasta estos socialdemócratas de nuestros días nada ha cambiado. Fracasados en su construcción del “partido de clase”, se han volcado a generar movimientos piqueteros en donde hoy como ayer, cuando condujeron algunos gremios “clasistas”, las reivindicaciones de sus representados no se condicen con su ideología. Asistencialismo bajo un pasacalle con la figura del “Che”.

El mundo marcha a paso firme hacia un multilateralismo donde el denominador común en todos los países es la defensa de sus respectivos mercados internos y a partir de allí la relación con los demás buscando acuerdos económicos y en paz, cosa que el bloque dominante de EEUU y sus aliados venía imposibilitando.

Olvidarse de viejas y fracasadas fórmulas ideológicas o económicas es la receta para mejorarnos en salud. Un nacionalismo popular sin falsos aditamentos que fortalezca el papel del Estado y el mercado interno es lo más moderno y progresivo en el mundo de hoy.

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