“Tienes que estar dispuesto a morir.” La temible ruta migratoria del Darién entre Colombia y Panamá

La migración por el Darién es una realidad indetenible. Día a día, cientos de migrantes de países vecinos como Venezuela, Haití, Ecuador, Chile y Brasil, pero también de lugares tan distantes como China, India, Afganistán, Camerún, Somalia y Bangladesh, atraviesan esa espesa selva de más de 5 mil kilómetros cuadrados que separa a Colombia de Panamá.

La agudización de conflictos armados, el incremento de la violencia ejercida por bandas criminales y pandillas y crisis económicas en los países de procedencia ha generado que las cifras de caminantes por el Tapón del Darién aumenten en lugar de disminuir, pese al endurecimiento de las políticas migratorias. El 15 de abril, solo en tres meses y medio, el número de migrantes que ha cruzado el Darién en 2023 superó la marca de los 100 mil, cifra que en 2022 solo se alcanzó a mediados de septiembre.

La travesía puede durar desde tres hasta 15 días y es el primer paso en Centroamérica, en la ruta hacia el norte del continente. Allí, los migrantes arriesgan su vida al enfrentarse no solo a condiciones naturales complejas como el paso de ríos caudalosos, trochas empinadas y falta de agua potable; sino a la presencia de grupos criminales locales que roban, secuestran y ejercen violencia sexual.

La selva del Darién se ha convertido en una de las rutas migratorias más peligrosas del mundo por una suma de factores. Está ubicada en una de las regiones más húmedas del planeta y no tiene la infraestructura necesaria para el paso masivo de personas. Esto causa accidentes como resbalones por caminos muy empinados, caídas por abismos y ahogamientos en ríos que aumentan su caudal de manera sorpresiva.

Por la complejidad del camino, los migrantes evitan llevar cargas muy pesadas o abandonan sus insumos en el recorrido, incluida la comida y el agua potable necesaria. Por esto, los otros dos diagnósticos más repetitivos son diarreas con y sin sangre y enfermedades en la piel. Además, por permanecer días y noches enteras húmedos, los migrantes también llegan con enfermedades respiratorias.

A las dificultades naturales y de salud, se suma la presencia de grupos criminales locales y organizaciones que además de controlar las rutas, atacan roban, secuestran y ejercen violencia sexual contra los migrantes. Los actos violentos agravan la situación, que ya es difícil ante la falta de acceso a servicios básicos como alimentación y salud. Por ejemplo, en los casos de abuso sexual, es fundamental que las víctimas reciban atención médica urgente en menos de 72 horas para evitar el contagio de enfermedades.

¿Cuáles son las rutas que toman los migrantes? 

Las rutas para atravesar el Darién cambian todo el tiempo, dependiendo del clima y las condiciones de los grupos armados y criminales en la zona, pero la mayor parte inician en Capurganá o Acandí (Colombia) y terminan en las comunidades indígenas de Canáan Membrillo o Bajo Chiquito (Panamá). Los precios, que pagan por cualquier servicio varían; incluso, los migrantes refieren que les cobran más o menos cantidad de dinero de acuerdo con su nacionalidad. 

Acandí o Capurganá – Bajo Chiquito – ETRM Lajas Blancas. Desde Necoclí o Turbo (Antioquia), los migrantes toman una lancha hacia Acandí o Capurganá. Y desde allí empieza una caminata que puede durar de 3 a 6 días, aunque algunos migrantes han tardado varias semanas tras caerse o lastimarse en el recorrido. Finalmente, llegan a un punto conocido como Come Gallina (Panamá) en donde toman una primera piragua (de pago) hasta la comunidad indígena de Bajo Chiquito. Allí suben a otra embarcación en época de invierno o caminan en verano hasta la Estación de Recepción Migratoria de Lajas Blancas.

Capurganá – Carreto – Canaán Membrillo. Es la ruta más costosa. En ella, los migrantes han tenido que pagar desde 400 hasta 550 dólares por tomar un bote desde Capurganá (en Colombia) hasta Carreto (en Panamá). Luego caminan a través de la selva de dos a cuatro días y finalizan en la comunidad indígena embera de Canaán Membrillo. Allí, deben tomar un bote, luego un camión del Servicio Nacional de Fronteras y luego un bus hasta la Estación de Recepción Migratoria de San Vicente. Este último recorrido puede tardar entre 4 y 5 horas en invierno, pero hasta 8 horas en temporada seca.

Las Estaciones Temporales de Recepción Migratoria (ETRM) son campamentos establecidos por el gobierno panameño en donde los migrantes son registrados por el Servicio Nacional de Migración (SNM) y sus equipajes, revisados por autoridades militares.  Allí, los migrantes son atendidos por varias organizaciones humanitarias, entre ellas Médicos sin Fronteras, mientras esperan por los buses que los transportan hasta el otro lado del país, a Chiriquí, cercano a la frontera con Costa Rica.

Todos los migrantes que llegan a los puestos de atención dicen que no estaban preparados para las dificultades naturales ni la violencia en el recorrido.

“Me hubiera gustado saber que no es tan fácil como la gente dice. Tienes que estar dispuesto a morir o vivir porque es muy difícil”, afirma Simonei, una migrante trans venezolana que enumeró los insumos necesarios. “Lo fundamental es: una mochila no muy pesada, una carpa, comida para los niños y pastillas que potabilicen el agua para que no lleguen acá con diarrea”.

Simonei, además, permaneció varias semanas estancada en la Estación de Recepción Migratoria porque no sabía que para salir de allí debía pagar 40 dólares para el bus que transporta a los migrantes desde el Darién hasta Chiriquí, cerca de la frontera de Panamá con Costa Rica.

Con información de Médicos sin Fronteras

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