Roca vs. Mitre: la continuación del enfrentamiento fundacional de la Argentina. Por Horacio Paccazochi

Continúa en nuestros días el enfrentamiento fundacional de Argentina. Permanentemente acontecen, como en estos días en el sur del país, ataques a la figura del General Roca, ya sea físicamente en sus monumentos o calles, y en lo que es más peligroso, a la memoria histórica de los argentinos. Diría con precisión Jorge A. Ramos: “La pasión que tiñe nuestras polémicas históricas se deriva del carácter inconcluso de nuestra revolución democrática y del predominio ideológico que ejerce aún la vieja oligarquía”.

Y esto es así porque Roca y la generación del 80 vinieron a cortar una subordinación del país a Buenos Aires que, desde Rivadavia en adelante, se adueñaba de la renta nacional al manejar la Aduana y su relación con el imperio británico.

Estados Unidos, en la batalla de Appomattox, donde el Gral. Grant, por la Unión, consiguió la rendición del Gral. Lee, por los confederados del Sur, se abrió el camino a la unificación del país y la construcción de un capitalismo industrial que sería la base de la potencia americana de nuestros días. En los combates de Barracas y Puente Alsina, las tropas del Ejército Nacional de Roca derrotarían a Tejedor y Mitre, consiguiendo la federalización de Buenos Aires. Pero, a pesar de ser derrotados políticamente, los mercaderes del puerto, en conjunción con los intereses ganaderos y agrícolas de la provincia de Buenos Aires, terminarían integrando, luego de 30 años, a los restos del roquismo que, ya sin su conductor, claudica a los intereses oligárquicos y pro-británicos. Aquí, como decía Ramos más arriba, reside la bisagra de la historia argentina y la diferencia entre el camino emprendido por EEUU y nosotros: Ellos iniciaron un camino soberano e industrial; en cambio, aquí seguimos siendo una semicolonia dependiente de una economía agrícola-ganadera destinada al mercado inglés, hasta mediados del siglo pasado.

De todas maneras, durante esos 30 años de Roca y la generación que lo acompañó, crearon el Estado Nacional. Se promulgó la Ley 1420 de Educación común obligatoria, pública, gratuita y laica (hoy Chile soporta alzamientos populares, entre otras cosas, por el costo de la educación privada, que Roca solucionó hace 130 años). La Ley 1130 creó la Moneda Nacional, se triplicaron los tendidos de líneas férreas y en la misma medida las líneas telegráficas. Con la Ley de Territorios Nacionales se crearon nueve provincias argentinas. La Ley 4349 creó la Caja de Jubilaciones y Pensiones. Creó la Flota de Mar y modernizó el Ejército, también instauró el Servicio Militar. Sobre las desangradas provincias de la época de Mitre, volcó gigantescos recursos para potenciar sus economías regionales y fundó la ciudad de La Plata para darle a la provincia una capital.

Pero todo esto fue posterior a la gran epopeya argentina que fue la Campaña al Desierto que permitió la incorporación de 20.000 leguas y establecer los límites definitivos del país.

Solo esta última contribución de Roca al país se recuerda y se hace para denigrarla. No vamos a repetir aquí los cientos de documentos que el revisionismo histórico ha aportado para convalidar lo actuado por el Ejército Nacional en esa gran gesta. Solo diremos que la categoría de genocidio que se le pretende adjudicar a esa campaña está basada en una “leyenda negra” (creada por Osvaldo Bayer, entre otros) que miente sobre miles de muertos (se habla de 100.000 en un país de poco más de 2.000.000 de habitantes, ¡ridículo!), sobre que fue para entregarle tierras a la oligarquía que pertenecían a pueblos originarios.

Al respecto, el historiador cordobés Roberto Ferrero nos señala que “La conformación del latifundio no comienza con Julio Argentino Roca, sino mucho antes: la primera tanda de latifundistas se integra con los beneficiarios de la Ley de Enfiteusis de Rivadavia, la segunda con la venta a precio vil de tierras fiscales por parte de Juan Manuel de Rosas, y recién la tercera con los campos obtenidos en la Conquista del Desierto. Sin embargo, se debe aclarar que Roca y aquellos hombres de la Generación del 80 no estaban pensando, al organizar esta ‘conquista’, en fines mezquinos como proporcionarles latifundios a los terratenientes bonaerenses. Este apoderamiento de las ricas praderas de la pampa húmeda fue más bien consecuencia obligada del financiamiento de la campaña por los terratenientes y del proceso social y político inmediatamente posterior que ellos hegemonizaron, porque Roca y sus amigos, en realidad, pensaban en grande: unificar el espacio geopolítico nacional, asegurar la posesión de la Patagonia frente a los chilenos y aventureros como el francés “Oreille Antoine I, Rey de Araucanía y Patagonia”, incorporar a la producción nacional aquellas 15.000 leguas de pampa ubérrima, ante las cuales los indios se comportaban como el perro del hortelano que ‘no come ni deja comer’. Que esa producción no se organizara luego al modo democrático de la pequeña y mediana propiedad (‘la guía norteamericana’ de los farmers), sino al modo latifundista extensivo y parásito (la ‘vía prusiana’), no depende de Roca sino de la totalidad del proceso histórico argentino precedente y de las acciones subsiguientes de la clase dominante, como decimos”. Aporta hasta aquí Ferrero.

Al ausentarse Roca a Europa en 1909, cerrando su participación política (moriría en 1914), le encarga al Gral. Richieri que se entendiera con Yrigoyen, el jefe de la Unión Cívica Radical. Así, el caudillo radical recibiría la herencia histórica de lo mejor del caudillismo federal, del jordanismo y del roquismo, a lo que sumaría la representación de la nueva clase media urbana y rural, hija de la inmigración. Desgraciadamente, al igual que otros sectores de la política nacional, el Partido Radical de nuestros días rompe la conexión con esa corriente histórica nacional y se transforma en el apéndice del mitrismo de nuestros días: el PRO.

LA HISTORIA LA ESCRIBEN LOS VENCEDORES

Así, Mitre nos legó su política de la historia (luego de desaparecer los archivos de la Confederación) y recrearla de acuerdo a los intereses del puerto y la oligarquía. Pero este camino a la verdad histórica encuentra aún más escollos cuando los supuestos opositores a esta situación social y económica del país también endiosan a Mitre. Socialistas con Juan B. Justo a la cabeza y los comunistas miran la Argentina a través de los ojos de aquel a quien consideraron el “más grande patriota argentino”. Es en consecuencia que tendrán la visión de Roca que aquel les ofrecería.

Sus herederos políticos de nuestros días, expresados en los distintos sectores de la izquierda antinacional, no escatiman epítetos de genocida y atentan contra sus monumentos. Pero lo que es paradójico es que aun dentro del movimiento peronista, sectores del progresismo kichnerista coincidan con esta posición. Si hubo en el país un partido político que se puede decir continuador de la obra del roquismo de construir un estado nacional fuerte y soberano, ese fue Perón y el peronismo, sin embargo, este sector que se ufana de ser nacional y antioligárquico, que reconoce en Jauretche uno de los máximos exponentes del nacionalismo popular, parece no haberlo leído, pues don Arturo fue categórico en su realce de la figura de Roca y su obra.

Recientemente, una agrupación de abogados que defiende legalmente al terrorista (supuesto mapuche), Jonás Hualas, perteneciente a un grupo que toma tierras y ataca pobladores en el sur del país, se autodefinen como haber pertenecido a la organización Montoneros y, por supuesto, antiroquistas. Son figurones conocidos de esta organización que el Kirchnerismo duro los considera héroes de la patria, y en el mejor de los casos, compañeros con los que no coincidimos, dicen, en los “medios” de acción política. Desde el Canal Encuentro, perteneciente al Estado y cedido a sectores de una progresía antinacional, cada vez que se toca el tema de la Campaña del Desierto, se sostiene la “leyenda negra” del genocidio. Lo mismo pasa en el único canal de TV (C5N), afín al peronismo, donde sus periodistas militantes también son antiroquistas.

Mitre desde La Nación sonríe. Ya no es necesario desprestigiar a Roca, cuentan con un sector de la intelectualidad y la política que lo hacen por él. Es más, desde los medios concentrados fieles custodios del legado mitrista, se lo pone a Roca como un prócer y consiguen la adhesión de los argentinos que reconocen que hay una continuidad histórica entre las luchas federales, el roquismo, el Yrigoyenismo y el Peronismo.

Es así que repudiado por la progresía indigenista, que ve en la colonización española el enemigo histórico, y en la Campaña del Desierto una guerra de exterminio, puesto en el bronce por la historia oficial mitrista para inmovilizar el pensamiento crítico hacia su persona, Roca ingresa a este siglo como la gran figura olvidada de la historia argentina.

Sin una acabada comprensión de lo que significó Roca y su generación, tendremos una historia partida, sin él no podremos unir a Facundo Quiroga con Yrigoyen, y a este con Perón.

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