Aldo Duzdevich: el militante de Pergamino que rompió con Montoneros y fue leal a Perón

“Después del asesinato de Rucci, el Padre Galli con otros dirigentes, impulsó la ruptura con la organización y formamos La Lealtad”

Aldo Antonio Duzdevich nació en Pergamino. Desde muy joven participó en la Acción Católica y posteriormente en el Ateneo La Merced, estando ahí tuvo una incursión teatral en la obra “Altitud 3.200”, patrocinada por la entidad y principio de lo que después fuera Juventud de Teatro. En 1972 se incorporó a la columna José Gervasio Artigas de Montoneros, la primera en romper con esa organización, y más tarde se trasladó a la provincia de Neuquén para estudiar Economía. Con el retorno de la democracia en 1983 ocupó distintos cargos, legislativos y ejecutivos. Es coautor de “La Lealtad. Los Montoneros que se quedaron con Perón” (Sudamericana, 2015), una versión autocrítica sobre la lucha armada.

Como muchos militantes de esa etapa, sufrió detenciones, allanamientos, amenazas, y la pérdida de amigos y compañeros por la represión ilegal.

¿Qué recuerdos tiene de su infancia en Pergamino?

Nací en Pergamino en 1955. De niño vivía en San Nicolás y Castelli, en la Heladería La Fe, que era de mis padres. Desde los 6 o 7 años iba a la Iglesia La Merced. Allí los niños participamos de la Acción Católica, lo más lindo eran los campamentos de verano en las sierras de Córdoba. Los campamentos eran una escuela de vida. Yo siempre voy a estar agradecido a los curas porque solo nos enseñaron cosas buenas, nos formaban como cristianos y básicamente como buenas personas.

Hice la primaria en la Escuela 2. También iba al Club Gimnasia, hacer básquet y natación en verano.

¿Y su adolescencia en la Acción Católica y el comienzo de la militancia?

Ya a los 13 o 14 años, pasamos a formar parte del Ateneo La Merced. Que era el grupo juvenil católico. También teníamos formación y participamos de encuentros juveniles de la diócesis de San Nicolás. Yo hice el secundario en el Comercial. En 1969/70 cuando los Cordobazos y Rosariazos, en Pergamino, nos mezclábamos en las manifestaciones, que solían terminar en refriegas con la policía. Recuerdo que una vez le quemamos un jeep a la policía, en la esquina del cine San Martin. Eran épocas donde alternábamos la vagancia de la adolescencia con los inicios en la militancia política. En Pergamino, los revoltosos éramos un puñadito y nos conocíamos todos. Pasábamos las tardes en la confitería Capote. A la noche en la Cabaña que tenía dos sectores “Sierra Maestra” porque estábamos los aprendices de guerrilleros; y en la parte de atrás, el “cofre”, porque estaban todas “las joyitas”: quineleros, timberos, y otra fauna nocturna. También eran largas las noches en la wisquería El Molino, allí podíamos estar hasta la madrugada, discutiendo sobre Rosas, o sobre la Revolución Rusa. Ya en el 71/72 empezamos a militar más en serio. En mayo del 72 un desmedido operativo militar y policial en Pergamino, hizo una razzia de 16 allanamientos y detenciones entre ellas mi casa, y casi todo el grupo de amigos. Esa fue, una suerte de rito de iniciación en la militancia en serio. Yo me integre a la JP Evita Obrera, del grupo inicial éramos: Cacho Lencina, el Vasco Azpeitia, Tomy Donlon, el Chacho Payero, más tarde se integró Alcides Sequeiro. Estoy nombrando solo algunos que recuerdo. Pero ese primer grupo pequeño nos integramos a Montoneros a fines de 1972. Nosotros dependíamos de San Nicolás, el jefe de la columna era el cura Jorge Galli. Despúes del asesinato de Rucci, Galli con dirigentes de otras zonas, impulso la ruptura con la organización y formamos La Lealtad. Luego de esto, el grupo prácticamente se disolvió. Lencina siguió en Montoneros y sobrevivió clandestino hasta el 83. Tomy por un vínculo con el ERP cayó preso varios años. Los únicos desaparecidos del grupo fueron Julio Di Gangi y el Tucho Pastor, que en realidad militaba en Buenos Aires.

¿Cómo llega a Neuquén y desarrolla toda su vida político- institucional allí?

En marzo de 1974 yo tenía que arrancar la universidad. Pensaba estudiar en La Plata y trabajar en el gobierno de Bidegain. Pero esa posibilidad desaparece. Yo tenía un tío en Neuquén, que siempre decía que había muchas oportunidades de laburo. Así que me vine a estudiar y trabajar. Pensé que estaría dos o tres años y bueno acá me quede. Siempre seguí militando en el peronismo y ya en democracia fui dos veces diputado provincial, concejal y candidato a gobernador en 2003.

¿Cuál es el planteo que hace con respecto a los Montoneros leales a Perón en su libro?

Yo quería contar esta parte de la historia que no estaba contada. Un poco porque sentía una necesidad de reconocer y agradecer a los compañeros que eran mayores que yo, como el cura Galli y otros tantos, que tuvieron la visión de decir “hasta aquí llegamos, hay que cortar con la violencia y acatar la conducción de Perón”. Y eso, a mí me salvo la vida, sin ninguna duda. Y les salvo la vida a mucha gente, entre ellos a Néstor y Cristina, que en La Plata, también participaron del grupo que rompió con Montoneros.

Así que en el 2000 me puse a investigar y buscar testimonios. Con otros dos compañeros Raffoul y Beltramini juntamos cincuenta testimonios de ex militantes. En 2015 con toda esa investigación yo escribí “La Lealtad- Los montoneros que se quedaron con Perón”, que editó Sudamericana y ya lleva varias ediciones vendidas.

Para quienes leyeron el libro “Conocer a Perón” de Abal Medina, diré que La Lealtad tiene ese mismo enfoque, solo que desde el ángulo de los militantes de la época. Es por un lado la reivindicación del tercer Perón, y por otro una autocrítica del mesianismo revolucionario de la organización.

Si tuviera que volver a Pergamino y elegir tres lugares para sentarse a reflexionar, ¿cuáles serían y por qué?

No se… los lugares de mi adolescencia ya no existen. Tal vez, entraría a la Iglesia La Merced a rezar por todos los que ya no están.

Su otro libro se refiere al Papa Francisco ¿se lo ha hecho llegar? ¿Qué es lo que cuenta en él?

Mi libro “Salvados por Francisco” de 2019 también es un libro histórico. Casi una continuidad del anterior, porque en La Lealtad termino en 1974 y en este sigo hasta 1979. Es la contracara de la campaña de infundios contra Bergoglio que hizo el periodista Horacio Verbitsky. Yo recabe 25 testimonios de personas a quienes Bergoglio protegió, escondió y ayudo a salir del país durante la dictadura, poniendo en riesgo su propia vida.

No lo conocía a Bergoglio, antes de ser Papa. Cuando se convierte en Francisco y anuncia una Iglesia de los pobres, para los pobres, comienzo a escucharlo y seguirlo. Me pareció y parece que viene a producir una gran transformación positiva en la Iglesia y se planta como un líder mundial contra el capitalismo salvaje.

Y me hacía ruido esa campaña insidiosa de Verbitsky. Así que me puse a investigar y el resultado fue este libro, que publicó Penguin Randon House en Argentina, España y Latinoamérica.

A partir del libro pude conocer a Francisco. Estuve dos veces con él en visitas privadas de más de una hora. Y tengo un trato epistolar bastante periódico. Le mando algunas de las notas que escribo, y siempre me responde al día siguiente. Nunca entiendo como hace para atender tantas cosas. Por ejemplo, en la tumba del padre Jorge Galli, hay una placa con un texto de Francisco dedicada a Galli, que fue por un pedido mío. Evito publicitar esta relación, o decir “soy amigo del Papa”. Él está cansado de los que van a sacarse la foto para usarla después. Así que yo soy muy prudente y me siento muy honrado de que me dispense este vínculo.

El Tiempo de Pergamino

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