Comodín mata ancho de espadas. Por Eugenio Arditi Ramos
El pasado miércoles circuló, en la cuenta oficial de la red social X de la Presidencia de la Nación, el siguiente mensaje: “El Gobierno alcanzó un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que le permitirá disponer de 4.700 millones de dólares de la deuda contraída por el expresidente Alberto Fernández”.
Es evidente que esta no puede haber sido una equivocación: el presidente y sus asesores no sólo cuentan con información suficiente respecto de quien tomó la deuda, sino que cuentan también, entre los miembros del gabinete, con el mismísimo funcionario que tomó esta deuda. De modo que se trata de una noticia falsa publicada con intención de desinformar. Las llamadas fake news son una herramienta que ha terminado por volverse común y cuyo control significa un problema para el que aún no se ha encontrado solución. El 15 de enero pasado se difundió la noticia de que Evo Morales se hallaba inhabilitado para ser candidato a presidente en su país, noticia falsa que ya habían desmentido en una nota Eugenio Raúl Zaffaroni y Raúl Gustavo Ferreyra. Los emisores de la noticia probablemente habían leído a Voltaire porque sin duda conocen el sentido de su frase: “Calumniad, calumniad, que algo quedará”.
Las estrategias de campaña del oficialismo estuvieron cargadas de fake news, así como de declaraciones violentas e inclusive de páginas web falsas para simular apoyos cuya difusión se hizo posible por un astuto manejo de las redes sociales. La Libertad Avanza llegó a enseñar a sus militantes a ser trolls, noticia que se conoció en plena campaña a través de un video de Lilia Lemoine dando una clase. No puede negarse la eficiencia de esa estrategia: quien hace tres años era un personaje moderadamente conocido entre los estudios televisivos –desde los más sensacionalistas hasta los más hegemónicos– es hoy presidente de la Nación.
Pero lo novedoso de la publicación del pasado miércoles es que se ha hecho abiertamente por una cuenta oficial, lo que hasta ahora se hacía a través de influencers, medios afines y cuentas trolls. Lo que era hasta el momento una herramienta clandestina, vista como juego sucio, se ha legitimado.
Esto viene acompañado de una estrategia en el Congreso agresiva y poco abierta al diálogo: no parece haber consecuencias por haber nombrado presidente de una comisión clave al diputado José Luis Espert, que conforma un bloque unipersonal (y quien, por otra parte amenazó de muerte a otra diputada); tampoco por apagarle el micrófono a los diputados opositores. Estos legisladores, a pesar de su mayor experiencia, se vieron confundidos y casi impotentes. La frustración es palpable: en la sesión del pasado miércoles, Santiago Cafiero, canciller hace poco más de un mes, se levanta erguido y resuelto con el propósito de quejarse ante la supresión de su micrófono para tener que volver atrás, cabizbajo y en silencio, sin resultados.
Este nuevo modo de hacer política (la fisiología del cambio) se ha apropiado astutamente de las nuevas tecnologías y oportunidades del siglo XXI para explotarlas al máximo. Los nuevos políticos han descartado el reglamento vigente hasta ahora: publicar fake news era incompatible en el marco del respeto al pacto democrático. Pero… ¿dónde está escrito eso? ¿Acaso Alfonsín sabía lo que era una fake new? No sería posible, bajo la lógica parlamentaria, lanzar un DNU con 366 artículos. Sería indecoroso. Y no obstante se hizo. El ideólogo del proyecto, Federico Sturzenegger, captó el nuevo espíritu de época: “Se quería dar la imagen de un cambio de régimen”.
El DNU fue el primer puntapié y la publicación en X el segundo. El mensaje está claro: El pacto democrático que ha regido por los últimos cuarenta años está obsoleto. El nuevo régimen no sigue reglas. Y esto es lo que confunde a los partidos tradicionales, que utilizan las mismas normas hace años: aunque saquen el ancho de espada el oficialismo gana con comodines.
¿Qué pasará la próxima vez que Cafiero se levante? ¿Volverá otra vez cabizbajo? ¿Se escuchará su queja? ¿Golpeará al diputado Espert? ¿Cuántas veces puede regresar cabizbajo antes de perder su calidad de representante de un movimiento que ya se encuentra desilusionado con sus líderes? Quienes pusieron su fe en los legisladores opositores esperan que estos se hagan escuchar; si ellos no pueden hacerlo buscarán a quienes sí puedan; si nadie puede, buscarán a quienes golpeen. Una cosa es segura: o se diseña un nuevo pacto democrático o seguirá la incertidumbre de que todo valga.