La maldad y la estupidez IV (última parte). Por Gabriel Sanchez

Ya pasó el show que Milei se montó a sí mismo el domingo, desfiló por Avenida de Mayo, metió cadenas nacionales mientras aullaba desde las escaleras del Congreso, sobre ajuste, falta de plata y todas las gamas de eufemismos posibles.

El presidente que gritaba en los canales que iba a eliminar a la casta, que iba a hacer explotar el banco central, que iba a traer años prosperidad… ése presidente ya no existe. Milei está acovachado en la Casa Rosada, por un lado tironeado por una Villarruel herida, que perdió su lugar frente a Bullrich. Por el otro, el plan de saqueo de Macri, ejecutado por Toto Caputo.

En sus casas, esos libertarios que soñaban apalear piqueteros se miran entre ellos sin entender qué está pasando. No pueden entender cómo ese presidente que apoyaron y militaron ahora no diga una palabra. Ahogado entre papeles y DNU en la Rosada, no sabe para donde correr, hizo un montón de promesas estúpidas y por más que quiera cumplirlas, no tiene idea de cómo hacerlo.

Toto Caputo, con la voz rota y tartamudeando, ayer anunció el principio del plan de ajuste: eliminar subsidios, obras públicas, dinero para las provincias. Una vez que el mensaje salió por todos los canales, Caputo no podía creer lo fácil que fue (después de grabar y regrabar el mismo mensaje 20 veces) el pueblo que lo votó miraba la pantalla, sin entender nada, los que no lo votaron descorcharon un champagne diciendo: “Yo les avisé”.

Esto es el shock, una pila de recortes que deja al pueblo en estado catatónico, sin poder reaccionar, algunos votantes de Milei, todavía se aferran a esa débil esperanza de que Gerardo Milei es el salvador.

Lejos quedaron las peregrinaciones de Milei con la motosierra en la mano, cuando desfilaba por calles y plazas, adornado de flores. Ahora está en posición fetal, tirado a un costado del sillón de Rivadavia, acariciando el bastón con la imagen de sus perros. En algún lugar de su mente hay destellos de un plan que creía tener. Las hojas amarillentas de los libros de Friedman no lo van a salvar.

Caputo agarra la mano de Milei y lo hace firmar un DNU que anuncia más recortes, más hambre, más pobreza. Karina Milei corre por los pasillos de la Casa Rosada buscando los ansiolíticos para su hermano. Macri llama a Caputo y le pide más: “Nada de gradualismo”, le dice.

Después de los anuncios de ayer y el silencio del pueblo quieren más, van por más. No dan entrevistas, no dan conferencias. No tienen que dar explicaciones a nadie, van a ir de anuncios en anuncios, de recortes en recortes, pero al final, el pez por la boca muere. Y cuando Milei despierte de su propia pesadilla ya va a ser muy tarde.

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