El álgebra y la lanza
José María Paz y Facundo Quiroga representaban el álgebra y la lanza, respectivamente. Uno como representante de la burguesía intelectual mediterranea y el otro, como líder popular de las masas armadas del Interior.
Por Jorge Abelardo Ramos
El general José María Paz fue el vástago más notable que produjo la Córdoba del siglo XIX; hombre de Filosofía y de Matemáticas, cursa sus años de estudiante en el Colegio Seminario de Loreto, en las horas postreras del dominio español en América. Cuando los sacerdotes americanos leían a Voltaire y a Rousseau, Córdoba también se escindía entre ultramontanos y revolucionarios. Era esta provincia la región económica más considerable de nuestras provincias interiores. Centro de importantes industrias artesanales, Córdoba constituía ya en el nudo de comunicaciones intelectuales y políticas del país en formación. En sus familias principales se gestaba una burguesía provinciana que no podía alcanzar un verdadero desenvolvimiento sino a través de la unidad del país y del progreso económico.
José María Paz se destacará como el más notable representante de la burguesía cordobesa culta. Paz será siempre un provinciano, distinción capital en nuestro siglo XIX para situarse claramente en el caos de las luchas civiles. Cuando Rosas en el poder se niegue a nacionalizar las rentas de la aduana y postergue la organización nacional reclamadas por las provincias Paz se opondrá. Del mismo modo Paz ya se había levantado en Arequito cuando el gobierno porteño había ordenado movilizar el ejército de Belgrano contra las montoneras santafesinas de Estanislao López. Vemos en su actitud una perfecta consecuencia y en esa posición no está solo: el tucumano Alberdi dará más tarde una expresión teórica completa a las reivindicaciones nacionales del Interior a pesar de las formidables contradicciones de su historia intelectual.
Paz era el representante de la burguesía intelectual del Interior, grupo que se oponía al centralismo porteño. Asimismo, Quiroga era el líder popular de las masas armadas del interior. Eran el álgebra y la lanza respectivamente. Si bien ambos hombres y los grupos que representaban compartían un mismo enemigo, jamás hicieron un pacto; esta fue la tragedia de ambos hombres.
Muchos caudillos federales del tiempo de Rosas, aun manteniendo con éste relaciones oficiales, verán en la espada y el talento del general José María Paz la esperanza de una organización nacional. Si bien el cordobés se hallaba más cercano a los federales provincianos que a los unitarios porteños, Rosas siempre logró evitar que sus amenazas se unieran, y Paz era una amenaza. Cuando la causa que compartía con Facundo se ve irremediablemente perdida, ya anciano, Paz transará: será ministro de Guerra y Marina del gobernador Valentín Alsina. Su lucidez jamás desmentida, no obstante, le advertirá el significado de la política porteña a que lo arrastra su capitulación.
A los reclamos unitarios de abrir la libre navegación de los ríos para halagar a las provincias litorales y allanar el camino al comercio extranjero, Paz respondería en una carta que la libre navegación de los ríos nada significa si no se nacionalizaban las aduanas exteriores y se suprimían las interiores. El fracaso de su vida pública se corona con su enfrentamiento final con el gobierno urquicista. Era el dramático eco en su vida personal de la derrota del interior mediterráneo ante la todopoderosa Buenos Aires.
Selección de textos: Eugenio Arditi Ramos