El triunfo de Lula es el faro de los Estados Unidos del Sur
Por Eduardo Valdes
¿Qué significa un triunfo de Luiz Inácio Lula da Silva?
En primer lugar, el hecho que esté primero en todas las encuestas hasta hoy, es la demostración cabal de por qué lo proscribieron en la elección anterior. Que hoy compita Lula y sea el favorito para las elecciones del próximo 2 de octubre es el correlato de las realizaciones concretas para el pueblo brasileño que introdujo en sus dos mandatos presidenciales.
En siete años de gobierno del PT con Lula a la cabeza, según estadísticas oficiales, cerca de 30 millones de brasileños y brasileñas salieron de la pobreza como consecuencia de las políticas públicas. El programa Hambre Cero garantizó el acceso de las familias indigentes a los alimentos básicos, en tanto que la malnutrición infantil retrocedió un 46%, dato que fue mucho más fuerte en la región del Nordeste, cuna de Lula, con un retroceso de 74%. A su vez, entre 2003 y 2010 se crearon 14 millones de empleos y el salario mínimo aumentó un 53,6% en términos reales, mientras que los ingresos del 10% de la población más pobre crecieron un 8% anual. Se trató de un incremento visiblemente superior al de los ingresos del 10% de la población más rica, que crecieron 1,5%.
En cuanto a la educación, a través del programa ProUni, la duración media de la escolarización pasó de 6 años en 1995 a 8,3 en 2010. Por su parte, los jubilados y los beneficiarios de los programas de ayuda a personas con discapacidad percibieron sumas indexadas sobre la remuneración mínima, lo cual significó una protección inédita en la historia del “gigante verde”. Por todo esto, Lula dejó la presidencia con un 80% de aprobación según los estudios de opinión de entonces.
Mientras crecían todos los indicadores sociales de la economía más grande de América Latina, el mundo miraba con atención al gobierno de Lula. El entonces presidente de Estados Unidos, Barak Obama, se refirió a quien fuera obrero metalúrgico en sus orígenes como “el político más popular del planeta”. El multilateralismo practicado por el gobierno del PT y su integración comercial al mundo contrasta con lo implementado por Bolsonaro, su contendiente de derecha en estas elecciones, con quien buena parte de la comunidad internacional cortó lazos, producto de su prédica antidemocrática.
Luego de sus dos gestiones de enorme crecimiento para las grandes mayorías del Brasil, la derecha política, los medios de comunicación concentrados y sectores de la Justicia pusieron en práctica un operativo de persecución contra el PT, destituyendo escandalosamente a Dilma primero y encarcelando a Lula después, con el objetivo de proscribirlo políticamente para que no pudiera ser candidato. Cualquier similitud con la Argentina, no es mera coincidencia: hoy vemos como en nuestro país los mismos sectores buscan sacar de la cancha a la Vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Un triunfo de Lula sería un gran faro para la unidad de nuestra región. Ya tiró la zanahoria, al plantear la necesidad de una moneda común para toda América Latina. Si hay una autocrítica que podemos hacer de la gran unidad que existió en la región desde 2003 en adelante, es que no hubo un incremento de las relaciones comerciales entre los propios países de América Latina. Está claro que la unidad del tiempo nuevo de América Latina es con México y el Caribe, para concretar los sueños del Barón de Río Branco allá por 1902, cuando escribía la utopía de los Estados Unidos del Sur frente a los Estados Unidos del Norte. Con unos Estados Unidos del Sur con salida al Atlántico y al Pacífico. La geopolítica mundial nos indica hoy que la unidad de Latinoamérica es desde Tijuana hasta Tierra del Fuego.
*Por Eduardo Valdés, diputado nacional (FdT), presidente de la comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados.