De selecciones mayores y líneas defensivas. Por Elio Noé Salcedo
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“Centrismo”, “Menemismo Confeso” y “Nuevo Artiguismo”
(Comentario sobre el artículo de Federico Zapata “La Unión de Fuerzas Sociales”, cuya transcripción textual podemos consultar aquí )
El autor del artículo que comentamos comienza preguntándose “¿cómo hacer una nueva oposición en esta nueva era?”
Está visto que un equipo no puede oponerse al adversario y ganar un mundial solo con una buena delantera; o con unos buenos centrales solamente; o solo con una buena defensa; o peor aún, sin defensa. Necesariamente precisa un equipo ensamblado y potente en todas sus líneas. De igual modo, además de todas sus líneas integradas -las de Adelante, las del Centroy las de la Defensa-, ¿se puede armar un equipo competitivo sin una buena estrategia, esto es, sin un buen proyecto de equipo, como el que tuvieron nuestras selecciones mayores en 1810, 1816, 1820, 1853 (aunque duró poco), en parte desde 1868 en adelante (con las presidencias provincianas después del arrasamiento mitrista), en 1880, 1916, 1945 y 1973?
¡La Unión de las Líneas Sociales no puede ser cualquier cosa!
Pues bien, ¿qué es lo que “no ha sido representado en estos 40 años de democracia”? ¿Cuál ha sido el motivo principal de esa “fraternidad en crisis que es la Argentina”? ¿Qué implica todo ello “para el sentido y la funcionalidad de un Estado Nacional roto” ?, según se pregunta también Federico Zapata en su nota del 23/6/2023 para la revista “Panamá”.
Si queremos realmente entender “el sentido y la funcionalidad de un Estado Nacional roto”, le contestamos, no le deberíamos quitar peso en las causales de esta crisis a la propia desaparición del Estado como motor de nuestro desarrollo e integración nacional, aun con todos sus déficits; y, consecuentemente, al funcionamiento de un Estado Nacional a medias por esa razón; a la quiebra del aparato productivo nacional entre 1976 y 2001; a la ruptura del tejido social y la fragmentación de la Argentina en esos años, sin que pudiéramos terminar de resolver semejante problema hasta hoy (ni en el AMBA ni en el Centro del país); a la desaparición, sin ir muy lejos, de la Argentina que supimos construir durante los primeros diez años de peronismo, entre 1945 y 1955; aparte de la desvalorización y paso a retiro del Proyecto Nacional de nuestras mejores épocas.
Resulta que ahora la carta de triunfo es jugar sin defensa o con una línea de fondo desguarnecida, o sea sin Estado Nacional, sin proteccionismo industrial (que defiende a la pequeña y mediana industria nacional) y con un Estado al servicio de los poderes concentrados y monopolios privados (que son los que en definitiva dominan el mercado) y no a favor de un verdadero proyecto nacional transformador de la Argentina, integrado a América Latina, que es la cuna de nuestros Libertadores.
¿Quiénes nos“trajeron hasta acá” ?, se pregunta Zapata.
Pues, los que pusieron permanentemente palos en la rueda a todo intento de política nacional; los neutrales e indiferentes; los débiles, irresolutos y pusilánimes; los condescendientes o cómplices con esa indefensión, pagados de sí mismos y solo interesados en salvarse solos; los que se entregaron al adversario sin luchar o por treinta monedas; y los que reniegan, a diestra y siniestra del proyecto nacional histórico de nuestro país, entre otros.
Pues bien, veamos cómo pretenden armar “los Centrales” el nuevo equipo, según las apreciaciones de Zapata.
Con un “modelo autónomo de desarrollo productivo del sector privado en la Argentina”, y “un poco a espaldas de la contradicción pendular de la economía nacional” (sic). O sea, seguir como estamos o volver a donde llegamos. ¿O acaso “la contradicción pendular de la economía nacional” no responde a dos proyectos de país incompatibles, uno de Nación y otro de No Nación? Aquí no caben los neutrales, y no se puede estar con Dios y con el Diablo.
Según esa visión “regional y privada” (a nuestro entender, privada de una visión estratégica nacional), el modelo de “la Región Central”, que es “la que habilita la oportunidad política de instaurar un nuevo poder junto con una nueva institucionalidad y un nuevo modelo económico que corte el monopolio político del AMBA de los últimos 20 años” -“un nuevo bloque histórico”-, resulta “la tierra firme del upgrade capitalista posible del país” (según Zapata), que “en cada etapa, avanzó en la modernización expansiva del mercado (inversión, reconversión, agregado de valor, innovación, exportación, productividad) desde los 90 hasta acá”. Desde “los 90 hasta acá”, o sea desde el menemismo -uno de los culpables de la debacle nacional- hasta acá, que coincidentemente con este “menemismo consecuente y confeso”, Milei reivindica como lo mejor que le pasó a nuestro país.
“Una nueva gramática económica internacional”
Que yo sepa, en el mundo de estos días existen dos “gramáticas internacionales”: la unipolar y la multipolar. ¿Se puede estar con ambas a la vez? Lo que no se puede dejar de hacer es tener una genuina gramática nacional para poder insertarse en igualdad de condiciones en la gramática internacional que más nos conviene. Pero no como furgón de cola de una de esas dos gramáticas internacionales, como pretende la gramática liberal y libertaria, que no por casualidad está en la lógica antinacional más perjudicial para nuestros intereses.
Para empezar, si queremos hacer buena letra, solo podremos incorporar a nuestra lengua esa “gramática internacional” de las relaciones comerciales siguiendo una política que desde nuestros grandes estadistas nacionales responde a la neutralidad en términos de conflictos internacionales, y que, trata con todos, pero, sobre todo, con quienes mejor nos tratan.
Está de más decir, que América Latina es nuestro natural mercado y socio en cualquier negocio o proyecto internacional que queramos emprender. Si no queremos perder fuerza y soberanía, en un mundo muy competitivo y agresivo, no hay muchas opciones. Después nos admiramos de que Brasil haya llegado a donde está, sin conocer las verdaderas razones de sus grandes logros, del que no han estado ausente seguramente ni su Estado Nacional ni políticos patrióticos, comprometidos y decididos como Lula.
En cuanto a que “la Región Centro no pudo transformar ese poder económico dinámico en poder político efectivo”, cabe recordar que ni Artigas, ni López, ni Bustos, ni Ferré pretendían un país de “centro” sino siempre y en todo momento una Nación Federal, que es otra cosa.
Ahora resulta que, como Milei se subió a “la furia social” para cabalgar sobre ella, los “centristas”, “menemistas confesos” o “nuevos artiguistas” quieren subirse al caballo de Milei para seguir cabalgando sin él… ¿hacia dónde? Hacia el mismo lugar que lo han hecho durante estos últimos 30 años. Habría que ver cuáles han sido en realidad los resultados de esa cabalgata, comparados con los de todo un país que en algún momento de su historia cabalgó todo a un mismo ritmo y hacia un horizonte promisorio.
¿O pretenden disparar una nueva lucha nacional y social entre los federales bonaerenses de Rosas y los unitarios de Paz, a la que pretenden arrastrar (no al revés como fue) a los federales nacionales de Urquiza?
¿Cómo estaría conformado ese “nuevo bloque histórico”, ese “nuevo aspiracional”, ese “nuevo partido del orden y el desarrollo”? Entre tantas “iglesias”de esta “Nueva Era”, ¿por qué ésta sería distinta? La receta de esta nueva “iglesia protestante” (como la define el propio articulista)propone “ir hacia la sociedad” … ¿Hacia qué sociedad? Hacia esta sociedad hoy devastada, desahuciada, desclasada y desnacionalizada: la que le dio “poder político” a Milei. Y para poder “protagonizar” y “liderar” esa “nueva era”, “la hipótesis es diseñar una morfología societalista: la Unión de Fuerzas Sociales”.
¿Cuáles “fuerzas sociales”? Esas mismas que “esta democracia” (con la que no se come, no se estudia ni se trabaja) heredó y nunca redimió tras los resultados económicos y sociales de la dictadura y la desmalvinización del espíritu nacional sobreviniente tras la rendición en Malvinas (desmalvinización incentivada por la partidocracia, el periodismo y la pseudo inteligencia semicolonial), cuando ese espíritu nacional recuperado en Malvinas había renacido con el enfrentamiento a nuestros enemigos históricos, los ingleses, y con el acompañamiento en esa gesta de prácticamente toda América Latina.
En ese contexto, el “Centrismo” pretende convertirse en el “partido de las cosas y no de los símbolos”, símbolos que representan nada más ni nada menos que la Patria, la Soberanía, la Dignidad Nacional, la Felicidad y Bienestar del Pueblo y la Grandeza de la Patria y no solo la de los sojeros y de las “Fuerzas del Campo”, que, al parecer, algunas migajas o gotas derramaron en este esquema del vaso o de la canasta centrista… pero imposible de sostener sin un proyecto nacional verdaderamente transformador e integral.
Deberíamos revisar la situación social del “centro” y también el modelo de “nuevo artiguismo” del otro lado del charco, para darnos cuenta de que ese es el proyecto solo de los sectores más beneficiados por dicho modelo, pero no de las mayorías de esos lugares y de todo el país todavía expectante, pero que va perdiendo aparte del trabajo, la dignidad del salario y de otros derechos sociales, también su entusiasmo electoral, y en su resignación vota opciones provinciales aunque no nacionales, porque en su confusión termina votando opciones “nacionales” que son todo lo contrario de lo que esas mayorías necesitan.
De ese “equilibrio extremo” entre la línea delantera, los centrales y la defensa (que representa un “exceso de llano”, por un lado, y “un exceso de Estado” por el otro), según la propuesta que analizamos deberíamos aspirar a “una nueva mayoría social federal”, cuya encarnación social es “el chacarero”… una “nueva Unión de Fuerzas Sociales que sea menos corporativa (o sea menos peronista aún, en términos históricos) y más individual (¡todavía más individual!) que la de 1991”, cuya representación son hoy Schiaretti, Llaryora, Pullaro y Frigerio, o sea, el Menemismo Confeso, el Radicalismo Claudicante y el PRO, devenido en Libertario y anarco-capitalista destructor del Estado.
Ello requiere -¡Un mago por aquí!-, “transformar sus fuerzas políticas en fuerzas sociales novedosas, con outsiders institucionales de su propia economía local, con los que compartan listas, el poder y una visión del llano”. O sea, reemplazar la “casta bonaerense” y toda otra por la “casta centrista”.
¿Y quién le aportará pasión a esa “nueva oposición” a construir?
Prestemos atención: “El bloque agrario, sus embajadores del humor (más circo), sus canales (globalizados y sin cerebro) y sonidos culturales (la nueva cadena 3 pero 4.0), su escaloneta de deportistas, los nuevos jóvenes turcos (los herederos del turco), su Raquel Chan, los empresarios de la nueva economía y también los trabajadores del conocimiento”.
¿No le falta a esa lista de jugadores la Nación, el Pueblo Argentino y el propio pueblo del “Centro”?
Las capacidades cloacales… perdón, “glocales”
Si hay una lección que nos deja la “Región Central”, expresa el autor de la propuesta que analizamos, “es que el motor del crecimiento y el desarrollo pueden ser las capacidades nacionales-globales” (glocales: locales y globales a la vez). Obviamente, la propuesta puede resultar novedosa ante un interlocutor desmemoriado o ciego, que a la vez sigue a un topo destructor de todo aquello que los argentinos supimos construir penosamente durante 200 años, y, sobre todo, desde 1945 en adelante, cuando con aquella política nacional y revolucionaria para la época nos perfilábamos nítidamente como el “Brasil”de aquel entonces, ese hermano país que los “centristas” admiran, aunque sin ningún análisis autocrítico al respecto.
La receta es la “nacionalización de un nuevo paradigma productivo más allá de la región centro propiamente dicha”, cuyo 75% de su sociedad -desnacionalizada, desclasada y desilusionada- elige primero a Macri y después a Milei para que lo represente políticamente a nivel de una Nación de la que se “siente” abandonada.
La alternativa a eso es “una agenda reformista” para que “las regiones puedan integrarse en forma directa al mundo -no los argentinos del Centro integrados a su propia Nación- y potenciar la conformación de ciudades intermedias”, dejando a un lado “los sueños del petróleo que construyen los tiranos” (tiranos como Lula, que mantienen en la órbita del Estado la empresa estatal de petróleo, y por eso, entre otras razones parecidas, llega a ser la octava economía del mundo). Y nada de industrias extractivistas derivadas de “minería, petróleo, litio”, olvidándose que hasta el liberal Chile mantiene su Empresa Estatal del Cobre -su mayor recurso extractivo-, sin necesidad de entregárselo a “sectores sociales focalizados (privados regionales, nacionales ni extranjeros)”.
En verdad, en lugar de ofrecer solo “un conjunto de recursos naturales exportables”, estamos en condiciones de convertirnos no en “una Dubai controlada por sus emires” sino en una Argentina industrialista y productiva controlada por su propio Estado y su propio pueblo, como lo han hecho los grandes países que hoy están creciendo a pasos agigantados. A eso se niegan los nuevos “exégetas del imposibilismo”.
Una política “de los sin voz” y el “nuevo artiguismo”
La idea para ellos no es reconstruir el país industrial y la gran clase trabajadora de hace 70 años o del Cordobazo (sumando a ello las nuevas tecnologías y las industrias del conocimiento), sino apelar a esas “nuevas mayorías” del “sistema político atomizado–clase media, trabajadores informales y emprendedorismo– que ya no se ordena bajo las condiciones extorsivas del conservadurismo de la grieta…”. O sea, pretenden apelar a ese universo de sectores sociales desclasados, desnacionalizados y colocados por esas políticas antinacionales mencionadas entre la espada y la pared, para que conformen un “nuevo artiguismo cuyo norte no sea achicar la sociedad para agrandar la política, sino ir hacia la sociedad”.
Nos preguntamos: ¿Acaso la idea del “viejo artiguismo” era achicar la sociedad? ¿Artigas acaso oponía política a sociedad o sociedad a política, como si fueran dos cosas distintas y opuestas? ¿Tan poco conocen los “nuevos artiguistas” al verdadero Artigas?
No obstante, los “nuevos artiguistas” lo aclaran: “Un nuevo artiguismo cuyo norte no sea expandir el Estado, sino expandir la sociedad y la economía”, como hizo ese “nuevo artiguismo” (ni nuevo ni artiguista) cada vez que gobernó la Argentina, no sin antes derrotar y exiliar de por vida al verdadero Artigas. ¿O pretenden tal vez que los argentinos acompañemos a Artigas a su exilio definitivo? Después de un exhaustivo análisis de los resultados del “nuevo artiguismo” en una y otra orilla del Río de la Plata, hablamos.
Porque de seguir sus recetas, entonces sí vamos a necesitar “la coalición de los garibaldinos”, ya que no van a quedar argentinos con voz o “sin voz”, ya exiliados y sin patria, que puedan vivar al “nuevo Artigas” que nos depara esta “nueva era” prometida.